¡Otra vez en La Bañeza!


¡Ya tocaba volver a nuestra carrera favorita! En el 2018 no acudimos porque teniamos una buen motivo, ¡viajamos a Man! En este último verano esa posibilidad no existía y regresamos encantados a nuestra querida carrera urbana, una de las más viejas que todavía se celebra en Spain, llena de público, pilotazos, amigos y ambiente. Nuestro amigo Manu volvia a correr en Moto3/125 con su RS 125 casi de serie, y con las ganas de siempre, después de pasar una larga convalecencía fruto de su caida en la edición anterior. Admirable su entereza y voluntad. En los entrenos del 2018 no tuvo nada de suerte, lesionándose el hombro y el brazo pero ¡saliendo a carrera! Prueba que termino con lágrimas en los ojos después del esfuerzo realizado, ¡increíble! Este año todos deseabamos mejor suerte para el bravo piloto valenciano. 

Por nuestra parte, este año planeamos la escapada de otra manera más "ambiciosa". Como disponiamos de unos días de vacaciones y copiando la "estrategia" de algunos amigos que aprovechan el viaje a La Bañeza para luego pasar unos días en la costa, decidí que esta vez también lo hariamos nosotros. No serian muchos días pero merecería la pena, seguro. Y así lo planeamos. Para la primera parte del plan eramos Iñigo, Julito, mi padre y yo. Finalmente acordamos con Rosi y Luis pasar por su pueblo, Juarros de Voltoya, cenar juntos y al día siguiente, el domingo de la carrera, subir juntos para verla. Así sucedió. 

Esta vez dejé aparcada la brava FZR para reencontrarme con mi queria Infinita, bella bestia que desde que la limpiaron los inyectores y la bomba de gasolina no corre, vuela, ¡un auténtico placer redescubrirla tan brava! Asi que... después de cambiar su goma trasero días antes (y comerme una multa absurda cerca de casa al regresar del taller aquella mañana), partimos sin prisas, pero con ganas, hacia Juarros un sábado de agosto. El tiempo estaba algo raro pero nada preocupante. 


El camino hasta el pueblo segoviano es corto pero intentamos hacerlo siempre ameno. Puerto de Guadarrama (nada de pasar por el túnel), vieja carretera hacia Avila, comarcales... Justo al llegar al pueblo anterior a Juarros unas señoritas con petos de colores nos pararon. Se celebraba una especie de maratón "rupestre" y allí estuvimos parados más de cuarto de hora viendo como cruzaban los participantes. Algunos aprovecharon para fumar, claro (de nuestra expedición, no de los participantes). Antes de irnos uno de los "controles" nos inmortalizó en la foto de arriba. Los Cuatro Jinetes del.. Bueno, cuatro madrileños de diversas edades biológicas pero mismo espíritu, nada más.

Nuestro recibimiento en Juarros no podía ser mejor y lo pasamos pipa. La cena además fue espectacular, en casa de Rosi y su familia. Además estaban más conocidos, Antonio XSR900 y El Puli. ¡Qué bien se estaba en aquel patio cenando entre risas y buenas viandas! Luego comenzó a llover pero daba igual, saldríamos un rato, el pueblo precisamente estaba en fiestas.


Cruzamos algunas calles bajo una leve lluvia nocturna. Enseguida vi que todo Dios iba disfrazado, el ambiente era muy festivo. Nosotros no sé de qué íbamos vestidos, quizá de aguerridos motoristas algo despistados o de turistas motorizados. Había ganas de cachondeo pero decidí no pasarme (se nota que me hago viejo) ya que al día siguiente nos esperaba un domingo denso y glorioso. Otros no se cortaron y terminaron algo perjudicados (ja,ja). Como solo tomé una copa y luego un Sprite la camarera de la barra del local de la Peña dónde estábamos preguntó algo alucinada "¿¿Quién ha pedido un Sprite??" como si aquello no pudiera ser posible. Los del grupo se hicieron a un lado y me señalaron (literalmente) con el dedo, para mi vergüenza. Cabrones.

