Amor, pasión y tragedia en el noble arte del motociclismo


El pasado viernes tomé una caña con Vero, mi rehabilitadora, la chavala que se ocupó de ayudarme a volver a tener una mano normal a mi diestra. El motivo era que cambia de trabajo, se va a uno mucho mejor (cosa casi inaudita en estos tiempos, ¿verdad?). Además, lo teníamos pendiente, así que allí fui, claro. No me puse guapo porque no era en ese plan. La típica historia de rehabilitadora que se encariña con el motero lesionado no se va a cumplir esta vez. Sentados junto a la barra, después de contarme sus novedades, me preguntó por mi viaje a Alcañiz y me dijo luego, comedida pero sonriendo, “tú, claro, con tus motos y eso” mientras me miraba con sus hermosos ojos infinitos. Afirmé con la cabeza mientras la devolvía la sonrisa pensando que soy ya algo viejo para cambiar. A ella no le gustan las motos mucho pero desde que me conoció me da la sensación que tal vez las presté un poco más de atención cuando salen en la tele. Tranquilos, ¡no voy a sacar más conclusiones!
Me habló enseguida del japonés que había caído en Misano, del pobre Tomizawa, y asentí con la cabeza sin decir nada. Ni ganas ni tampoco mucho que decir, solo lamentarlo. Las historias de amor, como todos sabemos, no siempre terminan bien. Lo del piloto japonés con las carreras lo era. Vivió una gran historia de amor, pasión y, al final, tragedia. Además, desde aquella pareja de jóvenes italianos que nos presentó Shakespeare, parece que ese gran país acumula demasiadas tragedias en sus pistas... Monza, Imola, Misano... No sé si vería el homenaje que organizaron en Motorland, estaba bien preparado pero el resultado final fue de traca. Tal vez la emoción no dejaba ver los detalles (los malos detalles) pero la intrusión monárquica estropeó un poco lo que la familia del mundial tenia reservado para el querido piloto japonés. ¿Quién era el protagonista durante esos minutos? Parece que la presencia real era más importante que el piloto homenajeado y su equipo. Menos mal que se le rendirá otro homenaje, imagino que mejor organizado, en su tierra, allá en Motegi.

El amor por las carreras y la pasión que demostró Shoya desde que llegó al mundial (concretamente, desde la pretemporada 2010) impresionó a pilotos, periodistas y aficionados. Su alegría y su pasión por el motociclismo era otra de esas luces brillantes que nos recuerdan por qué amamos este deporte, ¿verdad?, pero ha resultado demasiado caro una vez más pagar el peaje. También ha sido inevitable maldecir esa especie de "maldición" que tienen los pilotos japoneses (hablamos mucho de Kato, Abe, incluso de Wakai pero nos hemos olvidado también del bravo Yasutomo Nagai, fallecido en 1995 en Assen, y del funesto accidente que sufrió el bueno de Takuma Aoki, aquel valiente y rápido piloto de 500 que volaba con una Honda bicilindrica pintada de Repsol). En Misano perdimos una sonrisa, un guerrero, un piloto, un ser humano de los grandes, algo sencillamente irremplazable. ¿Hubiera cambiado algo de haberse parado la carrera, de haber sacado bandera roja? Modestamente creo que no, la tragedia fue demasiado brutal. Pienso que es inútil buscar culpables para mitigar la rabia o las lágrimas. Es cierto que en casos tan sumamente graves es más importante sacar al herido que dejarlo en la pista o cerca de la pista (por miedo a que alguien lo remate) aunque esa acción de traslado conlleve cierto riesgos de lesiones adicionales. De hecho, estas cosas las deciden los médicos que para eso saben y están allí... nosotros… ¿qué coño podemos decir sentados en nuestros cómodos sillones viendo la tele?
Opinar es fácil pero estar en la pomada y decidir lo acertado no resulta trivial. Lo que pasa es que ya no estamos acostumbrados al regusto amargo de las carreras que terminan mal.
Afortunadamente, claro. Sabemos que esas cosas pasan con demasiada frecuencia en tierras inglesas pero ojos que no ven... Nos hemos habituado a las luces de colores y a casi creernos que el motociclismo (de élite o no) ha dejado en parte de ser una actividad con un alto riesgo físico. Creemos que desafiar las leyes de la física ahora es más accesible, más inocente, más humano… y cuando ocurre alguna tragedia la fea realidad nos impacta con fuerza. Cuando nos golpea nos sentimos agraviados, estafados, pero es un mazo que siempre pende sobre nuestras cabezas. Casi hemos olvidado la figura negra que monta con nosotros detrás. Hemos olvidado lo duro que es la botella de champagne cuando en lugar de beberla nos golpea. Afortunadamente, en general, todo ha cambiado a mejor, sí. Sobre todo en las carreras que vemos en la tele. Salvo en casos aislados como, por ejemplo, el que le sucedió a Robert Dunlop, es difícil que un piloto fallezca victima de un gripaje de motor, por ejemplo... pero el riesgo, como siempre, sigue acechando dentro y fuera de los circuitos.

