Bajando al sur, otra visita pendiente...

 

Bueno, por fin dimos forma real a otra vieja idea: bajar a la Costa del Sol y saludar a varios amigos, que como siempre digo, tantas redes sociales y tanto uso del Whatsapp no es bueno. Se entiende que cuando hay distancia entre unos y otros es un pequeño consuelo, una herramienta útil, pero donde esté rodar unos cuantos kilómetros y hablar cara a cara... no hay comparación posible. También cuentan las ganas de hacer millas, claro, y la salud, y el bolsillo... todo influye. El caso es que un día cualquiera, charlando con Pablo por una de esas redes, le anime a que, a su vez, animara a su padre, mi amigo Chema, para que bajáramos juntos a verle a sus dominios, por la zona de Estepona.

Dicho y hecho, hablamos raudos entre nosotros y fijamos una fecha que, increíble, no fue modificada por ningún integrante: bajaríamos al sur los primeros días de octubre, de jueves a domingo, para pasar buenos ratos y hacer otras visitas, como la de mi querido amigo Pepe y, quizá, poder volver a ver a Paloma Uceda después de tantos años. ¡Alicientes no faltaban!

Al final se apuntaba también Manolo, con su preciosa boxer, así que todo quedaba en familia, yo era el agregado a la "excursión". Quedamos sin madrugar aquel jueves, último día de septiembre, en uno de nuestros puntos de salida habitual, la gasolinera fetiche de Villaviciosa: Campodon. Mi idea era rozar Gredos en nuestra ruta hacia el Oeste pero no internarnos en sus comarcales ya que quedaban kilómetros por delante y los dos hermanos no querían llegar muy de noche. Después, desde la zona de Talavera de la Reina, la intención también era internarnos por tramos de nacionales y comarcales, porque autovía queríamos coger la mínima. 

Como iba delante, me pareció buena idea parar por Arenas de San Pedro a tomar un café. El día era magnífico y por la carretera del Tiétar (CL-501) nos había cundido al mismo tiempo que disfrutamos de curvas y escaso tráfico. Rodábamos a unas medias muy comedidas, casi legales, por lo que mi autonomía iba a incrementarse comparado con otros viajes, pensé. Después del café mañanero llegamos a Talavera y tiramos por la carretera que va hacia Herrera del Duque (la N-502) pero cometí el error de no parar a echar sopa en una Repsol que pasamos enseguida. Luego Chema exploró una comarcal pero no nos terminó de convencer. Una pequeña charla con un señor que estaba con una excavadora nos dejó claro que por allí nos estaríamos desviando demasiado, aparte de que no había ningún surtidor de gasolina en muchos kilómetros... Retrocedimos unos minutos el camino andado, reposté por fin y tomamos rumbo a Herrera, por un trazado que yo no conocía y que me encanto, lleno de curvas y asfalto aceptable. Disfrutando de los virajes vi el cartel a Guadalupe, ¡otra ruta pendiente!, de esas que aconsejas a todo el mundo pero nunca has hecho, vaya paradoja... Algo más tarde, nos detuvimos un rato en la presa de Cíjara. De ser fumadores, hubiera sido el momento perfecto para encender uno, reinaba una calma increíble...

Dejamos atrás el embalse y el río Guadiana para seguir por la carretera N-502, con curvas guapas y asfalto también mejorable, para un rato más tarde detenernos a comer unas raciones en un pueblo perdido, antes (o después) de Almadén, dónde habíamos parado a repostar otra vez. En ese pueblo donde comimos había una calma bestial, de hecho parecía que no había habitantes... ¿sería posible?

Nos acercamos a Córdoba y tuvimos que ingresar en la autovía, recordando las bonitas curvas rápidas (con radar en algún punto) que hay en ese tramo, dejando atrás la ciudad. Unas curvas que años atrás con la Infinita tomábamos muy alegres... Rato después nos perdimos unos minutos hasta encontrar el desvío que nos llevaría rumbo a la costa, hacia la preciosa zona de Ronda, ¡qué ganas tenía de pasar por allí en moto!

