Hacia el lago Rosa y toda la eternidad...

Aunque cueste de creer en estos tiempos modernos de vidas programadas y finales, en ocasiones, patéticos una vez existió un moterillo español que quiso ser corredor, vivir a su manera y morir tranquilamente eligiendo lugar y compañía. Tal vez no tuvo excesiva suerte en su juventud pero, con los años, consiguio cocinar y saborear muchas alegrías, tener una gran familia y hasta comprarse una vieja moto de carreras con la que rodó varias veces por algunos circuitos perdidos de la mano de Dios. Durante décadas viajó y viajó, conociendo lugares y personas entrañables. Años después, incluso, cuando ya no era precisamente un chaval, se lió la manta a la cabeza y planificó, limitado en medios pero no en ilusión, una especie de "temporada" para volver a correr y dar rienda suelta a sus anacrónicos instintos. Ciertamente, consiguió vibrar de nuevo con la adrenalina que explota justo antes de apagarse el semáforo. Solo por eso merecería unas lineas, pero hubo más, mucho más...

Pensaréis que es otra historieta épica (y tal vez lo sea) pero nuestro protagonista no era para nada deliberadamente dramático, era puro corazón, "solo corazón", como decian del gran Ricardo Tormo. Al final de su vida tuvo ocasión de demostrarlo otra vez, sobradamente. Fue, sin duda, uno de esos héroes anónimos, sí, de los que más estimamos algunos, los "sin-nombre", los que hacen lo que hacen por amor a la moto y a la vida. Sin patrocinadores... Un honor llegar a conocerles.

Después de pasar por multitud de circunstancias, buenas y malas, un día, cuando las fuerzas de la juventud se escapaban de su cuerpo (pero no de su espiritu), y las mujeres amadas buscaban, ignorantes, mejores puertos, comprendió que ya no tenia esperanza... ni tiempo, sobre todo tiempo. Acababa de salir de la consulta del especialista y todo estaba más claro que una hora antes. Cuando el aire de la calle azotó su viejo rostro comprendió que un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo. Aquel "plus" le hizo poderoso, casi invencible. Estaba casi solo pero sabia que algo podría hacer todavía. Lo más fiable en su vida habian sido los buenos amigos y las motos. Sabia que, todavía, podía contar con ellos si llamaba a sus puertas o bajaba al garaje. Sin embargo, algo empezó a tramar en su cerebro. No quería irse ¿tranquilo? de este desolado planeta, tal vez volvería a perseguir uno de sus pequeños sueños, otro más, el último. Vendería y regalaria sus escasas pertenencias, se despediria de su médico, de su "doctor Costa" (el que le habia diagnostica un asesino cáncer de pulmón) y planificaria una última aventura. Tenia varias ideas y, durante un fin de semana en la sierra, programó como serian sus últimos cuatro o cinco meses de vida.

La última aventura de nuestro protagonista sería sincera, apasionante, anónima pero, sobre todo, honesta, verdadera. Jamás saldría en una revista de nuevo ni nadie llamaria a su puerta para interesarse por su último viaje. Todo eso era precisamente lo que más le atraía. Todo lo haria por él, por nadie más. Le podía entristecer que algunos supuesto amiguetes hubieran desaparecido pero hacia muuuuchos años que sabia lo importante que era quererse a si mismo, ¡siempre venia bien! Antes del principio del final hizo un pequeño inventario de sus pertenencias, de sus recuerdos, de sus bienes, de su dinero... A una de sus amigas, una de las más cañeras y humildes, la compró la bicilindrica italiana que siempre habia soñado. A otros amigos les dedicó buena parte de sus pequeños tesoros (materiales) y a sus escasos descendientes les dejó sus escritos, sus memorias y su casa. No tenia mucho más. Solo unos pocos, los más intimos, supieron la verdad. Para otros muchos seria otro viaje, ya volvería...

Como todavía no se le habia ido "la olla" del todo, comprendió que, aunque rápido, ya jamás lograria clasificarse para correr el Tourist Trophy de la isla de Man, ni para salir el último destacado... Ese hubiera sido su máximo anhelo, participar un año en la mágica isla, pero era demasiado tarde para lograrlo. Asi que, sabio y paciente, siguio preparando su plan. Dejó de pagar el tratamiento que recibia mensualmente y ese dinero lo invirtio en comprarse una bella Ducati de hace veinte años. Con ella corrió una última carrera "de pueblo" y luego la regaló a un conocido que amaba el motociclismo por encima de cualquier otra cosa. Alguien que sabria darla buen uso, sin duda. Tacho otra "casilla" en su libreta; ya solo le quedaban dos o tres cosas por vivir.

Cansado pero contento, nuestro protagonista, concentró sus energías en los últimos detalles de su última aventura. Compró mapas, fue a varias oficinas de turismo y, en apenas dos semanas, dejó claro sus intenciones. Regaló su perro a un buen vecino y se despidió de otros cuantos. Mandó varias cartas y escribió en varias webs contando que se iba. No lo hacia por hacerse el importante sino por su, tal vez, viejo y caduco, sentido de la educación.

