Viajar y vivir... (parte I)

Los que no disponemos de los recursos necesarios (un mínimo de tiempo y dinero, vamos) para poder viajar todo lo que deseamos, por todo el planeta, a menudo solemos evolucionar y pulir con los años un pequeño talento que valoro mucho, el talento de elegir cada vez mejor. Es raro arrepentirse de alguna escapada planificada, por lo menos en mi caso. El año pasado después del rally por Extremadura el listón estaba muy alto pero, por otra parte, no era muy dificil concebir nuevos planes que auguraban,  ya de por sí, buen sabor de boca. Como siempre, los viajes se disfrutan antes, durante y después de hacerlos. Es la riqueza humana y sensorial que disfrutamos los que amamos hacer kilómetros y ver amigos, aparte de la incertidumbre o simple curiosidad de conocer sitios y situaciones nuevas. ¡Quién pudiera tener capital y tiempo para atravesar Africa o Sudamérica!, quién pudiera poder TRAVIAJAR habitualmente... Pero no escribo este post para quejarme, cada palo aguanta su vela al final, sino para rememorar alguna escapadita agradable que tuvimos el año pasado. 

Algo importante es que también valoramos ver a los amigos que, por culpa normalmente de la distancia, no vemos tanto como quisiéramos. Vale que con la pandemia han cambiado cosas en el mundo, que algunos hemos apreciado que incluso se ha perdido ganas de socializar por parte de algunos... pero, aún así, cuando hay ganas de verdad las distancias  practicamente no son obstáculo. Y más si vas en moto y adoras devorar kilómetros. En abril lo hablamos mi amigo Tomás y yo, buscamos en el calendario un finde que pudiéramos cuadrar los dos y en mayo nos vimos casi a medio camino, en una zona agreste que amamos: la comarca de la Serranía Baja de Cuenca y río Cabriel. Fueron casi dos días de curvas y risas, qué decir. 

Hasta nuestro punto de encuentro (él vendría desde Barcelona), puse rumbo por una ruta bien conocido, siempre agradable, que pasa por las zonas de Priego y Beteta. Imposible no parar en "la curva" de las hoces, donde en ocasiones se puede disfrutar del vuelo de algún buitre. Allí me detuve un ratillo mientras una pareja de escaladores se alzaba por la pared de roca que tenía a mi derecha, según veis esta foto:

Arranqué pronto y seguí disfrutando del tramo. Pronto sería la hora prevista para vernos. El lugar sera en el "mítico" pueblo de Cañete, ese "milestone" que tantas veces hemos mencionado en este blog camino a la invernal de Estrella de Javalambre. Allí habíamos quedado, después unos dos años sin vernos, ¡casi nada! Como los encargados del restaurante no tenían muchas ganas de darnos de comer, arrancamos las motos y nos fuimos hasta Salvacañete, concretamente al restaurante ubicado junto a la carretera, en una punta del pueblo, junto al cruce que luego tomaríamos. Fue todo un acierto. Por fin pudimos ponernos al día. Afuera, a la sombra, aguardaba la flamante GS 1250 de Tomás y mi XSR 900. Dos nuevas amigas que por fin se conocían. La GS tiene un depósito que casi duplica al mío en capacidad, solo con ese dato podemos etiquetar qué moto era la más rutera...

Salvacañete es una población pequeña, no creo que supere los trescientos habitantes. Esta en unos de esos tramos divertidos que conocemos bien. De hecho toda la zona invita a llevar gomas blanditas y acudir sin prisas, con tiempo, para disfrutar como enanos de los paisajes y de nuestras monturas, sean las que sean. Nuestra idea era tomar varios tramos del antiguo marquesado de Moya, incluyendo su castillo, el que, tiempo atrás había visto a lo lejos, en otra escapada que ya conté en el blog. Pues nada, después de comer salimos de Salvacañete hacia el castillo. Todos estos parajes, había visto, tuvieron cierta relevancia en la antigua Guerra de la Independencia, cuando sus habitantes hicieron frente a los franceses, realizando incluso numerosos ataques sorpresa. Luego algunos de ellos, como en tantas otras lugares, se convirtieron en bandoleros. Y casi como ellos arrancamos las motos sin tener una ruta predefinida ni mucho menos idea de donde podríamos hacer noche. Pequeños detalles como esos hacen que disfrutes más el concepto tan manido de "libertad". 

Ciertamente el asfalto era muy mejorable pero disfrutamos lo que pudimos hasta Moya, afortunadamente sin tráfico. Luego subimos por la pista que hay hasta el castillo. Vistas espectaculares y primera parada para disfrutar el momento. Lo mejor estaba por llegar: aunque no pasamos por las curvas de Ademuz recorrimos multitud de tramos recomendables y varias localidades, casi siempre por las carreteras CM-215 y CM-2200. Esa ruta incluyó pasar por pueblos como Landete, Talayuelas, Garaballa, Henarejos, Fuentelespino, Boniches, etc, hasta llegar a Cañete otra vez (como si hubiéramos planeado una ruta circular), parar allí un instante y decidir subir hacia el Norte, hacia Albarracín... tramo que yo no recordaba o no conocía directamente (por la CM-2106). Fue una decisión muy acertada pues era un tramo alucinante que disfrutamos felices sin apenas tráfico y con una temperatura ideal, ¡no se podía pedir más!