Lamento profundamente la perdida de Tomizawa porque, por lo que vi estos meses y he leído, era un ser humano excepcional, positivo, afable, lleno de energía y de vida. Lo lamento porque lo considero sumamente injusto, sobre todo si recuerdas que solo tenía 19 años, con toda la vida por delante. Pasé un domingo triste porque sentí que era parte de nuestra familia, un hermano mayor que hace y sabe hacer lo que otros nunca nos atrevimos a probar, ahí es nada.
Durante días he pensado y he leído muchas cosas pero, lo siento, no entiendo cómo podemos darle una y mil vueltas a un hecho que aunque triste, cruel e improbable es posible. Lamentarlo es una cosa, buscar culpables hasta el infinito es otra. Me parece mezquino que haya incluso gente que, ¡¡alucina!!, haya acusado a Alex DeAngelis con comentarios tan horribles como alguno que he leido que dice, a las claras, que Shoya ha sido otra victima de Alex. ¿Cómo se puede decir semejante burrada? También los que acusan a los médicos, a los controles o a la misma Dorna de no cancelar la carrera de MotoGP. Seguro que hay detalles que pulir, acciones o conductas que mejorar, sí, pero obsesionarnos creo que no conduce a nada. ¿Fue acaso culpa del propio piloto por salir en la carrera? ¿Fue culpa de los pilotos que se lo encontraron en su camino como sugieren algunos impresentables? ¿de Dorna por permitir parrillas tan saturadas?
En todo caso, si tengo que culpar a “alguien” culparía a la maldita hierba artificial que no vale para nada salvo para decorar pero… ¿dónde podemos terminar?, así podríamos seguir enumerando cosas durante un minuto y otro y otro… Al final solo queda una pequeña certeza, la modesta opinión de algunos moteros, aficionados o simples telespectadores con, quizá, una perspectiva más fría. Mientras corramos sobre máquinas de dos ruedas y un motor, que desafían cada segundo la fuerza de la gravedad y otras leyes amigas de la naturaleza, existirá riesgo. Mayor o menor, grande o pequeño, pero existirá. Intentar conjurarlo por completo como a un demonio es una batalla perdida. Podemos maquillar las sensaciones, mejorar la seguridad (por supuesto), cambiar o pulir los reglamentos pero en el fondo del vaso de la pasión siempre estará, latente, el mismo poso de tragedia. Las dos caras de la conocida moneda.

Una semana antes, al otro lado del charco, se nos fue otro piloto, otra promesa de las dos ruedas, Peter Lenz, de solo 13 años. El suceso casi paso desapercibido. Me indigné y me cabree un huevo cuando aquel domingo, en Indianápolis, no escuché por la tele ninguna mención a Peter. ¿A qué estamos jugando?, pensé. ¿El puto show debe continuar sin más?, ¿cuánto vale la vida de un motorista, de un deportista, de un niño? Afortunadamente, una semana después rectificaron… mientras en paralelo se abrían viejos debates sobre la edad mínima que debería establecerse para comenzar a correr en el mundial y en los nacionales. En este tema sí que se puede mejorar mucho. Coincido con los expertos que comentan y avisan del gran negocio que hay detrás de las competiciones infantiles (prefiero no hablar de la Cuna Bancaja, por ejemplo) y de la locura de CVs y prestaciones que, casi desde enanos, tienen que torear los jóvenes aspirantes a corredores. ¿Y digo no nos estamos pasando? ¿Por qué confundimos el tocino con la velocidad, una y otra vez? ¿Por qué pensamos que no se puede correr de joven con motos menos potentes? ¿De qué vale correr tanto en las rectas? Vale, vivimos en un país, en una cultura motociclista, donde se nos inculcó que era lo más natural del mundo pasar de motos nacionales de 2T y limitadas prestaciones a jamelgos japoneses de casi 100 Cvs con chasis y ruedas casi de juguete… Hace dos o tres décadas, cuando se mataba algún flipado, tenias que oír la típica frase de “claro, es que las motos son muy peligrosas”… nadie aludía al “piloto” que sin preparación iba (¡con su padre a veces!) al concesionario y se pillaba una GSX-R de las primeras con cara de felicidad después de confesar, tan pichi, que su anterior moto habia sido una Puch Minicross o una Derbi C-4. Desde aquella bola lanzada la partida sigue corriendo… un caldo de cultivo perfecto para aunar otra vez pasión y tragedia. ¿Y pienso, tiene esto solución todavía? Lo dudo.

