Cullera, olor a carreras...


Hacía meses, quizá demasiados, que no organizábamos un encuentro de "Grillaos del TT" en algún lugar de la península. Habíamos comentado varias veces en el grupo que la próxima kedada se celebraría a orillas del Mediterráneo. Por otra parte, hacía tiempo que tenía ganas de conocer el "Moto Tapas", el emblemático bar lleno de motos, cascos, monos y recuerdos de grandes pilotos, ubicado en la histórica localidad motera de Cullera, junto a la playa. Sinceramente, ¡no se nos ocurría mejor escenario! Así que fuimos hablando del evento y ya por mayo hicimos la reserva. Eramos unos quince en principio, con la asistencia especial de Victor Ortega, el amigo que iba a participar por primera vez este verano en el Manx TT de la Isla de Man, ¡¡casi ná!!


Fijamos la fecha del encuentro para el último sábado de Junio, no había muchas más opciones.  La idea era, para nosotros, salir el sábado por la mañana, pasar una noche por allí y volver a casa el domingo. Los precios para alojarse en Cullera eran abusivos, así que terminé reservando una habitación triple en Alzira, el pueblo de "Aspar", mucho más barato y a corta distancia de la playa y del local donde habíamos quedado los "Grillaos". Digo triple porque de Madrid iríamos mi padre, Julito y yo. De Barna, al final, no bajaban ninguno de nuestros amigos "Tortugas", una lástima, tampoco Quim, y de los Moclava no estaba claro si vendrían a la cena aunque ya habíamos quedado con Paco Motos para comer con él ese sábado en Requena. Con Manu Varea también habíamos quedado pero le salió un trabajo eventual para esos días y, sintiéndolo mucho, me lo confirmó aquel mismo sábado: no podía escaparse. Tampoco pudieron venir Toni Escuder y Rafa Arnal.

Sería el primer viajecito con mi FZR. Después de las tandas del Jarama ya sabía como respiraba y ahora solo quedaba probarla durante unos cientos de kilómetros (de aburrida autovía, eso sí) junto a la Fazer y la CBR de Julito; vaya, todos con motos de 600. Por desgracia, no hubo tiempo material para levantar la culata y hacerle el reglaje de válvulas por lo que su aceleración seguía siendo pobre aunque, una vez lanzada, la moto cogía sin problemas muy buena velocidad de crucero. Por lo demás, la moto iba cañón. Agil, noble y hasta estable a gran velocidad, poco que objetar. 

Esa semana escuché por la tele que se acercaba una ola de calor para el weekend, ¡"fantástico"! Si ya lo paso mal en verano con un plus de ese estilo sobrevivo realmente mal. Resignado salimos sin madrugar tomando la carretera de Valencia aquel sábado soleado, como tantas veces. Mi padre se puso delante, marcando el ritmo. Y como siempre, pasando olímpicamente de restricciones legales, con nosotros detrás acojonados cuando vemos como pasaba sin aflojar por debajo de esos arcos que vemos por las autovías que, en ocasiones, llevan cámara incorporada... Nos detuvimos más tarde para repostar. O mejor dicho, para beber todo lo que encontramos en la gasolinera. Sudaba como un pollo en el horno. El calor era sofocante, al menos para mi, solo quería beber agua y pasar de los ciento veinte por hora una vez en marcha para que el aire, aunque fuera cálido, me pudiera "refrigerar" un poco. Menos mal que no iba con la Infinita aquel día...


Julito y yo intercambiamos monturas unos kilómetros y aluciné con el estado de su neumático delantero (sic), menos mal que le convencí de que lo cambiara en breve a la vuelta. Estaba sin dibujo y ya cuadrado, de traca. Cuando llegamos a Requena el calor parecía que fundía literalmente el asfalto. La flema era horrible. Eran las dos de la tarde, más o menos, y ni un nube en el cielo, claro. Pero no nos quejamos demasiado, para qué... Paco vino a buscarnos a la calle donde habíamos parado, en algún lugar del pueblo. Y de su coche sacó una bolsa isotérmica con botellas de agua fría, ¡qué detalle! Alucinaba mientras sonreía, diciendo que estábamos mal de la cabeza para viajar con aquellas temperaturas... Enseguida, guiados por Paco, comimos opíparamente en un bar del pueblo donde, mira tú, en otro salón, celebraba un grupo bien avenido de mozas jóvenes una despedida de soltera bastante sonora. No hace falta insistir que no tardamos en visitarlas educadamente, después de tomar nuestro postre. Hasta hicimos alguna foto divertida. Ni nos echaron de su fiesta ni nos invitaron a sentarnos, fue un termino medio, pero estuvo bien. Mi padre fue el que mejor se lo paso ese rato y el que más interactuó con el grupo. Por un momento pensé, si nos dan cancha la cena racing la dejamos para otro día, ja,ja...

Era ya algo tarde cuando salimos del bar de Requena y pusimos rumbo a Alzira y luego a Cullera. Mi idea de pasar por los pueblos, huir de la autovía y hacer menos millas fue un error, nos comimos muchos semáforos. La temperatura de los motores subía y subía... yo iba sufriendo lo indecible, temeroso de que alguna moto se parara por "aburrimiento". Al llegar a Cullera tuvimos que preguntar para orientarnos... y un tipo con custom nos indicó mal. Después de algunas vueltas conseguimos ver unas palmeras y la playa, y allí estaba por fin el famoso establecimiento racing. Fuimos de los últimos en llegar. Todos estaban en la acera, hablando, cuando aparcamos las motos sobre ella. Nos presentamos y pasamos todo el grupo de comensales a la terraza del establecimiento. Por fin había caído el sol un poco y se podía respirar. Paco consiguió por fin aparcar su coche y se unió, brevemente, a la velada. Lamentablemente tenía compromisos que atender y, muy a su pesar, no pudo quedarse a la cena, ¡cachis!


Fue un auténtico placer conocer por fin en persona a tanta gente maja, sin exagerar. Victor venía acompañado de algún amigo y de nuestro conocido "Efe", que no se pierde una. Por fin pusimos cara a amigos del grupo muy activos como Ferran Pistola, Juan Segarra, Antonio Sala Grau, Arantxa Moncho, Joer Bar, etc, sin olvidar a los ya conocidos Manuel Alvarez y su pareja, con los que volvimos a las tantas para Alzira, ya que también se alojaban en el mismo hotelito que nosotros. Mención especial merece nuestro amigo Pepe Molto (amigo de Kerker, y al que conocimos en la Cruz Verde seis meses antes) que venia de Alicante. Tuvo un percance a media ruta con su flamante KTM, llamo a la grúa, volvió a su casa, cogió su scooter y tiró para Cullera, ¡¡llegó tarde a la cena pero llegó!! ¡Aplauso!


Antes de cenar  (la carta del local es digna de cualquier motociclista y la figura, afortunadamente, de Ricardo Tormo está muy presente en las mesas) repartí entre los asistentes los pines del grupo que todavía me quedan. Creo que a todos les gustó. Empezamos a pedir cervezas y los curiosos platos racing que íbamos a devorar. 


Victor nos contó muchos detalles sobre su cercana aventura en el Manx como debutante, o mejor dicho, como Newcomer. Con la cabeza fría pero con el corazón rebosante de gasolina sabe evaluar el desafío al que se enfrenta, al menos esa fue la sensación que nos trasmitió. Después de haber estado varias veces como mecánico este año la visita cambiaba de enfoque y se enfundaría el mono de cuero para debutar en el Montain Course a los mandos de su Kawa 600 preparada por el equipo KS Performance Team. Habitual participante en carreras de clásicas con una hermosa GSXR (aparte de carreras urbanas de 80, de Vespas, etc), obviamente, todos le deseamos lo mejor, firmándole de paso la bandera que se llevo a la cena. Hay que ser muy valiente y tener muy claro todo para meterse en semejante "fregao", what a dream!, ¡gas y cabeza!


Pasaron las horas volando en alegre compañía y al final cerramos el local. Fue una pena, todo sucedió muy rápido, demasiado. Cuando uno está a gusto suele ocurrir. A algunos nos daba la tentación de dormir aquella noche en la hermosa playa que nos escoltaba. No le faltaba detalle y la temperatura era ideal a esas horas. Me acordé que habíamos pagado ya el hotel y que no había viajado solo y desistí pero... Además me hubiera gustado ver un poco más Cullera. Solo había estado otra vez, y tampoco pude dedicarle tiempo para averiguar en qué calles y avenidas se celebraban su famosas carreras urbanas, las mismas que yo veía en las revistas durante los años 80. Malditas prisas...


