...y llegaron las invernales (parte 2)



La noche abrazaba con marcha un año más a los reunidos en Manzanera. Salieron las chicas al escenario y las pulsaciones se elevaron un poco. Era inevitable recordar aquella noche, años atrás, donde otra bailarina, de rojo, intercambio bromas y buenas fotos con todos, sobre todo con Alberto de Utiel, algunas de ellas impublicables, ¡qué gratos recuerdos!

Por la calle buen ambiente y más encuentros, como los de Fernando y Roberto, con sus flamantes KTMs, los "capos" del grupo DiscoveryBike. Fernando es un gran tipo, y es el que me vende las ruedas que le pido, por cierto. Una vez más terminamos la velada en "La Odisea", a nuestra bola, esta año sin "dardos volantes" (ver post del año pasado) pero más o menos con el mismo ambiente y buena música. Llegamos a ciertas horas al camping dónde este año dormia con Mudo y Julito (a Antuan le habían ubicado en otra "celda"). El caso que la noche, lo que restaba, fue plácida y yo no tenia intención de madrugar (este año no iba a subir a por la medalla con mi impoluta Fireblade). Escuché como se levantaba pronto Mudo y se vestía. Estaba tan "empanado" que no pude decirle nada desde mi cama. Llegaron los rayos del sol y al final hasta despertamos. Pensaba bajar y desayunar tranquilamente, y hasta echar otra mirada a la bonita DR 650 que se había pillado Tyto (como "Pelocha" pero un año más joven y en azul) pero aquel plan pronto se vió "perturbado" cuando noté que la segunda bota que me calzaba no encajaba con mi pie... ¡"Alguien" se había llevado una de mis botas, dejando otra que no me valía! Sí, había sido Mudo, ¡y se había ido para la montaña! Iría cómodo, porque mi bota era dos números más grande, pero yo no podía usar la suya... El caso es que quería salir pronto ese domingo rumbo a casa o a Carabanchel pues no estaba seguro de cómo andaria mi padre de salud, no tenía nuevas noticias todavía.


Mientras pediamos los cafés, sentados en la terraza del bar, fui a la pata coja un rato, intentando comunicarme con el "ladrón" de botas negras. Contacté con él y me prometió bajar pronto. Julito sacó el jamón sobrante de la noche anterior para amenizar la espera (con pan las penas lo son menos, ¿no?). Y a partir de esos minutos todo se precipitó... Por fin hablé con mi madre y, quitándole importancia, me confesó que mi padre estaba ingresado en el hospital, que durante la noche se lo habian llevado de urgencia. Había pasado mala noche y se lo había encontrado medio desmayado, ¡no había sido otro mareo o leve indisposición, de esos que a veces le asaltan! Realmente estaba en la UCI pero todavía no me lo dijo ella. En todo caso se me cayó el mundo y me acordé del Mudo mientras revisaba la hora en el móvil. Para ganar tiempo fui a arrancar a La Infinita, medio escóndida junto a otras motos, entre algunos bungalows. Apenas la había cubierto con una lona pero aunque la noche había sido fría ni de lejos había sido una noche de aquellas terribles que habíamos vivido en alguna otra ocasión. Puse el contacto, cogí el embrague y pulsé el botón de arranque... y nada, la batería y el motor de arranque parecían de vacaciones. Aguardé un rato prudencial y repetí la maniobra tres veces sin resultados positivo. No me lo podía creer (la batería, encima, apenas tenía unos meses de vida). La amenaza de volver en grúa confieso que me angustió esos minutos, dadas las circunstancias, mientras apenas podía caminar con la bota derecha foránea que calzaba... Probamos al empujón y nada, seguía muda. Tyto y Julito estaban allí, como buenos compis, claro. Tyto me ofreció sus pinzas y probamos con ella y su nueva montura. Parecía que podía pero nada.. ¡no me lo podía creer! ¿Tanto frío había pasado mi querida compañera?



