Viajar y vivir... (parte II)

Cuando llegó el calor del verano pasado, a mitad de junio aproximadamente, las ganas de salir de ruta disminuyeron, como cada año. O tocaba madrugar mucho o salir tarde, cualquier cosa menos sufrir, jinete y motor, las más tórridas horas del día. Sin embargo, siempre hay excepciones. Una de ellas es la célebre y tradicional salida "El Día Más Largo" que organizan los amigos veteranos del MTM. Se trata de coger el sábado más cercano al día con más horas de luz del año y recorrernos un par de decenas de puertos, más o menos, alrededor de Madrid, comenzando por el norte de la provincia de Toledo o sur de Madrid hacia el norte y luego hacia el este, terminando en la provincia de Guadalajara. Casi nunca he podido participar pero el año pasado reservé la fecha que nos había mandado Jesús "Hondita" por correo, como cada temporada, para ponernos en antecedentes. 

Ha llovido mucho desde que, siendo niño y luego adolescente, iba con mi padre y sus amigos a las simpáticas invernales del MTM en las Dehesas de Cercedilla. Allí, donde conseguí mi primer trofeo, por ser el pilotillo más joven que llegó en marcha en el 84 (ilegal, con 12 años) se respiraba el auténtico ambiente rutero de la época, el de los aguerridos motoristas de la zona centro, con mecánicas de esa época, máquinas europeas la mayoría, claro, barbours y chaquetas de cuero, tiendas de campaña canadienses y sana camaradería. Algunos amigos del MTM, como Jesús y Rafa, siguen rodando y "El Día Más Largo" quizá sea su evento estrella pues reúne a muchos amigos y siempre apetece.

El año pasado, como digo, me propuse acudir como fuera. Madrugué bastante el sábado indicado, pero no tanto como ellos. Enlazamos en Aranjuez donde me recogieron y pusimos rumbo a algunos tramos muy divertidos (Villa del Prado, Rozas del Puerto Real, etc) sin apenas tráfico y una temperatura mañanera más que agradable. Luego, según iban pasando las horas y los kilómetros el calor empezó a llamar a nuestra puerta. Paramos en el bar de siempre en Robledo de Chavela, frente a la gasolinera, para descansar y disfrutar de algunas bebidas. También contábamos con Marco y Meli que habíamos añadido a la pequeña comitiva en el pueblo de Rozas, pareja a la que hacía tiempo no veíamos. En Robledo se nos unió Joselito y su Himalayan. Estuvimos de charla un buen rato y decidimos parar después en Guadarrama para comer. Así sucedió.

Después de comer nos pusimos rumbo a Navacerrada y, poco después, hasta el parking de Cotos. Lo alucinante no fue que viéramos varias vacas en medio de varios tramos de la calzada, incluyendo algunas curvas (¡vacas que espantó Jesús con su elocuencia, al parar junto a ellas!) sino que el móvil de Marco se había quedado olvidado en el asiento de la Royal Enfield de otro amigo... y ¡llegó intacto entre el asiento y el asa para el pasajero hasta Cotos! Por ello la foto que pongo justo arriba: Jesús enseñando el pasajero digital inesperado que en ningún momento había rozado el asfalto, ¡impresionante!

La jornada terminó a la caída de la tarde. Algunos en Rascafría ya nos volvimos a casa, cruzando el puerto de CanenciaJesús y algún otro participante continuaron el rutometro previsto, hasta bien entrada la zona mas agreste de Guadalajara. Un abrazo y un hasta pronto fueron la despedida de un día muy intenso y lleno de gratos momentos.

Luego llegó el mes de julio y la imposibilidad, por tercer año consecutivo de viajar hasta la mítica Stella Alpina, en los Alpes. Esta vez no fue culpa de la pandemia o de las vacunas, fue un tema laboral totalmente imposible de gestionar y evitar. La rabia fue generosa pero me prometí que en el 2023 acudiría a nuestra Stella "como fuera" sin tener muy claro que sería capaz de sacrificar para conseguirlo...

Empezamos ese mes visitando, por fin, el aclamado y super interesante museo de la moto de Alcalá de Henares donde nos esperaba nuestro Luisito "Mudo", quién fue tan elocuente como siempre, incluso más, describiéndonos cada modelo de la exposición, repito, cada modelo expuesto, o sea, brutal memoria y conocimiento... Uff, os podéis imaginar, más de dos horas de charla... Estuvimos Julito, su hermano, Dani y yo... al final unas tres horas muy recomendable. 

Y como era imposible acudir a Bardonecchia, como os contaba antes, me guardé ese fin de semana de julio para escaparme un par de días con mi XSR hacia el Norte, hacia Asturias pasando la primera noche cerca de Riaño. En el famoso pueblo del embalse se celebraba una reunión motero musical de clásicas con mucha presencia de Guzzi y marcas nacionales (el "Motor & Mountain Fest"). Había algún conocido pero el Destino no quiso que en aquellas horas pudiéramos coincidir. Los paisajes de la zona, una vez más, me dejaron en silencio durante minutos.