Caía la noche cuando Pablo nos recibió en una zona de la sierra, ya a una media hora del mar, más o menos. Me encantó esos últimos kilómetros que habíamos recorrido dirección Ronda. Luego, por la noche, ese ya último tramo con Pablo y su flamante CBR también nos gustó mucho a todos. ¡Qué sucesión de curvas infinitas hasta llegar a la costa! Por supuesto, pasamos por la famosa Venta el Madroño pero yo ni la vi, estaba demasiado ocupado haciendo cambios de dirección, bajo el manto de la noche y rodeado de las luces rojas y blancas de mis compañeros de ruta... Un final de día magnífico, casi mágico.

Pasamos dos días estupendos, conocimos la famosa venta, sus majestuosas curvas, su ambientazo (mucha moto, claro), buena gastronomía, buenas charlas... y todo regado con un clima perfecto. El viernes Manolo cambio sus ruedas, yo iba mosca ya con mi magnífico ContiSport Attack trasero, iba de fábula pero le auguraba poco más de mil kilómetros de vida como mucho...justo para volver a casa de sobra, pero tampoco podía asegurarlo. Qué faena es cuando pasa este problema en un viaje, hacía años que no me pasaba pero... Pregunté en el taller donde estábamos cambiando las gomas de la BMW pero nada, no tenían nada que me gustara. En otros establecimientos dónde preguntamos sí contaban con buenas ruedas pero tendría que esperar al lunes... imposible. Después de comer pasamos por Marbella para ver los yates de lujo y los cochazos...  Pedí una botellita de agua y casi me roban hasta los empastes, brutal el nivel económico de la zona, cómo para salir por allí a menudo...

Luego cogimos las motos y... más curvas, obviamente volvíamos al tramo racing de la venta del Madroño y luego hasta Ronda. Aquí una foto chula de las curvas próxima a la famosa venta:


Pero no todo podía ser perfecto... la cena que habíamos programado con Pepe no pudo celebrarse. Mi amigo sufre de espalda, y ese día le dio un fuerte ataque que le dejo muy tocado e inmóvil. Me avisó horas antes apenado. Como no celebramos la cena en Málaga tampoco pude ver a Paloma que ya estaba avisada y se iba a pasar. Quizá en un próximo viaje tengamos más suerte... Pero no penséis que nos quedamos aburridos, los cuatro del grupo nos fuimos a una terraza ese viernes por la noche y disfrutamos de una cenita racing estupenda. Después me enseñarían una mítica tienda de Ferrari, espectacular, en cantidad y calidad de bólidos, ¡increíble el dinero que se mueve por esa costa! Pero volviendo a la cena, destacar que entre las raciones no pudimos evitar probar los boquerones, riquísimos, algunas tostas espectaculares y, sobre todo, las joyas de la noche: tortillitas de camarones, mítica receta gaditana,  ¡espectacular!


Llegó el sábado, y después de desayunar tranquilamente, puse rumbo a casa. Estaba muy feliz y a gusto con los amigos pero no podía faltar más, cosas de tener familia, claro. La verdad que fue un honor conocer a Pablo... y sus motos, ¡también tenía una Aprilia RS 125 impoluta y subida a 140! Buenas charlas tuvimos todos esos días, se hizo corto la "excursión" de hecho.

Chema y Manolo se quedaban hasta el domingo. El sábado me acompañaron algunos kilómetros y regresé a casa en solitario, disfrutando de los tramos y feliz de haber podido hacer este viaje tan chulo. 


Llegando a Córdoba paré a tomar un montado y decidí evitar la autovía. Quería además pasar por la zona agreste de Los Pedroches. Lastrado por la capacidad de mi ridículo depósito y una gasolinera de pueblo que debía estar abierta pero que no lo estaba, sufrí un rato, no me apetecía empujar o llamar a la grúa. Puse el Mode más flojo del motor, sin pasar además de 50 por hora, escudriñando a ver si encontraba algún surtidor... hasta que detrás de otra curva de aquella zona tan bonita encontré una magnífica Cepsa que me supuso algo así como tener una aparición mariana. Desde allí a Puertollano fui algo más rápido pero aburrido, las rectas de La Mancha llegaban a mi camino y aunque veía que el neumático trasero todavía aguantaba tampoco era plan de ir follao. Poco más que contar, salvo dar las gracias a mis compañeros de ruta y a nuestro anfitrión. Otro año repetimos, pero siempre que no bajemos en pleno verano, claro, o no vuelvo vivo...

GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...