He llegado en marcha por la mañana al circuito, hacía un frío del carajo, pero ya sale el sol, es el día de San Isidro y frío no pasaremos precisamente. Descubro por primera vez la pista desde dentro. Su famoso “garrote”, el viraje de “la cafetería”, su chicane, etc, estoy feliz. En una tanda, antes de comer, cometo un error entrando largo en la curva de derechas anterior a la chicane y salgo a la grava rápido, freno de atrás pero la moto se hinca de morros con poderío y salgo volando unos metros. Nada, solo el disgusto de volver a arañar mi querida Fazer. Seguimos todo el día dando vueltas, intentando descolgarme como casi diez años antes con la Kawa, luchando por seguir la rueda de Santi y su hermano Paco a lomos de sus preciosas Fireblade 929. Volvemos contentos por la tarde a casa. Casi a la hora de cenar me quito el mono repasando esas dos últimas semanas tan bayetas. Balance: primera quincena de mayo algo “accidentada” pero solo en lo material, mejor. Agradable regalo con olor al pasado…. ya no somos chavales, en mi caso 35, pero durante ese mes parece que tenemos la “suerte del campeón”, la magia de cuando teníamos veinte, quince o diez años, es decir, cuando, pasase lo que pasase, pocas veces te hacías daño. O dicho de modo épico: de cuando mis amigos y yo éramos prácticamente invencibles (y, por ende, inmortales)…
Sí, sin duda. Hubo una época en que, salvo dolorosas excepciones, pocas
veces teníamos que lamentar una desgracia o tirarnos mucho tiempo
convalencientes. Parecíamos de goma... pero no era solo eso. El
angel de la guarda hacia horas extras, sin duda, algo así porque si lo pienses
detenidamente es difícil encontrar una explicación racional. Quizá cuando creces te abandona
un poco ese protector, visto ya hasta donde has llegado… pero de joven, cuando todas las
opciones están abiertas quizá nos sobreproteje para que podamos ir haciendo camino, no lo
sé… en todo caso, antes y ahora, como dice el dicho, no corras más que tu angel
de la guarda. Sin esa ayuda algunas cosas hubieran sido distintas, estoy
convencido. Y no porque fueramos unos auténticos descerebrados sino porque hay
tantas variables en el infinito tráfico diario que era increíble que casi nunca
nos pasara nada.
No solo era en el día a día, también en los viajes o, sobre todo, cuando salíamos los domingos de curvas. Recuerdo por ejemplo, una mañana por Navacerrada, con
los dos Jorge (GSXF750 y FZR600/ThunderAce), iba yo primero
en ese momento y adelante a un camión que, justo en ese instante, inició un giro no señalizado
hacia su izquierda. Un segundo más tarde y no lo habíamos contado… o aquellas famosas vacas de
Morcuera que encontrábamos divertidos después de una curva ciega… a una
compañera le aplastó su coche camino a su casa en Segovia, por cierto… nosotros jamás tuvimos un
choque con ellas pero sí que pasamos algún apuro serio. Pocas veces mirábamos la presión de las ruedas, y lo de ir vigilando el dibujo de la cubierta era algo de lo que me acordaba de estación en estación, "igualito" que ahora... Todo era más simple y visceral, ventaja de no tener miedos de ningún tipo, el mundo está ahi para conquistarlo... y lo hacemos.
Por cierto, fueron esos años en que los amigos moteros de mi padre y los
míos iban normalmente por separado, aunque a veces coincidían. La mezcla era
fantástica. Les unía obviamente el amor a la moto pero, logicamente, habia algunas diferencias. Estaba bien
viajar así o salir de curvas con tanta diversidad. Siempre nos mirábamos en ellos, respeto jamás faltó. Luego, por lógica, empecé
a salir más con gente de mi edad, década arriba o abajo, porque la verdadera
edad ya sabemos todos donde está grabada a fuego. Quizá esa “etapa”, quizá esa áura de invecibilidad desapareció a
principios del milenio, cuando compramos la Yamaha, en el 2003, más o menos cuando algunos grandes como Barry, el piloto de las siete vidas, Kato y D.J. desparecieron de este mundo de manera prematura. (Aquí una bonita foto cedida por Paco Peña, Eastern Creek - 1991, donde aparece con el mítico siete y con Aspar.)
