La maldición de Arguis... ¡y mi Yamaha jabata!


La mejor lotería es gozar de salud y seguir con ganas de hacer cosas "raras"! Vale, también suena a excusa cuando no juegas o no te toca pero... 

Eso mismo dije en una foto que publiqué en FB (la de arriba) el mismo día de la lotería nacional, un día después de otro intento fallido por llegar a nuestra querida invernal de Arguis, la reunión más antigua de España y una de las pocas que quedan auténticas y sencillas.

Un mes antes de su celebración, mi gran amigo Iñigo comentó la idea de que fuéramos, que tenía ganas de conocer la invernal. Allí el problema o la bendición es el alojamiento. Lo auténtico y sencillo es llevarte la tienda y acampar en el campo. Cuando vas con tu padre el planteamiento del tema cambia y llevamos unos años en que intentamos localizar alguna cama libre (cosa harta difícil) en el hostal junto al bar,  o muy cerca. En esta edición del 2019, Iñigo había hablado con Luis (M.C. Foro) y tenían tres camas libres para ese sábado 21, perfecto. Así que nos animamos (sobre todo yo) y los tres, Iñigo y los dos LFs quedamos en acudir a la conce. Nosotros no acudíamos a Arguis desde la edición 2016, por cierto. Algunos años no nos lo habíamos propuesto y otros, como siempre, desde hace dos décadas más o menos, se cancelaba en el último momento o en pleno viaje. Lo que yo hace años llamaba "la maldición del pantano" (de Arguis), pues hubo años que me tuve que dar la vuelta o me puse griposo dos días antes, averías, etc, etc, vamos, que solo llegábamos una vez de cada dos o tres intentos, ¡de traca! 

Contando con el cambio climático, ya es raro pasar auténtico frío en Arguis, como hemos comprobado varias veces desde que cambiamos de siglo y milenio. La idea era salir ese sábado, sin madrugar ni nada parecido, comer por el camino y llegar sobre las cinco de la tarde. Todo estaba preparado y las camas ya pagadas. Pero mira tu por donde aquellos tranquilos días de diciembre se estropearon a medida que se acercaba el fin de semana anterior a Nochebuena (justo la fecha que se elige, siempre, para celebrar la invernal). Vientos fuertes, chubascos y bajada de temperatura, cosas así, vamos, lo normal en muchos días de invierno, no seré yo quién lo critique (es como noticiar que en verano hace calor, ¡de chiste!). 

Salimos de la gasolinera "del avión" del puente de San Fernando, en la A2, y nos propusimos comenzar el recorrido habitual por la aburrida autovía (bueno, al cruzar cierto margen de velocidad deja de ser tan aburrida, confirmado). Yo llevaba mi flamante FZR que ya os he presentado alguna vez en este blog, la cual va de lujo, es cómoda, estaba recién revisada y me permitía llevar el macuto bien puesto atrás, protegido por un gruesa bolsa antigua de Dainese, solo dejando a la vista mi nuevo bote de engrasador de cadena (como se puede apreciar en la foto de cabecera). 

Alli nos encontramos puntuales, la flamante y negra Z1000SX del más joven del trio, la Fazer eterna de mi padre y la "abuela" de la Fazer, mi FZR, cuyo motor dio origen al de la Thundercat y al de la Fazer. Repostamos a tope y salimos con ganas, mi padre liderando enseguida, en su hábitat natural para ir rapidillo, la autovía (va de fábula, demasiado rápido para mi gusto), llegando a Guadalajara en un suspiro. Fue por allí cuando comencé a percibir que nos llovería sí o sí, cosa que tampoco me preocupaba demasiado pues llevaba ya puesto el mono de agua. Pasado Torija, el tiempo empeoró y más que el molesto viento empezamos a "disfrutar" de una ligera niebla que, sin embargo, no nos impedía rodar a buen ritmo al principio. Yo ya iba segundo y luego tercero, mientras alcanzábamos las largas rectas que preceden a Alcolea. En lugar de rozar ciertas velocidades inconfesables, yo, al menos, no veía mucho y no pasaba de una velocidad prudente, casi legal.

