Otoño despistado pero feliz...


En septiembre disfrutamos de una cálida y agradable climatología, esperando (deseando, mejor dicho) que el otoño no fuera convulso y que la pandemia se contuviera... aunque eso era ser muy optimista pues ya por esas fechas empezaron los primeros gritos serios de alarma. Los rebrotes aislados se habían generalizado semanas atrás y no había que ser muy listo para adivinar que llegaría una segunda ola en toda regla. Y mientras surfeábamos por la realidad, intentando esquivar las aglomeraciones, aprovechamos bien cada ocasión que se presentaba. Uno de los días más agradable fue el que fuimos, Inma y yo, a las faldas del monte Abantos, al merendero de siempre, donde tantas veces hemos parado con el macuto a cuestas, camino a la caseta, o con la moto en medio de una ruta. Fue otra pequeña escapada, como casi siempre en estos tiempos... Dejamos a los niños en casa y cabalgamos durante unas horas en nuestra bella FZR. Un tío afortunado, sin duda, con dos hermosas damas junto a mi. 

Cerramos septiembre con una buena reunión de amigos en la zona  de Pelayos de la Presa, en el mesón de siempre. Ese día mi admirado Kurtis me dejó probar su bello cohete rojo, la S1000R, y me enamoré completamente, sin querer y sin esperarlo. De quince minutos que tenía yo previsto para conocerla pasé a más de media hora, dando vueltas por la zona, incluyendo el puertecito de San Juan. ¡Qué maravilla de moto!, hace todo fácil, y es ágil, potente, cómoda (para mi estándar) y frena que da miedo. Fue amor a primera vista, como si nos conociéramos de años pero... no podría permitirme algo así. Seguimos de ruta hasta El Barraco junto a David con su Fazer, Julito y Joselito con su Himalayan. Iñigo y Kurtis tenían cosas que hacer y se despidieron después de mi "toma de contacto" con La Merkel.


Pero seguía con la idea (desde primavera) de "jubilar" la FZR... A pesar de su gran rendimiento, y las alegrías que me da, deseaba hace tiempo volver a tener una moto nueva (desde la Honda en el 2009 no había estrenado moto). Ya en octubre cerré la "etapa de estudio" y, viendo que los modelos de Kawasaki que me gustaban (sí, basicamente, la Z 900 Café Racer) no estaban a mi alcance económico, decidí volver a mirar las ofertas de KTM y Yamaha, y viendo sus opciones de financiación, no era descabellado pensar en una de ellas. Los modelos a la vista era la aclamada 790 austriaca y la exótica XSR 900. También miré y probé, que me pillaba a mano, la GSX750S que vende Suzuki actualmente, una moto noblota, cuya agilidad y sonido me gustaron, no tanto su potencia. Me dio la impresión que no andaba demasiado. Parecía su antigua hermana pequeña de 600... Las posición naked era cómoda pero los asientos algo pequeños...


En paralelo, probé varias FZ1, Fazer 800... me encandilan todavía. Todas muy ágiles y en el caso de la "vieja" Fazer 1000, un auténtico pepino apetecible. Pero no me decidí. Lógicamente, de segunda mano hay que pagar lo que te pidan a toca-teja y me resultaba inviable. (En el caso de las FZ1 y FZ8 había que contar, además, con el problema endémico de su rotor. Había quién lo había cambiado ya, otros no... Un asunto que no me terminaba de convencer, ni mucho menos tranquilizar, y eso que alguna de las motos tenían buen precio de venta).



Al final, me decidí por la XSR 900, nueva, más que nada porque su estampa me tiene loco y su motor tricilíndrico me encanta (el de la Tracer, viejo conocido). Si a eso unimos unas suspensiones por fin dignas del resto de la moto (las suspensiones de las MT09 y Tracer eran claramente mejorables) pues... blanco y en botella, una gran moto. Una moto más polivalente que una R, aunque tampoco es una GT precisamente. Y como la financiación era muy flexible, contando con algunas ventas que tenia que hacer, y con la futura venta de la FZR, me tiré a la piscina. Aunque hubiera nuevos confinamientos a la vista, una vez más, nosotros a nuestra bola, a contracorriente... Y se lo conté a mi padre y se lo pensó... luego vio la moto ¡y le encanto! Solo la quería en color blanco y rojo, como si fuera una "RD moderna". Esos son los colores Yamaha realmente, no el azul ni el amarillo americano avispa, tan famoso desde los títulos de Roberts. Así que contacté con mi amiga Nuria de Yamaha Motor Madrid y, después de revisar todo el tema, me buscó una unidad con esos colores. Solo había una localizada...¡¡en Murcia!! Di una señal y se la trajeron. Y en dos semanas fuimos a verla. La primera foto con la nueva niña:


La suerte estaba echada. Y una sonrisa en mi cara también surgió. Enseguida se tramitó el seguro a distancia y un 7 de noviembre fui a buscarla. Vaya, un número 7 de nuevo, ¡parece que me persigue ese número! Empezó a chispear y hacer frío en Madrid. Nos conocimos así, un poco flag to flag, camino a casa, con parada para repostar y hacer las primeras dos fotos en la estación de servicio. Había salido del concesionario con el mapa "Estándar" de los tres que proporciona la XSR, y yo preparado para hacerla un buen rodaje, y con el CT a nivel intermedio. Sí, mi primera moto con electrónica... ¡Es difícil no llevar algo así en una moto moderna! Aparte, la moto me ha sorprendido en varias facetas. Es ágil, como imaginaba, o quizá más. El tren delantero da mucha confianza, ¡estupendo! La posición es cómoda, pero vas sentado altito, como había escuchado. Y el sonido del escape es más que aceptable, tanto que no creo que le cambie la cola del escape, increíble con mi "curriculum" de cambios...