Volviendo al viernes pasado, en la barra de ese bar no hablé de mis tonterías, de mis ilusiones o fumadas mentales (lo de pajas queda a veces pequeño) o de lo que he pensado ser capaz de hacer para encontrar “patrocinador” (aunque no es ilegal, mejor no lo cuento) pero sí pensé en mi mano y en esa sala llena de lesionados dónde pase varios meses. La salud es lo más importante que tenemos, sin ella no podemos funcionar debidamente pero con salud y sin historias o retos, pequeños o grandes, no sé muy bien para qué valemos… Fue curioso: cuando Vero me dijo que su sustituta era muy maja me reí un poco, ¡no tengo intención de volver por allí, amiga! pero reconocí que fue realista. Sin pasión, sin negatividad y sin querer ser trágica… pero realista. Las historias de amor que concebimos suelen ser hermosas, idílicas, muchas de ellas posibles (sí, muchas veces lo son pero ante ellas nos cagamos en los pantalones), pero en ocasiones las bonitas historias de amor de un luchador con casco y guantes no culminan con un merecido título, con un record de victorias o una larga trayectoria deportiva. Ese ha sido el caso de Peter y de Shoya. Vive tu vida y escribe tus propias historias, sí amigo (mira que es fácil decirlo), pero, si lo haces, traga saliva y se consciente que una historia grande no siempre es hermosa o justa. El pack no viene completo muchas veces pero la elección es nuestra, personal e intransferible. No des nada por sentado, no jures nada... pero disfruta mientras dure. Para bien o para mal, algunos futuros no serán dulces miradas a brillantes ojos profundos sino, en el mejor de los casos, a cintas negras de asfalto que nos recordarán que amamos la velocidad por algún motivo irracional que no tiene sentido intentar clasificar científicamente.
Se puede vivir de muchas maneras, podemos echar la culpa de muchas de nuestras miserias a todo tipo de argumentos o condicionantes pero al final solo nosotros podemos elegir entre vivir historias pequeñas o vivir historias grandes. Peter y Shoya eligieron luchar por sus sueños, vivir una historia de las grandes. Solo por eso merecen todo nuestro respeto y admiración. Su actitud, una vez más, será recordada porque fue lo que marcó la diferencia. Eso es lo que pienso contar de estos chavales tan valientes si algún día mis hijos me preguntan.

Me da la sensación que no he dicho nada interesante pero queria al menos dejar constancia de mi admiración por todos los pilotos caidos en combate, héroes del noble arte del motociclismo. Va por ti Peter, y por ti, Shoya, ojala estéis ahora mismo echando carreras por los cielos. DEP

“O no jures por la luna, la inconstante luna, que mensualmente cambia en su órbita circular, a menos de que el amor pueda demostrarse igual de variable".

Dime, si puedes, qué es la vida normal…

"Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?"

