Motorland tiene algo especial...



Sí, MotorLand y la ruta que hacemos hasta allí tienen "algo" especial. Ya estuvimos en el circuito en 2010, cuando ganó Stoner, si no recuerdo mal fue la primera edición del Gran Premio. Alguna rodada divertida, algún otro G.P, calor asfixiante en junio, carreras de SBK, Clásicas en octubre, etc, el caso que a lo largo del año siempre se presenta algún motivo para ir al alucinante circuito aragonés. Y en estos pocos años, unos diez, hemos atesorado un baúl lleno de recuerdos impagables, algunos relatados en este blog, como cuando en el 2011, Julito tuvo que volver a Madrid sin la maneta del freno delantero (y no precisamente a velocidades legales). Esta vez toca relatar la última escapada al protagonista de este post. Fue en abril, ya ha llovido un poco pero nada comparado con aquellos días...

Mientras viviamos un mes de marzo algo inusual por caluroso, incluyendo una mañana en la Cruz Verde que me quemó el "torrao" como si hubiera estado en la playa en verano, sin hacer nada especial, con solo mis escapadas matinales por la Sierra Oeste en el tintero, acordamos volver a Motorland para ver las SBK, una de nuestras citas tradicionales. Realmente quién tiró del carro fue mi padre que ya andaba más recuperado. Había dado alguna vuelta corta sobre su Fazer y tenia hambre de moto. A mi me alegraban sus ganas, la mejor medicina, y el destino de la escapada no podía ser más adecuado: la ruta hasta Alcañiz, practicamente la conocida "Ruta del Tambor". 

Marzo había sido un mes agradable, con pequeñas salidas matutinas, como decía antes, de esas de ciento y poco kilómetros. Casi siempre madrugaba para volver a casa justo cuando subia la gente (y también la Guardia Civil) a la sierra porque al final casi todos vamos a los mismos tramos y disfrutarlos o no, en fin de semana, depende, en gran medida, de a qué hora llegues a ellos. Si comienzas tu regreso sobre las 11 o 11h30 evitas aglomeraciones. Una de esas mañanas quedé con Pedro y su nueva montura, la flamante Inazuma 750 que quería revisar pronto en el taller. Como tenemos hábitos parecidos quedamos a una hora prudente en la Cruz (apenas había nadie) y, desde allí, pude probar su naked durante una media hora. Basicamente la moto tenía dos problemas, uno, que cortabas gas y apenas bajaba el "pistón", parecía casi unas 2T, y dos, que para mi gusto, había que endurecer la horquilla. Cosillas por hacer, pero preciosa estampa...


Pero me estoy desviando un poco, pisando lo verde... Volvamos a lo del viaje de Motorland. Pues nada, lo comentamos con la banda, como siempre, y se apuntó Julito, mientras yo buscaba ya dónde dormir (algo realmente dificil cuando hay carreras allí). Como cada año, muchos alojamientos pedian dos noches para hacerte la reserva, un buen negocio al que nunca hemos contribuido. Lo nuestro era escapada sábado-domingo, lo habitual. Empezamos a agrandar el circulo de localidades y al final tuvimos la suerte de hablar con unos amigos que se alojaban en el pueblo de Andorra (dónde jamás habiamos estado). En efecto, Angel y Noemi, dormian allí.. ¡y todavía habia habitaciones libres! No lo dudamos y reservamos para tres. Me hacia gracia conocer por fin este pueblo, cuyo nombre siempre me ha resultado tan chocante, sobre todo cuando pasas por la carretera camino a Alcañiz y ves el rótulo en el cruce que conduce a esta localidad. Imaginaba que no sería un pueblo medieval tan hermoso como Valderrobres, donde nos alojamos el año anterior, junto a Kurtis y Luis Arminio, y así fue, pero no supuso ningún problema, lo que perdimos en belleza monumental lo ganamos en calidad en el hotel (en Valderrobres dormimos en el albergue). 