Y, obviamente, he aprovechado cualquier hueco para salir a hacer kilómetros. Costaba acumularlos ya que, entre confinamientos perimetrales y otras historias, tampoco podíamos ir muy lejos. Los primeros quinientos kilómetros fueron con el mapa que os contaba más arriba y sin pasar de 6000 rpm, casi todos realizados por mi Sierra Oeste. Aún así, ya se notaba el verdadero genio de la "RD". Me gusta llamarla así, tienen cosas en común. Aquella "matapijos" de 350 fue la bomba en los años 80. Aceleración brutal, sonido celestial, ágil, ligera... frenos y chasis de risa, eso sí. Solo la probé una vez (la de un cliente de Moto Per Tutti) y puedo asegurar que era salvaje. Desde hace años, hay muchas restauradas corriendo en clásicas y costando un pastón. Qué paradoja...hace veinte años nadie se acordaba de ellas, ¡y costaban cuatro duros! 

Desde noviembre, con la XSR como compañera de paseos, me ha dado por profundizar en mi afición a conocer viejas fortificaciones de la Guerra Civil, ya sabéis, búnkers y similares. Ya conocíamos algunos de toda la Sierra Oeste, escenario de la famosa Batalla de Brunete. Pues bien, hemos conocido alguno más, y nos queda por visitar varios... pero para ello necesitaré volver a sacar el macuto (como hice en diciembre, pero en el Alto del León camino al fortín de Cabeza Líjar) o pillar una trail…. porque la XSR, obviamente, no es para internarse por el campo ni casi para rodar por pistas forestales estables. 



Como pasaba incluso con su hermana la Tracer 900, apenas tiene distancia al suelo y los colectores de los escapes están muy expuestos (bueno, como todo el motor). Así que, aunque ya ha pisado tierra dos veces, tengo que tener mucho cuidado... (No subiría con ella al pico de Javalambre a por la medalla, tramos que con la Fazer no era nada difícil recorrer, por cierto).


También hemos aprovechado el otoño para salir con los amigos. Teníamos ganas de ver a Rosa, Iñigo, Kurtis, Alvarito... quedamos en su pueblo, en Manzanares, y les presenté a mi nueva niña. Desayunamos como marqueses bajo un tibio sol de noviembre y luego hicimos una interesante ruta hasta Redueña, donde almorzamos tranquilamente en una terraza. Justo antes de despedirnos, poniendo rumbo cada uno a su zona, alguno tuvo problemas con sus cremalleras (vaya risas) pero me prohibieron comentar nada en el futuro ni mostrar imágenes del "suceso" (más risas)...


Y pocos días después, apurando el mes, aprovechamos para reencontrarnos con más colegas como Lupo. La excusa fue ver la preciosa CBR 600 del 91 que se ha comprado. Menuda hermosura, y menuda decoración más bonita que luce, tipo diseño casco de Doohan. Quedamos una fría mañana en Quijorna y dimos un rulo tranquilo (yo seguía en rodaje) hasta Cruz Verde donde se junto más gente conocida con la que hicimos un breve recorrido hasta las cercanías de Aldea de Fresno, antes de retornar, Alvarito y yo, hasta Navas del Rey, donde había quedado con mis padres para comer, ¡hay que aprovechar los días libres para socializar!


A principios de diciembre me llevó Pedrito a la presa de Picadas. Tenía ganas de conocerla. La XSR piso tierra y esquivo muchos baches pero llegamos sin problema. Una pasada de lugar, junto al Safari Park y al pueblo de Aldea de Fresno.


Un par de veces hemos comido en Navalagamella, en el mesón que descubrí hace meses y donde comimos con Tyto y Mónika un lluvioso día de octubre. Aquí una foto con Jose y Julito, hace algunas semanas, en el búnker que hay junto a la iglesia del pueblo. Perdí en ese rato mi mascarilla del TT...


Y para el día 31 habíamos planeado volver a despedir la "temporada" tomando algo en buena compañía en Cruz Verde. Anunciaban frío y lluvias y hasta el día anterior no teníamos claro si subiría alguien. Pero allí estaba yo a las 11h30, pasando un poco de frio en la terraza, bajo un sol que no calentaba nada... después de haber pedido un caldo para entrar en calor (una clavada de 3 eurazos). Afortunadamente, pronto empezaron a llegar amigos como Luis y Rosi, Lupo, Tyto y Mónika, Kurtis e IñigoLuis traía hasta una botella de cava, y como otros años, pudimos brindar todos por un mejor 2021. 


No será fácil pero... qué así sea, amigos...mantengamos una actitud positiva, nada de estados de ansiedad cuando no haya motivo, si perdemos la actitud los malos ganaran, cuidemos la calidad de nuestros pensamientos y deseemos que después de las tormentas que todavía nos esperan volveremos a disfrutar del sol... ¡SALUD Y GASOLINA PARA TODOS!

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...