Verano... se ven pollos asados en moto (1 de 2)

 

Padecer las altas temperaturas que regala cada nuevo verano que llega vuelve a ser una pequeña pesadilla. En cuanto bajas el ritmo o tienes que parar en algún semáforo unos cuantos "vikingos" sufrimos de lo lindo. Sí, como cuento cada año, salimos pronto cada mañana, madrugando con gusto, para iniciar la vueltecita de turno pero, cuando llega el mediodía, el calor puede casi asfixiar. Lo mejor es subir puertos de montaña donde se enfría un poco el ambiente. Más abajo, por colinas y pueblos de la Sierra Oeste, una mañana hice la foto que aparece arriba. Estaba en Navalagamella, en mi bar favorito de esa plaza llamada Dos de Mayo. El rótulo que veis lo resume muy bien, en pocas horas sería un pollo asado... "MADNESS"...si, locura de la buena. Pobres mecánicas, pobres jinetes (algunos, que otros lo pasan de miedo con el calor)... Era pronto, claro, en plena franja de desayunos, me quedaban dos horas máximo para volver a casa y sobrevivir, mi horario habitual en verano. Nací el 1 de agosto, debería aguantar bien el calor pero no es así. Lo único bueno de esa fecha para mí es que seguimos cumpliendo años (no hacerlo sería mala cosa) y que sirve de excusa para ver a muchos amigos y a la familia. Este año fue estupendo también. Contar con mi familia y figuras del calibre de JoselitoMudo, Juanki, JulitoChemaRosa, Alvarito, Tyto, MónikaKurtis... no tiene precio. Lo mejor de cada casa. Hasta hubo alguna agradable sorpresa con la presencia de Mayka y Miguelón, ¡chapeau! Solo faltaron Rosi y Luis pero andaban lejos, lástima. Nos salió una foto de recuerdo genial antes de despedirnos ese domingo por la noche...

Dejé mi querida Fireblade aparcada durante esas semanas, después de completar de sobra su rodaje tiempo atrás (le hicimos el motor en febrero, ahora es un cohete). En verano el calor en una deportiva carenada de cuatro cilindros es intenso, ¡algunos no entendemos cómo no nos hemos quedado estériles después de montar tantos veranos sobre la parrilla que antes era asiento!

Por otra parte, como "contraprestación" a la radicalización del clima (que lo está siendo, nos guste o no, con el nombre que queramos darle) resulta que en verano, principalmente por las vacaciones, logicamente algunos disponemos de más tiempo para rodar y viajar. Verano, enemigo y amigo de algunos motoristas, tal cual. Como siempre, las escasas mañana que salía madrugaba de lo lindo. En una de aquellas ocasiones regresé a mi querida zona de Peguerinos con la intención de llegar hasta el alto de Abantos. No lo conseguí por culpa de varios toros en la carretera... pero el paseo estuvo muy bien. A la vuelta paré unos minutos para observar el embalse de Aceña, junto al pueblo. Eran apenas las diez de la mañana y ya empezaba a apretar el calor. Pronto llegaría a casa...

Otra mañana, pocos días después, quedé con Alvarito y también aprovechamos las primeras horas de la mañana para rutear. Paramos en el archiconocido Magalia y luego me fui a ver la zona de monte quemada por Cebreros y El Tiemblo, terrible. Por cierto, que estrenaba casco (comprado en Andorra semana antes), el Shark de carbono que tan buena fama tiene. Le caí en gracia al señor de Motocard y me lo rebajó sustancialmente (en Madrid rondaba los 299 euros, allí era más barato). También estrenaba el baúl Givi que pusimos pocos días antes, con ayuda de Chemita. No me gustan los Top Case pero, finalmente, me he rendido y para viajecitos así voy a probar a llevar el puñetero baúl detrás guardando mi mítica mochila racing. Práctico será... ya veremos en zona de curvas, yendo alegre, porque precisamente mi querida XSR pisa poco de delante y lo que menos necesita son unos kilos extras detrás...