Hubo hace siglos, durante mucho tiempo, una serie de personajes, buenos y malvados, iluminados y oscuros, que eran tan inadaptados que no tenían sitio en tierra y embarcaron en barcos de madera con velas blancas y negras. Algunos “simplemente” lo hicieron para descubrir nuevas tierras, vivir nuevas aventuras o comenzar una nueva vida, buscando la felicidad a cualquier precio. Otros no deseaban descubrir mundos nuevos, simplemente vivir al día, gozar de los placeres de la vida, cultivar el riesgo y luchar hasta la muerte. Los llamaron de varias maneras, una popular era piratas. Todos ellos, compartían muchas cosas, ciertas inquietudes, algunas metas y muchas sensaciones. Los tiempos y los medios evolucionaron, el mapamundi se hizo más pequeño y la escapada se hizo más complicada. Ya no era suficiente con echarte a la mar o perderte en una jungla. No existía el concepto de “globalización” pero poco faltaba. Malditos televisores y teléfonos, perversos transportes modernos que dejaron el mundo tan pequeño, malditas máquinas que todo lo simplifican y estrechan agitando nuestras vidas y produciendo el primer ataque de corazón por culpa del estrés. Los piratas pasaron de la vida real al papel y nunca más se supo de ellos… ¿o sí? ¿Quedarían todavía algunos disfrazados de “gente normal”? Tal vez, tal vez, nunca se sabe... de hecho voces expertas afirmaban que no existe la gente normal, que solo hace falta escarbar un poco y descubrirnos. Eso sí, no todos son piratas…

En todo caso, esos piratas de vocación no pudieron disimular mucho tiempo. Algunos se fueron en busca de montañas altas y lejanos polos helados, otros miraron a los cielos y tuvieron la osadía de volar como los pájaros… A veces, los que decían estar “retirados”, permanecían despiertos de madrugada, sentados en el sofá de su salón preguntándose en silencio qué hacían allí, porqué notaban que sus vidas no eran realmente suyas, porqué en mitad de ciertas reuniones familiares (las de compromiso) su mente permanecía muy lejos, ausente, integrada en alguna batalla. Muchos no sobrevivieron al veneno que corroía su corazón (hay limites para todo) pero el riesgo merecía la pena, decían, porque valoraban más la calidad que la cantidad. Algunos pasaron a la historia, la mayoría no, la mayoría murió casi anónimamente. Años después, nuevos inadaptados cogieron una guitarra eléctrica y un micrófono mientras otro colectivo vestido de negro y luciendo pañuelos al cuello seguía, decididos, a volar libre sobre las llamadas motocicletas. Llevaban botas de bucanero, sombreros, guantes, chaquetas de cuero, pocas veces cascos... recordaban a los viejos tiburones de mar.


Y hubo gestas, hazañas, bonitas historias, tragedias y lecciones, y hubo héroes que imitar, guerreros que enseñaron con su ejemplo y crónicas que grabaron sus vidas y sus obras en el tiempo. Y cambiamos de siglo y algunas cosas cambiaron a peor. El miedo se apoderó del planeta por culpa de dos aviones estrellados en dos torres gemelas. Nos sentimos muy pequeños, cobardes, incapaces de vivir sin un hermano mayor, incapaces de pensar que deberíamos vivir nuestra propia vida siempre que fuera posible. Que vivir siempre con miedo es morir en vida. Afortunadamente, algunos piratas siguieron escalando montañas, corriendo sobre asfaltos del mundo civilizado y desiertos lejanos, ausentes, en esos instantes, de los problemas que amenazaban al mundo entero, al margen de las grandes mentiras fáciles de creer que nos bombardeaban continuamente para controlar nuestra opinión, nuestros movimientos, nuestro miedo…(mira tú por dónde unos tipos que dan un cursillo con unas avionetas de mala muerte son capaces de manejar con precisión milimétrica dos de los aviones más sofisticados y poderosos del mundo, ¡apasionante curva de aprendizaje!).


Y, así, año tras año, los piratas vuelven a montar en sus monturas para combatir esa sensación de indefensión, de prisión, de mediocridad humana, de insignificancia cósmica… vuelven a mirar al miedo cara a cara, curva a curva si hace falta, vuelven a volar bajo una y otra vez apostando por un sentido de la vida criticado y censurado por la gente “normal” que, obviamente, no entiende qué beneficio (sí, ese mercantilismo que ordena nuestras acciones) podemos sacar cuando aceleramos en una carretera o cuando el piloto de motocross salta cuatro metros por encima de sus cabezas. Y siguen perseguidos por las fuerzas del poder, muchas veces injustamente, condenados a vivir con los ojos puestos en las espaldas... por si se la clavan en pos de su "propia seguridad" o del cumplimiento de la "ley"... por ejemplo: http://www.mutuamotera.org/gn/web/noticia_desarrollada.php?cod=206&seccion=206
mientras con sus vidas y sus muertes los poderosos señores de la "nobleza" juegan a los números para quedar bien, maquillando la realidad a su antojo ("el papel lo soporta todo").