Había ganas (¡qué raro!) por salir a rodar por una de nuestras rutas favoritas. Pero también por el aliciente de ver de nuevo en moto al grandfather, cosa que siempre le viene bien a su mala salud de hierro. Según iba acercándose la fecha de aquel sábado 6 de abril percibí que las noticias del tiempo auguraban una borrasca seria por medio país. Sí, por fin se disipaba el calor pero parecía que nos pasabamos de frenada, vamos, cualquier cosa menos una primavera "normal". La última semana pasó rápida, preparando los escasos pertrechos que necesitaba para tan corto viaje pero mirando el aceite a la moto y sus presiones, lo normal, mientras maldecía no tener un mejor mono de agua (el año anterior, en el viaje a La Rioja, comenzó a rajarse). Pero, bueno, no sería para tanto, que lloviera no me preocupaba mucho, lo importante era salir con el mono puesto para evitar el coñazo de ponerselo en alguna gasolinera (más típicos y simples no podían ser mis pensamientos). El caso es que a dos días del sábado la cosa se puso más gris y el viernes comenzó a nevar a saco por la zona centro (no recuerdo si en más sitios), tanto, que se hizo viral un vídeo del caos con accidentes producido en el puerto de Somosierra. Una cola de vehículos golpeados que parecían estar cerca de Leningrado en pleno invierno. Sabemos que ese puerto se las trae en cuanto el clima se pone serio y aunque dudaba que estuviera tan mal por otras zonas entendí que podía nervarnos perfectamente, o granizarnos, o a saber... Sobra decir que a mi padre todas estas deliberaciones de un hijo medio aburguesado le resbalan con soltura, "llevo el mono de agua siempre bajo el asiento" es su remedio habitual, una especie de talismán superpoderoso que acaba con cualquier obstáculo climatológico, je,je... A Julito, que ha dado más vueltas que Willy Fog, tampoco le preocupaba mucho todo este asunto. El caso es que salimos por la conocida A-2, desde la gasolinera "del avión", la Repsol del puente de San Fernando, como millones de veces antes. Otra vez los tres jinetes juntos, con la sastisfacción de ver al patriarca dando gas con su imperturbable y, por lo visto, eterna Fazer 600. Los primeros kms son siempre un coñazo cuando tomas esta carretera pero es lo que hay. Llegas a las rectas de Alcolea y dan ganas de apurar toda la potencia de nuestros motores porque, sin duda, se podría circular con seguridad a más de 220 con tanto campo de visión y con tan poco tráfico. El único que se acercó a esos registros fue el boss, perdiéndose en el infinito mientras yo "rezaba" para que no le pillara ningún radar. El día era feo de narices pero, por fortuna, aunque soplaba el viento no era peligroso. Era un día de esos que notas que es más divertido quedarse en casa, viendo la tele o haciendo otras cosas (calzeta, palomitas, etc) Bien es cierto que si "los aguerridos motoristas" quieren seguir siendolo tienen que acometer empresas de este calado... pero me estoy pasando, vais a pensar que estoy dramatizando y no, no es esa mi intención. 

En lugar de parar, como otras veces, en el archiconocido bar del kilómetro 103, Julito nos aviso previamente de hacerlo un poco más adelante, donde te sirven mejor, más barato y más rápido (sitio nuevo). Y eso hicimos. Ya nos había llovido algo pero no había rastro de nieve ni de nada raro. Los bocadillos nos  sentaron la mar de bien a todos los integrantes del triplete y mi padre tenía mejor cara que días antes en casa, el tío iba disfrutando. Yo debo confesar que de haber ido solo seguramente me hubiera dado la vuelta, porque entre el aburrimiento de las rectas y el día "cojonudo" que iba formándose, cada rato un poco peor, mi motivación solo se sostenia por mis queridos compañeros de viaje. Internamente quería saber quién aguantaría más, si las nubes o yo sin ponerme el puñetero mono de agua (creo que mi vagancia se va incrementado con los años).