La vuelta nocturna al hotel fue agradable por la temperatura y el escaso tráfico (solo esperaba que no nos parara ningún control). Seguimos la estela de la Kawa ZRX 1200 de Manuel y enseguida llegamos a Alzira. Dejamos los trastos y nos fuimos a una terraza a tomar la penúltima, nadie tenía sueño. Más tarde todo se acabó, también cerramos la heladería-bar por lo que no quedaba otra que concluir oficialmente la jornada. 

El domingo desayunamos estupendamente y nos volvimos para la capital del reino, con un poco de menos calor, parando luego en Taracón para otra comida digna de los aberronchos motorizados que parece que somos. El balance de las monturas, estupendo, positivo, con medias veloces que hacen que estos "viajes" no sean más que anécdotas. Otro día más curvas, eso sí. 

 
En resumen, me pareció una escapada muy interesante. Conocimos a un montón de gente estupenda, dimos un paseo motorizado y conocimos los planes de un futuro TT Rider. ¡Emocionante misión! Lo dicho, ¡gas y cabeza, amigo!


Y llegó una señorita acicalada...


Erase una vez una idea que se repetía de vez en cuando, poco original pero con buena dosis de pasión y nostalgia, sí, la idea de conseguir antes o después una moto de nuestros añorados años 80 o 90, en buen estado o casi... para pasear o lo que fuera menester (ya lo hemos hablado alguna vez, en otros posts). Después de agotar "el tiempo" con nuestra querida Ossa, viendo que que para hacerla competitiva deberíamos invertir mucha pasta, cada año más, todo indicaba que se cerraba un capítulo y se abría otro nuevo. ¿Qué sentido tiene guardar una moto que no usas ya casi nunca y que no vas a potenciar ni usar en el futuro inmediato? Siendo realista, poco sentido. Asi que la pusimos en venta, ¡qué remedio!

Además, había ganas de probar otros platos, de aquellos manjares que nos enamoraron de jóvenes, platos a los que no alcanzaba nuestro bolsillo. Algún amigo del siglo pasado tuvo algún pepino en aquellos días pero nosotros nunca. Ahora la cosa estaba más fácil. Había varias candidatas, siempre clasificadas por las categorías de clásicas que tanto nos gustan. Por un lado, como hablamos aquí el año pasado, teníamos las "vaca burras" de F1, como la GS 1000 que comentamos hace tiempo, las carísimas Katanas u otras por el estilo (no hay mucha variedad realmente, contaríamos también con las emblemáticas CB 900). Luego en F2, tenemos la vieja idea de capturar y cautivar una preciosa XJ 600, sí, y ya puestos, participar en alguna prueba de esa categoría. Y luego estaba la "tercera" categoría, las Supersport de los maravillosos años 90. Por mirar... por mirar, llevábamos meses y meses mirando. Una de las candidatas era una vieja "novia" que nunca pudimos tener pero sí "tocar" en su día, la brillante FZR 600 de la hornada del 94/95. En Asturias vendían barata una unidad preciosa con los colores Gauloises. Durante algunas semanas estuvimos hablando y casi organizando la manera de ir a por ella, hasta fue a verla un amigo norteño para darme su opinión. Pero... he aqui que el Destino quiso que un buen amigo, Edu, experto en clásicas, me hablara de otra localizada por su zona. Parecía bastante entera y el precio era casi de risa (tres digitos). Después de evaluar el asunto nos tiramos a la piscina. Ya la había probado dos veces para mi y hasta me había enviado algún vídeo. Sonaba bien y parecía bastante entera salvo por el embrague, gomas y tornilleria. Y nos decidimos. ¡¡Y volvimos a nuestro querido Cintruénigo...!!, pero esta vez sin la Ossa, con un furgón, a por la nueva niña, la FZR. Gracias por tantos paseos, Edu, ¡y sin comisión! Allá que fuimos tres madrileños, Chema, mi padre y yo. Comida simpática y regreso con moto nueva. ¡Cómo para quejarme!


¿Y qué pretendiamos con ella? Pues la máxima era... ponerla a punto y, con el tiempo, quizá participar en alguna carrerita, en tandas clásicas o en alguna exhibición. Pero, claro, para todo ello volveríamos a tener el mismo problema que vivimos durante los últimos años con la HermOssa: un sitio para trastear, para guardarla y luego la logística suficiente para transportarla a los circuitos. Todo muy complicado en nuestras actuales circunstancias. De momento, tendriamos que conocernos, casi en el sentido bíblico y ponernos a punto, ese era el primer objetivo. Sin prisas pero sin pausas... Con amor y buena letra, con matrícula y luces, "operativa" para usarse, no para posar.

Por otra parte, en paralelo, como si se repitiera la historia, nos habíamos inscritos, meses atrás, para el Racer Explosion del Jarama... y, claro, lo lógico era rodar con ella. Pero apenas teniamos unas semanas para prepararla. El año pasado teniamos la misma prisa para apañar la más antigua FZR (del 90) de Iñigo, ¡vaya casualidad! Asi que hicimos lo que pudimos... con ayuda de los amigos de EMS se realizó un check básico pero necesario. Aparte de cambiar todos los líquidos, los discos del embrague, un semi manillar que estaba a punto de romperse y repasar cables y carburación tuvimos la desagradable sorpresa de descubrir que los discos de freno delanteros no estaban en perfecto estado precisamente, uno de ellos de hecho estaba fino filipino... y como es un elemento de seguridad tuvimos que jodernos y buscar dos en un desguace. Así llegamos a Junio y una mañana dimos el primer pirulo. Fue hasta El Tiemblo y me acompaño mi padre en su Fazer. ¡Dos 600 de los diapasones, y las dos con carburadores!, motores parientes, claro.


¿Qué notaba en aquellos primeros kilómetros? Pues por supuesto que era una moto más cómoda que mi querida Infinita y que era ¡tremedamente ágil! Era "enorme", nada que ver con una 600 actual, obviamente. El motor tenia todavía por recorrer mucho camino porque aunque era veloz no aceleraba demasiado. Comodidad, sí. Por una parte, gracias a los semi manillares. Estaban un poco elevados para mi gusto pero por ello ofrecian un buen control y una posición lógicamente menos forzada que en deportivas modernas. A ello se le unía el mullido sillín y la altura de la moto más la posición de las estriberas. Todo hacia que fueras cómodo y bien protegido por su cúpula (¡pulida para poder pasar la ITV, no solo para que quedara guapa!). La caja de cambios me soprendió por su precisión y suavidad. Con los discos del embrague ya cambiados, en ese aspecto, iba muy confiado. De frenos ibamos bien, incluyendo sus latiguillos metálicos. Tacto correcto aunque potencia mejorable. Cambiamos muchos tornillos de la moto que estaban oxidados o forzados, sobre todo por las estriberas. También desmontamos el portaequipajes, algo muy útil pero que "rompia" un pelín la bella estampa de la moto. Además entrar al Jarama, días después, con el puesto no tenía mucho sentido...


Debo insistir que lo que más me soprendió de esta moto fue su tremenda agilidad. Sin duda, ese mítico chasis Deltabox "algo" tenía que ver. También que acabara de montarle dos gomas nuevas, dos Dunlop "de los mios" ayudaba mucho. Simplemente una insinuación y la moto cambiaba de trazada, una auténtica maravilla. Luego, a lo largo de los siguientes meses la cosa cambiaría un poco, al ir cuadrándose los neumáticos después de dos viajecitos con mucha autovía... sniff, sniff.


Y llegó el dia del Racer Explosión. Un día muy agridulce, por diversos motivos. Hizo buena temperatura, menos calor que un año antes, eso era un punto positivo para empezar. Yo andaba algo emocionado de poder estar con mi bella moto nueva, ¡qué preciosidad!, a pesar del tapizado cutre del asiento delantero (¡duraría poco, claro!). Lo mejor es que nos reunimos un buen puñado de amigos en el box. Julito, mi padre, ¡Santi!, Rosi y Luis, Iñigo otra vez (que llevo su FZR) y su chica, Andrea, Pedrito, Juan Vegas, Joselito, Mudo, etc, etc, toda una fiesta de gente maja. En negativo... me levanté regular aquella mañana. Realmente llevaba unos días algo bajo de "punch".