Por último, vendió su última moto, aquella R tan bonita de 600. Como sabia lo que le esperaba no se privó, durante la semana anterior, de rodar a toda hostia y "fundir" cualquier radar que se encontraba en su camino. En su matricula puso un letrero que ponia "HASTA LA BANDERA DE CUADROS... TODO ES TORO" (más o menos queria decir que hasta el rabo todo es toro) y se hizo famoso, durante un tiempo, en la DGT. El día que vendió su bike no miró a atrás. Pago hasta la trasferencia y regaló su último casco (un precioso Arai). Fue a Calleja y compró un casco de campo y unas botas camperas. Dos días después recogió su moto de enduro de segunda mano, una preciosa KTM (naranja, por supuesto) y se encaminó hacia Africa. Ese era su destino. Así lo contó en su "comunicado", el que envió a los foros y a los motoclubs que le estimaban:

"Queridos amigos:
En ocasiones, por fortuna o no, el final de nuestra vida se vislumbra con claridad meridiana. Creo que pasa pocas veces pero me ha tocado esta vez a mi. En parte soy un privilegiado: desde hace algunas semanas, sé cuantos días me restan en este mundo. Yo lo prefiero así. No tengo odio ni remordimientos acumulados, ni deudas que pagar o cobrar, solo por eso podria morir feliz, en paz... pero, además, tengo la fortuna de contar todavía con ciertas energias y algo de medios para vivir una última aventura. Tengo cáncer de pulmón y me quedan apenas dos o tres meses de vida. El "invitado" va muy rápido. No corre, vuela, parece que no me va a dar tregua. Me han asegurado varias veces ya que, con el, no valen treguas o prorrogas, no sabe negociar. Esa es la excusa o, tal vez, el motivo para seguir un poco a mi bola. Comprendedme, no soy un anciano y el cáncer me devora vivo debido a mi relativa juventud. Sin embargo, me he propuesto que si él corre... yo correré más. Jamás he metido punto muerto por miedo y ahora no voy a empezar a hacerlo.

Me han propuesto muchas cosas hermosas. Vivir mis últimos días entre mis seres queridos, vivir incluso en un bonito lugar privilegiado, con todos los gastos pagados... vivir, en suma, como murió Sócrates, rodeado de "alumnos" y amigos, de buen rollo, incluso contando o enseñando lo poco que sé. Debo confesar que es una alternativa que me tentó más de lo que os podáis imaginar pero sé que el final de mi camino será duro y no quiero estorbar a mis seres queridos. No quiero que nadie me ayude para alcanzar el baño. Quiero desaparecer con cierta dignidad y haciendo lo que más me gusta. Soy un terrible egoista tal vez pero es mi elección y espero que me respetéis esa última voluntad. Lo confieso, quiero seguir tirando pa'lante, metiéndome en "camisa de once varas", sintiendome vivo una vez más antes del final. No me restan tareas, mis hijos ya viven su vida y yo quiero terminar la mia a mi manera.

Repasando mis sueños más o menos viables hice una lista: 

1) Correr, con dos cojones, el T.T. de la isla de Man (aunque fuera para terminar el último). ¿Ventajas? correría sin miedo ¿¿qué tenia que perder si arriesgaba mucho?? nada, ya estoy medio muerto en vida. Pero fui realista... y sé que jamás me clasificaría, no, ya no. Además, no llegaria, faltan casi ocho meses para junio.
2) Dar la vuelta al mundo en moto... cojonudo, me encantaria hacer la ruta del Ché por ejemplo o la Ruta 66 pero... no me da tiempo, demasiado ajustado está ahora mi agenda, imposible; descarté la idea casi al instante.
3) "Perderme" camino Siberia, intentando llegar a Tunguska, dónde aquella famosa explosión misteriosa que siempre me obsesionó. Nada, tal como está la vieja URSS lo mismo me roban la moto a mitad de camino y ¡¡hasta mis putrefactos organos!!
4) Correr en clásicas..., demasiado bonito, sí, pero demasiado "light", ya lo he hice, además. Quiero hacer algo que no haya hecho nunca, algo definitivo, algo bello, otro sueño que esté realmente al alcance de mi mano... seré un dramático hasta el final, sí, qué le voy a hacer a estas alturas.
5) Conquistar el desierto, ese viejo desierto que me cautivó desde niño. Llegar en moto al lago más famoso, al más racing, al más excitante que escuché desde peque... el lago Rosa, llegar en moto a Dakar. Me hechizó de crio viendo el rally y el sentimiento sigue latente ahi, "escondido" bajo mis cuatro décadas y pico de afición. Sí, adentrarme en el desierto, cruzar la prohibia Argelia, "conquistar" el temido Ténéré y llegar, luego, a Senegal y al lago Rosa. Quiero llegar allí, ver el mar y morir en paz. No sé si lo conseguiré. La meta es la excusa para hacer camino pero me gustaría conseguir ambas cosas. 

