Zamora, las clásicas... y los clásicos


Se estrenó el mes de septiembre y pusimos rumbo a Zamora, a la bonita fiesta de las clásicas que disfrutamos dos años con nuestra Ossa. Buenos recuerdos, buena organización y un trazado divertido. Balance positivo aunque durante la última visita en 2016 terminamos con sabor agridulce. En la penúltima tanda se cascó la primaria del motor y no terminamos bien la jornada. Desde entonces no habíamos vuelto al polígono de La Hiniesta. 

Días antes de la nueva visita, nos reunimos por fin con nuestro amigo Tyto en el bar Daytona de Fuenlabrada. ¡Hacia tiempo que no nos veíamos! y, además, había buenos motivos para el reencuentro, ya lo creo. Estrenaba moto y nos presentaba a su pareja, Mónika, una chavala simpática y motera. La moto nueva era increíble, una preciosa BMW 1200 de segunda mano pero muy cuidada, impoluta, sin un arañazo, muy mimada. Con ella desde luego podrían viajar lejos y de manera cómoda. Eso sí, su mítica Suzuki DR 650 seguiría en el garaje. A la cenita se apuntaron mis padres y el tema de Zamora surgió enseguida. Tyto y Mónika se apuntaron rápidamente a la escapada, ¡estupendo! También se vendría el "pequeñín", Alvarito, con su Triumph. Aunque no había dado tiempo de hacerle el reglaje de válvulas pendiente a mi querida FZR decidí sacarla y disfrutarla ese domingo.


La fecha no era muy buena, era justo el domingo de vuelta de vacaciones estivales, lo que significaría sin duda mucho tráfico y mucho control por parte de nuestros "amigos" de la DGT aquella tarde, sobre todo desde los helicópteros (mala combinación con mi padre por autovía). Para ir a Zamora tampoco podíamos circular por muchas comarcales precisamente (si queríamos llegar a una hora prudente y disfrutar de las tandas, claro), solo la mitad del camino pasaba por carreteras nacionales y un único puerto, el de Guadarrama.

Quedamos en la gasolinera Cepsa pasado Villalba, en la AP6, dónde tantas veces. A una hora temprana, allí nos reunimos todos los expedicionarios previstos (aunque algunos echamos de menos a Racing Rous). Mi padre con la Fazer y yo con la abuela de esa moto (mi FZR) llegamos los primeros. Repostamos y compartimos un donut. El tiempo era estupendo y había ganas de rodar. Teníamos ganas de ver a los amigos zamoranos, al Mudo, a los clásicos como Andrés "Champi" y a Joselito que andaba cerca, en su pueblo, Toro. Arrancamos con alegría para hacer el fabuloso puerto de Guadarrama (aunque está ahora plagado de radares) y bajamos hacia San Rafael para encarar la vieja carretera de Avila y tirar como si fuéramos a La Bañeza o a Juarros de Voltoya. La idea era parar poco después en el mesón de Ataquines, como tantas ocasiones, para desayunar "decentemente". Hasta allí fui muy contento con el rendimiento de mi oldie aunque, como era predecible, se notaba su falta de aceleración que no de velocidad crucero. No tardamos mucho en llegar a nuestro mesón "fetiche" y dar buena cuenta de sus delicias. Mi padre pidió su ajo para estrujarlo en el pan con tomate, el desayuno de los campeones. Nadie paso hambre, doy fe, ja,ja...


Llegamos a meta en "dos acelerones" y aparcamos en la parte alta del circuito, ya dentro del polígono. Gracias a las maletas de las dos motos turísticas de nuestros amigos hasta pudimos dejar los cascos guardados, de lujo. Bajamos andando la cuesta por la que me tiré con la Ossa tres años antes para arrancarla (cuando se quedó el acelerador pillado y casi me estrello). Pronto vimos las carpas. Daba la sensación que había menos pilotos y menos público que otros años, así era. También nos contaron, a lo largo del día que había habido fricciones graves dentro de la AMZ, el organizador del evento, una lástima. Enseguida vimos a "Champi" que nos enseñó su preciosa Gilera KZ 125. También localizamos al Mudo que siempre va a este evento en tren, cosas suyas. Nos desplazamos hasta la curva de entrada a meta para disfrutar un buen rato de las motos en marcha, ¡qué delicia! Había menos motos que otros años pero entre ellas sí contábamos con auténticas joyas, no esperábamos menos, la verdad. Os pongo algunas fotos:


Inevitable pasar un poco de envidia observando a todos aquellos pilotos rodando por esas calles con sus queridas doncellas. Yo todavía no había vendido mi Ossa pero no teníamos logística disponible esta vez, ni apenas sitio donde guardarla durante los últimos meses, ni nos habíamos propuesto este año participar... Luego fuimos, inevitable también, al bar del "paddock" a "lubricarnos" un rato, aunque no hacia demasiado calor.
 