Dentro de la pista, rodeado de clásicas y no tan clásicas (demasiadas motos modernas en la opinión de muchos participantes), comprobé un poco más lo ágil, relativamente estable (a pesar del amortiguador trasero algo follao) y veloz que iba la moto. En contra, la aceleración era paupérrima. En mi mente tenia la comparación con las prestaciones de la Fazer, en teoría muy similares. Pero estábamos lejos, muy lejos en aceleración y recuperación. Hasta alguna naked de 500 salia de los ángulos mucho más rápido que nuestra protagonista. Sé que le hacia falta un reglaje de válvulas, aquello no era normal, ni por asomo. ¡Cómo para participar así en alguna carrera!... Cada semana me asaltaba más la idea de dejarla con matrícula y luces permanentemente...


En todo caso, como siempre, intentamos disfrutar de lo que teniamos. Yo también tenia que pasar "por el taller" pronto, volver a perder peso, revisar las tiróides y mejorar mi salud, estaba tocando fondo desde la primavera.

Por desgracia, aquella jornada en nuestro querido circuito termino de la peor manera. Un gran motorista cántabro, Nichi, con el que habia coincidido varias veces en diversas tandas y eventos de los amigos de ClassisRacing, perdia la vida pocos días después. La razón fue un terrible accidente que se produce casi a la hora de comer en plena recta de meta. Yo llegué escasos segundos después, no lo vi en directo por poco. Lo que contemplé me heló la sangre. El asunto era grave. Alguien se había golpeado brutalmente contra el inicio del murete del pit lane. Todas las ruedas que suele haber alli estaban desperdigadas, un cuerpo tendido inmóvil en la pista, una moto destrozada no muy lejos... y una ambulancia viniendo en dirección contraria por la recta, a toda velocidad. Yo había decidido que era mi última tanda, al final lo fue para todos. DEP Nichi #30. ¡Qué injusta es la vida muchas veces!


Y no fue culpa suya. Una moto algo más moderna, por lo que contaron diversas fuentes, se cruzó en el último momento con la intención de entrar a boxes. Pero en su camino estaba el piloto de la Honda número 30. Una insesatez que fuimos incapaces de entender durante muchos minutos. Luego nos volvimos a quejar de tanta moto moderna (se suponía que solo aceptaban hasta del año 2000 o 2001). Era un poco absurdo aquel panorama mecánico y comprendo que tendrian que amortizar la pista pero meternos entre una ¡¡Desmosedici!! y una jauría de Yamahas nakeds de última hornada, alguna Z 900, etc, etc, lo veíamos un tanto peligroso. No por las motos, claro, sino por lo que arrastra aquello (frenan mas tarde, aceleraban mucho más, claro) y por la edad de algunos participantes subidos a ellas, como los que tenia yo en el box de al lado. Todo aquel "puré" no era precisamente ideal para rodar en la categoria de los "sports". Pero, claro, diran que hablar a toro pasado es fácil. Lo es, pero también lo pensábamos a media mañana.

Casi terminaba Junio y nos aguardaba otra cita. No daria tiempo a pasar por el taller para el reglaje de válvulas y el posible (ya veriamos) esmerilado de válvulas, teniamos a la vista una cita que yo mismo habia convocado en el grupo de "Grillaos del TT". Y sería en Cullera, ese pueblo y esa zona con tanta tradición motociclista. Hariamos otro gran encuentro con gente de todas partes, y en un local emblemático, el Moto-Tapas, dónde se exhiben cascos, monos de carreras y motos de competición, ¡un paraiso que encima está en plena playa! El invitado estrella seria el amigo Victor Ortega que, en breve, iba a participar en el Manx TT en la isla de Man con una preciosa Kawa 600, ¡casi nada!

Lo malo es que vendría una ola de calor terrible... pero todo esto os lo contaré en el próximo post. Me despido con una foto de las máquinas de los "clásicos" de mi pueblo, Pedrito y el moi. Su preciosa y rabiosa Aprilia 125 y mi bella abuelita marchosa. "Siempre" a la moda, ja,ja... Old school en vena!

"Al sur, al sur"



Así lo cantaba mi admirado Miguel Ríos hace un porrón de años (aunque, por una vez, no se refería a su querida Andalucía). Pero fue casi nuestro lema durante el mes de mayo. Es raro que nos de por viajar hacia el sur de la península pero esta vez teniamos un gran "excusa". Habiamos prometido muchas veces a los amigos de aquellas latitudes volver por sus tierras y se presentó una ocasión propicia: se celebraba, una edición más, la "Batalla de las Clásicas", en el circuito de Guadix (Granada). Creo recordar que desde nuestra visita express al circuito de Jerez en junio del 2015, con motivo del evento de Legends (dónde vimos por última vez a nuestro admirado Garriga), nuestras motos no habían apuntado hacia aquella dirección.

Esta vez no contaba yo con la mejor de las versiones de mi querida Fireblade. Desde el último día del Gredos Trophy la moto no iba del todo redonda y le costaba arrancar. Miedo me daba pensar que fuera algo grave pero estaba seguro que era la inyección. Entretenido con otras historias moteras y personales, no me dio tiempo para llevarla al taller antes de la siguiente salida, la que relato en este post, hacia el sur. Estaba seguro que tendríamos este verano el mismo problema de siempre si no hacíamos algo. Es decir, con calor y atascos, se para en marcha, como sucedió otra vez el verano pasado. Estábamos a las puertas de la cita y me di cuenta que la carrera se celebraba un sábado. En principio me pareció ideal para asi tener el domingo libre, con la familia. Pero, claro, si el sábado era la carrera teniamos que salir el viernes por la tarde y un viernes por la tarde la carretera de Andalucía se pondria "guapa" de tráfico.


Y así fue. Serian las cinco y media cuando arrancamos. Un caos total de coches y camiones a la vista. Enseguida decidimo dar un pequeño rodeo para salir casi por Aranjuez y Ocaña pero... pero no sé qué pasaba que a los pocos kilómetros nos encontramos con nuevos aluviones de atascos, brutal, de esos que parecen que circulan con soltura aunque sea solo a 90 o 100. El calor era moderado pero yo no podía evitar pensar en el motor de mi Honda, o en sus inyectores concretamente, o en su electrónica... si volviamos a encontrar un atasco cruzaría los dedos... Al final ibamos los cuatro mosqueteros de tantas veces: mi padre (como siempre, con más ganas que cualquiera), Julito, Antonio que se apuntó en el último momento (con su preciosa Kawa H2) y el que esto escribe. Llegando a Valdepeñas, como doce kms antes otro mega atasco... esta vez bajamos a 30 o 40 por hora, al final por el arcén a ese ritmo... no se veía el final del atasco... yo iba acojonado, la temperatura de la Infinita empezaba a pasar de 104 grados en el marcador... cruzaba los dedos mentalmente. En un momento determinado, salimo de la autovía para subir por una salida con puente y bajar en la siguiente incorporación, así nos ahorrariamos casi un km de atasco. Subi el último de los cuatro y al cortar un poco el gas justo en el medio del puente, tumbando un poco, la moto titubeó y se paró. Me quedé solo en el puente, viendo el atasco desde arriba y a los tres jinetes alejarse poco a poco, por la incorporación a la autovía, aunque Julito luego me contaría que me vió parado por su retrovisor, algo preocupado. Dejé enfriarla un minuto, di al botón y la Fire arrancó sin problema pero "tosiendo", ¡como otras veces cuando se para en un atasco! No lo dudé, meti primera y aceleré a saco hasta tercera para que le entrara un poco de airecito al radiador con la esperanza de bajar la temperatura. Lo conseguí a medias, con la suerte que enseguida vimos el final del atasco. Un accidente multiple y mis "amigos" de verde gestionando el marrón. Paramos y enseguida nos dejaron seguir, ya con la carretera bastante más despejada. Subimos de velocidad  y bajó la temperatura. Entramos además en unos minutos a repostar y dejarnos enfriar.