Poco más había a la vista en agosto salvo el típico viajecito con mi compadre, Julito, a mediados o finales de mes, aprovechando que uno está "de Rodríguez" y puede permitirse el lujo de estar hasta tres o cuatro días por ahí, rodando, vagabundeando, subiendo y bajando desniveles naturales, gastando parné en gasolina y en alojamientos distantes. Siguiendo con mi intención de reencontrarme con amigos foráneos pensé en la oportunidad de ir al circuito de Navarra, o por lo menos a Logroño, donde estarían los Tortugas, pasar unas horas con ellos y seguir rumbo hacia Euskadi (en teoría), como quería Julito, ver el mar y luego rematar por Pirineos al menos otro día y medio... Al final hicimos un mix interesante. Primero pondríamos destino a Logroño donde pasaríamos otra velada divertida con todos estos delincuentes tortugueros

Salimos el viernes 20 de agosto por la conocida carretera de Zaragoza, rumbo a alguna zona de La Alcarria para comer hora y pico después, evitando toda la autovía posible. Con un calor del carajo nos atamos los cascos y arrancamos. Llegando a la zona de Jadraque paramos para tomar algo en un pueblecito pequeño cuyo nombre ahora no recuerdo (Editado: el pueblo era Hita). Luego enlazamos con la zona de Soria por Almazán y, por fin, pusimos rumbo a la Sierra de la Cebollera, que regala unos tramos muy, muy chulos, con curvas que enamoran.

Enseguida llegamos a la ciudad de las rimas, Logroño. Gregg y su panda llevaban horas por allí. Como su alojamiento estaba justo en el centro de la ciudad, una zona marchosa pero peatonal, aparcar las dos motos para descargar los bultos fue un suplicio, tanto, que casi me multan y eso que vi al guardia pero seguí en dirección contraria por la puñetera calle, harto de dar vueltas... Esas mismas calles se llenaron de ambiente y risas horas después, cuando el sol ya se había ocultado. Estuvimos en la famosa calle Laurel, qué buenos ratos pasamos. Vaya banda... Gregg, Tomás, CarlosJoan, Pablo... vaya piezas, si es que nos juntamos con lo mejores, los Tortugas son irrepetibles. Por cierto, nunca había visitado esta ciudad, fue todo un descubrimiento agradable, buen marco para un gran reencuentro, lo más importante de la noche. 

Esas horas dieron mucho de si. Y eso que había límite de cierre para la hostelería. A las 2 los bares y las terrazas se cerrarían... y apuramos al máximo, tanto, que hasta casi nos invitan a otra última ronda final. Comenzamos a vagar casi sin rumbo, en buenas condiciones, no en plan walking dead..., con una temperatura perfecta y con la tranquilidad de saber que podíamos volver andando al apartamento sin controles de alcoholemia. Y qué detalle que pusieran bancos por aquellas calles para descansar...

A la mañana siguiente desayunamos de manera potente en una plaza cercana. Nuestros amigos catalanes pondrían rumbo al circuito de Navarra para ver las SBK. Pregunté a Julio pero, como yo, prefería seguir quemando gasolina, además en el circuito se antojaba que haría mucho calor; pocos árboles hay allí... Nos despedimos esperando una nueva ocasión para vernos y rutear juntos, quizá con motivo de otra Transpirenaica, por qué no. 

Salimos con ganas de aquella bonita ciudad. No teníamos claro el rutómetro aunque sí los destinos que íbamos a recorrer. La noche anterior hablamos de visitar mejor la zona de Canfranc en lugar de poner rumbo a Euskadi, Julito quería conocer la famosa estación y quizá subir al Somport, ¡sin problema! Pasamos por Los Arcos, el circuito de Navarra, bueno, mejor dicho por la gasolinera que tiene muy cerca. Luego miré el Google Maps. Pensé en las hoces de Lumbier, evitando autovías y desde allí tirar hacia nuestro querido valle de El Roncal. Sin llegar a entrar a Pamplona, tomamos la A-21 y salimos en Lumbier. No sabía muy bien qué tramos nos esperaban pero estábamos ansiosos por descubrirlos. Apenas había pasado el mediodía, con el sol en lo más alto.