Los piratas que no murieron luchando, los que no se ahogaron en los placeres ilimitados que no supieron controlar, volvieron a puerto, a tierra firme, intentando vivir una vida “normal”, tranquila e incluso familiar… Dicen que algunos lo consiguieron, otros muchos no. ¿Era acaso esa nueva vida una vida "normal" para ellos? ¿Se puede "desenchufar" el instinto "asesino"?, ¿podemos dejar de ser lo que somos o solo aparentarlo? La verdad nos hace libres, dicen, pero el precio es no poder volver atrás... Algunos murieron felices recordando sus batallitas, enseñando lo mucho que sabían. Muchos no se adaptaron a la "normalidad" y padecieron en silencio, miraban con la cabeza, ya no con el corazón. Todo era demasiado trivial. Quién ha navegado cerca del infinito, cerca de las estrellas, no se emociona en una reunión de vecinos, no, ni descubriendo nuevos parques temáticos. Ya no quedan malos de verdad, piensan, cuando oyen los problemas que gritan los que les rodean, esos que se ahogan en un vaso de agua. Ya no hay malvados como Dark Vader, ese personaje que solo oírle respirar ¡¡¡acojonaba!!! Añoran el olor del mar, la brisa, las olas... en tierra firme todo es demasiaado futil, blando, predecible, soso... No son los únicos mal aparcados. Los que volvieron a puerto temprano, acobardados y ahora amargados, se arrepienten de todos los días que han vivido desde aquel último en que fueron todavía capitanes de su velero, de su vida. Pirata, ¡escucha a tu corazón y no vuelvas a tierra si no sabes vivir fuera del mar! En resumen: ¡huye de la vida regalada, pirata!
Los capitanes de los mejores buques se retiraron en paz y, creo, que la mayoria son muy felices en su actual vida "normal". Ahi tenemos a Troy Bayliss que, aunque dudó hace unos pocos meses, decidió seguir retirado y disfrutar de su dinero, de su familia y de su legado. ¡Grande Troy, muy bien! Y pienso en Carl Fogarty o en ilustres veteranos como Read, Agostini... Capitanes que sobrevivieron a los siete mares. Lamentablemente, no todos los grandes capitanes disfrutan del mismo retiro.

Hubo una vez dos piratas, digo, dos vaqueros, o mejor dicho, pistoleros... se pasaron media vida pegándose tiros. Escasos "sheriff" fueron capaces de inmiscuirse en sus asuntos. Viajaron del odio visceral a una moderada amistad pero siempre se respetaron. Uno era de California, otro de Texas.


Uno se llamaba Wayne (le llamarian "Mister Perfect") y, el otro, el tejano, se llamaba Kevin. Uno venia del dirt-track, el otro del motocross y de la resistencia. En 1987, tuvieron un épico duelo en Brands Hatch y en Donington (cuando sus teóricos rivales en pista eran los ingleses), un duelo que anuncio su adictiva rivalidad a nivel internacional (aqui unas pinceladas: http://www.youtube.com/watch?v=Ao_gSwHsReY). Fue el principio de, quizá, los mejores duelos de la época contemporanea del motociclismo de élite. Y pasaron los años, y las carreras...


Septiembre del 2010. Las carreras vuelven a Misano este fin de semana, veinte años después del primer título de Wayne Rainey, diecisiete después de su terrible accidente. No quiero parecer ni hablar como un frívolo pero estoy convencido de que Wayne no cambiaria su caída de 1993 si el precio fuera no haber vivido su impresionante carrera deportiva y humana. ¿A cuantos campeones malogrados les habrán preguntado esto?, ¿creéis que alguno elegiría vivir una vida “normal” y evitar un fin dramático?