Ya no hubo más contratiempos mecánicos y, pasado Despeñaperros, después del desvio hacia Granada, disfrutamos de aquellos curvones tan bonitos que nos acercarian hasta el desvío a Guadix, meta del día. Solo había pasado una vez por aquel tramo, en coche, y esta vez lo disfruté de verdad. Como ya casi era de noche la temperatura dejó de preocuparme. Luego paramos, repostamos y enseguida estábamos cenando en un pueblecito lindando casi con Guadix donde una salerosa y simpática camarera nos hizo aquel rato muy agradable. Buenas fotos nos hicimos con ella, y ella con nosotros y las monturas. ¡Así da gusto parar a cenar!


Hotelazo inesperado por cuatro duros (lo había pillado de oferta) al borde de la carretera, a dormir en habitación cuadrúpe al final (a 20 euros cada uno) con risas y cachondeos incluídos, y como siempre pintando bastos en nuestras excursiones, ja,ja... y llegó la mañana del sábado. Increíblemente no hacia mucho calor, ni siquiera un poco, quizá estuvimos ese día como mucho a 20 grados, inesperada pero muy agradable sorpresa. Además había una ligera brisa que no cesaba, perfecto. Después de un power-desayuno nos fuimos a las motos... y la mía no arrancaba. Empezamos a empujar y nada. Está claro que tiene que pasar por el taller. Me juego un dedo que los inyetores están sucios o peor... De todas formas, advertí un detalle. Al aparcarla por la noche, en el parking de superficie del hotel, apreté el corta-corriente de la piña derecha. Por la mañana me acordaba y lo desconecté antes de intentar arrancarla, pero no lo lograba.... Igualito que en Javalambre... ¿Seria que hace mal contacto? Eso estábamos hablando, pulsando Antonio varias veces seguidas el botón rojo, cuando por fin arrancó al siguiente empujón. Me recordó el uso de los productos para limpiar contactos. Tomé nota para la revisión a la vista.

Llegamos al circuito, que no conociamos, enseguida y comenzó lo bueno, la fiesta, mucho más animada de lo que en un principio imaginaba. ¡Larga era la deuda pendiente por visitar a  esta panda de amigos y "delincuentes" simpáticos! A la mitad no los habiamos visto tete a tete. Por fin iba a conocer en persona  al gran Pepe Andujar, ¡¡tio grande, grande!!, a los hermano Cano (Fran y Mario) que corrian con su preciosa GPX, al simpático Willy y seguramente a alguno más, como el amigo Tomás de Almería, al que volviamos a ver. ¡Buena banda! Solo faltaba Iván pero, por lo visto, no podía acudir este año a la fiesta de las clásicas. Tambien estaban Alberto y una amiga, Karol, una chica encantadora, con un curriculum motero, que meses después, al conocerlo, me dejó con la boca abierta, ¡olé!

Buenas monturas por los boxes, no en cantidad pero sí en calidad, incluyendo una preciosa YZF 750, varias CBRs 600 como la del amigo Mamel, y varias japos más de buen ver. Cuando llegó Pepe, después de tantos meses de hablarlo por teléfono, nos emocionamos un poco, ¡ya era hora! Venia muy dopado, en coche con Willy, porque llevaba un gripazo a cuestas que ni una vieja 2T sin aceite... Disfrutamos como locos riéndonos de mil cosas y comentando otras mil. Me hizo mucha ilusión el regalo que nos tenía preparado Pepe para mi padre y para mi, ¡impresionante!, otro día os cuento qué fue. Corazón grande y generoso el de este gran motorista y aventurero. Aparte de eso, también traian una nevera portátil y un buen lote de alimentos ricos, ricos, vaya tela...
También acudió el amigo Jose Carlos, al que no veíamos desde Motorland y hasta el amigo Aurelio (nos habíamos visto una vez, hace dos veranos, en Lisboa, ¡de casualidad!). Aqui una de las primeras fotos divertidas del día...


Las cervezas empezaron a circular con alegría por todo el box, salvo entre los pilotos de la Kawa, que demasiado tenian con soportar los caprichos de la horquilla y el reenvío del cambio de su GPX, una moto pintada y decorada con los míticos colores, y el dorsal, de la JJ Cobas de Aspar, como podéis ver aquí...


La carrera nos pareció muy interesante, aunque no había excesiva inscripción pero sí buenas monturas, montañas de ilusión y un circuito estupendo que nos sorprendió gratamente. De buena gana nos habríamos dado unas cuantas vueltas, sin dudarlo. Además, de manera increíble, hacia una temperatura ideal, de primavera, ¡menudo regalo!


Las horas pasaron rápidas y divertidas, entre risas, motos, grasa y mucha bebida. Pero casi a las dos tuvimos que empezar a despedirnos de tan fabuloso grupo humano. Tomás se hizo una foto encima de La Infinita, a petición propia, ¡le quedaba bien! Mi moto arrancó bien pero no la sentía redonda. Salimos con la idea de volver algún año, ¡mínimo como espectadores!...  La vuelta fue sin incidentes dignos de mención, con menos tráfico y sustos mecánicos. Me iba acordando del espectacular grupo de gente que habíamos descubiertos durante aquellas horas del sábado. En serio, qué panda más cojonuda. Los hermanos Cano, además, tuvieron el detallazo de regalarme una de sus camisetas del equipo que vestí orgulloso durante el camino de vuelta, ¡gracias chicos! Lo mismo somos parientes lejanos, por apellido y ubicación, ja,ja, ¡no lo descarto en absoluto!


Estas carreras y el esfuerzo que hacen los equipos demuestra hasta donde llega la pasión de muchos corredores y motociclistas por rodar  y disfrutar de los circuitos. ¡Qué dure muchos años! Ellos son la esencia y la base de esta bendita enfermedad que tantas alegrías, y algunas tristezas, nos ofrece a lo largo de las décadas. ¡Qué dure y que nos veamos en muchas más! Salud y gasolina.


Otro Gredos Trophy.. ¡pero especial! (parte 2)


Amaneció con una tranquilidad y una paz envidiables. Cómo valoramos estos regalos con los años, la calma de la naturaleza, ¡casi daba pena arrancar las motos luego y romper aquel ambiente!

Desayunamos de manera razonable en el hostal descubriendo que tendriamos otro maravilloso día soleado para rodar. Nos tomamos las cosas con calma, como se puede apreciar en algunas fotos pero, por fin, después de esperar (y fotografiar) a que un "rebaño" de vacas cruzara la carretera nos pusimos en marcha dirección a los dos puertos míticos que nos faltaban por conquistar, Serranillos y Mijares. Dejamos atrás Hoyos del Espino y la zona de la Plataforma buscando el cruce y el puerto del Pico. Allí paramos motores un minuto (al menos yo, con miedo a sobrecalentamientos) y cuando nos reagrupamos por fin bajamos este último puerto, con cierta alegría, con poco tráfico y con una temperatura estupenda. Luego paramos antes del desvío que siempre conduce a la carretera estrecha y sinuosa que, poco a poco, conduce al puerto de Serranillos. Carlos tenia preparada su cámara onboard y, además, tuvieron la buena idea de parar en un mirador (donde jamás habia parado yo) camino al puerto, el mirador de La Llana. Reagrupamiento, fotos y pitillos.


Seguimos la ruta sin tráfico y con diversión. Llegamos  a la cima y volvimos a parar, como no, y hacer más fotos. Las vistas eran admirables y el ambiente cojonudo. Estuvimos un buen rato, mientras pensábamos ya donde parariamos luego para comer aquel día. Cuando reanudamos la marcha noté como, a mi moto, le costaba un pelín arrancar, no por el motor de arranque sino con la sensación de que estaba "medio ahogada". No pude reprimir pensar en el asunto pendiente que tengo con ella en el taller, revisar y limpiar la inyección con ultrasonidos. 