La edad y las responsabilidades pasan factura
a casi todos, son los escalones del camino, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Algo que sí cambia
irremediablemente (sobre todo en España) es el parque móvil motero. Salvo
grupos de viejos rockeros es imposible no notar, incluso en fotos, como
¿evolucionan? las motos…Hace apenas quince años no era raro volar bajo con una boxer
de litro, una Le Mans, una Zephyr, una VFR, una antigua FZR, una sencilla GS500 o con una preciosa XJ600. Máquinas que
ahora casi parecen objeto de exhibiciones exclusivamente. Pero no, señores, no habia nada de especial en ello. Y sus propietarios no eran
supermanes, ni llevaban bonitos monos de cuero, ni botas galácticas, ni cascos de
astronautas, ni gomas casi de circuito (por ejemplo, los "miguelines" Macadam eran
perdurables y duros pero nadie se quejaba) eran simplemente fruto natural de
esos tiempos, como ahora, muchos moteros son producto de los tiempos que vivimos
donde, si no llevas bajo el culo un mínimo de 120 CVs, parece que vas en una
"utilitaria" .. y entonces me río de cojones.
Por ejemplo, hace apenas unos meses, en Semana Santa, con la
excusa de que bajaba a la zona centro el gran Peter Blue del MCZE, nos reunimos
una buena banda de “enfermos", buena gente, para hacernos una ruta muy interesante. Visitamos el camping de El
Escocés en Hoyocaseros para rematar una jornada entrañable, llena de niebla y
de sol. Uno de los que vino, gran tipo, Juan Carlos, apareció con su CBR600F del 93.. y con medio carenado desmontada, ¡vaya "look",
diría algún moterillo modellno! No había
que ser muy listo para saber que, precisamente, con esos "antecedentes" el amigo
era un verdadero quemado... y ya creo que lo era. Y eso que era un día
en plan excursión, tendremos que repetir ruta pero con menos feeling turístico... Como decía mi padre y, creo, que también Pérez-Rubio, "yo me preocuparia más de los de barbour roído que de los de vestimenta impoluta"..
No nos quejamos, aunque algunas cosas cambian. Otro año lleno de descubrimientos, hermosa primavera road race nos hemos metido entre pecho y espalda, agradable, muy agradable haber descubierto durante estos meses a dos motoristas geniales, Marco (¡y Meli!) y a Luismi, ¡como van y cuanto saben!, sin olvidar a nuestra vieja amiga, Sara, que cada año va más fuerte y segura, ¡a cuantos tios deja atrás! y a nuestro Chema, el inmortal, genuino veterano que ha visto y vivido de todo en nuestro mundillo. El, tan modesto, no lo reconocería, pero si un día escribe su biografía o un libro sobre el noble arte del motociclismo seré de los primeros en leerlo. Aquí una bonita foto con todos ellos un día de mayo, en pleno descanso de un curioso y divertido TT por tierras toledanas (más Miguel "el abuelo" al fondo, otro caso de psicólogo cum laude, pero en el fondo le queremos, y lo sabe, ja,ja)...