Wayne dejó de correr por culpa de aquel terrible accidente y su némesis, Kevin Schwantz, sin saberlo, también dejo de correr a partir de aquel día aunque tardo año y pico en darse cuenta. Vivieron y corrieron a tope, con letras mayúsculas, unos maravillosos años que jamás olvidaran cientos de miles de aficionados. La vida y la tenacidad de Wayne, antes y después de su accidente, es todo un ejemplo para los simples mortales. Wayne y Kevin, dos capitanes que hicieron vibrar los mares... ¿Quién ganó el duelo?, ¿qué cosas habrían sido diferentes de no haberse encontrado?, ¿habrian brillado tanto de no haberse conocido?, ¿no vivieron acaso ellos una vida normal, la suya propia, la que ellos mismos consideran lógica y normal dadas sus inquietudes?, ¿se puede extrapolar a cada humilde pirata que nunca será capitán pero que navega en su chalupa entre olas y bajo tormentas?


¿Qué es la "vida normal"?, ¿dormir, comer y trabajar ciclicamente?, ¿ir al supermercado habitualmente y esperar en la cola, pagar sonriente la hipoteca, hacer lo que te dicen siempre, vivir  una vida programada que practicamente odias?, ¿no tener mayor reto que conocer el último programa de moda en la tele? No, claro que no... al menos para muchos. Tampoco consiste en desear, continuamente, convertirte en millonario para comprar docenas de objetos que no necesitas. ¿En eso consiste vivir, en renunciar a nuestros instintos, en caminar solo guiados por la razón y el banco?

Cuantos jovenes y no tan jovenes, sentados en el Ace Café en Londres, salían de carreras con conocidos y desconocidos por aquellas carreteras abiertas al tráfico, sobre suelo mojado y vivieron en aquellos minutos más que otros en media vida...

Todo, hasta lo más pequeño, puede ser necesario y hasta saludable, sí, claro que sí... pero puede que no sea suficiente. Dicen que dejemos el barco, que dejemos de navegar por mares bravos, que vivamos una vida "normal", una vida "madura".... pero no sé a qué se refieren exactamente. ¿Qué vida normal vivieron Kevin y Wayne?, ¿la que vivieron antes o después de dejar las carreras? ¿Qué significa “normal”?  Esa es la clave del acertijo. No lo sé del todo pero no importa, ya no me preocupa... soy un privilegiado porque he vivido rodeado de auténticos piratas por lo que mi opinión supongo que es evidente, asi que la etiqueta para reconocerla es lo de menos. Sea esta vida "normal" o "anormal" es la que hemos elegido en buena medida, es el camino correcto (pero no fácil) que nos hace estar vivos. Amén.

El viento todavía aúlla, la tormenta acaba de empezar, pero los mares gritan algo casi inaudible que dice “te desafío a que me digas, si puedes, qué es la vida normal”.

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Frases célebres de algunos piratas ilustres y conocidos por casi cualquiera (Tomo I):

“Empiezo a frenar cuando veo a Dios” Kevin Schwantz,
"Manolo, si gano el domingo...¿se cae Jerez?", "Alberto, si ganas el domingo... se cae España". Alberto Puig bromeaba con el manager del equipo, Manolo Burillo en vísperas del 7 de mayo de 1995,
"Estamos completamente chiflados" Hailwood (Honda) mirando a Agostini (MV) después de uno de sus míticos duelos en el TT,
"Yo no mearía sobre este cabrón ni aunque ardiera" Kenny Roberts (sobre Barry Sheene),
"El único problema es que son unos niños y solo beben bebidas isotónicas, en nuestros tiempos los problemas los arreglabamos en el bar" (comentario de Marco Luchinelli en Misano cuando se comentó las malas relaciones que hay a veces entre algunos pilotos).


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Los Díez Mandamientos del pirata motero de, practicamente, todos los tiempos:

1-Amarás a tu Moto sobre todas las novias (¡mira la bandera de Los Cariñosos!)
2-No bajarás de 12.000 vueltas ni para ir a comprar el pan
3-Santificarás las concentraciones bendiciéndolas con el humo de tu goma... (uuuuuf, muy macarra, dejemoslo en que serán bendecidas en la barra del bar)
4-Honrarás a tu moto con kits de potencia
5-No matarás menos de mil bichos con tu faro
6-¡No joderás la moto del vecino!
7-Ni la robarás (ni buscarás recambio de dudosa procedencia)
8-No mentirás al contar lo rápido que ibas....(está bien, dejemóslo en que no lo exagerarás demasiado)
9-Desearás montar todas las motos hermosas que veas
10-Y a todas las moteras que se presten de buena voluntad...


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...