Avanzamos bajando el puerto, un tramo que me gusta mucho (siempre que lleves buenos frenos, ja, ja...). Cuantos recuerdos me vienen a la memoria siempre que cruzo esos parajes, esa carretera bordeada por aquellos viejos "quitamiedos" de piedra donde una vez me dijeron (el father) que si alguna vez me cayera precipio abajo entre ellos por no saber frenar es que me lo merecia por patán (ja,ja,ja..).. El caso que tuvimos que esperar un ratin en otro cruce, lo último que queríamos los anfitriones eran perdidas por el camino. Al reagruparnos y arrancar mi moto noté que, efectivamente, le estaba costando conseguirlo y "carburar". Tuve que dar dos acelerones para aclararla la "garganta" y reanudamos camino dirección Burgohondo y luego Mijares mientras una ligera preocupación se instalaba ya en mi cabeza, ¿qué estaria pasando? ¿Seria la inyección u otra cosa? El motor no se calentaba, al menos eso lo tenía controlado. Al final paramos en Burgohondo para tomar el "aperitivo". No sé cómo no nos perdimos en aquel pueblo que tiene dos carreteras diferentes nada más llegar a él. Tardamos en encontrar un bar abierto (¡increíble!) pero lo conseguimos.. y mientras lo haciamos la "avanzadilla" el resto de expedicionarios nos vieron y se unieron a la comitiva (buscar bares une mucho a la gente, lo tengo comprobado).


Minutos después conquistamos Mijares pero decidi esta vez no parar. Avisé a Kurtis que me iba escoltando (me podía haber pasado en cualquier momento pero es muy respetuoso ja,ja) y segui rumbo al pueblo de Casavieja (Avila) donde comeriamos a todo tren. Me quedé con las ganas de hacerme otra vez la foto en el puerto con el grupo y luego me quedé con las ganas también de detenerme en más lugares maravillosos pero no quería volver a parar la moto hasta la hora de la comida.

Tomás, Gregg, Iñigo, mi padre y los demás iban disfrutando. Andaba yo pendiente en ocasiones de conocer qué opinaban de la ruta pero lo raro hubiera sido (ya nos conocemos) que no hubiera sido de su agrado. En Casavieja me costó encontrar el restaurante elegido. ¡Tuve que callejear un buen rato! Por fin el autóctono que siempre ayuda en estas circunstancias me señaló donde estaba en lugar. Paré y como era pronto tomé un refresco (estaba asado de calor). Luego subí hasta la carretera y algunos de los integrantes de la expedición pudieron verme. Por fin, nos volvimos a juntar.. y disfrutamos de una grata comida dentro del salón. Luego salimos a la terraza y empezaron las despedidas. Iñigo y Kurtis habian apostado si tenian huevos para algo... ese algo era pirarse para ¡Lisboa! y visitar a un amigo. Asi lo hicieron. Yo me mordía las uñas, ¡qué envidia! Alejo tiraba para otra localidad también y se despidió. El resto, después de la comida, tiramos hacia Fuenlabrada, donde dormiriamos todos al final. Antes pasariamos por más curvas y más paisajes rurarles pero con cotas más bajas y más tráfico, no quedaban muchas más opciones para regresar. Comandados por los dos madrileños que quedaban en el grupo (mi padre y yo) nos poniamos rumbo a Piedralaves y la carretera CL -501 y luego la más atascada (da igual el día) M-549, rumbo Este.


Algo de tráfico y parada para repostar fue lo que nos trajo aquella tarde. Teniamos claro que la aventurilla por Gredos tocaba a su fin. Pronto alcanzamos la carretera de los pantanos y la pista de la 501 donde mi padre y yo, tan acostumbrados a ir a nuestro ritmo ilegal habitual (está limitada a unos absurdos 100 que nadie respeta), tiramos un poco y casi perdemos a los invitados. Al fnal todos llegamos juntos a meta. 

¿Qué decir? que fue un placer rodar una vez más con tantos buenos amigos, grandes motoristas y mejores personas. Con ganas de volver a vernos nos despedimos aquella tarde, cerca del bar Daytona, en mi pueblo de adopción. Solo nos quedó el epílogo de tener a Gregg por la zona un dia más ya que esperaba a su chica, Elena, para hacer algo de turismo por la capital antes de seguir, ya juntos en su BMW, hacia tierras norteñas (¡dónde "alguno" se llevo un trofeo!). Pero esa ya es otra historia... ¡¡Hasta pronto "polacos", hasta pronto papi, Iñigo & Kurtis!!

Otro Gredos Trophy.. ¡pero especial! (parte 1)



Después de la fantástica Transpirenaica que disfrutamos con nuestros amigos Tortugas en el pasado mes de octubre, ¡hace ya un año!, hablamos de que la próxima ruta guapa la organizariamos por la zona centro, concretamente por Gredos, que no conocían mucho. Dicho y hecho. Durante las navidades pensamos por qué zonas transitar y qué fechas elegir más allá del invierno. Al final cuadramos reservar finales de abril empalmando con el festivo 1 de mayo. Asi quedó la cosa y así se hizo al final. Como es imposible que cualquier fecha pueda venir bien a todo el mundo no la movimos ya y, como decía, celebramos este "Gredos Trophy" especial en las fechas previstas. La idea era estar dos jornadas en Gredos, lo cual siginificaba que ellos tendrian que tomarse dos días más, uno al principio para bajar a Madrid, y el último para regresar a su tierra. Sugerí que se vinieran a dormir, ese primer día, a nuestra zona, donde hay un hotelito razonable que ya conocía Tomás (de su visita hace unos veranos).. un hotelito que además estaba a espaldas del famoso Daytona, el bar motero de Fuenlabrada. ¡Gran idea, por lo visto! Asi que llegó finales de abril y todos, con ganas, acudimos al reclamo de esta nueva aventurilla. A última hora tuvimos que perder a un integrante habitual, Antonio, que por temas familiares no podia ausentarse esos días de casa. Pero también contábamos con novedades, por una parte, se apuntaban a la fiesta Lupo y su amigo de la Cbr 600 Castrol, Juanfran (con la que más de una vez hemos hecho fotos junto a La Infinita). Y mi padre, que como se encontraba bien de salud, no se lo pensó demasiado y se apuntaba a la fiesta. Seria una o dos noches fuera de casa, según fueramos viendo. El rutómetro ya estaba cerrado meses atrás, el alojamiento en Hoyo de Espinos reservado también, todo lo demás se improvisaría. Los demás integrantes de la zona centro seríamos Kurtis, Iñigo y yo (con alguna incorporación temporal de Juan Vegas, David SV650...).

Miramos el tiempo y comprobamos felices que no iba a ver borrascas ni llluvias copiosas esos días por Gredos, ¡mejor! El primer día acudimos a cenar con nuestros amigos al Daytona. Ya se habian instalado, aparcado sus fabulosas ruteras germanas (más la XS 400 de Juanra). La tripulación "polaca" estaba formada por Juanra, Gregg, Carlos, Alejo y Tomás. Después de la cena ellos siguieron unas horas de cachondeo por la zona, la cosa se alargó...y bastante. A la mañana siguiente, puntuales, estabamos todos en las puertas del hotel. Según fueron saliendo a dar los buenos días los visitantes veíamos sus caras y adivinabas rápido que no habian dormido muchas horas. Alli estaban también Lupo y su colega. ¡Vaya grupo heterogeneo formábamos, grandes GT, varias Rs y la XS 400 atemporal de Juanra!.


Después de los saludos y varias fotos, arrancamos las motos para buscar a Kurtis en Leganés, dónde habia dejado su coche en el taller. Estaba ya esperando, vestido de "romano" y se lo llevó Gregg de paquete en su BMW, ¡vaya estampa!, ja,ja... Tardamos unos quince minutos largos en regresar a Fuenlabrada para coger la "mítica" 506. Mi padre, David, Iñigo y Juan Vegas se nos unirian más tarde, en las siguientes paradas. Por fin comenzaba la ruta de verdad..., ¡asi podian ser todos los lunes!, pensé durante un instante.

La primera parada estaba prevista hacerla en la Cruz Verde, para que la conocieran. Pero antes, por el camino, en algún momento, "la reina de Nurburgring", la XS 400, llegaría a la mágica cifra de ¡¡¡300.000 kms!!! asi que ibamos juntos, en cabeza, su dueño y yo... y cuando llegamos a la salida hacia Quijorna le dejé delante para que parara cuando su cuentakilómetros llegará a la cifra esperada, ya casi inminente. Enseguida sucedió pasado Quijorna. Paramos para inmortalizar el momento. ¡Impresionante lo que la pequeña avispa y su dueño han vivido y rodado desde que se conocieron! Cuantos GTs Riders con motos de 30000 euros tendrían que imitar de ellos...