Llegamos luego a la provincia de Teruel y enseguida a la bella Albarracín donde queríamos parar y refrescarnos. Nada más pasar el túnel de la localidad vi un hotel pétreo con buena pinta a mi izquierda y una terraza sugerente que parecía llamarnos sin dilación. Obedecimos y nos detuvimos allí, enseguida nos sentamos junto a una mesa. Advertimos que había un grupo de motos también descansando allí. No lo teníamos previsto pero preguntamos y tenían alojamiento de sobra disponible, y a buen precio. Decidimos que pasaríamos allí la noche, decisión acertada. Luego nos fuimos de bares (pocos) y la cena fue espectacular... y la velada posterior en cierto pub (o algo así) mejor no comentarla en detalle (encima nos salió gratis, im-presionante). A cierta hora intempestiva regresamos para descansar unas horas dentro del hotel de piedra...

Al día siguiente, después de un opíparo desayuno, echamos caldo y casi gastamos otro depósito (de los míos, no de los de la GS) en curvas por zonas preciosas dirección Teruel City (que, dicen, sigue existiendo). Pasado el mediodía, tomamos la aburrida A-23 para rodar los últimos kilómetros juntos, él ya casi dirección Barna, yo dirección Monreal del Campo para tomar luego la N-211 y volver a casa por Molina de Aragón. Nos despedimos con intención de vernos de nuevo en un periodo de tiempo más corto, ¡cosa que veo ahora hemos cumplido! Pensado en este día y medio que pasamos por allí juntos no puedo más que sonreír, ¡escapadas así animan a cualquiera!

A la vuelta, después de repostar en una de las Cepsa de toda la vida de Molina decidí no llegar hasta Alcolea y evitar así las largas rectas que luego aguardan. Miré en el google maps y descubrí de nuevo un tramo que no conocía, uno que si lo continuas puedes terminar por la zona de Trillo y Sacedón. Ese tramo arranca pasado Molina y trascurre por la solitaria CM-2015, hacia Zaraorejas, atravesando luego el río Tajo. Esta ruta regala unos páramos de una belleza deslumbrante, salvaje, incluyendo algunos desfiladeros magníficos, aunque pensé que más vale no te quedaras tirado una noche por allí. Por supuesto, en una mini parada que hice comprobé que tampoco había cobertura. Cuando arranqué aceleré en la única recta que descubrí durante minutos y, justo unos cuantos segundos después, me libré de un buen percance: un "bamby" en el último momento, llegando veloz por mi izquierda, cambio de trayectoria y no me impactó, brutal. No vi coches hasta llegar al famoso río, por cierto.

A llegar a Trillo paré unos instantes en el puentecito desde el cual se ven, a lo lejos, las torres de la planta nuclear. Hice la foto de rigor y continúe camino a Sacedón sufriendo ya un calor importante, una temperatura que no buscaba. De repente recordé el bar motero que está de moda, a unos doce kilómetros del pueblo. Efectivamente, allí estaba y había ambiente. No pude resistirme a "merendar" un buen bocata mientras contemplaba el animado panorama y la multitud de "ofertas" de dos ruedas que había aparcadas por doquier. Una vez alimentado y refrescado, arranqué confiado mi querida Yamaha y no recordé, culpa mía, que normalmente en la última hora de mis viajes es cuando me multan o suceden cosas imprevistas. Así fue...

Llegando a Sacedón alcancé a dos customs y un Megane antiguo, afortunadamente iban muy legales y tuve que reducir dos marchas al comprobar que había línea continua. Y digo afortunadamente porque justo en esa recta en bajada había un radar oculto que no vimos ninguno. Resultado: poco después nos pararon a los aguerridos customs y a mi, para la preceptiva receta. No me lo podía creer pero así fue... Realmente, gracias al viejo Megane no íbamos más rápidos, sino la cosa hubiera pintado mucho peor... Le di las gracias en silencio. Arrancamos prudentes y llegamos a casa. Balance positivo, por supuesto. Viajar y vivir... 

Por cierto, durante ese mes de mayo del año pasado se celebraron los Premios Mototurismo, organizados por el amigo Gustavo Cuervo (¿quién mejor lo haría?). Me pidió que fuera jurado junto otros ruteros y acepté. Posteriormente, un sábado lluvioso fuimos un nutrido grupo de ruta hacia Navacerrada (dónde se celebraría el evento) parando previamente en la Cruz Verde. Se agradeció la fina lluvia esporádica que nos cayó, aunque modificó un poco la ruta prevista. 

Era mayo pero habitualmente sufríamos un calor de verano, ¿dónde estaba la primavera? Esa es la pregunta que nos hacemos algunos ultimamente, porque el clima y su radicalidad afecta a monturas y jinetes... y yo ya estoy temiendo los meses que se acercan... 

Seguiremos en unos días recordando escapadas del año pasado...


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...