Seguíamos rodando, ¿qué otra cosa podíamos hacer?

La pregunta podría tener trampa pero es todo un clásico. Con la que estaba cayendo en febrero todavía éramos, una vez más, unos jodidos privilegiados porque aparte de conservar salud y trabajo podíamos salir a rodar con nuestras  monturas. Bien es cierto que no muy lejos, no se nos permitía salir del perímetro de nuestra Comunidad, un territorio lleno de sitios encantadores y de tramos interesantes, sí...pero llenos de gente. Somos muchos para tan pocos kilómetros cuadrados. Estaba todo a rebosar. En febrero, casi por casualidad, al menos pudimos reunirnos una tarde en Robledo los cuatro de la foto de arriba. El bueno de Joselito que se apunta a un bombardero salió rumbo allí desde su casa mientras Kurtis e Iñigo venían de otros parajes y pararon para vernos.

En mi caso mis habituales escapadas cortas en kilómetros y horas (un par, normalmente) me llevan casi siempre a la zona que tengo más a mano, la archi-comentada Sierra Oeste. Y digo "archi" porque si sigues este blog habrás visto ya que muchas veces la cito. Hasta hace menos de veinte años yo era más de subir con la moto a la zona de Navacerrada, Morcuera, Canencia.. pero, como sabréis muchos madrileños, cada vez es más complicado rodar por allí los fines de semana. A las hordas de ciclistas y domingueros se iban añadiendo más elementos, incluyendo autobuses y más agentes de la autoridad. Un coctel complicado que, al final, convertía en suplicio cualquier escapada con amigos por esa zona. Y por eso mismo, precisamente, dejamos de rodar por allí con la frecuencia de antaño. Las pocas veces que nos lo hemos podido permitir hemos vuelto entre semana, recorriendo diferentes partes del valle del Lozoya y zonas cercanas... 

A la última visita, a finales de agosto pasado, ahora le sumamos en marzo otra escapada por esos bellos lares, esta vez en compañía de Alvarito y Rony. Una vez más, salimos de Miraflores de la Sierra. Una hora tardo en llegar allí desde mi casa, es el "peaje" de vivir tan al sur de la Comunidad. Subimos esta vez por Morcuera, puerto al que echábamos mucho de menos, y paramos arriba del todo donde reinaba un paz vivificante bien combinada con una temperatura y una luz ideales. Esos días de invierno luminosos pero nada fríos que tanto aprecio. Fue un martes 23 de marzo, nos cuadraba a todos y aprovechamos la oportunidad, almorzando además en la mítica Venta Marcelino, bajo un sol ya importante. Horas de lujo, sí...

Y terminamos marzo de una manera también estupenda. Con la excusa de celebrar el cumple de Julito quedamos unos cuantos para hacer una rutita y una comida racing. Yo conté con Inma que quería ya probar nuestra nueva moto. Montse también se apunto... y Joselito, cómo no. Desde Robledo dimos una vuelta clásica, intentando evitar los numeroso grupos de motos y coches que nos íbamos encontrando, tarea complicada... hasta luego terminar en las Navas del Rey, donde comimos en la terraza, bajo un sol despiadado que nos cocía a fuego lento. La sentada fue estupenda, de las mejores de la temporada en curso. Para rematar, como no, luego cayeron unos cafés en el bar clásico de Quijorna, el mítico El Aguila.

Y en abril un poco más de lo mismo. Nueva escapada por la zona (seguiamos confinados al perímetro madrileño) esta vez con Tyto y Mónika, que hacia tiempo que no nos veíamos, ¡había ganas! Y esta vez nosotros en nuestra antigua Fazer. Sí, es más cómoda para el pasajero que la XSR cuyo asiento es mullido pero muy corto, sobre todo si el que conduce es un "aberroncho" como yo. Paramos para tomar el segundo desayuno (casi vermú) en Colmenar del Arroyo y luego, desde allí, dimos una vuelta medio larga para terminar por la tarde de nuevo en Quijorna tomando casi la merienda. A ver si repetimos escapada, ¡pero más larga!, por otras tierras...