Como decíamos en el anterior post, con los años uno se hace selectivo, te juntas con los que te gustan, punto. Y aunque se va rápido, se va relativamente seguro, dentro de lo que nuestra actividad permite… y es la combinación adecuada, la que buscamos, la ideal, rodar rápidos pero con seguridad, no jugándotela en cada milla. Pero no siempre los grupos son tan homogéneos… y a veces es inevitable recordar, sin mencionar nombres ni dar detalles, claro. Hace apenas unos años, recuerdo un grupo de amigos y conocidos que quedamos en una gasolinera para preparar un "Gredos Trophy". Entre los que no conocía, había dos chavales jóvenes con dos deportivas de 600. Jóvenes pero maduros, y con buenas manos. Arrancamos con ganas y enseguida salieron zumbando el trío racing que iba en cabeza (un amigo muy rápido y los dos jóvenes que menciono). Seguir a esos tres era complicado, apenas lo conseguimos en algunos tramos. Sin intención de querer analizar o juzgar a nadie, “algo” me dijo a lo largo de la jornada que el día que esos chavales tuvieran un percance se harian daño. Por fortuna pasamos una jornada increíble, rápida, satisfactoria; el único susto fue el camión de la paja que venia por la carretera mientras estábamos posando en ella para una foto memorable en Venta del Obispo, ya en Gredos. A la vuelta, estorbé en la zona revirada de Navaluenga (conocéis muchos el lugar, la "ruta del huevo frito") con mi Fireblade a uno de los chicos que pilotaba su 600. Recuerdo que el tío, educado y prudente, cuando paramos en un cruce poco después, hasta se disculpo por adelantarme. ¡Nada que disculpar, te estaba molestando, tenia que haber arrancado detrás de ti! Por desgracia, este piloto tuvo un grave accidente meses después por aquella zona. No sé el motivo, seguramente fue un pequeño despiste o una interferencia ajena, casi da igual, pero cuando se va al límite o muy cerca apenas queda margen de maniobra ante los imprevistos. Fue lo que pensé el día que rodamos por Gredos, apenas dejaban margen, o esa era la menos la impresión que me daban en cada curva... Ese margen, ese matiz es justo la diferencia que apreciamos ahora, la clave que abre la puerta casi siempre.
No nos quejamos, aunque algunas cosas cambian. Otro año lleno de descubrimientos, hermosa primavera road race nos hemos metido entre pecho y espalda, agradable, muy agradable haber descubierto durante estos meses a dos motoristas geniales, Marco (¡y Meli!) y a Luismi, ¡como van y cuanto saben!, sin olvidar a nuestra vieja amiga, Sara, que cada año va más fuerte y segura, ¡a cuantos tios deja atrás! y a nuestro Chema, el inmortal, genuino veterano que ha visto y vivido de todo en nuestro mundillo. El, tan modesto, no lo reconocería, pero si un día escribe su biografía o un libro sobre el noble arte del motociclismo seré de los primeros en leerlo. Aquí una bonita foto con todos ellos un día de mayo, en pleno descanso de un curioso y divertido TT por tierras toledanas (más Miguel "el abuelo" al fondo, otro caso de psicólogo cum laude, pero en el fondo le queremos, y lo sabe, ja,ja)...
Como decíamos en el anterior post, con los años uno se hace selectivo, te juntas con los que te gustan, punto. Y aunque se va rápido, se va relativamente seguro, dentro de lo que nuestra actividad permite… y es la combinación adecuada, la que buscamos, la ideal, rodar rápidos pero con seguridad, no jugándotela en cada milla. Pero no siempre los grupos son tan homogéneos… y a veces es inevitable recordar, sin mencionar nombres ni dar detalles, claro. Hace apenas unos años, recuerdo un grupo de amigos y conocidos que quedamos en una gasolinera para preparar un "Gredos Trophy". Entre los que no conocía, había dos chavales jóvenes con dos deportivas de 600. Jóvenes pero maduros, y con buenas manos. Arrancamos con ganas y enseguida salieron zumbando el trío racing que iba en cabeza (un amigo muy rápido y los dos jóvenes que menciono). Seguir a esos tres era complicado, apenas lo conseguimos en algunos tramos. Sin intención de querer analizar o juzgar a nadie, “algo” me dijo a lo largo de la jornada que el día que esos chavales tuvieran un percance se harian daño. Por fortuna pasamos una jornada increíble, rápida, satisfactoria; el único susto fue el camión de la paja que venia por la carretera mientras estábamos posando en ella para una foto memorable en Venta del Obispo, ya en Gredos. A la vuelta, estorbé en la zona revirada de Navaluenga (conocéis muchos el lugar, la "ruta del huevo frito") con mi Fireblade a uno de los chicos que pilotaba su 600. Recuerdo que el tío, educado y prudente, cuando paramos en un cruce poco después, hasta se disculpo por adelantarme. ¡Nada que disculpar, te estaba molestando, tenia que haber arrancado detrás de ti! Por desgracia, este piloto tuvo un grave accidente meses después por aquella zona. No sé el motivo, seguramente fue un pequeño despiste o una interferencia ajena, casi da igual, pero cuando se va al límite o muy cerca apenas queda margen de maniobra ante los imprevistos. Fue lo que pensé el día que rodamos por Gredos, apenas dejaban margen, o esa era la menos la impresión que me daban en cada curva... Ese margen, ese matiz es justo la diferencia que apreciamos ahora, la clave que abre la puerta casi siempre.