Subimos a la Cruz ya con más soltura y con poco tráfico (se notaba que no era fin de semana), y alli paramos un buen rato, esperando a Gregg que llevaba a Kurtis a por su S1000R. En la Cruz se nos unió Iñigo, y también Juan y Luis Arminio que nos acompañarian buena parte de la jornada. Una vez todos reunidos, arrancamos y tiramos para Robledo, El Tiemblo, hasta llegar a nuestra segunda parada prevista, El Barraco, donde ya todos juntos, hicimos el primer almuerzo del día. Alli estaban ya, sentados en nuestro bar favorito, David y mi padre, charlando... de motos y de la vida.



Se devoraron algunos torreznos, ese manjar tan apreciado, y del que no conozco persona que se le resista, menos aún si es motero, ja,ja, algún bocadillo potente y algunas birras, con o sin alcohol. Estuvimos sopesando donde comer y las ventas famosas junto al puerto del Pico no daban señales de vida... asi que optamos por llamar a la Venta del Obispo donde, esta vez sí, me cogieron el teléfono y reservamos para comer sobre las tres de la tarde.

Arrancamos por fin con el estómago medio lleno, parando rapidamente a la salida del pueblo para repostar nuestras monturas. Inundamos la gasolinera por completo, ¡pareciamos los participantes de un rally!...y por fin, cogimos el desvio hacia la zona "sin ley" que te lleva desde alli a la hermosa zona dónde comeriamos al final aquel día.

Se hicieron varios grupos pero lo importante es que, todos, por lo visto, disfrutamos de lo lindo, cada uno a su ritmo, viendo o no el paisaje que nos rodeaba con su agreste feeling habitual.. ¡y sin tráfico!


Sobra repetir cuanto nos gusta este tramo Barraco-Obispo, ¡cuantas centenas de veces lo habremos rodado, solos o acompañados! Mi moto no iba mal, creo que todas iban bien, el clima era benigno y no hacia ni frío ni calor, perfecto, yo estaba alucinado, sinceramente. Paramos algún tiempo después en la Venta y, como era un pelin pronto para comer, decidimos acercarnos al mirador del puerto del Pico, donde estuvimos un buen rato maravillándonos de sus vistas y de la calzada romana... más tarde arrancamos y volvimos al bar de la Venta donde la señora nos hizo sonreir varias veces con su desparpajo habitual. Casi comemos lo que ella quiere de hecho, ja,ja, en resumen, todos pedimos platos de carne salvo alguien que pidió trucha (lo cual, para mi, sonaba algo arriesgado...). El caso que ocupamos la mesa principal de la terraza y lo pasamos pipa. No creo que nadie se quedara con hambre, precisamente...


Desde alli se dieron la vuelta algunos integrantes, Lupo, Juanfran, Juan Vegas, David y Luis. Todos tenian obligaciones o planes para esa tarde. A mi padre no le costó ni un minuto animarse para seguir con nosotros, je,je, total, no tenía niguna obligación pendiente. Con poco o nulo tráfico continuamos por la tarde dirección Plataforma de Gredos donde el silencio y el paisaje nos cautivaron durante casi una hora.


Luego fuimos a Hoyos del Espino donde habia reservado para todos habitaciones en un hostal con buenas opiniones en internet, rústico y sencillo pero funcional. Un establecimiento en mitad del pueblo donde reinaba también la calma y con unas vistas espectaculares. Fue inevitable, un poco antes, las habituales fotos con el monumento de la cabra montesa, la que está haciendo "un caballito"... Pues claro, estando en Gredos, ¡tenian que hacerse la foto con ella!

Luego encontramos vacas (a falta de cabras de verdad) y, un año más, surgió en mi cerebro de chorlito lo de que me gustaría tener dinero para comprarme una casita en ese pueblo, cerca de un prado con animales... una casita con un garaje más grande que el resto de la casa. Quién sabe...


Y llegó la noche, y otra cena memorable, donde no sé cuantos chupitos/copas pudimos tomar los integrantes de la aventura de Gredos... lo bueno de cenar cerca del hotel de turno, con las motos aparcadas, es que te conviertes en peatón y ya puedes pasarte un poquito con los líquidos elementos que se crucen en tu camino...... To be continued...


Motorland tiene algo especial...



Sí, MotorLand y la ruta que hacemos hasta allí tienen "algo" especial. Ya estuvimos en el circuito en 2010, cuando ganó Stoner, si no recuerdo mal fue la primera edición del Gran Premio. Alguna rodada divertida, algún otro G.P, calor asfixiante en junio, carreras de SBK, Clásicas en octubre, etc, el caso que a lo largo del año siempre se presenta algún motivo para ir al alucinante circuito aragonés. Y en estos pocos años, unos diez, hemos atesorado un baúl lleno de recuerdos impagables, algunos relatados en este blog, como cuando en el 2011, Julito tuvo que volver a Madrid sin la maneta del freno delantero (y no precisamente a velocidades legales). Esta vez toca relatar la última escapada al protagonista de este post. Fue en abril, ya ha llovido un poco pero nada comparado con aquellos días...

Mientras viviamos un mes de marzo algo inusual por caluroso, incluyendo una mañana en la Cruz Verde que me quemó el "torrao" como si hubiera estado en la playa en verano, sin hacer nada especial, con solo mis escapadas matinales por la Sierra Oeste en el tintero, acordamos volver a Motorland para ver las SBK, una de nuestras citas tradicionales. Realmente quién tiró del carro fue mi padre que ya andaba más recuperado. Había dado alguna vuelta corta sobre su Fazer y tenia hambre de moto. A mi me alegraban sus ganas, la mejor medicina, y el destino de la escapada no podía ser más adecuado: la ruta hasta Alcañiz, practicamente la conocida "Ruta del Tambor". 

Marzo había sido un mes agradable, con pequeñas salidas matutinas, como decía antes, de esas de ciento y poco kilómetros. Casi siempre madrugaba para volver a casa justo cuando subia la gente (y también la Guardia Civil) a la sierra porque al final casi todos vamos a los mismos tramos y disfrutarlos o no, en fin de semana, depende, en gran medida, de a qué hora llegues a ellos. Si comienzas tu regreso sobre las 11 o 11h30 evitas aglomeraciones. Una de esas mañanas quedé con Pedro y su nueva montura, la flamante Inazuma 750 que quería revisar pronto en el taller. Como tenemos hábitos parecidos quedamos a una hora prudente en la Cruz (apenas había nadie) y, desde allí, pude probar su naked durante una media hora. Basicamente la moto tenía dos problemas, uno, que cortabas gas y apenas bajaba el "pistón", parecía casi unas 2T, y dos, que para mi gusto, había que endurecer la horquilla. Cosillas por hacer, pero preciosa estampa...


Pero me estoy desviando un poco, pisando lo verde... Volvamos a lo del viaje de Motorland. Pues nada, lo comentamos con la banda, como siempre, y se apuntó Julito, mientras yo buscaba ya dónde dormir (algo realmente dificil cuando hay carreras allí). Como cada año, muchos alojamientos pedian dos noches para hacerte la reserva, un buen negocio al que nunca hemos contribuido. Lo nuestro era escapada sábado-domingo, lo habitual. Empezamos a agrandar el circulo de localidades y al final tuvimos la suerte de hablar con unos amigos que se alojaban en el pueblo de Andorra (dónde jamás habiamos estado). En efecto, Angel y Noemi, dormian allí.. ¡y todavía habia habitaciones libres! No lo dudamos y reservamos para tres. Me hacia gracia conocer por fin este pueblo, cuyo nombre siempre me ha resultado tan chocante, sobre todo cuando pasas por la carretera camino a Alcañiz y ves el rótulo en el cruce que conduce a esta localidad. Imaginaba que no sería un pueblo medieval tan hermoso como Valderrobres, donde nos alojamos el año anterior, junto a Kurtis y Luis Arminio, y así fue, pero no supuso ningún problema, lo que perdimos en belleza monumental lo ganamos en calidad en el hotel (en Valderrobres dormimos en el albergue). 

