Zamora, las clásicas... y los clásicos


Se estrenó el mes de septiembre y pusimos rumbo a Zamora, a la bonita fiesta de las clásicas que disfrutamos dos años con nuestra Ossa. Buenos recuerdos, buena organización y un trazado divertido. Balance positivo aunque durante la última visita en 2016 terminamos con sabor agridulce. En la penúltima tanda se cascó la primaria del motor y no terminamos bien la jornada. Desde entonces no habíamos vuelto al polígono de La Hiniesta. 

Días antes de la nueva visita, nos reunimos por fin con nuestro amigo Tyto en el bar Daytona de Fuenlabrada. ¡Hacia tiempo que no nos veíamos! y, además, había buenos motivos para el reencuentro, ya lo creo. Estrenaba moto y nos presentaba a su pareja, Mónika, una chavala simpática y motera. La moto nueva era increíble, una preciosa BMW 1200 de segunda mano pero muy cuidada, impoluta, sin un arañazo, muy mimada. Con ella desde luego podrían viajar lejos y de manera cómoda. Eso sí, su mítica Suzuki DR 650 seguiría en el garaje. A la cenita se apuntaron mis padres y el tema de Zamora surgió enseguida. Tyto y Mónika se apuntaron rápidamente a la escapada, ¡estupendo! También se vendría el "pequeñín", Alvarito, con su Triumph. Aunque no había dado tiempo de hacerle el reglaje de válvulas pendiente a mi querida FZR decidí sacarla y disfrutarla ese domingo.


La fecha no era muy buena, era justo el domingo de vuelta de vacaciones estivales, lo que significaría sin duda mucho tráfico y mucho control por parte de nuestros "amigos" de la DGT aquella tarde, sobre todo desde los helicópteros (mala combinación con mi padre por autovía). Para ir a Zamora tampoco podíamos circular por muchas comarcales precisamente (si queríamos llegar a una hora prudente y disfrutar de las tandas, claro), solo la mitad del camino pasaba por carreteras nacionales y un único puerto, el de Guadarrama.

Quedamos en la gasolinera Cepsa pasado Villalba, en la AP6, dónde tantas veces. A una hora temprana, allí nos reunimos todos los expedicionarios previstos (aunque algunos echamos de menos a Racing Rous). Mi padre con la Fazer y yo con la abuela de esa moto (mi FZR) llegamos los primeros. Repostamos y compartimos un donut. El tiempo era estupendo y había ganas de rodar. Teníamos ganas de ver a los amigos zamoranos, al Mudo, a los clásicos como Andrés "Champi" y a Joselito que andaba cerca, en su pueblo, Toro. Arrancamos con alegría para hacer el fabuloso puerto de Guadarrama (aunque está ahora plagado de radares) y bajamos hacia San Rafael para encarar la vieja carretera de Avila y tirar como si fuéramos a La Bañeza o a Juarros de Voltoya. La idea era parar poco después en el mesón de Ataquines, como tantas ocasiones, para desayunar "decentemente". Hasta allí fui muy contento con el rendimiento de mi oldie aunque, como era predecible, se notaba su falta de aceleración que no de velocidad crucero. No tardamos mucho en llegar a nuestro mesón "fetiche" y dar buena cuenta de sus delicias. Mi padre pidió su ajo para estrujarlo en el pan con tomate, el desayuno de los campeones. Nadie paso hambre, doy fe, ja,ja...


Llegamos a meta en "dos acelerones" y aparcamos en la parte alta del circuito, ya dentro del polígono. Gracias a las maletas de las dos motos turísticas de nuestros amigos hasta pudimos dejar los cascos guardados, de lujo. Bajamos andando la cuesta por la que me tiré con la Ossa tres años antes para arrancarla (cuando se quedó el acelerador pillado y casi me estrello). Pronto vimos las carpas. Daba la sensación que había menos pilotos y menos público que otros años, así era. También nos contaron, a lo largo del día que había habido fricciones graves dentro de la AMZ, el organizador del evento, una lástima. Enseguida vimos a "Champi" que nos enseñó su preciosa Gilera KZ 125. También localizamos al Mudo que siempre va a este evento en tren, cosas suyas. Nos desplazamos hasta la curva de entrada a meta para disfrutar un buen rato de las motos en marcha, ¡qué delicia! Había menos motos que otros años pero entre ellas sí contábamos con auténticas joyas, no esperábamos menos, la verdad. Os pongo algunas fotos:


Inevitable pasar un poco de envidia observando a todos aquellos pilotos rodando por esas calles con sus queridas doncellas. Yo todavía no había vendido mi Ossa pero no teníamos logística disponible esta vez, ni apenas sitio donde guardarla durante los últimos meses, ni nos habíamos propuesto este año participar... Luego fuimos, inevitable también, al bar del "paddock" a "lubricarnos" un rato, aunque no hacia demasiado calor.
 