Luego más encuentros agradables y más charlas. Primero con Joselito que por fin llegó desde Toro, luego con Celes de la AMZ, quién nos contó por encima el ambiente caldeado que habían pasado meses atrás dentro de la asociación... me quedé atónito. ¿Realmente no hay moto club o similar en el mundo del motor que no termine a tortas entre sus miembros?


Para comer hicimos caso al Mudo y nos acercamos a un hotel restaurante "racing" que él conocía, por el centro de Zamora. Su nombre era familiar, ¡"Jarama"! Pudimos elegir entre tropecientosmil platos diferentes, de traca, aparte de disfrutar de su decoración dedicada a nuestro querido circuito. Se nota que Angel Nieto nació allí (¡en esa ciudad, no en ese restaurante, quiero decir!). Otra comida divertida entre amigos antes de ponernos el casco y salir hacia Madrid.

La vuelta seria menos ligera que la ida. Repostamos antes de llegar a la A6, en algún lugar cercano a Toro. El sol todavía brillaba. En cuanto llegamos a la pista comenzamos a ver muchos coches, tráfico denso pero fluido todavía. Cuanto más nos acercábamos a la zona Tordesillas, más y más vehículos se juntaban en la pista, volviendo de sus vacaciones.. En los cielos se adivinaba la presencia de "Big Brother" pero todavía yo no había visto nada que volara con humanos dentro (buscar posibles drones no entraba dentro de mis posibilidades visuales). Regresábamos a un ritmo pausado de 120/130 o incluso menos. Imaginaba cómo iría sufriendo mi padre a ese ritmo, y durante un buen rato, avivamos un poco más nuestra marcha llegando solos hasta, más o menos, Arévalo donde el tráfico ya era realmente intenso. En ese momento volví a mirar a los cielos y descubrí un lejano helicóptero que hacia una especie de giro amplio por nuestra derecha, hacia la carretera. Me pregunté si nos habría observado minutos antes, desde atrás; habríamos sido presa fácil. (Pasaron los meses y no llego ninguna multa, bueno, a mi padre sí, pero del tramo Zamora-Toro, por pasar alegre bajo algún radar que no vimos).

El tiempo empezó a nublarse. Por fortuna, pronto saldríamos de la pista para volver a coger la carretera vieja de Avila. Asi fue. Paramos en Villacastín, el bar de la carretera. Me quedé un rato de pie esperando ver a las dos motos que faltaban. En unos minutos llegaron y tomamos unas bebidas en aquella terraza mientras el cielo se ponía realmente feo y gris. Como ultimamente me pasa, apenas llevaba ropa de abrigo conmigo, ¡error!, así que pensé que tenia alguna papeleta para llegar a casa costipado. Sobre todo cuando, después de repetir consumiciones, comenzó a chispear.

Arrancamos por fin y empezó a llover con ganas. Seria mi primer tramo "flag to flag" con la FZR, que seguía, por cierto, comportándose de maravilla. Desde luego, aunque alguno me mire (o me lea) "raro" es toda una moto para viajar (el portaequipaje lo tenía guardado). Su gran cúpula y su carenado protegen más de lo que imaginas en teoría sabiendo que se trata de una moto deportiva. El matiz es que es una R antigua, por lo que el estándar de ergonomía que presenta la moto es, ahora, en estos días, casi de moto turística convirtiéndola en una divertida moto de sport-turing (al menos, para mi estandar) con un chasis que era de carreras (campeona de España a la primera, en 1994, con el gran Gregorio Lavilla). Tanto el sillin, la posición del manillar por encima de las tijas y la localización de las estriberas te lo ponen fácil para consumir más y más millas sin cansancio. En efecto, iba  super cómodo, más que en la Fireblade, parecía que no nos habíamos tragado ya unos cuantos kms aquel domingo. Para algún futuro viaje sí le montaríamos de nuevo el porta que desmontamos para entrar al Jarama en junio.