La cosa se puso interesante rumbo a Burgui, por tramos con escaso tráfico y, por fin, más curvas que durante las horas anteriores. Era la NA-178 hacia Navascués. Con tiempo habríamos parado en varios sitios para echar un vistazo pero tampoco nos sobraba demasiado. Quería llegar a Isaba, o cerca, para repostar y comer algo, íbamos relajados pero quería parar por el viejo valle y disfrutar de la libertad del momento, sí, esa pequeña libertad de no estar atado a nada, solo la que es amiga de disfrutar y decidir sobre la marcha qué hacer o dónde ir. Por cierto, las dos motos seguían comportándose de manera impecable. Suerte de llevar una Yamaha nuevecita con un fiable motor CP3 y una eterna CBR 600 F, de las motos más duras que he conocido, adornada en este viaje, por fin, por mis viejas alforjas sin estrenar. No le quedan nada mal. 

Nos íbamos acercando a nuestro primera meta volante. Por el camino solo paramos en este cruce, junto a la casa de los bomberos. Entrábamos en otro tramo que no conocía, por la NA-214.

Comimos al final en Roncal, en una terraza medio escondida que no conocíamos (bar Errota), al lado del río Esca. Pinchos y buenas cervezas bajo un sol cálido pero no asfixiante. No sabíamos dónde íbamos a dormir aquella noche. Me entretuve llamando a un par de sitios que encontré en internet pero eran caros, desestimados automáticamente: no estábamos tan desesperados. Improvisaríamos horas después, por la zona de Jaca, que era el próximo objetivo.

Subimos unos kilómetros para repostar. Me quedaba con las ganas de subir hacia la frontera e, incluso, volver a ver Olorón. Llevaba tiempo esperando una oportunidad como aquella pero habíamos hablado de visitar Canfranc y el domingo regresar para casa por motivos laborales. Así que, después de terminar de llenar los estómagos de nuestras queridas compañeras, volvimos en dirección contraria, bajando unos kilómetros hasta encontrar un desvío a la izquierda desconocido que nos llevaría por muchas curvas hasta Ansó (NA-176). Zona entretenida la del Alto del puerto de Matamachos. Poco después hay una bifurcación que tampoco conocíamos. De haber seguido por la misma carretera hubiéramos pasado por Hecho (como hicimos en la Transpirenaica del 2018, rumbo a Laruns, Francia) y las medias de velocidad hubieran sido más altas pero, no sé por qué, vi la comarcar que se abría a la derecha y me interné por ella. Sabía que llegaría hasta la general en Berdún, nada más. Desde allí a Jaca estaba chupado. Lo que no sabía era que esta comarcal se internaba por una foz y unos parajes agrestes muy escondidos y retorcidos, sin tráfico, sin gente, sin apenas sonidos... menos mal que llevábamos gasolina, me dije. Julito vio unas pozas de aguas claras. De haberlas visto los dos hubiéramos parado para darnos un chapuzón, eso dijo el compadre. Pues sí, hubiera sido posible, no hacía frío precisamente...

Vaya, vaya con la Foz De Biniés. Confirmado que hubiéramos disfrutado más conduciendo motos trails o de enduro directamente porque tela la de curvas lentas con asfalto mediocre que nos comimos durante esa hora larga en aquel páramo verde y gris. Después de una breve parada en un mirador en curva, donde un cartel anunciaba las diferentes aves que volaban por la zona, arrancamos de nuevo y nos metimos en una zona aún más interesante, llegando incluso a una pequeña presa. Tuvimos que parar, claro está, respirar hondo y maravillarnos del entorno. Contemplé sorprendido las paredes rocosas que nos rodeaban. Tomé esta foto:

Enseguida volvimos a ponernos en marcha. Saliendo de una curva, poco después, yendo yo en cabeza, vi justo delante, directo hacia mí una enorme águila (o buitre) que con las alas extendidas ocupaba, sin exagerar, casi el ancho de toda la calzada. Fue tan impresionante que pensé que me golpearía pues volaba muy bajo y muy rápido... pero en el último momento, mientras me agarraba al manillar e intentaba esquivarle, el enorme animal cambio su rumbo y se elevó con gracia. Mi corazón volvió a latir a ritmo normal, ¡pedazo susto! Enseguida recordé que habíamos parodiado en aquel cartel del mirador a estas magníficas aves. Tontos. Qué vulnerables somos frente al reino animal...