Luego más encuentros agradables y más charlas. Primero con Joselito que por fin llegó desde Toro, luego con Celes de la AMZ, quién nos contó por encima el ambiente caldeado que habían pasado meses atrás dentro de la asociación... me quedé atónito. ¿Realmente no hay moto club o similar en el mundo del motor que no termine a tortas entre sus miembros?


Para comer hicimos caso al Mudo y nos acercamos a un hotel restaurante "racing" que él conocía, por el centro de Zamora. Su nombre era familiar, ¡"Jarama"! Pudimos elegir entre tropecientosmil platos diferentes, de traca, aparte de disfrutar de su decoración dedicada a nuestro querido circuito. Se nota que Angel Nieto nació allí (¡en esa ciudad, no en ese restaurante, quiero decir!). Otra comida divertida entre amigos antes de ponernos el casco y salir hacia Madrid.

La vuelta seria menos ligera que la ida. Repostamos antes de llegar a la A6, en algún lugar cercano a Toro. El sol todavía brillaba. En cuanto llegamos a la pista comenzamos a ver muchos coches, tráfico denso pero fluido todavía. Cuanto más nos acercábamos a la zona Tordesillas, más y más vehículos se juntaban en la pista, volviendo de sus vacaciones.. En los cielos se adivinaba la presencia de "Big Brother" pero todavía yo no había visto nada que volara con humanos dentro (buscar posibles drones no entraba dentro de mis posibilidades visuales). Regresábamos a un ritmo pausado de 120/130 o incluso menos. Imaginaba cómo iría sufriendo mi padre a ese ritmo, y durante un buen rato, avivamos un poco más nuestra marcha llegando solos hasta, más o menos, Arévalo donde el tráfico ya era realmente intenso. En ese momento volví a mirar a los cielos y descubrí un lejano helicóptero que hacia una especie de giro amplio por nuestra derecha, hacia la carretera. Me pregunté si nos habría observado minutos antes, desde atrás; habríamos sido presa fácil. (Pasaron los meses y no llego ninguna multa, bueno, a mi padre sí, pero del tramo Zamora-Toro, por pasar alegre bajo algún radar que no vimos).

El tiempo empezó a nublarse. Por fortuna, pronto saldríamos de la pista para volver a coger la carretera vieja de Avila. Asi fue. Paramos en Villacastín, el bar de la carretera. Me quedé un rato de pie esperando ver a las dos motos que faltaban. En unos minutos llegaron y tomamos unas bebidas en aquella terraza mientras el cielo se ponía realmente feo y gris. Como ultimamente me pasa, apenas llevaba ropa de abrigo conmigo, ¡error!, así que pensé que tenia alguna papeleta para llegar a casa costipado. Sobre todo cuando, después de repetir consumiciones, comenzó a chispear.

Arrancamos por fin y empezó a llover con ganas. Seria mi primer tramo "flag to flag" con la FZR, que seguía, por cierto, comportándose de maravilla. Desde luego, aunque alguno me mire (o me lea) "raro" es toda una moto para viajar (el portaequipaje lo tenía guardado). Su gran cúpula y su carenado protegen más de lo que imaginas en teoría sabiendo que se trata de una moto deportiva. El matiz es que es una R antigua, por lo que el estándar de ergonomía que presenta la moto es, ahora, en estos días, casi de moto turística convirtiéndola en una divertida moto de sport-turing (al menos, para mi estandar) con un chasis que era de carreras (campeona de España a la primera, en 1994, con el gran Gregorio Lavilla). Tanto el sillin, la posición del manillar por encima de las tijas y la localización de las estriberas te lo ponen fácil para consumir más y más millas sin cansancio. En efecto, iba  super cómodo, más que en la Fireblade, parecía que no nos habíamos tragado ya unos cuantos kms aquel domingo. Para algún futuro viaje sí le montaríamos de nuevo el porta que desmontamos para entrar al Jarama en junio.

Luego escampó un poco y el viento nos fue secando el cuero. Creo que fue el típico tramo dónde corrimos más que las nubes negras de cielo (la vieja teoría de mi padre cuando llueve o graniza y tienes pista abierta por delante... y unos cuantos CVs bajo el culo, claro). Abordamos con ganas el Alto del León pero, como era de esperar, también presentaba tráfico. Llegamos a casa una hora larga más tarde, sin más novedad. Un viaje corto y fácil pero muy ameno y agradable, salvo los minutos de atasco. Fue una bonita manera de comenzar el mes de septiembre. Pronto llevaría al taller a mi "abuelita" de 600, tenía más ganas de hacerlo y recuperar su aceleración que ella misma. Y así fue. Pero esa es otra historia...

Un placer volver a ver a tantos amigos en Zamora ¡y compartir ruta y mesa con Tyto & Mónika! (Con Alvarito también, claro, pero al "pequeñín" le tengo más visto, ja,ja). Me despido con una foto de esa mañana, casi a primera hora, en la parada obligada en Ataquines. En primer plano la flamante BMW celeste de Tyto...



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