La noche no terminó excesivamente tarde y algunos hasta dormimos unas cuantas horas seguidas. El amanecer fue suave para algunos y durillo para otros. Pero enseguida sacamos las motos del garaje y pusimo rumbo a la gasolinera que hay frente a Arevalo, ya en la pista A6. Allí desayunamos debidamente y comenzamos el peregrinaje hacia La Bañeza. La mañana se puso fea mientras me acordaba de la poca ropa que llevaba yo en este viaje (vaya novedad). Luis Arminio se puso en cabeza con su BMW y todos seguimos en fila india, más o menos. Su ritmo moderado, 130/140, era suficiente aunque sabia que mi padre andaba algo inquieto a esas velocidades de caracol (para él, en autovía) pero había que almordarse al grupo, claro. Afortundamente, después de tres acelerones, ya estábamos llegando al pueblo leonés al tiempo que el cielo se abria y empezaba a brillar un sol intenso pero menos fuerte que otros agostos, cosa que agradecí.

Aparcamos en la zona alta del pueblo, cerca ya del circuito para poder llegar rápido a la zona de boxes. Enseguida el primer saludo, ¡por alli paseaba el amigo gallego Roberto de la Fuente! Luego nos metimos en aquella jauría humana (la famosa calle Armonía, la de boxes) descubriendo el fantástico ambiente de siempre, lleno de motos, gente, pilotos y ruido. Al ratillo ya estábamos con nuestros amigos valencianos, disfrutando de su presencia. Alli estaba Luis, Paqui, Segarra, Ricardo y la familia Varea, entre otros. Qué alegría verles a todos, ¡qué buena gente! Y alli estaba la RS 125 de Manu, con no demasiados patrocinadores en su carenado (aunque sí con el apoyo de la Peña "Old School"). Y por fin se conocieron en pesona mi padre y Manu, ¡ya era hora! Enseguida vimos al Mudo y a Luis Dios, entre muchos otros conocidos y amigos. En esta cita es fácil ver amigos de todos los rincones del país.


Problemas en el Warm-Up con la moto de Manu, ¡no pudo dar ni una vuelta! Edu Segarra y los demás desmontaron media Honda. Al final, puesto 18 en parrilla, y séptimo de su categoria, nada mal para no haber podido rodar antes de la carrera. En los cronos el motor se vino abajo, ¡tocaba trabajar ese rato antes de carrera! 

Antes de que salieran, busqué a Edu el navarro y demás amigos de las clásicos pero, esta vez, apenas tuve suerte, ¡no encontré a casi nadie! Tampoco iba sobrado de tiempo pues me tocó hacer de guía para los amigos de Juarros que nunca habian estado en esta prueba. A quién sí vimos fue al mítico Min Grau que no solo saldría en una vuelta de honor sino que participaria en la competitiva carrera de 2T, ¡ya sabéis la carrera con mayor número de inscritos y la que mejor olor deja al personal! Recorrimos buena parte del trazado y, carrera tras carrera, llegamos hasta la curva del mítico Sacacorchos leonés. Fue un placer ver a los demás amigos pilotos trazar las curvas del pueblo. Vi a Edu con la Sanglas, ¡qué novedad!, a Cuco y todos los demás. Me alegré mucho por ellos. Fueron bonitas carreras. Increíble lo que paso en 4T Super Series. Cuando Hermida tenia ganada la carrera, a pocos metros de meta, se le rompió la cadena de su Ducati. Aunque no dudó en empujar la moto con todas sus fuerzas perdió en los últimos metros la carrera frente a Hugo, ufff, sí, ¡así son las carreras!