Salimos del bocata justo cuando comenzó a granizar, eso sí, suavemente. Lo bueno de llevar casco es que te protege el cabezón, gran invento, y esas menudencias son casi inapreciables. Arrancar con la tripa llena es importante cuando hace frío. Próxima parada, gasolinera de Molina de Aragón, ese pueblo tan famoso por ser, muchas veces, el más frío de toda España, ¡cojonudo recordatorio para aquel día! Lo bueno es que sabia que aquel fin de semana no se iba a calentar La Infinita. Yo, cobarde, había dicho en el bar de los bocatas... "si hay mucha nieve o algo peor en la carretera.. paramos y sopesamos si dar la vuelta"... sin duda las imagenes de Somosierra las tenia clavadas en el subconsciente. Ellos decian "sí, sí.. vale." como quién consuela a un niño. Al final me armo de valor y me pongo mi viejo mono de agua. Arrancan y salen de allí mientras yo subo mi pie izquierdo, meto primera y salgo detrás de ellos.. cuando intento subir la otra bota al estribo noto que no puedo, ¡no puedo subir el pie derecho!, me tira el puto mono o la ropa que hay debajo, o todo a la vez. Las paso putas pero consigo con un esfuerzo titánico elevarme un poco mientras tiro de mi pierna derecha mientras la Fireblade flipa conmigo oscilando un poco su equilibrio habitual, meto segunda y se me quita la angustia, joder.

Me pongo delante en el cruce que te lleva al este, hacia Molina, allí es donde, mentalmente, comienza mi racing track hasta Alcañiz. Por fortuna, no descubro nieve sobre el asfalto, solo humedades y un poco de viento, ha dejado de granizar. El año anterior, junto a Kurtis y mi padre, sí que descubrimos bien de nieve un poco más adelante durante docenas de kilómetros pero con la carretera totalmente limpia. Llegamos a Molina, a la Cepsa de siempre, algo mojados, de manera un tanto imprevista porque había salido el sol un rato pero luego llegaron unas nubes y nos cayeron unos cuantos cubos. Parecía que habiamos pasado por todas las estaciones del año. Lo bueno es que apenas había tráfico. Haciendo honor a la verdad el único que llego algo mojado fui yo. Por una bota y las fisuras del mono se colaba el líquido elemento. Mi padre, con su barbour "bien engrasado", como decía, ni siquiera se había puesto su mono de agua (el que está debajo del asiento, sí, ese). Nada más parar se quitaron los cascos y se pusieron a fumar en medio de la gasolinera, como siempre. No hubo explosiones ni reprimendas, el "gasolinero"¨es automático, de esos de autoservicio (en el sentido que llevamos, en frente, en la otra gasolinera sí había vida humana). Repostamos y seguimos nuestro camino. Esta vez también tuve problemas para subir la bota derecha a su estribo, y me costó mucho más, casi me caigo al salir a la carretera en bajada, ¡vaya Cristo! De repente el cielo se abre y comenzamos a descubrir rayos de luz y un fondo azul estupendo, vamos, un poco de primavera de libro. Comimos de menú en algún lugar que ahora no recuerdo y dimos un ultimo tirón lleno de curvas (esa zona desde Montalbán que me encaanntaaa).

Llegando a Andorra, la de Teruel, desde el desvío, comienza a llover con ganas pero, como si fuera parte del guión, deja de hacerlo justo al llegar al pueblo y sacar yo mi "chuleta" para recordar como se llamaba el hotel y en qué zona estaba ubicado. Después de dos o tres vueltas a lo tonto llegamos al parking al aire libre del hotel y al rato ya estamos cómodamente instalados. Pasé por la ducha y me cambié de ropa con la esperanza que se secara la del viaje. Enseguida nos encontramos con los amigos (Noemi y Angelito) que esta vez habian viajado en coche con su criatura, ¡tres son muchos para ir en moto!, y poco después contamos con la presencia del amigo José Carlos de Elche y su flamante Africa Twin (moderna). Buen ambiente y en un par de horas ya estábamos pensando dónde cenar. Antes, con la complicidad de los gestores del hotel, guardamos las motos en una zona con techo que hacia de parking  del hotel. Casi tenemos que "pegarnos" con un grupo de estirados maxi-trails que llegaron justo en ese momento y casi ocupan nuestros sitios para guardar sus motos. El típico grupo que va, normalmente, con GSs llenas de cubicaje y baúles. Apenas nos saludan y al final hacemos un mix de motos no previsto (pobrecillos, con tres hierros japoneses, debieron pensar). El amigo José Carlos también puso su moto bajo "palio". 