Visitas que ya tocaban...

Si algo hemos lamentado la mayoría durante la pandemia, al margen de sucesos más graves, claro, ha sido la falta de contacto humano, nuestra faceta tete a tete con los demás, ya fuera con amigos, familiares, conocidos o compañeros de trabajo... Dicen que el ser humano es un animal social. No lo sé, cada década me gusta más la soledad en más ocasiones que antaño. O soy un animal raro o un humano ligeramente trascendido o, simplemente, un tipo algo más solitario por elección... En todo caso, está claro que muchos echábamos de menos volver a una situación más normal, poder relacionarnos con familia y amigos de manera más estrecha, más "analógica"..., también me alegraba por los bares humildes donde tantas veces socializamos aunque no tenía ninguna obsesión "líquida", desde luego. 

Tenía muchas ganas de volver a rodar con mi padre. Sigue de médicos pero hace vida casi normal y, si la rodilla mala se lo permite y se levanta bien, vuelve a montar siempre que surge la oportunidad. A principios de julio nos fuimos a comer juntos por ahí, rumbo a Gredos. A la vuelta paramos en Robledo a tomar los preceptivos cafetitos. Me encanta verle en acción. Siempre, siempre tiene más ganas que yo de montar en moto, ¡admirable a su edad! Lástima que su mala salud de hierro no sea la de siempre... pero...seguiremos rodando mientras el cuerpo aguante.

Días después madrugamos de lo lindo, Pedro y yo, para acercarnos a la comarca de Las Vegas, en el Este de nuestra comunidad, cerca de nuestra zona. Quería enseñarme el monumento a las Brigadas Internacionales, cerca de Morata de Tajuña, donde también hay varias trincheras que están, actualmente, bajo estudio arqueológico, ¡muy bien! Fue un rato estupendo, algo de off-road, pero lleno de calma. Luego visitamos varios lugares misteriosos de la comarca, incluido un supuesto pueblo "radiactivo" (que daba mucho yúyu, la verdad) y, para rematar, la entrada a la base militar de La Marañosa (ITM), dónde se producían armas químicas..., Un asunto muy silenciado oficialmente. ¡Gracias por tu propuesta de aquella mañana, tío!

En fin, en estas estábamos, saliendo un poco del túnel sanitario, cuando pensé en hacer alguna escapada y ver a viejos amigos por el camino. Solo teníamos a la vista, para el domingo 18 de julio, otra edición del "Cordero Racing" en Hiendelaencina. Lo propuso Javi y allí acudimos unos cuantos, bajo un sol de justicia, alineándonos en Patones de Abajo. También se apuntó Dani con su Z1000SX aunque al final tuvo que dar la vuelta por una emergencia familiar un poco antes de llegar a meta, lástima. Al final, un día estupendo pero donde sobró calor e ingestión de calorías (eso era fácil de adivinar).

Volviendo al asunto principal, para julio y agosto, tenía en mente varias opciones ruteras de buen ver y mejor sabor. Como tantas veces, regresar a la Stella Alpina era la prioridad número uno, casi imperativo vital, sí, por demasiados motivos... Este año, encima, había uno más: resulta que podría ver por el camino a Angel y Teresa, los editores de Interfolio, y de "propina" a Alvarito y Racing Rose, que estarían por allí de merecidas vacaciones. El plan era estupendo, apenas me tenía que desviar de la ruta para Bardonecchia y encima pasaría un día o dos con todos ellos en un entorno magnífico. Como podéis imaginar, el plan era... como esos famosos espárragos de Navarra (ojo, que de China y Perú venían unos con el mismo nombre para timarnos). Por desgracia para mí, cada año es un poco más dificil que pueda volver a la Stella junto con mi padre, que sería, realmente, la opción que más me apetecería...