El viento se puso pesado pero mi preocupación llegó cuando la niebla empezó a ser densa.. al menos para mi... bajé a noventa y empezó a empañarse la visera, me la abrí un poco, como siempre, y apenas noté mejoría... y bajé a sesenta, perdiendo ya de vista cualquier luz roja que me precediera. Luego la cosa se complico y se me empañaron las gafas.... mientras circulaba cerca del arcén derecho. De repente, cerca del puerto de Alcolea, y cerca de una salida lució un poco el sol y vi a mis compañeros esperándome parados con sus motos en un arcén ancho, fumando, mientras yo seguía incapaz de parar a tiempo... 

Me alcanzaron enseguida y vi que con sus luces todo se veía algo mejor. De repente me di cuenta que quizá yo iba sin luces... ¿o estaría alucinando? Llegando a Medinaceli tomé la decisión de salir y parar. Era Esteras de Medinaceli, un pueblo donde pocas veces o ninguna hemos parado en las últimas cuatro décadas. Allí, el viento azotaba con fuerza pero no había niebla. Localizamos un bar y pudimos calentarnos un rato mientras comentábamos la jugada. Visto el panorama, comenté que no estaba disfrutando mucho del viaje pero que lo que más me preocupaba era como estaba el tiempo más adelante, más allá de Calatayud... Añadí que mejor seria ver las previsiones del tiempo por Aragón. Iñigo, siempre tan al quite, opinaba parecido pero él decía que veía bien, se sorprendió al descubrir que llevaba mi visera y las gafas empañadas. 



Mi padre, inmutable, pensaba que estábamos exagerando... ¡seria por viajes duros en invierno ya vividos!... Vimos en el móvil que por Zaragoza los vientos fluían aún mas fuertes y estaban en alerta... no recuerdo el color. Iba a ser un finde "cojonudo" y en la tele, por lo visto, decían que no viajara la gente sin un motivo importante. Lo peor llegó cuando comprobamos que mi bella FZR no tenia luces, detrás el piloto estaba "ausente" y delante solo funcionaba la luz de cruce, ¡¡toma ya!!.. .no entendí porqué estaban fundidas si una semana antes había circulado por la noche sin problemas...  Fue la gota que colmó el vaso. Yo voté por volver para Madrid, cabreado, sí, y así lo expuse. Iñigo no lo tenia claro (aunque días después me daría la razón) y mi padre, tranquilo y afable, dijo que haríamos lo que hablásemos, aunque por él, seguiríamos. Media hora mas tarde, ya algo más secos y con el estómago menos vacío, arrancamos y tomé la delantera girando en la rotonda hacia Madrid. El viento seguía azotando fuerte pero apenas había ahora niebla... Y así, regresamos para casa, después de algún cigarro y algunos cafés. 


Para rematar la mierda de viaje que llevábamos, antes de llegar a Guadalajara nos despistamos por lo que no pudimos aprovechar el día para comer o hacer algo juntos... llegué a casa en solitario, como los demás, triste y algo enfadado. Quizá con las luces en orden me hubiera atrevido a continuar el viaje. O quizá me he aburguesado, quién sabe. Pero no me arrepentí de la decisión cuando, días después, los amigos que bajaron el domingo de Arguis (y otros ese mismo sábado) me contaron los problemas en marcha que sufrieron. Por ejemplo, nuestro querido Mudo, con su dama blanca, la Guzzi California, de casi 400 kilos, las pasó canutas, circulando en marchas bajas y de lado para soportar el enfado de Eolo del domingo, ¡bravo por ellos! 

Saliendo de la ducha, en casa, no pude evitar pensar que habíamos tirado a la basura el dinero de la reserva de las camas y, peor, que una vez más la "maldición del pantano" me había vencido. No solo hay que contar las victorias, también las derrotas, eso sí... Y en diciembre del 2019, en ese caótico fin de semana, los "aguerridos motoristas", o mejor dicho, yo mismo había sido vencido por los "elementos". Un diez por lo demás para ellos y para mi FZR, pronto cambiaríamos bombillas. Es dura esta Yamaha del 94, y más noble que muchas motos de ahora...

GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...