Días de gloria (y de papel)



Sé que nos ocurre a unos cuantos, muchas veces recordamos mejor carreras de hace veinte años que las celebradas hace unas pocas temporadas... supongo que será consecuencia directa de los años, de la memoria selectiva, de las gotas de nostalgia que nos salpican, aquí y allá, calando en el alma y en los recuerdos, lo queramos o no. Personalmente, no busco la nostalgia, tampoco la rechazo, disfruto o intento disfrutar tanto del presente como de los días pasados pero a veces nos damos cuenta que lo que vives en tus primeros años te marca para siempre de alguna manera. Será ley de vida...

Viene todo esto al caso porque justo el fin de semana que íbamos a viajar hacia la más veterana de nuestras concentraciones (Arguis, weekend anterior a Nochebuena) nos enteramos con tristeza, y cierta sorpresa, de que se nos había ido uno de los grandes, una de nuestras referencias, Javier Herrero. Sabíamos que andaba malillo pero no esperamos este desenlace tan prematuro... Por supuesto, hablar bien de alguien que ha fallecido es toda una tradición, pero en este caso, la verdad, está sobradamente justificado. Y diré más, al margen de sus cualidades humanas y profesionales, donde casi todos o todos coincidiremos, imagino que la mayoría de los que hemos tenido trato con él podemos contar alguna anécdota personal interesante, casi siempre divertida... alguna o muchas. Ese contacto enérgico cara a cara, esos recuerdos, junto a sus numerosos reportajes y editoriales es lo que nos queda ahora, todo un legado.

Quizá cuesta de creer para los más jóvenes pero, es cierto, hasta hace no demasiados años, vivíamos en un mundo analógico donde el papel era el medio habitual (y lógico) para informarse y dónde algunos nombres privilegiados, y normalmente con talento, escribían con profusión. Un mundo más humano donde la información que se distribuía era más fiable y, para mi gusto, más profesional que la que ahora podemos abarcar con las manos desde un teclado, navegando por internet. Antes teníamos basicamente dos fuentes de información que florecían en los quioscos de manera periódica, llenas de pasión y que desprendían olor a gasolina y lanzaban sonidos de tubarros y megáfonos...  Eran el Solo Moto y el Motociclismo. Poco más había al alcance de la mano. Como tantos, crecí leyendo aquellas revistas, en mi caso las que compraba mi padre, y viendo carreras de motos en pueblos, circuitos de cross, polígonos y en el Jarama. Esas eran nuestras referencias. También acudíamos a algunas concentraciones, cuando en ellas se dedicaba el tiempo más a hablar de motos y solucionar averías que a presenciar shows y desfiles. Tiempos lejanos, sí.

Esas revistas y nuestros amigos eran nuestras fuentes de información. No existían, obviamente, teléfonos móviles ni tablets ni webs donde publicar y leer noticias en tiempo real. (Ahora los adolescentes nos preguntan cómo narices quedábamos con los amigos en aquellos años. Pues muy fácil, la gente de la moto era gente normalmente de palabra, si un lunes quedábamos para el sábado en Navacerrada a las 9, pues allí nos veíamos, salvo causa mayor no había mucho más que rascar.) En esas revistas teníamos nuestros favoritos, nuestros ídolos, no solo pilotos sino algún periodista o probador de raza. Esos sabios eran, principalmente, Noyes, Juan Porcar, CodinaAlguersuari y Javier. Además, el director de Motociclismo fue el primero que conocí porque gracias a la amistad que tenia entonces con mi padre fue sencillo que publicaran una bonita reseña sobre mi primera moto, allá por el verano del 80 (número 669). Leiamos ávidos aquellas revistas en blanco y negro, auténticas ventanas al mundo, a los Grandes Premios, al Dakar, a la famosa isla de Man... poco podíamos saber por la tele, claro, así que ir al quiosco era todo un gustazo y una liturgia, casi un acto religioso. Acariciar las hojas con los dedos mientras recreábamos la vista no se puede comparar con paginar con el ratón del ordenador las noticias digitales que ahora nos asaltan por todas partes. Al menos unos cuantos somos así de "clásicos", ¡preferimos el papel, curioso, qué cosas, ese medio que ya está casi muerto!