Había ganas (¡qué raro!) por salir a rodar por una de nuestras rutas favoritas. Pero también por el aliciente de ver de nuevo en moto al grandfather, cosa que siempre le viene bien a su mala salud de hierro. Según iba acercándose la fecha de aquel sábado 6 de abril percibí que las noticias del tiempo auguraban una borrasca seria por medio país. Sí, por fin se disipaba el calor pero parecía que nos pasabamos de frenada, vamos, cualquier cosa menos una primavera "normal". La última semana pasó rápida, preparando los escasos pertrechos que necesitaba para tan corto viaje pero mirando el aceite a la moto y sus presiones, lo normal, mientras maldecía no tener un mejor mono de agua (el año anterior, en el viaje a La Rioja, comenzó a rajarse). Pero, bueno, no sería para tanto, que lloviera no me preocupaba mucho, lo importante era salir con el mono puesto para evitar el coñazo de ponerselo en alguna gasolinera (más típicos y simples no podían ser mis pensamientos). El caso es que a dos días del sábado la cosa se puso más gris y el viernes comenzó a nevar a saco por la zona centro (no recuerdo si en más sitios), tanto, que se hizo viral un vídeo del caos con accidentes producido en el puerto de Somosierra. Una cola de vehículos golpeados que parecían estar cerca de Leningrado en pleno invierno. Sabemos que ese puerto se las trae en cuanto el clima se pone serio y aunque dudaba que estuviera tan mal por otras zonas entendí que podía nervarnos perfectamente, o granizarnos, o a saber... Sobra decir que a mi padre todas estas deliberaciones de un hijo medio aburguesado le resbalan con soltura, "llevo el mono de agua siempre bajo el asiento" es su remedio habitual, una especie de talismán superpoderoso que acaba con cualquier obstáculo climatológico, je,je... A Julito, que ha dado más vueltas que Willy Fog, tampoco le preocupaba mucho todo este asunto. El caso es que salimos por la conocida A-2, desde la gasolinera "del avión", la Repsol del puente de San Fernando, como millones de veces antes. Otra vez los tres jinetes juntos, con la sastisfacción de ver al patriarca dando gas con su imperturbable y, por lo visto, eterna Fazer 600. Los primeros kms son siempre un coñazo cuando tomas esta carretera pero es lo que hay. Llegas a las rectas de Alcolea y dan ganas de apurar toda la potencia de nuestros motores porque, sin duda, se podría circular con seguridad a más de 220 con tanto campo de visión y con tan poco tráfico. El único que se acercó a esos registros fue el boss, perdiéndose en el infinito mientras yo "rezaba" para que no le pillara ningún radar. El día era feo de narices pero, por fortuna, aunque soplaba el viento no era peligroso. Era un día de esos que notas que es más divertido quedarse en casa, viendo la tele o haciendo otras cosas (calzeta, palomitas, etc) Bien es cierto que si "los aguerridos motoristas" quieren seguir siendolo tienen que acometer empresas de este calado... pero me estoy pasando, vais a pensar que estoy dramatizando y no, no es esa mi intención. 

En lugar de parar, como otras veces, en el archiconocido bar del kilómetro 103, Julito nos aviso previamente de hacerlo un poco más adelante, donde te sirven mejor, más barato y más rápido (sitio nuevo). Y eso hicimos. Ya nos había llovido algo pero no había rastro de nieve ni de nada raro. Los bocadillos nos  sentaron la mar de bien a todos los integrantes del triplete y mi padre tenía mejor cara que días antes en casa, el tío iba disfrutando. Yo debo confesar que de haber ido solo seguramente me hubiera dado la vuelta, porque entre el aburrimiento de las rectas y el día "cojonudo" que iba formándose, cada rato un poco peor, mi motivación solo se sostenia por mis queridos compañeros de viaje. Internamente quería saber quién aguantaría más, si las nubes o yo sin ponerme el puñetero mono de agua (creo que mi vagancia se va incrementado con los años).


Salimos del bocata justo cuando comenzó a granizar, eso sí, suavemente. Lo bueno de llevar casco es que te protege el cabezón, gran invento, y esas menudencias son casi inapreciables. Arrancar con la tripa llena es importante cuando hace frío. Próxima parada, gasolinera de Molina de Aragón, ese pueblo tan famoso por ser, muchas veces, el más frío de toda España, ¡cojonudo recordatorio para aquel día! Lo bueno es que sabia que aquel fin de semana no se iba a calentar La Infinita. Yo, cobarde, había dicho en el bar de los bocatas... "si hay mucha nieve o algo peor en la carretera.. paramos y sopesamos si dar la vuelta"... sin duda las imagenes de Somosierra las tenia clavadas en el subconsciente. Ellos decian "sí, sí.. vale." como quién consuela a un niño. Al final me armo de valor y me pongo mi viejo mono de agua. Arrancan y salen de allí mientras yo subo mi pie izquierdo, meto primera y salgo detrás de ellos.. cuando intento subir la otra bota al estribo noto que no puedo, ¡no puedo subir el pie derecho!, me tira el puto mono o la ropa que hay debajo, o todo a la vez. Las paso putas pero consigo con un esfuerzo titánico elevarme un poco mientras tiro de mi pierna derecha mientras la Fireblade flipa conmigo oscilando un poco su equilibrio habitual, meto segunda y se me quita la angustia, joder.

Me pongo delante en el cruce que te lleva al este, hacia Molina, allí es donde, mentalmente, comienza mi racing track hasta Alcañiz. Por fortuna, no descubro nieve sobre el asfalto, solo humedades y un poco de viento, ha dejado de granizar. El año anterior, junto a Kurtis y mi padre, sí que descubrimos bien de nieve un poco más adelante durante docenas de kilómetros pero con la carretera totalmente limpia. Llegamos a Molina, a la Cepsa de siempre, algo mojados, de manera un tanto imprevista porque había salido el sol un rato pero luego llegaron unas nubes y nos cayeron unos cuantos cubos. Parecía que habiamos pasado por todas las estaciones del año. Lo bueno es que apenas había tráfico. Haciendo honor a la verdad el único que llego algo mojado fui yo. Por una bota y las fisuras del mono se colaba el líquido elemento. Mi padre, con su barbour "bien engrasado", como decía, ni siquiera se había puesto su mono de agua (el que está debajo del asiento, sí, ese). Nada más parar se quitaron los cascos y se pusieron a fumar en medio de la gasolinera, como siempre. No hubo explosiones ni reprimendas, el "gasolinero"¨es automático, de esos de autoservicio (en el sentido que llevamos, en frente, en la otra gasolinera sí había vida humana). Repostamos y seguimos nuestro camino. Esta vez también tuve problemas para subir la bota derecha a su estribo, y me costó mucho más, casi me caigo al salir a la carretera en bajada, ¡vaya Cristo! De repente el cielo se abre y comenzamos a descubrir rayos de luz y un fondo azul estupendo, vamos, un poco de primavera de libro. Comimos de menú en algún lugar que ahora no recuerdo y dimos un ultimo tirón lleno de curvas (esa zona desde Montalbán que me encaanntaaa).

Llegando a Andorra, la de Teruel, desde el desvío, comienza a llover con ganas pero, como si fuera parte del guión, deja de hacerlo justo al llegar al pueblo y sacar yo mi "chuleta" para recordar como se llamaba el hotel y en qué zona estaba ubicado. Después de dos o tres vueltas a lo tonto llegamos al parking al aire libre del hotel y al rato ya estamos cómodamente instalados. Pasé por la ducha y me cambié de ropa con la esperanza que se secara la del viaje. Enseguida nos encontramos con los amigos (Noemi y Angelito) que esta vez habian viajado en coche con su criatura, ¡tres son muchos para ir en moto!, y poco después contamos con la presencia del amigo José Carlos de Elche y su flamante Africa Twin (moderna). Buen ambiente y en un par de horas ya estábamos pensando dónde cenar. Antes, con la complicidad de los gestores del hotel, guardamos las motos en una zona con techo que hacia de parking  del hotel. Casi tenemos que "pegarnos" con un grupo de estirados maxi-trails que llegaron justo en ese momento y casi ocupan nuestros sitios para guardar sus motos. El típico grupo que va, normalmente, con GSs llenas de cubicaje y baúles. Apenas nos saludan y al final hacemos un mix de motos no previsto (pobrecillos, con tres hierros japoneses, debieron pensar). El amigo José Carlos también puso su moto bajo "palio". 