Fuimos a la cena andando todos, los cuatro motorizados y los amigos que habian venido enlatados. La idea era tomar posesión de un restaurante que ya conocian estos últimos. Al final el trayecto fue un poco más largo del previsto (mi padre acuso tanta caminata) pero lo peor fue que descubrimos que "algo pasaba en ese pueblo", había mucha gente, y muchos coches, ¿alguna fiesta? Pues sí, señores, sabemos que la zona es amiga de los tambores (Calanda es famosa por ello) pero no sabiamos que en esta fecha, en Andorra, montaran un jolgorio de aupa, ¡brutal!, ¿consecuencia?, no habia bar que tuviera mesa libre. Con mucho esfuerzo conseguimos aguantar en la barra del restaurante elegido y, como media hora más tarde de lo previsto, logramos sentarnos por fin a cenar, mientras no paraba de salir y entrar gente de la fiesta, incluido jovenes hermosas vestidas de nazarenos o similar (con sus tambores, claro). La cena, a base de pizzas, fue estupenda y lo pasamos en grande. La vuelta al hotel fue muy entretenida porque pasamos por medio de la plaza y otras calles llenas de gente con sus tambores. El sonido era increíble. Me pareció una pasada, jamás había visto tantos "baterias" dándole al mismo tiempo, ¡digno de ver! Luego nos perdimos un poco pero, al final, conseguirmos llegar al hotel pasada la media noche sin ayuda de la policía (llegué a pensarlo durante unos minutos).


Tomamos un cubata de buenas noches y nos fuimos a domir. El día amaneció pronto y desayunamos correctamente. Era tipo buffet y de buena calidad, se disfrutó. El caso que el hotel era muy acojedor, habia poco ajetreo, y tenia una pantallita para ver las carreras...mmmm.... Estábamos tan agusto que decidimos no acudir al circuito, aunque solo estaba a 30 kilómetros de distancia, aproximadamente. José Carlos se quedó algo sorprendido y, al rato, se fue para el circuito. Quedamos en vernos en otra ocasión antes de fin de año (como así sucedería). ¡Un placer conocerle! 


Vimos las carreras cómodamente mientras seguiamos alimentándonos un poco no fuera a darnos un mareo. Junto al hotel había una flamante gasolinera Repsol pero, aunque la vimos, nadie se pertubó por ello. Después de ver la carrera corta de SBK del domingo, decidimos comenzar el viaje de regreso. Engrasamos las cadenas y atamos nuestros macutos al asiento. Julito y yo nos grabamos con el móvil para mandar un saludo a nuestra querida Marta R6.

Ni siquiera yo me preocupé un instante por el tiempo, el día estaba menos gris y tenia ganas de regresar a "mis" curvas esperando ver la segunda manga en algún bar comiendo. Salimos pitando y hasta Montalbán lo disfrutamos con ganas. Sin mono de agua ya no tuve problemas para subir las piernas, algo que tengo que mirarme en el futuro próximo. Seguro que si pierdo unos kilitos encuentro la solución.

Luego, cuando llegamos al siguiente puertecillo, toda una delicia, se me encendió la luz de la reserva y bajé a 80. Fue cuando me acordé de la gasolinera junto al hotel, ¡error de idiota!, porque sabemos de sobra que hasta Caminreal aquello es casi el paisaje que experimentaba Mad Max. A pocos segundos de "meter" reserva vi por el espejo como Julito bajaba su velocidad notablemente. Me hizo signos, él también andaba seco. Mi padre, por simpatía, también bajo su ritmo y asi, como tres patitos lentos, fuimos acumulando curvas estupendas y tramos fantásticos a una velocidad patética, indigna de ningún motorista en su sano juicio. Yo iba con un cabreo de ordago, imperdonable no haber repostado en Andorra. Pero el enfado se iba mezclando con cierta preocupación pues empecé a hacer cálculos y vi que no llegábamos a ninguna parte "vivos". Bajé a 50 y aquello ya fue para llorar. Pasado el pueblo de Cosa (vaya nombre) creía recordar haber visto algún año un surtidor pobre y feo en alguna zona visible desde la carretera. Asi fue. Justo cuando empezaba a esbozar una tímida sonrisa el señor que habia alli con su viejo coche me dice claramente con los brazos que no. Obviamente no me rindo y me acerco medio alucinando. Al momento me traduce su mensaje, ¡solo había diesel! No me lo podía creer. En eso que llegan mis acompañantes y Julito confirma que está totalmente seco que no puede ni hacer dos kms más. Yo por mis calculos creo que me queda para unos 12 o 15. Sabemos que estamos cerca de Caminreal dónde hay gasolinera. Al final decidimos que tire yo y me traiga gasolina... ¡¡podía haber tirado con la Fazer que tenia más caldo y mas sitio para volver con algun bidón!! pero salgo escopeteado con ganas de terminar con aquella pequeña "pesadilla" propia de novatos. (No teníamos macarrón esta vez para chupar del depósito de la Yamaha y llegar todos en marcha).