No solo eran las carreras, eran los reportajes, las curiosas cartas de los lectores (algunas si las lees ahora te parecen increíbles), las tribulaciones de cualquier quemaillo, las maravillosas rutas imposibles, los viajes insólitos con motos de juguete... La rivalidad entre ambas revistas era ya notable pero para mi no había exclusión, veía lógico y era beneficioso que ambos rivales tuvieran sus piques, los lectores saliamos ganando. Motociclismo hizo cosas estupendas, muchas con Javier a la cabeza, como las añoradas Motociclismo Series. Sin duda, esas carreras y las 24H de Montjuic nos marcaron de por vida. No tengo palabras para describir lo que era ver correr aquellas Ossas rojas, aquellas suaves XS400, o en otras categorías, las Crono, las Pantahs, las LeMans, la Laverda naranja de Noyes... y, cómo no, esas Suzuki 1000 brutales de Cano, Martinell, Morante, o la 900ss de Tejedo. Ver al añorado López Mella con su Ossa "lechera" o a Joan Garriga con las primeras GSXR volar en los polígonos no tenia precio.


Y qué decir del famoso Criterium de SoloMoto... ¿y del final de fiesta de la temporada con el aclamado SuperPrestigio? Cuantos soñabamos con ser pilotos..."¿Quieres ser figura?, ¡sígueme!" Eran los "felices años ochenta" cuando todavía, creo, ostentábamos ciertas dosis de ingenuidad, esperanza y coraje en nuestros corazones, nada que objetar. Algunas cosas eran más fáciles y otras eran más difíciles... y peligrosas, como correr en moto. La seguridad era algo que solía brillar por su ausencia pero no nos comíamos la cabeza demasiado, la verdad. Como decimos ahora cuando alguien critica el Dakar o el T.T. de la isla... nadie te obliga a participar, a correr... Y que los equipos de las 24H estuvieran formados por dos pilotos también se veía como lo más normal de mundo. Sí, era un mundo distinto, no digo mejor o peor, pero sí más sencillo y básico. Gracias a ambas revistas, y a los motoclubs implicados, algunas figuras emergentes pudieron asomar la cabeza. No era suficiente con ello pero no había mucho más donde agarrarse.

Fueron días de gloría, sí, a pesar de las penurias, de la falta de medios, de la falta de circuitos y de presupuestos, a pesar de una federación enquilosada y prepotente, a pesar en suma de vivir al sur de los Pirineos, medio atrasados y a remolque.Y asi pasaron los años, y Javier, como otros buenos profesionales, nos informaban o nos hacian reflexionar (no todo era contar hechos) sobre el mundo de la moto, de las carreras, de los pilotos, de la industria y del futuro que se avecinaba. Un día amanecimos con que Yamaha ya estaba en España, siguiente paso del acto dramático que habíamos visto (o leído) con el fin de la industria nacional. Javier nos lo puso fácil con sus palabras. Con los años, además, apreciamos más su firma. Era de esos periodistas con tantas vivencias y memoria de elefante que recordaba cientos de carreras y anécdotas de pilotos, algunas importantes e históricas, otras de salón o pasillo, todas interesantes. Gracias a profesionales como él, mucho después, ya en este milenio, sin ir más lejos, hemos podido recordar (y algunos pudieron descubrir) pilotos de leyenda del siglo pasado. Uno de mis reportajes favoritos de Javier fue el que escribió en FórmulaMoto en el verano del 2005 sobre el gran Ricardo Tormo, ¡qué placer leer relatos de grandes campeones escritos por auténticos especialistas! Yo a veces me preguntaba si no estaría ya cansado de tanta moto, de tanto trajín... pero recuerdo ver a Javier con sus cámaras al hombro en Gijón, en el 2008 (con motivo de aquella conce tan chula dónde asistieron como invitados de lujo Schwantz y Mick Andrews) de un lado para otro sin casi descanso.