Y termino con un ejemplo memorable de los figuras que todavía te puedes encontrar por el mundo. Hace un par de veranos, en Asturias, con Toroloko y Bettor,
cerca del famoso desfiladero de la Hermida alcanzamos a un tipo con una veterano honda CB750 de
principio de los años ochenta (¡aqui la foto!)... ¡¡cómo iba el pájaro, chapeau!! Complicado
pasarle, mucho, con seguirle era suficiente, al tiempo que crecía nuestra admiración hacia su jinete. Después de ver esas cosas te dan ganas de
bajarte de tu moto moderna y darle tus llaves, o dicho de otra manera, gritando, ¡olé!, ¡todavía cuentan más las manos que la máquina!, todavía cuenta más el indio que la flecha, ¡amén!
A pesar de estas reflexiones nada hay seguro, por supuesto, apenas tenemos casi nada controlado en nuestra vida, tampoco encima de la moto, sobre todo en carretera abierta, donde nos criamos. De ser valencianos imagino que habriamos quemado adrenalina en sus multiples carreras urbanas pero aqui, en el centro, solo teniamos el Jarama, y no teniamos un duro. Nos salvó nuestra querida y hermosa sierra, incluyendo la famosa "Vuelta a los Puertos" que se inventó mi padre en los años 70 y que algún día detallaré, merece la pena conocerla. Luego se popularizó de mala manera la conocida y emblemática "Cruz Verde" y muchos apostaban por coger en marcha monedas tiradas al suelo. Empezó el demasdre y las desgracias, justos pagaron por pecadores. Los locos años ochenta y noventa...
Hace un par de veranos, viniendo de saludar a los amigos que estaban en el camping de Hoyo de Espinos, volviendo alegre, en una de las rectas infinitas que te acercan al Barraco una sombra desde lo alto me distrajo un segundo completo. Cuando baje la mirada tenia una curva cerca, demasiado. Gracias a la ayuda extra del freno trasero pude entrar en ella. (Cosas de las motos de mil, en cuanto te despistas estás en el hiperespacio). Quedo en una anécdota, como tantas, para el libro de la vida, pero sé que de no haber entrado al final en esa curva me hubiera hecho mucho daño. Otro aviso, otra anécdota.
Hace un par de veranos, viniendo de saludar a los amigos que estaban en el camping de Hoyo de Espinos, volviendo alegre, en una de las rectas infinitas que te acercan al Barraco una sombra desde lo alto me distrajo un segundo completo. Cuando baje la mirada tenia una curva cerca, demasiado. Gracias a la ayuda extra del freno trasero pude entrar en ella. (Cosas de las motos de mil, en cuanto te despistas estás en el hiperespacio). Quedo en una anécdota, como tantas, para el libro de la vida, pero sé que de no haber entrado al final en esa curva me hubiera hecho mucho daño. Otro aviso, otra anécdota.
Termino antes de que es os canséis... No, ya no somos invencibles, mucho menos inmortales, ya no nos salimos siempre con la nuestra…
pero puedo jurar por San Brembo y por mis hijos que durante muchos años estuvimos tocados por una varita y, sin exagerar, puedo asegurar que, de alguna manera, sí lo
eramos.
Un pequeño consejo para los más jovenes: disfrutad las ventajas de la juventud, de la energía vital que reina durante esos años, de la varita mágica que muchas veces acompaña nuestras correrías. Aunque la verdadera edad se lleva dentro, marcada por el espíritu, y aunque hay cosas que mejoran con los años, como el buen vino, hay otras que se pierden para siempre.
Salud y gasolina para todos.
"HACIA LA INMORTALIDAD Y LA ETERNA JUVENTUD" (epitafio de Julio Verne)
1 comentario:
El ángel de la guarda existe. Yo tengo uno humano al que a veces, en broma, le pido que se toque las alas. Jajaja. La moto es peligrosa. Claro que lo es. Pero la prudencia crece con el paso de los años. Que podamos disfrutar por siempre de ella.
Mientras..... Me auto nombro fan número uno de tus escritos
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