Como recuerdo que ya casi todo el trayecto es cuesta bajo, y convencido de que Julito podría haber llegado en marcha, no aflojo mucho y, en dos minutos, veo a lo lejos, en medio de aquel páramo, la gasolinera que recordaba. Sonrio un poco y llego con ganas a la jodida gasolinera...

Allí lleno mi Honda maldiciéndome por si acaso apurar tanto me ha ensuciado los inyectores. A continuación comienzo lo difícil. Entro con mi mejor cara para pagar y resolver lo esencial del asunto pero me encuentro con una dependienta que debe dar hostias como panes, que lo mismo de joven había levantado piedras como los vascos, aunque al hablar descubro que es mañica, no creo que nadie se atreviera a robarla. Tampoco creo que sea un ex luchadora de pressing catch aunque lo parezca pero adivino que va a ser difícil convencerla de que me preste/alquile/venda una botellita de esas de dos litros de Font Vella, de las de toda la vida, o algo parecido, para llenarla de gasolina, acudir al auxilio de mi amigo abandonado y volver todos para comprarle más gasolina, mucha más. Su respuesta (aunque pongo una cara parecida a la del gato de Shrek) es tajante, está prohibido, solo puede venderme los bidones rojos reglamentarios. La explico que en mi moto no puedo llevar carga y que no tengo manera de transportar un bidón de esas dimensiones (el más pequeño es de 5 litros). Pregunto por aquellas bolsas que se pueden rellenar (¿lo habré soñado?, juraría que existieron) pero me mira como a un insecto. Repite su negativa y al final accedo a comprar el puto bidón de los eggs y lo lleno por la mitad. Llevo dos pulpos y empieza el show de "acoplamiento", más o menos como el kamasutra más avanzado. Pruebo a ponerlo detrás bien atado pero queda flojo y sé que no llegará a meta. Pruebo con otro "modelito" con los pulpos en distintas posiciones y nones. Intento ponerlo encima del depósito, como si fuera una bolsa de depósito, tensando los pulpos en los topes anticaida que llevo a cada lado pero no hay manera. Pruebo a ponérmelo en bandolera y no me llega. Los pulpos no son muy largos... ¡Tenia que haber vaciado la mochila en el punto de partida y haberla traído a la espalda para meter la gasofa dentro! Da igual ya lamentarse... Después de unos quince minutos de inútiles esfuerzos pruebo a atarmelo a la cintura... por detrás, no hay otra postura viable. El resultado es casi asfixiante pero consigo engranar las marchas mientras intento subir la otra pierna a su estribo... otra vez.

Como os podéis imaginar, una vez alimentadas nuestras monturas, pocas más anécdotas anormales nos sucedieron. Paramos en uno de los grandes bares de Monreal del Campo, donde el cruce de toda la vida, cerca de la otra gasolinera, continuando la carretera N-211. Allí comemos una raciones, incluyendo algunos torreznos, mientras vemos el podio de otra manga de SBK. ¡De no haber sido por el show de la gasolina hubiéramos visto esa manga del domingo enterita!

En fin, poco más que añadir salvo la auténtica satisfacción de volver a ver a mi padre en activo (¡y cómo!), de volver a viajar con ellos una vez más y de disfrutar de dos días divertidos que nos animan a continuar nuestro camino, sea el que sea, siempre adelante y sin desfallecer. Seguiremos dándole al gas y a la vida todo lo posible. Por las ganas que vi en mis dos camaradas de aventuras creo que repetiremos escapada muy pronto, que así sea. Keep on rolling, amigos!




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