Hace justo un año nos tomaron una bonita foto, la de abajo, en la librería Desnivel. Alli tuve ocasión de pasar unas horas con él, con Gustavo Cuervo y con Luis el "Mudo", tres de los pilares motociclistas de mi infancia. De la familia de Gustavo ya he hablado en más de un post. Sencillamente irrepetibles, ¡qué afición! Cuantos buenos ratos compartimos con ellos durante aquellos años, cómo disfrutábamos de su compañía, de sus charlas y de sus inventos, en su casa, junto al río Manzanares, o involucrados en sus enduros, gozando con sus viajes por Africa o, años después, en la Vuelta Ciclista a España como motoristas. Al final Gustavo lo consiguió, vive de la moto, supongo que era uno de sus objetivos vitales, ¡chapeau! Y de Luisito, ¿qué decir? sigue en la pomada, con su estilo inigualable y su lengua juvenil desenfadada, sabia e infinita.


Aquella tarde, después de la charla-coloquio de Gustavo en la librería, Javier me pidió que escribiera un reportaje sobre la nueva edición de Estrella de Javalambre para FórmulaMoto, su última "niña". Acepté encantado, claro está, y hablamos de los viejos tiempos en un bar cercano (el mejor sitio posible) junto a su señora, Gustavo y Luisito. También se interesó por nuestros últimos viajes, por la idea de correr en clásicas... así era él, igual hablaba y se interesaba por una estrella de Continental Circus que por un junior del Triangular o, en este caso concreto, por un mindundi como yo. A raíz de ese encuentro empezamos a intercambiar correos electrónicos y vernos en algunos saraos. Siempre me decía que quería enseñarme su preciosa Triumph. Al final la vi, a principios de junio pasado, cuando volvimos a coincidir en la presentación de Jarama Vintage en el bar Motor B. Alli estaba Nieto, Emilio de Villota, etc, y entre amigos y mogollón de gente apiñada, hablamos con Javier un buen rato. Volvió a preguntarme por la Ossa (¡qué memoria!) y por la carrera de la Bañeza. Fue un ratillo estupendo: después de escuchar a los protagonistas del evento, el "Cheli" (yo nunca me atreví a llamarle así) preguntó a Angel Nieto, que seguía sentado con el micro en la mano, cuales eran sus dos carreras favoritas. Una estaba claro: cuando ganó el título en el 71 a Barry en el Jarama, después de la caída en 50. La otra creo que la mayoría no la conocíamos. Sucedió en el Campeonato de España, quizá en el año 67 o antes, es decir, cuando Nieto no era ni aspirante a campeón. Algunos rivales en Bultaco, como Medrano, se quejaban de que su Derbi 125 bicilíndrica andaba mucho más (sí, bicilíndrica, poco conocida, y era cierto, era muy veloz aunque complicada de pilotar). En el Jarama la tensión se mascaba en el ambiente. Salieron y enseguida Nieto tuvo problemas con una de las bujías. Entro a boxes mientras Medrano ya casi le sacaba vuelta; salió, remontó y el de Vallecas ganó aquella carrera.


Aunque volvimos a escribirnos algunas veces, aquel día fue la última vez que vi a Javier Herrero. También fue el día que vi por fin su preciosa Triumph, aparcada en la acera. Sonreí. Los días eran luminosos, teniamos en la cabeza varias ideas y muchas ganas pero el alegre verano pasó y el otoño llegó frío. Creo que no borraré su teléfono de mi listín (una vieja manía que hago por respeto). Supongo que ya estará armándola en el cielo, entrevistando a Santi, a Ricardet, a Torras, a Barry o a Pasolini... Lo cierto es que con él se va uno de los últimos maestros de la información. A pesar de todas las carencias que se vivían en aquellos tiempos, no creo equivocarme cuando digo que fueron, realmente, días de gloria. Gracias Javier por ayudarnos a pensar, a enterarnos de muchas cosas, y a que la llama de la ilusión siguiera iluminando el camino... en dos ruedas.



GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...