Con el habitual retraso que profeso ultimamente (a mi pesar) a nuestro querido blog (este por si hay dudas), y por lo cuál pido disculpas a mi viejos lectores (¡cómo suena eso!), arranco este post intentando comentaros lo vivido durante el otoño pasado, para seguir la línea cronológica en el punto donde se detuvo hace unos meses.
Con el otoño llega siempre un clima para mi más agradable aunque, por otra parte, las horas de luz se acortan y en ocasiones es un hándicap por las tardes, sobre todo si te pilla de viaje. Pero de casi cualquier circunstancia hay que saber disfrutar, mucho o poco, en sus diferentes facetas.
A finales del verano pasado y durante el otoño, la protagonista de mis correrías fue mi querida Fazer inmortal. Algunas noches paseamos por la Sierra Oeste, como suele ser habitual en esas fechas de agosto, disfrutando del relativo buen tiempo y de la tranquilidad que se respira a esas horas de las cenas.
Pero la cosa no quedó en unos paseos. Después de cambiarle el embrague (todavía era el original), visto que empezaba a patinar, ideamos un par de viajes con ella muy, muy interesantes.
El primero fue acudir al GP de Motorland, en septiembre, con la compañía de los dos Motos, David y Pablete, el padre con su Fazer 1000 y el champion con su voluntariosa Kawa 400.
Fue de esos viajes con "ritmo", y aunque nos paró dos veces los que visten de verde y no son mecánicos de Kawa, teníamos todo en regla y fue un viaje muy cañero y placentero. Pablete con su escaso KaVallaje nos achuchaba de lo lindo en las zonas reviradas, como era de esperar, completando unos tramos, como digo, a un muy interesante ritmo de crucero.
El problema llegó al final, cuando por la zona de Calanda, y esas rectas kilométricas soporíferas, decidimos bajar el ritmo, casi ya llegando a Alcañiz. De repente vimos un maldito Pegasus en los cielos y aun desaceleramos más pero, por lo visto, ya nos habían cazado previamente a los tres... Semanas después, tuvimos que pagar una multa muy parecida pues nos registraron a la criminal velocidad en recta infinita de 140/145 km/h, ya ves, ¡unos dementes! Lo peor fue que nos descontaron dos puntos a cada uno. Está prohibido disfrutar con cabeza, ¡esto es España, señores!
La siguiente escapada con la Fazer estaba planeada para principios de Noviembre, cuando iniciara su periplo de "vuelta a España" el amigo Juanjo (el Doc) con su BMW, con motivo de su incipiente jubilación laboral, que no motera. La idea era comenzar su vuelta al país por su vieja tierra de Almería, una zona que apenas conozco yo pero que prometía buenas visiones e interesantes tramos, sobre todo porque además enlazaríamos con la Alpujarra granaína, ¡casi ná! Lo habíamos hablado meses atrás, durante ese fin de semana lo acompañaríamos en sus primeras etapas.
Los integrantes de este viaje éramos, aparte del Doc, David y Julito de Móstoles, Antonio Triumph y el primo de David, Juan, que venía de Holanda a disfrutar de su veterano BMW GS (que le esperaba por nuestra zona) más el que esto escribe. Un buen pack de "figuras" que se prometía interesante, sobre todo también por la ruta elegida para esos casi tres días de marcha, comenzando viaje hacía Almería en esa primera etapa, durmiendo concretamente en la localidad de Vícar.
Por supuesto, antes de llegar allí, y una vez pasada la aburrida zona manchega (salvo por el encuentro con mi querida Marián y Oscar, en Manzanares, ¡a ver qué día compartimos viaje!), disfrutamos de los tramos de Gádor, Calahorra y, por supuesto, de las curvas estupendas de Sierra Nevada, ¡un auténtico pasote! Fauna y flora nos dejaron casi sin habla, hasta se nos cruzó un zorrillo. Qué sinuoso tramo montañoso, un regalo para todos los sentidos, muy recomendable. Daban ganas de parar continuamente pero tampoco se trataba de hacer eso, estábamos disfrutando en marcha, devorando aquellos virajes y desniveles. Al final nos detuvimos casi todos en un mirador muy bonito, el del pueblo de Picena. Huelga decir que yo jamás había pasado por allí ni en cuatro ni en dos ruedas.
Nos detuvimos en algunos parajes que me dejaron casi extasiado, incluyendo el observatorio de Calar Alto, una pasada de localización y un gran lugar para los amantes de la astronomía, por supuesto.
Para diciembre nos quedaba un "reto" que muchos años no cumplimos por un motivo u otro: volver a Arguis. Esta vez las ganas por reencontrarnos con el veterano Kiko de Barna, viejo colega de mi padre, y compañero de alguna Stella Alpina, me hizo replantearme la misión de llegar como fuera. Al final hasta nos colaron en su alojamiento por lo que no había excusa para no ir. También había ganas de volver a Arguis para ver a Gregg que acudía en compañía del bueno de Pablo.
Después de una super comida brutalmente exagerada en calidad y cantidad (juro que hacia años que no comíamos tan bien, combinando con tanta elegancia la exquisita cocina del lugar con una enorme cantidad de viandas y aperitivos), no sé cómo, los cinco o seis participantes (no recuerdo bien por culpa del buen Somontano paladeado), conseguimos subirnos en nuestras respectivas monturas, ya casi de noche, y llegar al hotelito de El Capricho, en Arguis, donde aparcamos y dejamos los bultos en las habitaciones comunitarias. Enseguida nos encontramos con nuestros admirados Gregg y Pablo; buenas horas de charla cayeron luego.
Antes, la visita a la zona del fuego y acampada no fue excesivamente larga pero me encantó ver ese ambiente de "fuego de campamento" tan anacrónico, lleno de camaradería, parrillas al fuego, vinos, orujos y buen rollo entre los "vikingos" allí reunidos. Junto al pantano inmutable la mente siempre se escapa un poco al pasado y rememora noches gélidas que, yo creo, apenas existen ya por estos lares. Es curioso que la decana de nuestras concentraciones siga con buena salud sin apenas modificaciones. Es curioso y gratificante, por supuesto, pues espero que jamás se convierta en un circo mediático o festival musical como tantas otras que, al final, monetizaron nuestros viejos sentimientos en pos, claramente, de un famoseo y de unos beneficios mercantiles que, a algunos, nos producen rechazo visceral.
Y para terminar el año, y este largo post, comentar brevemente que volvimos a reunirnos el 31 de diciembre en nuestra querida Cruz Verde para despedir el año y desearnos un gran nueva temporada. Esta vez, como siempre, corrió la sidra que algunos llevábamos y alguna otra bebida popular. Este año no hizo casi nada de frío y lo pasamos en grande a lo largo de la mañana. Todos deseábamos una 2025 lleno de felicidad, salud y gasolina... ¡amén, que así sea para todos!
2 comentarios:
Fue un año de buenas salidas con buenos amigos y buenos recuerdos, no hace falta recordar que a 120 se va muy bien a más velocidad te cae la papeleta, para el homenaje de tu padre lo tenía programado pero me salieron problemas familiares, en Arguis esta vez ya nos encontramos me alegre mucho de verte y como han pasado los años, muy buena tu explicación del Hostal El Capricho, bueno haber si nos vemos este año en Arguis pues para mi serán 40 años axistiendo
Alli nos veremos! Hay ganas!
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