Como siempre, el hombre propone y San Brembo dispone, o algo similar. De repente un día, en casa, nos dimos cuenta que el segundo domingo de julio (eterna efeméride de la Stella Alpina), fecha sobre la  que pivotaba todo el plan de "ataque" coincidía día arriba, día abajo, con el segundo pinchazo de la vacuna... o lo que sea que nos hayan inyectado. Si por mi fuera, sé con certeza que nada hubiera cambiado, o quizá me la hubiera puesto dos o tres días más tarde... pero el viaje hubiera sido consumido totalmente... pero al estar incluida parte de la family mi faceta más "responsable" exclamó en mi mente... "¡Pero, batracio, cómo te vas a ir a los Alpes!, y si hay alguna reacción fuerte y tú estás a dos mil kilómetros de casa...¿qué?". La respuesta fue obvia. Cancelaba ese plan. También pensé en un plan B que ya había medio diseñado... Bueno, para ocupar menos días fuera de casa me acercaría a la zona de Montpellier (bueno, más al norte, en zonas rurales de pinta estupenda) donde viven los amigos antes citado para la visita ya planificada... Pero a la hora de la verdad, por culpa de la maldita fecha de vacunación estaba en las mismas..., demasiado lejos de casa. Subir a Barna me atraía mucho, lo echo de menos, pero tener al final solo dos días disponibles no me permitía esa posibilidad, sería llegar y venirme, absurdo, así que la opción de volver a ver a los colegas Tortugas tendría que retrasarse un poco...

Me centré en otras visitas/escapadas que tenia también medio diseñadas tiempo atrás. Una de las más prioritarias se encaminaría hacia la Serranía de Cuenca, esa zona mágica, para ver a viejos amigos a los que tenía un poco-bastante "desatendidos" demasiado tiempo: al amigo Alberto de Utiel, al gran motoviajero Vitín y a su inseparable amigo Ricardo... ¡buenos argumentos para una escapada corta pero intensa de dos días! Grandes ruteros y grandes personas, qué decir de todos ellos. Con Alberto era ya costumbre nuestro encuentro en Javalambre todos los meses de enero y en algunas prueba de clásicas, sobre todo en La Bañeza, en nuestros buenos años. A Vitín llevaba sin verle mucho tiempo. Entre unas cosas y otra no habíamos podido reanudar el contacto de antaño, por desgracia. Sus viajes son siempre una inspiración para nosotros. Su último libro me lo había devorado tiempo atrás pero se me olvidó llevármelo para que me lo firmara, fallo mío. A Ricardo no le veía desde una edición de Morillo de Tou, si no recuerdo mal, también demasiado tiempo atrás. Así que, a finales de julio, con una rueda trasera algo delicada ya, una mañana de viernes puse rumbo a la zona que abordamos tantas veces camino de la Estrella de Javalambre: Cuenca y su serranía, como si fuéramos hacia Cañete... 

Habíamos quedado en la gasolinera de Carboneras de Guardazaón, lugar emblemático para los "LF", pues he perdido la cuenta de las veces que hemos parado ahí a lo largo de la vida para echar sopa, fumar o desayunar en el restaurante de enfrente. Vitín ya me había ofrecido su actual hogar para pasar esa noche, en el tranquilo pueblo de Aliaguilla (Cuenca). Mientras los esperaba, Alberto me facilitó el número de móvil de un taller de Utiel, para ver si podían montarme aquella tarde o al día siguiente alguna goma nueva. Tuve suerte porque tenían una magnífica Conti SportAttack esperándome (mis anteriores llamadas a talleres de Cuenca habían sido estériles).

Pensé que vendría Vitín por la carretera de Carboneras y decidí adentrarme en el pueblo por la calle principal para ahorrarle unos pocos kilómetros. Enseguida me llamó, ya estaba en la gasolinera, había llegado por otra ruta, ¡vaya! En escasos minutos vi llegar dos BMW, una GS 1200 y una GS 800. Eran él y Ricardo, ¡yeah! Tomamos algo y enseguida fuimos por bonitos parajes hacia la "Cuenca profunda" como la llamo yo a veces a toda esa extensión agreste y llena de curvas. En esta ocasión no conocía los tramos por los que nos llevó Vitín con su admirable ritmo encima de su famosa moto viajera Camel. Llegando a Aliaguilla entramos por una zona revirada muy interesante que me gustó mucho, mientras seguía la rueda de nuestro líder, admirando como movía su gran moto por esas curvas tan cerradas. 