Y mientras, en ratos "tontos" sacaba la Fireblade para continuar el rodaje. Su postura es muy diferente a la que regala la XSR, obviamente, hay que hacer un cambio de "chip" mental, también por el motor, por el incremento de potencia, sobre todo de par, aunque la Yamahita no es un cordero precisamente...

Mientras esperamos que mi padre esté totalmente ok para volver a rutear en moto (a él las vueltecitas cortas no le van), hace algunas semanas nos acercamos a la vieja zona de Peguerinos y a la pista forestal que lleva a los collados de la Mina y de la Gasca (donde estos meses pasados he ido con el macuto y sin moto). Una zona que nos trae muy buenos recuerdos a mi familia. Cuando yo era niño y adolescente íbamos mucho por alli, para caminar, pasar el día e incluso para acampar en verano. Pasamos muchos fines de semana por aquellos bosques, cerca de los famosos campings que existen saliendo del pueblo, y muchas veces visitamos los búnkers de la guerra civil, sobre todo el famoso de Cabeza Lijar, un búnker estratégico en su época que ahora además es un estupendo mirador. Abajo, a pie de pista, en el límite entre provincias, encontramos una barrera que impide el paso de coches. También vimos que por un lateral de la valla, hay espacio suficiente para que bicis y motos puedan seguir su camino, aunque no sea ¿legal?, ¡cuantas cosas han dejado de serlo!...

Con las motos, hace muchos años también rodábamos por allí en compañía de buenos amigos cañeros, rumbo al Alto del León, y más veces rumbo al puerto de Malagón y al puerto de Abantos, para bajar luego por las sinuoso trazado que te deja en el merendero del Tomillar, ya en la carretera "normal", la M-600, junto al pueblo de El Escorial. Eran otros tiempos y las pistas no estaban tan destrozadas como ahora. Por supuesto, no todo el mundo con las motos de la época se atrevían ni deseaban entrar por esos tramos que se internaban por la montaña desde Peguerinos... Tenemos anécdotas para contar y no parar. Solo recordaré que en el 2013, muchos años después de aquellos "rallys", por mi mala cabeza, desde el Alto del León nos metimos rumbo a Peguerinos, mi padre con la Fazer y yo con la Infinita, por aquella pista que hacia varios años no "disfrutábamos". ¡Pronto me arrepentí!, pues ni imaginaba ni recordaba que estuviera en tan mal de estado. Fue un auténtico milagro llegar a Peguerinos y no pinchar las ruedas. Todo eran piedras, baches, polvo, un desastre... Tardamos una barbaridad y los ciclistas que nos encontramos aquella mañana con su montain-bike nos miraban con cara de alucinados. Normal. Todavía no sé como no rompí la quilla de mi Honda...

Aquella tarde con mi padre fue muy agradable y terminamos en la Cruz Verde para esperar a mi amigo Kurtis y su nueva montura: una flamante GS 1200 de hace ya unos añitos. Una moto que seguro que le dará muchas satisfacciones. Antes de que nos fuéramos para casa salió a la esplanada, de improviso, la mujer de Guillermo, al que ya habíamos saludado dentro de su local. Nos saludó efusivamente con muy buen humor, y con el cuadro de la foto de mi padre que tienen colgado allí, junto a la cafetera, detrás de la barra. Una foto en blanco y negro que le regaló mi padre a Guillermo hace muchos años. Sale el pater corriendo por la zona con su Impala, justo allí, en el puerto, ¡en 1965! Al final, nos hicimos una foto con ella y el cuadrito.

Y terminé abril dando mas paseos inocentes con la Infinita, avanzando en el rodaje del motor. Y un día me aviso el bueno de Juan Vegas y quedamos por la zona de siempre para vernos y tomar algo. Venían de Cadalso de los Vidrios y nos cruzamos antes de llegar a Colmenar del Arroyo. Di la vuelta y fuimos juntos hasta una terraza, Juan, dos amigos suyos y yo mismo. Buena charla y las mismas esperanzas de siempre: que pronto la situación sanitaria permita que circulemos por todo el país, al menos. Muchas ideas y ganas de rodar, viajar y gastar gasolina. Mientras, seguíamos y seguimos rodando por donde podamos, ¿qué otra cosa podíamos hacer? Cualquier cosa menos hundirnos en el sofá de casa...

Siempre Adelante...


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...