No me alargo más, amigos. Tengo casi cincuenta años, buena cifra, muy redonda. Pero la vida no se mide en años sino en vivencias y en sentimientos. No me puedo quejar pero siento que la parca está siendo un poco injusta conmigo: manda narices que os escriba un tipo que nunca ha fumado y que, sin embargo, tenga los pulmones destruidos. ¿Quién entiende este mundo? Yo no pero sí sé dos o tres cosas. Una de ellas es que con vosotros aprendi mucho y disfrute más. Gracias por todos estos años de felicidad y momentos irrepetibles, no cambiéis, seguid vuestro camino, no cambiés mucho, insisto... no merece la pena".

Dice la leyenda que nuestro protagonista partió en un ferry de Málaga rumbo a Marruecos. Luego giró hacia Argelia y se adentro, solo con su macuto y su KTM, hacia In-Salah y el no menos mítico Tamanrasset. Primera etapa conseguida. A continuación llegó la parte más dura, quizá, penetrar en las fauces del mítico Ténéré, camino a Agadez. Dicen que, durante esos días, paró dónde murió Sabine y dejó un presente. En 1979 Thierry se habia perdido allí pero sobrevivió y fundó el rally más duro y famoso del mundo, un legado para la humanidad, una muestra de hasta dónde pueden llegar los hombres si se lo proponen. Ahora habia inspirado sin duda a nuestro protagonista, uno de esos héroes anónimos de la prueba. Habló luego con bereberes y con modernos nómadas que conducian sucios 4X4, hijos del desierto, hombres que entendieron (en francés) su destino y que, por ello, le saludaron con respeto. Con su ayuda, consiguió salir de Níger y llegar a Mali. No pudo visitar la tribu de los Dogones, sí, sus "viejos amigos" (de los libros), los que hablaban de Sirio ¿o era de Orión?, no, no era un viaje demasiado ocioso, más bien parecia una pequeña prueba, otra más. Tal vez también vio demonios o las yenas de las estepas pero todo eso es secundario, no permitió que "minudencias" de ese calibre entorpecieran su misión. 

Comentan también que, en una de las noches que vivió allí, solo, pudo saborear la magia de desierto y conversar con las estrellas que escoltaban su camino (no, no encontró al niño enigmático de "El Principito"). Los días pasaban despacio bajo un sol aterrador. Los torrentes secos y las dunas hicieron mella en nuestro amigo pero empujo su moto una vez más durante casi dos días con la mínima esperanza de encontrar algo parecido a un "taller" en Mauritania. Al final fue imposible reparar el cambio. Después de lo vivido durante ese último mes no importó demasiado... los momentos atesorados rebosaban casi la memoria. Aquellas semanas habian sido demoledoras. Era un hombre nuevo, como se suele decir. Por las noches, dentro de su saco, recordaba su infancia y su juventud. En ocasiones lloraba de felicidad, sí, de felicidad, porque apenas tenia casillas que tachar en su life-list. Tio grande, tio honrrado.


Cerca del final del viaje, por culpa de un despiste, se quedó casi sin agua pero el destino no dejó que uno de sus hijos muriese sin alcanzar su meta. Recordó a uno de sus primeros héroes, el francés Hubert Auriol, ganador varias veces del Dakar, también recordó las hazañas de Porcar y Carlos Mas y una tímida sonrisa asomo en su rostro. El no era un héroe ni un gran piloto como ellos pero todavía contaba con la fuerza de no tener esperanza. Suficiente. Encontró ayuda y siguió su camino hacia el oeste, hacia el océano de agua. Las fuerzas se le escapaban... los medicamentos que ahogaban el dolor se terminaban... 

Cuando quedaban poco menos de cien kilómetros para llegar al lago Rosa sintió un desvanecimiento premonitorio y abandono su moto en una pequeña aldea dónde intentaron cuidarle con gran hospitalidad. Los más pobres del mundo eran los más generosos, por supuesto. El lo agradeció como pudo y durante unos días descanso, jugó y se despidió de los niños y del mundo. Regaló su móvil, su reloj, sus mapas, sus libros de ruta y su cantimplora. Tal vez ellos la necesitarian más que él. Después de unas diez horas cansadas pero tranquilas llegó caminando, por fin, a su meta, a Dakar y al lago. El hubiera querido hacerlo en marcha y solo pero esas dos cosas no las consiguió: docenas de chavales y algunos ancianos vigilaron sus últimos pasos con discreción. Podía haber llegado facilmente en avión desde Madrid pero no era esa su forma de hacer las cosas. Horas después, comiendo una de sus últimas raciones de cuscus, se sentó en la playa y dejó su casco AGV barado en la arena. Miro el horizonte y, en silencio, nos dijo adiós para siempre. 

Fue una extraña y lluviosa mañana de enero, hace muchos años, cuando el mundo y las ilusiones eran más jovenes. El sol, como siempre, despertaba por el Este, hacia dónde mira la esfinge de Gizeh, sí. Perdimos un amigo pero ganamos una estrella en el cielo. Y una lección, una sabia lección...


Dedicado a José que, por supuesto, existió y cruzó buena parte del desierto en moto, haciendo de su vida una bandera de libertad que pocos son capaces de ondear. Vsss al cielo, maestro.

GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...