Enseguida fuimos a comer al restaurante-piscina del municipio. Se nos unió también allí Alberto Verduras, que no venía con su Impala esta vez. Sí, me habían avisado que me llevara el bañador, y me lo llevé pero al final no me apetecía bañarme, preferí charlar con todos ellos mientras degustábamos unas sabrosas raciones. Ese día invité yo por mi cercano cumpleaños, y usé el famoso Bizum para hacerlo, por primera vez en mi vida (no tenían datáfono). 

Después de comer fui hacia Utiel para cambiar la goma trasera, siguiendo el coche de Alberto, que me presentó a su amigo Jorge del taller de neumáticos Campillo. Mientras esperábamos en un restaurante de la carretera (viejo conocido de una famosa comida de Los Cariñosos), en la terraza, dio la casualidad que nos vio ¡Paco Motos!, ¡vaya buena vista!... así que paró y por fin disfrutamos de su compañía, había pasado demasiado tiempo por culpa de la maldita pandemia. Al día siguiente tenía sarao de clásicas en el Jarama, por cierto. Luego fuimos al taller y recogí la XSR. Nos despedimos todos con la intención de volver a vernos otro día sin tantas prisas. Arranqué con mi goma nueva (una estupenda ContiAttack 4) y volví en solitario al pueblo "base" donde Ricardo y Vitín me esperaban.


Una duchita agradable y de terraceo mientras la luz del sol empezaba a esconderse, preparando una velada estupenda, incluyendo cenita sana y racing en el garaje de la casa de Vitín. ¡Como presta comer o cenar en un garaje apañado, rodeado de máquinas y amigos! También contamos esas horas con la presencia de otro buen amigo de Vitín, Jose de Oasisand, y de la simpática chica de Ricardo, Loli, ¡buen elenco!

Al día siguiente, por mi parte, tenía que volver a casa pero primero tendríamos que degustar una buena ruta de curvas by Vitín & Ricardo por tramos muy interesantes de la Serranía de Cuenca. Después del desayuno llegaron dos amigos más, de la zona de Valencia, Toni con una agresiva KTM negra y otro colega, Kata, con una lujuriosa Ténéré 700 blanca y roja, de V-Ferrer Valencia. La ruta pasaría por Landete, Moya y luego hasta Cañete y más allá incluso, aunque yo me despediría de todos ellos en el conocido pueblo de la muralla, donde tantas veces hemos parado para comer camino a Manzanera.

Vitín se puso delante con su fiel Camel y enseguida comenzamos a disfrutar de lo lindo. Yo iba de maravilla con mi mochilita a la espalda y mi goma trasera nuevecita traccionando de lujo. Nos internamos por zonas agrestes con escaso tráfico y me quedé felizmente alucinado cuando llegamos a las inmediaciones de la localidad de Moya (Cuenca), una zona con encanto, de postal, donde, de haber rodado solo, hubiera parado para hacer varias fotografías, sobre todo viendo su vieja fortaleza a lo lejos, sobre el horizonte, en lo alto...pero no me quejo, llevábamos un ritmo muy interesante y Vitín hacia de anfitrión perfecto. Un gustazo ir a su rueda. Nos adentramos por unos desfiladeros que yo desconocía y terminamos por la zona de Salvacañete.

Pasado el mediodía paramos en el conocido bar "La Muralla" de Cañete para tomar el "aperitivo" y yo, luego, despedirme de todos ellos. Con un clima tan estupendo y tan buena compañía no me daban ganas de poner rumbo a Madrid pero no me quedaba otra. La escapada era "exprés" y eso ya lo sabia un día antes. Así que después de unos tragos y unas raciones ligeritas me despedí esperando, de corazón, volver a ver a esta banda en alguna otra ocasión cercana. 

Por último, agradecer a Ricardo, Loli y Vitín su inmensa hospitalidad y cercanía, me sentí como en mi casa las horas que estuve en las suyas, allá en Aliaguilla, ¡un millón de gracias, amigos! Hasta pronto... Salud y Gasolina.


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...