Fuimos a la cena andando todos, los cuatro motorizados y los amigos que habian venido enlatados. La idea era tomar posesión de un restaurante que ya conocian estos últimos. Al final el trayecto fue un poco más largo del previsto (mi padre acuso tanta caminata) pero lo peor fue que descubrimos que "algo pasaba en ese pueblo", había mucha gente, y muchos coches, ¿alguna fiesta? Pues sí, señores, sabemos que la zona es amiga de los tambores (Calanda es famosa por ello) pero no sabiamos que en esta fecha, en Andorra, montaran un jolgorio de aupa, ¡brutal!, ¿consecuencia?, no habia bar que tuviera mesa libre. Con mucho esfuerzo conseguimos aguantar en la barra del restaurante elegido y, como media hora más tarde de lo previsto, logramos sentarnos por fin a cenar, mientras no paraba de salir y entrar gente de la fiesta, incluido jovenes hermosas vestidas de nazarenos o similar (con sus tambores, claro). La cena, a base de pizzas, fue estupenda y lo pasamos en grande. La vuelta al hotel fue muy entretenida porque pasamos por medio de la plaza y otras calles llenas de gente con sus tambores. El sonido era increíble. Me pareció una pasada, jamás había visto tantos "baterias" dándole al mismo tiempo, ¡digno de ver! Luego nos perdimos un poco pero, al final, conseguirmos llegar al hotel pasada la media noche sin ayuda de la policía (llegué a pensarlo durante unos minutos).


Tomamos un cubata de buenas noches y nos fuimos a domir. El día amaneció pronto y desayunamos correctamente. Era tipo buffet y de buena calidad, se disfrutó. El caso que el hotel era muy acojedor, habia poco ajetreo, y tenia una pantallita para ver las carreras...mmmm.... Estábamos tan agusto que decidimos no acudir al circuito, aunque solo estaba a 30 kilómetros de distancia, aproximadamente. José Carlos se quedó algo sorprendido y, al rato, se fue para el circuito. Quedamos en vernos en otra ocasión antes de fin de año (como así sucedería). ¡Un placer conocerle! 


Vimos las carreras cómodamente mientras seguiamos alimentándonos un poco no fuera a darnos un mareo. Junto al hotel había una flamante gasolinera Repsol pero, aunque la vimos, nadie se pertubó por ello. Después de ver la carrera corta de SBK del domingo, decidimos comenzar el viaje de regreso. Engrasamos las cadenas y atamos nuestros macutos al asiento. Julito y yo nos grabamos con el móvil para mandar un saludo a nuestra querida Marta R6.

Ni siquiera yo me preocupé un instante por el tiempo, el día estaba menos gris y tenia ganas de regresar a "mis" curvas esperando ver la segunda manga en algún bar comiendo. Salimos pitando y hasta Montalbán lo disfrutamos con ganas. Sin mono de agua ya no tuve problemas para subir las piernas, algo que tengo que mirarme en el futuro próximo. Seguro que si pierdo unos kilitos encuentro la solución.

Luego, cuando llegamos al siguiente puertecillo, toda una delicia, se me encendió la luz de la reserva y bajé a 80. Fue cuando me acordé de la gasolinera junto al hotel, ¡error de idiota!, porque sabemos de sobra que hasta Caminreal aquello es casi el paisaje que experimentaba Mad Max. A pocos segundos de "meter" reserva vi por el espejo como Julito bajaba su velocidad notablemente. Me hizo signos, él también andaba seco. Mi padre, por simpatía, también bajo su ritmo y asi, como tres patitos lentos, fuimos acumulando curvas estupendas y tramos fantásticos a una velocidad patética, indigna de ningún motorista en su sano juicio. Yo iba con un cabreo de ordago, imperdonable no haber repostado en Andorra. Pero el enfado se iba mezclando con cierta preocupación pues empecé a hacer cálculos y vi que no llegábamos a ninguna parte "vivos". Bajé a 50 y aquello ya fue para llorar. Pasado el pueblo de Cosa (vaya nombre) creía recordar haber visto algún año un surtidor pobre y feo en alguna zona visible desde la carretera. Asi fue. Justo cuando empezaba a esbozar una tímida sonrisa el señor que habia alli con su viejo coche me dice claramente con los brazos que no. Obviamente no me rindo y me acerco medio alucinando. Al momento me traduce su mensaje, ¡solo había diesel! No me lo podía creer. En eso que llegan mis acompañantes y Julito confirma que está totalmente seco que no puede ni hacer dos kms más. Yo por mis calculos creo que me queda para unos 12 o 15. Sabemos que estamos cerca de Caminreal dónde hay gasolinera. Al final decidimos que tire yo y me traiga gasolina... ¡¡podía haber tirado con la Fazer que tenia más caldo y mas sitio para volver con algun bidón!! pero salgo escopeteado con ganas de terminar con aquella pequeña "pesadilla" propia de novatos. (No teníamos macarrón esta vez para chupar del depósito de la Yamaha y llegar todos en marcha).

Como recuerdo que ya casi todo el trayecto es cuesta bajo, y convencido de que Julito podría haber llegado en marcha, no aflojo mucho y, en dos minutos, veo a lo lejos, en medio de aquel páramo, la gasolinera que recordaba. Sonrio un poco y llego con ganas a la jodida gasolinera...

Allí lleno mi Honda maldiciéndome por si acaso apurar tanto me ha ensuciado los inyectores. A continuación comienzo lo difícil. Entro con mi mejor cara para pagar y resolver lo esencial del asunto pero me encuentro con una dependienta que debe dar hostias como panes, que lo mismo de joven había levantado piedras como los vascos, aunque al hablar descubro que es mañica, no creo que nadie se atreviera a robarla. Tampoco creo que sea un ex luchadora de pressing catch aunque lo parezca pero adivino que va a ser difícil convencerla de que me preste/alquile/venda una botellita de esas de dos litros de Font Vella, de las de toda la vida, o algo parecido, para llenarla de gasolina, acudir al auxilio de mi amigo abandonado y volver todos para comprarle más gasolina, mucha más. Su respuesta (aunque pongo una cara parecida a la del gato de Shrek) es tajante, está prohibido, solo puede venderme los bidones rojos reglamentarios. La explico que en mi moto no puedo llevar carga y que no tengo manera de transportar un bidón de esas dimensiones (el más pequeño es de 5 litros). Pregunto por aquellas bolsas que se pueden rellenar (¿lo habré soñado?, juraría que existieron) pero me mira como a un insecto. Repite su negativa y al final accedo a comprar el puto bidón de los eggs y lo lleno por la mitad. Llevo dos pulpos y empieza el show de "acoplamiento", más o menos como el kamasutra más avanzado. Pruebo a ponerlo detrás bien atado pero queda flojo y sé que no llegará a meta. Pruebo con otro "modelito" con los pulpos en distintas posiciones y nones. Intento ponerlo encima del depósito, como si fuera una bolsa de depósito, tensando los pulpos en los topes anticaida que llevo a cada lado pero no hay manera. Pruebo a ponérmelo en bandolera y no me llega. Los pulpos no son muy largos... ¡Tenia que haber vaciado la mochila en el punto de partida y haberla traído a la espalda para meter la gasofa dentro! Da igual ya lamentarse... Después de unos quince minutos de inútiles esfuerzos pruebo a atarmelo a la cintura... por detrás, no hay otra postura viable. El resultado es casi asfixiante pero consigo engranar las marchas mientras intento subir la otra pierna a su estribo... otra vez.

Como os podéis imaginar, una vez alimentadas nuestras monturas, pocas más anécdotas anormales nos sucedieron. Paramos en uno de los grandes bares de Monreal del Campo, donde el cruce de toda la vida, cerca de la otra gasolinera, continuando la carretera N-211. Allí comemos una raciones, incluyendo algunos torreznos, mientras vemos el podio de otra manga de SBK. ¡De no haber sido por el show de la gasolina hubiéramos visto esa manga del domingo enterita!

En fin, poco más que añadir salvo la auténtica satisfacción de volver a ver a mi padre en activo (¡y cómo!), de volver a viajar con ellos una vez más y de disfrutar de dos días divertidos que nos animan a continuar nuestro camino, sea el que sea, siempre adelante y sin desfallecer. Seguiremos dándole al gas y a la vida todo lo posible. Por las ganas que vi en mis dos camaradas de aventuras creo que repetiremos escapada muy pronto, que así sea. Keep on rolling, amigos!





GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...