Un tipo con barba y cara de buena persona nos ayuda ofreciéndonos la batería de su furgoneta. Resulta que es amigo de ¡Valentin!, se llama Andrés y gracias a él no tardamos nada en arrancar por fin la Honda. Al mismo tiempo llega Mudo con mi bota y nos reímos unos segundos. Como voy estresado enseguida comento que me voy para casa sin más dilación pero todos añaden que se vienen conmigo (Antonio ya ha bajado también de recoger su medalla) incluyendo a Tyto. Luego, pensando, creo entender lo que ha pasado para que no arrancara La Infinita. Resulta que por la noche pulsé el cortacorriente que tiene en la piña derecha. Una bobada pero que debería ser inofensiva en todo caso. Y de pronto me vino la "inspiración", ¿y si tendría algo que ver? Meses después pude comprobar que esa teoría era cierta, algún mal contacto provocaba que si pulsabas el corta aunque luego volvieras a ponerlo en off la moto no arrancará... o le costará un egg (ya lo contaré, en la crónica de Guadix). 


Volvimos en grupito, más o menos a la marcha de Tyto, a unos 120/130, ya fuera curvas o rectas, ya conocemos su estilazo, no afloja nunca, ¡qué grande! Las limitaciones del motor de la DR 650 son las que son y no me impaciente, total, tenia calculado llegar a la hora de comer a casa, ducharme, e irme al hospital sin pausa pero sin prisas. Sin embargo, hora larga más tarde, en la siguiente parada de Fuentes, en el bar, volví a llamar a mi madre y fue cuando me contó toda la verdad, que el abu estaba ingresado en la UCI del hospital, que no corriera, que había tenido seguramente un infarto o algo así. Los nervios aumentaron y me despedí de los compis, de repente me entraron las prisas y me cambió la cara  (por lo visto). Asi que arranqué (sin problemas) la espada de fuego y empecé a tirar como un descosido (ventajas de llevar una moto rápida y conocer muy bien la  ruta). El tramo de autovía de Cuenca a Taracón se esfumaba ante mis ojos, fue como un sueño transitado a velocidades inconfesables (gracias a San Brembo jamás llegó ninguna "receta"). Tuve que parar a repostar antes de dar el último tirón, llegar a casa, meterme en la ducha, vestirme de "civil" y encaminarme, por fin, al hospi. Una virulenta (según el doctor) Gripe A le había atacado un punto débil: el corazón. Ese gran corazón que siempre exhibe como persona  pero que tiene ciertas brechas y varias goteras desde hace años, desde aquel infarto de hace casi veinte. Su famosa mala salud de hierro es así, a veces da sustos, pero luego se recupera, como el motor de una Vespa antigua que dura y dura hasta que deje de durar. Aunque pasamos varios días en la UCI y otra semana en planta el viejo motorista se fue recuperando poco a poco. Lo bueno de todo este asunto fue que se le hizo una revisión profunda y se "actualizó" el software que debía haberse revisado años atrás, a nivel cardiaco, por lo que le mandaron nuevas medicinas y nuevas pautas que, meses después, debo reconocer han hecho efecto, por fortuna. Y así terminó, para mi, una edición amarga de la bonita invernal de Estrella de Javalambre. Tampoco hubo manera de despedirnos el domingo de nuestros hermanos Tortugas, andaban logicamente ocupados subiendo a por su medalla mientras yo hacía el panoli con la Honda... Para Eloi creo que fue su primera vez (y con su bella VFR, por lo visto hay vida más allá de las GSs y similares). Aqui Tomás con su trofeo...


A mitad de febrero mi padre ya tenia ganas de salir a tomar el aire, estaba recuperándose en casa a buen ritmo, cogiendo kilos y esperando su medicina favorita, la moto. Había dejado de fumar (todos sabiamos que sería temporal, como así fue) y se encontraba mejor que antes de la crisis, lo cual resultaba muy positivo. No teniamos prisas (él un poco) y tampoco nada a la vista en febrero pero los amigos Rosi y Luis, del MC El Foro, nos invitaron a pasar un día con ellos (y otros amigos) en Juarros para comer juntos deliciosos cochinillos en horno de leña. Ya que este año no se celebraba su conce algo había que hacer... (¡y nosotros encantados!) Asi que, un año más, nos pusimos rumbo al pequeño pero acojedor pueblo segoviano de curioso nombre y población reducida. De los cuatro que ibamos a salir (los mismos que para Javalambre) sucedió lo mismo que en enero, solo salimos tres: Antonio, Julito y yo. Mi padre dió la casualidad que ese sábado se levantó algo mareado (algo que le pasa en ocasiones) y sintiéndolo mucho el pobre se tuvo que quedar en casa para recuperar fuerzas. Ya estábamos descansando en el Alto del León cuando me confirmó que no le esperásemos más. Otra vez sería, claro, pero nos fastidió a todos. Allí, en ese bar tan estupendo del puerto, llegaron enseguida más invitados a la fiesta. Iñigo con su chica, Andreea, en sendas motos, él con su preciosa Kawasaki, ella con su CB 500 (¡pedazo motera!). También llegaron Maika, Miguelon, El Puli... buena banda. (Lástima que Kurtis no podía escaparse esta vez).


