Viaje a Assen '09 (parte II)

Jueves 25: Etapa Clermont-Spa (653 kms).
Dormimos como lirones. Hubo alguna broma pero estos ya roncaban casi antes de apoyar la cabeza en la almohada… Puse la alarma del móvil pero no hizo falta. Pocas horas de sueño, desayuno de campeones y ganas de salir, por fin, todos juntos. Seguro que todos sabéis las cosas que pueden suceder en un viaje largo cuando el grupo es muy numeroso. Yo estaba tranquilo porque conocía a casi todos y, aunque era de imaginar que pudiera pasar alguna cosilla, ¡nada que objetar a la jornada que se nos presentaba!
La mañana amaneció fresquita mientras los chicos desayunábamos tranquilamente. Las niñas ya lo habían hecho, estaban preparando ya sus bultos (muchos, claro, son chicas), afanándose en que volvieran a coger en sus motos. Ver tantas CBRs con alforjas y tops siempre resulta curioso. Después de atar todos los bultos por fin nos dispusimos a dejar atrás el hotel. Por cortesía y confianza dejamos delante a Sam que llevaba un GPS (lo mejor para callejear o encontrar la salida). También porque Elena llevaba la CBR limitada y había que contar con ello y el ritmo que querían llevar. A nosotros no nos importa adaptarnos y menos si son amigos y gente tan motera como estos “polacos”. Aún así, es lógico que a veces sea difícil mantener la “compostura” por no hablar de las paradas (por ejemplo, los sureños de Madrid tenemos la costumbre de buscar gasolinera cuando al primero del grupo se le enciende el chivato de la reserva).
Como digo, salimos las siete motos a eso de casi las diez de la mañana. Sam y Piper marcaron el ritmo aunque, al poco rato, ella se mete a saco en una salida hacia una gasolinera. Yo entré algo apurado pero Santi, por ejemplo, tuvo que pegarse una buena plegada. ¡Por fin despiertos! Llenamos tanques y seguimos a un buen ritmo de 140/150. Lamentablemente, pocos minutos después, la “niña” repite operación (todavía no sé por qué) y esta vez no hay manera de tomar la salida detrás de ella. Santi y yo seguimos por la autovía. Les esperamos en la siguiente gasolinera, en una rotonda concretamente, pero pasan los minutos y no vienen. Como habíamos hablado de visitar el castillo de Chaumont, un poco más adelante, les mando un sms para quedar allí. El día sigue fresco lo cual se agradece. La ruta se hace agradable mientras descubrimos rutas que no conocíamos. Habría que volver por aquí con más tiempo… ¡siempre decimos lo mismo! Pasan los minutos y algo después paramos a repostar. Miro el móvil y leo que el grupo no quieren parar al final en Chaumont, que van mal de tiempo o algo así. Pues nada, seguimos tirando Santi y yo; si no nos cruzamos por el camino, nos veremos en Spa (bueno, concretamente en Malmedy, donde está el alojamiento). Reseñaros que íbamos dirección Dijon y que los peajes son habituales en esas autovías. Normalmente merece la pena pagarlos. Cerca de esta ciudad me despisto un momento y tomo una dirección equivocada (hacia el este), me doy cuenta rápido pero tarde, no hay vuelta atrás hasta... no sabemos dónde. Afortunadamente, en quince minutos largos encontramos otro peaje, damos la vuelta y volvemos al punto de origen. Qué rabia, ¡media hora perdida!

Pronto se nos olvida el despiste porque, poco después, en otro de los peajes, cambiamos de moto. Ya habíamos hablado de ello. La Fireblade de Santi me atrae desde siempre (¡qué listo!), es una pasada de moto, tendrá sus años pero sigue siendo un pepino y, para mi, una de las Honda más bonitas que hayan diseñado nunca. Pues nada, sonrío y me subo. Le advierto que voy a ir despacio, que lo último que quiero en un viaje tan largo es hacer alguna tontería que nos joda a todos estos días. Santi sonríe como un pícaro sin decir nada, sabe que soy sincero pero que tal vez no pueda cumplir esa promesa. El caso que él también quiere pillar la Fazer para “descansar” un poco y notar el brío de la pequeña 600. Salimos del peaje despacito. Enseguida me encuentro a gusto en la CBR. La postura no es nada forzada y vuelvo a maravillarme de la estabilidad que tiene esta máquina. Los kilómetros y los minutos pasan. El tráfico es muy fluido y enroscamos más de lo recomendable. Al final se enciende el chivato de la reserva, hago una seña y enseguida encontramos una estación de servicio. Paro y subo la visera satisfecho, qué gran “Honda day” me estoy metiendo entre pecho y espalda. Santi me indica que hemos hecho unos 202 kilómetros. Miro el reloj y no me lo creo, menos de una hora desde aquel peaje, uff, ¡eso no se dice niño!