Vista la hora, me fui a por unos bocatas mientras unos espectadores nos facilitaban un par de sillas, sobre todo para mi padre. De agradecer, ese es el buen rollo que se suele respirar allí. El sol seguía luciendo pero sin la temperatura bestial de casi todos los veranos, ¡se podía respirar! Empezamos el regreso a boxes...

Para la carrera final, la de Moto3/125, estábamos con el Team Varea, como siempre, y pasamos a parrilla, para dar los últimos ánimos y hacer las últimas fotos estáticas. El ambiente era increíble. Como casi siempre cuento, desde hace ya algunas ediciones, es muy dificil que las 125 sean competitivas frente a las modernas motos de 4t. Encima, como hemos contado, la Honda de Manu adolecía falta de potencia y su piloto no quería romper motor, había que terminar como fuera.


La salida fue increíble y, por lo que luego nos contó el propio Manu, las emociones comenzaron pronto pues ya en la primera curva el piloto que llevaba delante se tocó con una bala de paja y se la tiro a Manu involuntariamente, quedando debajo de su moto y pasándola por encima, de milagro, y con sangre fría. 

Sobra decir que en esta categoría ruedan realmente deprisa, de manera casi demencial, sin margen para el error. Algunos que asisten por primera vez a esta fiesta del motor tardan en asimilar el trapo al que ruedan estos valientes pilotos, ¡si no habéis visto nunca estas carreras... estáis tardando! La carrera la ganó el rápido piloto de Cartagena, Manuel Hernández, hijo de otro ilustre piloto de antaño, como muchos sabréis, sí, el piloto de "Licor 43".

Para Varea y su entorno, después de su grave lesión del año anterior, fue ya un logro terminar  (¡después de estar todo el año sin tocar la moto!, desde febrero en La Alcudia, para ser exactos, cuando el hermoso homenaje a su padre) y, como él contó, para el 2020 habrá que poner la moto en su sitio, ganar algo de potencia y coger ritmo.


En la vuelta de honor se vivió el clásico desenfreno emocional, agradecimientos y aplausos. Manu paró en la curva del parque. Como él lo cuenta:

"A la salida de esta curva de la zona del parque, el año pasado tuve la caída en la cual me llevo a estar 9 meses de baja!!!! Así que quise dedicarles mi carrera de esta manera al cuidado de los comisarios, en especial a Josechu Cebada Ramos, por el susto que les di dicho año, y lo encima que han estado de mi desde el palo que me di!!!! Gracias!!!!"


Y así termino, un año más, aquella vibrante edición de las carreras de La Bañeza, ¡ya la número sesenta! No pude evitarlo, claro, no pude evitar pensar modestamente "ojala algún día podamos volver a participar desde dentro, ¡ojala!", no hay carrera que mas me enganche en estos tiempos. Y así finalizó, como digo, aquella festiva fiesta del motor pero no terminó para nosotros aquella jornada llena de gasolina y emociones. ¡Enseguida nos tuvimos que ir! .. Habian terminado las carreras,  algunos volvían a casa (Iñigo, mi padre y los demás, desgraciadamente, no podían alargar su escapada), pero para Julito y para mi comenzaba una pequeña aventurilla rumbo al puerto de Somiedo, donde teníamos alojamiento para dormir aquella misma noche. La idea era pasar un par de días o tres por Asturias, a nuestra bola, sin ruta prefijada. 

No habíamos comido y eran alrededor de las cinco de la tarde cuando arrancamos las dos "alitas de pollo". Por la zona de Astorga, cuando llovía, sobre las seis, por fin pararíamos a comer cachopo y lo que nos pusieran por delante, después de triturar a un grupo de GSs maleducadas. Los ecos de mi estómago tronaban más que el Leo Vinci... Quedaban muchas curvas todavía aquella tarde por delante pero no lo sabiamos... Pero eso ya en el próximo post... Gracias Manu por tu ejemplo, por tu coraje y tu enorme humanidad. Siempre, siempre nos emocionas, campeón.


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...