Al día siguiente penetré en Asturias por el emblemático y técnico puerto del Pontón (1280 ms), de tantos recuerdos para los LFs. Esta vez, obviamente, no había nieve. Salí del hostal después de hablar con una pareja de ingleses que viajaban con su flamante VFR cargada hasta los topes. "Very heavy, no?" les dije antes de despedirnos. Lo curioso fue que, media hora más tarde, cuando paré en lo alto del puerto para disfrutar de lugar unos minutos en calma escuché de repente el inconfundible sonido de esos motores..., eran ellos y pasaron a toda pastilla. En menos de un minuto ya estaba yo en marcha pero fue imposible alcanzarlos bajando el puerto, ¡memorable!


Seguí mi camino y paré de nuevo dónde veis justo arriba. Allí tengo la misma foto con la Infinita, años atrás. Luego me desvié un pelín para conocer el que llaman algunos el "Stelvio asturiano"... bueno, una rutilla curiosa llena de curvas, desniveles y montañas angulosas que ni siquiera terminé, no me gustó demasiado, quizá podían ponerle otro nombre, además tenía algo de prisa por llegar a Cangas de Onis y tomarme un buen café. Me hacia mucha ilusión volver a allí. 

Llegué enseguida y antes de tomarme el café mencionado entré en una de las tiendas de regalos más a huevo que hay en su calle principal. Pregunté en el mostrador si me podía hacer un agujero más a mi cinturón. Sorprendentemente, tenían la máquina de agujeros allí mismo, la dependienta me la entregó inmediatamente, sin decir nada. Como había adelgazado un poco iba incómodo con el pantalón. Apreté con fuerza varias veces y salí de la tienda con un cinturón más ajustado, ¡gracias!

Esa tarde me la pasé recorriendo varios puntos emblemáticos de la zona, incluyendo el famoso mirador de El Fitu. El calor apretaba, cuando dejé el mirador arranqué y seguí por esa carretera hacia la costa, pasando por Lastres, etc, y me detuvo en un garito playero de Colunga, para saborear una sidra especial y quizá picar algo. Justo en esa zona está el bonito museo del Jurásico de Asturias. 

Pasé la tarde por la zona de Llanes y me eché una mini siesta a la sombra de su muralla, como en otras ocasiones, frente a la playa de El Sablón, calita que tantos recuerdos me trae. Por cierto, en asturiano arena se conoce por "sable", del latín "sabulum", de ahí viene el nombre de esta playa urbana. Intentamos vernos Dani "el asturiano"  y yo pero al final no fue posible, una lástima. Yo ya estaba poniendo rumbo a Panes y otras localizaciones de interés cuando se cerraba la tarde, aun con luz, y llegaba a ese pueblo con nombre curioso. Pregunté en uno de los hotelitos de su calle principal y tenían disponibilidad. Avise a una amiga motera (Naza) por si nos veíamos para cenar, sabiendo que a ella le pillaba cerca desde Cabezón de la Sal. Afortunadamente, esta vez sí pudimos vernos, muchos años desde la última vez, ¡todo un placer! Cayeron algunas sidras y cuando nos despedimos pasé a ver a mi fiel compañera en el parking descubierto del hotel, allí estaba descansando la fiable y cañera Yamaha 900. A la mañana siguiente la recogí algo mojada, ¡el relente de la noche había sido brutal! 

Desayunamos bien y nos pusimos ya camino a casa, al calor, al hogar... La ruta de vuelta estaba clara: desfiladero de La Hermida, Potes y hacia el puerto de Piedrasluengas con la intención de detenernos un buen rato en su fantástico mirador. Así fue. Subiendo el puerto hasta pasé frío, me había confiado demasiado, ¡estábamos en Asturias y eran apenas las nueve y pico de la mañana!

Cuando dejé el famoso puerto y me fui adentrando más en la provincia de Palencia, hacia Cervera de Pisuerga, la temperatura ambiente empezó a subir. Los tramos todavía eran apetitosos, eso sí. Para la hora de comer, el calor ya era un tanto insoportable. Tomé un sandwich de gasolinera cerca de Valladolid haciendo balance de los dos días de escapada. Luego tiré hacia la zona de Segovia para llegar a casa cruzando el Alto del León. Hasta allí, había puesto el "piloto automático" por la autovía odiando el calor del asfalto que brota en verano. Por todo eso, cada vez que podemos durante estos meses, mejor poner rumbo al Norte, al Norte, a disfrutar de paisajes y climas benignos para el alma y el cuerpo! I'll Be Back!


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...