Luego escampó un poco y el viento nos fue secando el cuero. Creo que fue el típico tramo dónde corrimos más que las nubes negras de cielo (la vieja teoría de mi padre cuando llueve o graniza y tienes pista abierta por delante... y unos cuantos CVs bajo el culo, claro). Abordamos con ganas el Alto del León pero, como era de esperar, también presentaba tráfico. Llegamos a casa una hora larga más tarde, sin más novedad. Un viaje corto y fácil pero muy ameno y agradable, salvo los minutos de atasco. Fue una bonita manera de comenzar el mes de septiembre. Pronto llevaría al taller a mi "abuelita" de 600, tenía más ganas de hacerlo y recuperar su aceleración que ella misma. Y así fue. Pero esa es otra historia...

Un placer volver a ver a tantos amigos en Zamora ¡y compartir ruta y mesa con Tyto & Mónika! (Con Alvarito también, claro, pero al "pequeñín" le tengo más visto, ja,ja). Me despido con una foto de esa mañana, casi a primera hora, en la parada obligada en Ataquines. En primer plano la flamante BMW celeste de Tyto...



De nuevo por Asturias (parte 3 y última)


No madrugamos mucho aquel martes de agosto. Con esa siempre agradable sensación de libertad, de no tener prisas ni obligaciones en el horizonte, de poder desayunar sin mirar el reloj, de saber que a lo largo del día un montón de buenas sensaciones, paisajes y curvas te esperan tranquilamente... Pues así fue, después de un desayuno interesante y de hacer un poco el "vago" en el hall del hotel, antes de pagar, volvimos a vestirnos de "romanos" repasando la ruta del día, trayecto que nos tenia que llevar de vuelta a Madrid aquella noche. Aparte de la tarde del domingo, al final solo dos días por Asturias, pero bien aprovechados en mi opinión.


Lo primero de todo era visitar el centro de Llanes, como tantas veces, y luego volver a ver las impresionantes vistas de los acantilados de Andrín. Cafetito en la calle Muelle, cerca del puertecito del pueblo, visita a las dos tiendas de siempre, la de los regalitos y la de al lado, la tienda rockera de camisetas. Dijimos adiós al querido pueblo a media mañana dirección a los acantilados. ¡Qué espectáculo es siempre contemplar el mar desde alli!


Estuvimos cerca de media hora mirando y haciendo fotos. Turístas en coche, pero solo dos motos alli paradas, las nuestras (me extrañó un poco). No había vuelto desde aquel otro impresionante viaje con Tyto y Carmelo. ¡Cómo pasan los años! No, error, eso fue en el 2014 pero dos años más tarde, en agosto también me dio la venada y me subi a comer un dia a Llanes (estaba solo en casa, "de Rodríguez"), volviendo a casa por la noche. Da igual. Al menos, que hubiera más gente por allí nos permitio salir juntos en la misma foto:


Arrancamos tranquilamente, disfrutando del paisaje, ¡cómo me presta siempre pasar por esas carreteritas y prados!, nunca puedo evitar pensar lo agradable que sería tener una casita por esa zona. Me pasaria medio año viviendo allí, sobre todo en verano. Al menos podemos viajar, que no es poco... Tomamos rumbo a Colombres, ese pueblo tan motero (lo digo por su clásica subida en cuesta desde Bustio), por la carretera antigua, la N-634, nada de autopista, así podíamos pasar por La Franca y todas esas localidades que tan buenos recuerdos nos traen...  Antes de proseguir paramos a repostar en la gasolinera El Peral. Esta vez no daba tiempo a comer (era pronto para eso) algo de marisco en el famoso restaurante con olor a Castrol de La Parra, posiblemente mi establecimiento favorito de todo el norte.


Seguimos acercándonos a Cantabria, llegando primero a San Vicente de la Barquera sin más novedad. No paramos alli, nuestra siguiente "meta volante" era Cabezón de la Sal. Antes, pasariamos por las estupendas curvas que presenta el paisaje saliendo de San Vicente hacia Treceño (otro reducto bucólico que conocemos de algunas vacaciones familiares). El tramo fue estupendo, lleno de alegría y con poco tráfico. Al llegar a Cabezón una breve pausa para asegurar rumbo. Con más tiempo hubieramos parado varias horas o incluso dormido alli para poder ver sin prisas a dos amigos, Nazaret y el caballero de las clásicas, José Antonio Casanueva, pero una vez más no teniamos esa posibilidad, debiamos llegar a casa esa misma noche. A ve si tenemos más suerte la próxima vez...

Desde alli la idea era conquistar el estupendo puerto de Palombera, un puerto de primera categoria (en varios sentidos) cuya carretera CA-280 corona a 1260 metros, ¡toda una delicia! Eso sí, recordaba por experiencia y por referencias lo fácil que es ver animales por aquellas laderas, de todos los tipos y tamaños... Comenzamos la ascensión rodeados de una frondosidad y una luminosidad penetrante. Aunque nos cortó un poco el ritmo, no pude evitar parar una vez para lanzar dos instantaneas decentes. Aqui una de ellas:


Seguimos subiendo con alegría pero de repente descubri un "mirador" que ni recordaba. Por lo visto en el, se llama "Balcón de la Cardosa". Paramos a echar un vistazo bajo esos estupendos cielos azules que nos cubrian desde primera hora. La extensión del paisaje que se puede vislumbrar desde alli es inmensa, realmente dificil de cuantificar. Y alli mismo, en el mirador, descubrimos ¡otro "bamby" de escultura! Parecido al del puerto de San Glorio. Aquel con el que siempre nos hacemos fotos, la mayoria muy divertidas....


Julito y yo mismo no pudimos resistirnos y caimos en la tonteria de volver a hacer alguna foto "sexual" con la pobre criatura petrificada... Por fortuna apenas había gente por alli... El caso es que un rato después reanudamos la marcha, agradeciendo la parada. En menos de dos minutos vimos caballos y, justo después, un nutrido grupo de vacas que se acercaban de derecha a izquierda, o sea, hacia la carretera. Julito, que iba delante, siguió su camino sin problemas pero yo me encontré tres ejemplares marrones que decidieron parar sobre el asfalto, la mayoria mirándome. Después de tantos años sin incidentes con mis buenas amigas las vacas no quería cambiar, para nada, aquella relación de amistad y mutuo respeto. Me detuve prudentemente sin parar el motor. Algunas se movian, otras seguian cruzando pero estas amigas desconocidas no tenian demasiadas ganas de moverse, por lo visto. Paso un minuto algo tenso y por fin una de ellas se giró lo suficiente para que me atreviera a meter primera y, a puntita de gas, intentando no alarmarlas, pasar a escasos cuatro o cinco metros de ellas sonriendo dentro del casco, por si aquella actitud pudiera ayudar... Pasé sin problemas aunque una de ellas seguia apuntando al frontal de la Honda. Respiré más tranquilo y meti segunda, viendo a lo lejos al compadre, recordando aquello que me dijo un amigo norteño en cierta ocasión: "no paseis nunca por la noche con las motos por este puerto, el ganado a veces se tumba en el asfalto para calentarse y te lo puedes encontrar"... 


El resto del camino, hacia Reinosa, no tuvo mayor interés. Allí comida interesante al segundo intento, de cuchara el primer plato, que apetecía y tenemos que cuidarnos... Las motos magníficas, ni una queja. Temperatura ideal para ellas y para los riders. Luego pequeña siesta (sobre todo del compadre) en un pequeño terrenito verde mientras seguian descansando las niñas... Y precisamente el agradable verde de los paisajes se iba diluyendo, poco a poco, mientras nos acercábamos a Aguilar de Campo, tramo que paso en un suspiro. Y lo mismo luego, en el viejo tramo conocido que conduce a Burgos desde el pueblo "de las galletas". En menos de lo que imaginas ya ves carteles informando de la distancia a Burgos. Esta vez no paramos en Sotopalacios a por morcillas. Desde Burgos el cambio de paisaje es tan acusado que ya en tu cabeza piensas "estoy casi en casa, joder"... Sin mayor novedad llegamos antes del anochecer a meta pensando la suerte que habiamos tenido desde el sábado: cuatro días entre amigos, carreras, curvas, paisajes y buena gastronomía. ¡Hasta pronto, fondo Norte!


De nuevo por Asturias (parte 2)


Después de la agradable sobremesa descansando en el cesped del parquecillo de Belmonte arrancamos, por fin, rumbo al desconocido, para nosotros, pueblo de Tineo, y hacia un tramo que tampoco conociamos. La idea era seguir haciendo millas y saludar al amigo Valentín, que además este año no había podido bajar a La Bañeza. De repente, giramos a la izquierda en la carretera saliendo de Belmonte y comenzamos una ascensión muy solitaria e intrigante... creo recordar que no vimos ni un solo coche mientras subiamos. Los minutos pasaron sin prisa y sin pausa bajo un cielo calmado y una felicidad rutera considerable. Llegamos a una cima amplia, solitaria y serena, parecía estar en medio de la nada. Paramos, logicamente, para admirar el paisaje, el bendito silencio y, de remate, los caballos que encontramos en un prado. La maravilla del momento fue alucinante, esos momentos de conexión con la naturaleza. Pudimos hacer alguna foto interesante...


Estuvimos un buen rato alli, disfrutando y soltando líquidos. Creo recordar que serian las seis de la tarde o poco menos. Habiamos subido por la carretera AS-310, de notable pendiente. Ese puerto, por lo visto, era el de Las Estacas (no confundir con el puerto de Cantabria/Merindades de nombre parecido). Por lo que me ha contado mi amigo Carlos66, piloto de clásicas, por la zona había y hay minas de oro romanas que siguen explotándose actualmente.

Algo más tarde reanudamos la marcha manteniendo un ritmo muy tranquilo ya que la mitad del tiempo lo pasamos observando el paisaje que nos rodeaba. Estabamos a cierta considerable altura y comenzabamos el descenso, un largo descenso, que debía llevarnos a Tineo... en teoría, porque no lo teniamos muy claro. El número de carteles por las carreteras en Asturias es mejorable (pero ayuda a fomentar el "sentimiento de aventura", ja, ja). De repente descubrí un embalse a lo lejos. Paré para llenarme de sensaciones, intentar orientarme y capturar alguna imagen:


No había nadie, ni coches, ni aldeanos, ni turistas, ni animales. Durante algunos minutos pareciamos los únicos habitantes del "planeta Asturias", una maravilla. Reanudamos la marcha y terminamos en una aldea que resultó ser Tuña. El embalse se llamaba La Barca, también conocido como Calabazos. No recordaba haber pasado por aqui en mi vida.

En Tuña paramos pero estaba todo cerrado, ¡ni un bar abierto! Bueno, suponiendo que hubiera más de uno. Solo descubri un establecimiento que no adiviné si era el club social, un hostal o sencillamente un bar grande. Resulta que esta aldea es famosa. Alli nacieron el general Riego (el del himno) y el escritor Antón García. Luego vimos las numerosas casonas palaciegas que alberga en su interior. Una joya antigua enclavado en un escondite bucólico digno de visitar, ¡volveremos! Eso sí, seguiamos sin ver gente (apenas algún "despistao") y el ambiente de "fiesta" era similar al de un cementerio entre semana.

Después de alguna vuelta absurda buscando un bar o una gasolinera reanudamos la ruta, esperando que, antes o después, saldriamos a una carretera principal y veriamos, tal vez, algún cartel que hablara de Tineo. Asi fue. Conquistamos una carretera con más vida y enseguida nos orientamos. Llegamos a nuestro destino de etapa en pocos minutos y tomamos un simpático café con el gran Valentín, que estaba allí pasando unos días de vacaciones. Enorme pueblo por lo que vimos, nada que ver con la aldea que habiamos peinado con las motos una media hora antes.


Para esa noche de lunes no teniamos nada reservado, tampoco teniamos claro hacia dónde tirariamos o en qué zona del Principado dormiriamos (la única idea era acercarnos a la costa, y hacia el Este, ya que queriamos volver a Madrid bajando desde Cabezón de la Sal y cierto puerto chulísimo). Asi que, sobre las siete y media aproximádamente, nos despedimos de nuestro amigo y aligeramos hacia Oviedo por la N-634. El tiempo estaba cambiando. Se levantó un viento feo y bajó la temperatura (eché de menos llevar más ropa, Julito me dejó una sudadera de sobra, ¡gracias compadre!). Pasamos por sitios curiosos y aunque habia pocos kilómetros entre Tineo y Oviedo (unos 60 y pocos) no tardamos precisamente poco. Fue una pena no contar con un par de horas extras más ese día y haber podido tomar algo con el amigo Dani de Farturacing pero, al final, fue imposible, de verdad que lo sentí. Paramos a tomar un pincho en una gasolinera cerca del pueblo de Villaviciosa y, por mi, hubieramos entrado al mismo para buscar alojamiento y haber cerrado la jornada motera junto a su ría. Me gusta esa localidad pues me acuerdo siempre de unas vacaciones de verano que pasamos por alli... fue cuando visitamos (con guía) la bodega de El Gaitero, algo importante para un loco de la sidra como yo, ¡volveré! 

Al final no entramos en Villaviciosa. