Y llegó el deseado 2021...


Y llegó el ansiado nuevo año, lleno de ilusiones y esperanzas, como se suele decir, esperando que la vida se normalizara un poco, dejando atrás el doble veinte... aunque con tantas fiestas era un deseo un tanto irreal, como muchos profetizamos en pleno diciembre. Y no porque seamos muy listos sino porque viendo el panorama que había en las calles del centro de Madrid (¡había que ver las luces y ese "tipo" de obligaciones!) y lo relajado que se tomaban algunos las medidas sanitarias no era complicado imaginar nuevos confinamientos... Y así fue. Solo nos dio tiempo para quedar con algunos amigos un día, el domingo 3 de enero. Desayuné en Robledo con Joselito, Pedro y el colega de la RF 900, Javi, al que no conocíamos en persona aún. Subimos al mirador de Angel Nieto y poco más.


Pasaron las fiestas y llegó la gran nevada que colapso nuestra ciudad y casi toda la Comunidad de Madrid, pero algunos ya estábamos confinados en nuestro pueblo. Pensaba en casa, mirando por la ventana: "que no nos pongamos malos ninguno, que no podemos movernos" porque la altura de la nieve en calles y acera era brutal mientras alucinábamos, durante unos diez días, con las estampas blancas que nos regalaba un enero convulso que nadie esperaba tan movido. A nivel decorativo ver todo tan blanco era hermoso pero nada más.

Mientras, los contagios se habían multiplicado y los cerrojazos de movilidad eran ya habituales. Así que me encontré con la tesitura delicada de tener moto nueva y no poder sacarla. Primero por la inmensa cantidad de nieve que bloqueaba todo, ¡brutal!, y luego por la pandemia y sus consecuencias, o sea, pleno total. Pero no nos íbamos a quejar con la que estaba cayendo... si tienes salud y trabajo en estos tiempos no te puedes quejar de nada, ni por un instante. Pero, siendo realistas, daba rabia tener las motos paradas en el garaje. Bueno, en mi caso, la "RD", porque La Infinita se quedó "incomunicada" en el taller de los amigos de EMS donde tenían el motor abierto para un mantenimiento que ya había demorado un par de años. Para febrero retornaría a casa...


Luego, en cuanto se pudo, saqué mi "RD" para dar paseos cercanos. Para la primera excursión todavía quedaba nieve en cantidades industriales por todas partes. En muchas calles asomaba un carril pequeño y estrecho donde ya se vislumbraba el deseado asfalto negro. Por las carreteras principales se podía ya circular con normalidad. La cuestión era saber si había "enlaces" disponibles entre las calles del barrio y esas carreteras limpias. Así que un lunes que tenía libre, a media mañana, me abrigué un poquito y arranqué la XSR. Salimos con cuidado del garaje (ya habíamos limpiado la rampa) y pusimos rumbo a la M-501, mi carretera de circunvalación cercana, la que va hacia Villaviciosa y Brunete, camino a la Sierra Oeste. Como imaginaba, la pista estaba muy limpia y fue sencillo circular. Al llegar al desvío hacia Quijorna me puse expectante pero, aunque se acumulaban toneladas de nieve en las cunetas y en los campos, la M-522 también estaba en muy buen estado, salvando alguna curva delicada. El sol iluminaba con algo de ganas y no hacía nada de frío, el día se presentaba acogedor para esta primera toma de contacto. Paré un rato en uno de los búnkeres que hay por el camino, llegando a Quijorna, e hice las inevitables fotos con la moto y la nieve. Postureo puro y duro. También quería detenerme para respirar el aroma del campo nevado, sin apenas tráfico. Los pulmones se llenaron de paz...


Luego llegué hasta Navalagamella y paré a tomar algo en mi bar favorito del pueblo. Me acompañaban unos ciclistas en otro mesa. Estuve reflexionando sobre lo que nos podría deparar este nuevo año. No me hacía (ni me hago) demasiadas ilusiones. Calculaba cuando podríamos aprovechar para hacer algún viaje decente, en moto por supuesto, pero lo veía lejano. Quizá para finales de primavera, si no se volvía a estropear el asunto sanitario antes. 