Entramos a beber algo, es la una de la tarde, más o menos, no tenemos hambre pero queremos saber por dónde van los demás. Escribo y llamo pero no me lo cogen, deben estar en marcha, ok. Llamamos a casa y contamos como vamos hoy. Todo perfecto allí. Pensaba subirme a mi moto pero Santi me “obliga” a seguir con la CBR. Ok, nos “sacrificaremos” contesto. Salimos de nuevo después de revisar el mapa, con ganas de llegar a la zona de Nancy, por donde tenemos previsto comer quizá. Es increíble el poco uso del cambio que necesita la 900. Da igual qué marcha lleves engranada, siempre tira con poderío. Como se nota que no estoy acostumbrado a llevar motos grandes. Me gusta más la Fazer en ese sentido, es más rabiosa y entretenida, pero esta 900 tiene otras muchas virtudes, ¡claro!

Paramos para comer una ensaladita y una manzana, parecemos tipos sanos. Creemos que la panda anda por delante pues me decian por mensaje que estaban comiendo a eso de las dos y pico. Nuestra parada es larga, casi una hora. Salimos con ganas de encontrarnos con el “pelotón” y tiramos y tiramos, cada uno ya con su burra oficial, pero llegamos a Metz y no encontramos a nadie conocido. Curioso, el único coche que nos adelanta no es ninguno de marca alemana, ni un bonito Ferrari, o un Alfa… sino un Megane coupé antiguo (¡!) que suena de muerte. Le aguantamos un rato pero, finalmente, le dejamos vía libre. Al rato entramos ya en Bélgica donde repostamos. Aquí el sustillo del día. Echamos gasofa en una estación de esas automáticas. Pago con mi tarjeta y nos servimos generosamente, ok, pero al momento me llega un mensaje corto de mi banco, indicándome que gracias y bla bla bla y que son 125 Euros… ¡¡¡125!!! Vaya tela, y no había pedido justificante de mi cargo (unos 48 E entre las dos motos). Hacemos unas fotos al surtidor, al cajero y a mi moto por si en el futuro hace falta para alguna reclamación. Me pone de mala leche el tema pero dura poco el mal humor, la jornada va concluyendo bien, sin más incidencias negativas.
Pronto tomamos una salida de la autopista, la 49 si no recuerdo mal, y nos metemos en una zona preciosa, cercana a Malmedy. Cruzamos algunos hermosos pueblos de piedra, tapizados con laderas y prados verdes que parecen no tener fin. Poquísima gente en sus calles, algún coche aparcado, algo de ganado, un silencio violentamente sacudido por nuestras motos. Dan ganas otra vez de pararse y hacer fotos. ¡Otro día será! Uno de los pueblos parece sacado directamente de la edad media. Alucinamos cuando vemos sus muros de piedra, su especie de muralla, sus peculiares casitas… Enseguida llegamos a Malmedy pero antes vemos ya indicaciones de la pista de Spa. Algún cartel, algunos dibujos y alguna indicación… pero no pretendemos entrar hoy al circuito… Llegamos al pueblo que comento y buscamos su plaza mayor o punto neurálgico. Voy sin batería en el móvil, tenemos que entrar a un bar para tomar cervezas y cargarlo. Al rato consigo hablar con Piper. Están a solo cien kilómetros. Nos da tiempo a tomarnos algunas cañas más, ¡a Santi no le sientan muy bien las últimas!, ¿se notan los años? Llamamos a casa mientras, desde la terracita del bar, vemos el paso sin cesar de coches y motos de todo tipo. Se nota aquí también cierto ambiente racing. Madre mía, qué hariamos nosotros si vivieramos cerca de una pista a la que puedes entrar para darte rulos y más rulos. Mucha historia en esta zona de bosques. Aquí la naturaleza parece todavía algo salvaje, como poco inconmensurable. Se nota que no son nuestros bosques…

Son casi las nueve cuando viene la panda. Se les oye bien. Ya sabéis, por Europa y en paises como Bélgica la gente tiene, digamos, más ¿educación? y hablan todos en voz baja. Nosotros por poco que hablemos siempre centramos las miradas. Al final los chicos no quisieron parar a tomarse una cañita. Fuimos a buscar el curioso alojamiento que habiamos reservado meses antes: una especie de barracones ¿de guerra? muy chulos y debidamente equipados para dormir a gusto, incluyendo su tele, cuarto de estar y demás habitaciones… Luego cenita en el pueblo (casi todo cerrado) y a sobar… Otro gran día, muchos menos kilómetros que el anterior pero, creo, casi igual de intenso. Mañana más…

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