El sol brillaba en Juarros cuando las motos conquistamos una vez más la localidad segoviana. Impresionante elenco de motos y gente guapa encontramos enseguida, junto a la iglesia, pero no dentro. Yo pensaba que seriamos un par de docenas pero fácil habia como cincuenta "inscritos". Después de saludar a Rosi, Luis, Rosa, Alvarito, Mudo, Juan Carlos, etc, ¡¡vaya tropa!!, y también a inesperados invitados como el Vespi (con su alucinante sidecar) y algún que otro histórico del MTM, nos indicaron que antes de comer había un "lunch" en mi bar favorito del pueblo: La Abuela. ¡Habría torreznos!, ¿cómo?, menuda cara pusimos todos, ¿a alguien no les gusta? Eso para empezar el día, la jornada gastronómica... Calculé rapidamente que para cuando llegara la noche habríamos engordado un kilo fijo. Asi que, obedientes, nos metimos en la terraza trasera del bar. Lástima que mi padre no estuviera, creo que fue el único invitado que faltó. 


Posteriormente, después de varias consumiciones, fuimos empujados sin violencia (todos estaban de acuerdo) hacia el local de la peña dónde se celebraría la comida y dónde vi en los manteles como habían puesto nuestros nombres. ¿Qué puedo decir que no se pueda adivinar facilmente? Pues que fue espectacular. Las ensaladas eran para disimular, como siempre, pero los cochinillos estaban realmente sabrosos, ¡de lujo! 


No era el mejor día para llevarte a tu novia vegana, por ejemplo... Hubo risas y unos postres de infarto. Luego chupitos, charlas, más risas y por la tarde, después de la foto de grupo, la mayoría tiramos hacia nuestras casas. No me costó subirme la cremallera pero temi que explotara unos segundos antes. 



Otros comentaban que lo suyo hubiera sido echarse la siesta en algún lugar... claro que alguno fue más hábil y hasta se quedo a dormir, ¡lástima que yo no tuviera esa opción!... solo o acompañado hubiera sido de lo más saludable para el cuerpo humano, ja,ja... Muy "tristes" por ello, nos despedimos con una sonrisa bajo el casco y arrancamos sin problemas nuestras fieles monturas (ellas no probaron los cochinillos por lo que seguían ágiles y atentas). Me dieron ganas de gritar (¿o lo hice al final?) aquello de... Juarros Forever! Porque hay que ver y vivir cómo nos tratan siempre, un diez para todos los implicados, en especial para nuestra querida Rosi y el jefe, Luis.


 

Y con este nuevo encuentro ya apuntado en el librito de ruta del abuelo empecé a dar por finalizadas las "invernales" ya que llegaba marzo y, como nos temiamos, llegarían días más soleados, tanto que hasta llegó una pequeña ola de calor ilógica para esas fechas, unos días tan calurosos que en ocasiones nos enrojeció la cabeza de manera literal (a mi concretamente me pasó un inocente sábado en la Cruz Verde madrileña). ¿Era primavera, era invierno? no, parecía casi verano. No sé qué futuro tendrán las invernales en la piel de toro... En todo caso, obviamente todavía quedaban aventuras a la vista, un Motorland SBK próximo en el calendario se antojaba como el próximo viaje ya con todos los integrantes... y así fue, pero esa es otra historia que ya contaré en el siguiente post.




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