A la vuelta, en una "famosa" curva en bajada que tenemos por aquí, me volví a detener. Más que nada por el paisaje. Esto no se ve todos los días. Esta vez la curva no estaba salpicada con arena de la cantera cercana sino por algo de nieve. Recordé. Días antes del inicio de la pandemia y del estado de alarma, en el 2020, me paré allí con la Fireblade para tomar una foto y despedirme temporalmente de las escapadas. En aquel entonces, decidía dejarla aparcada en el garaje hasta nuevo aviso, visto el trajín que iban a vivir en los hospitales.


Ese lunes terminé comiendo con mis padres en su casa de Carabanchel y, después de lavar la moto en su garaje, quitarle la sal de las carreteras, salí tranquilo rumbo a mi pueblo aunque al final no fue tan sencillo escaparme de mi antiguo barrio. Recorrer aquellas calles fue como hacerlo por un pequeño laberinto medio nevado. A los treinta segundos de arrancar, cien metros más arriba, por culpa de las sombras no vi el montón de nieve que se amontonaba en el centro de la calzada y casi me caigo. Hubiera sido un show y me hubiera enfadado, ¡no quiero estrenar la moto tan pronto! Diez minutos después conseguí escaparme y llegar a las inmediaciones de la M40. Al final, me supo a gloria aquella rutilla blanca de apenas ciento y pocos kilómetros. Por algún sitio debíamos comenzar...

Y así, con más confinamientos semanales a cuestas, dando vueltas por mi pueblo, hasta el lavadero, la gasolinera o hasta el bar motero Daytona, se nos han consumido muchos días aburridos. Muy pocos kilómetros hasta finales de febrero, de risa. Un mono increíble se iba acumulando en el cuerpo.

Especialmente esperado fue volver a la carretera al fin, salir de nuestro entorno, aunque significara no llegar muy lejos. Quedé con Joselito y su Himalayan y pusimos rumbo hasta el mesón del Puerto, todo un clásico. Ese día comimos con mis padres en las Navas del Rey, enlazando por el mítico y pequeño (pero agradable) puerto de San Juan. ¡Había que aprovechar para socializar!


Y en pocos días me fui a por la Honda que ya estaba fetén, esperándome, en el taller de Parla. Ahora va suave, ajustada y dulce. Me toca hacerla un rodaje real pues se han cambiado segmentos, juntas, válvulas, bulones, etc, etc. Tenia ganas de encontrármela, ver cómo ruge ahora y hasta mucha curiosidad por chequear cómo me vuelvo a acoplar a su posición racing. Después de dos mil kilómetros con la XSR, cuyo manillar y postura es casi de cross, la diferencia es abismal. La sensación es algo ambigua. Me acoplé bien a la Fireblade pero mis piernas se quejaron un poco los primeros días al tener que doblarse bastante más que en la Yam. Como ahora no estiro las marchas (estamos en rodaje) tampoco estoy disfrutando de su brutalidad por lo que ese plus no cuenta ahora en la fórmula y en el balance final. Busco ratos para hacerla el rodaje y no hay problema al circular con ella. Aunque no quiero pasar de 6000 vueltas son más que suficientes para poder navegar a 150 si hace falta. El cambio va muy suave ahora. Cuando estaba el motor abierto hablamos de cambiarle también los empujadores de los piñones del cambio. Son una especie de arandelas gruesas que con los kilómetros, lógicamente, se van degastando, perjudicando el cambio de marchas. No es nada caro sustituirlos y se gana en suavidad y precisión. Me alegré un montón de añadirlo a la "lista de los Reyes".

Y así es como veo este año que arranca... Al margen de otras consideraciones que no vienen al caso, a nivel motociclista, me temo que tendremos que aprovechar las oportunidades y gestionar los "huecos" de calendario que se vayan abriendo para salir. Yo no quiero gastarme en reformas domésticas el dinero que estoy ahorrando por no salir. Yo quiero gastármelo con la familia o con los amigos por ahí. Vamos a ello...


Salud y Gasolina para todos.

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...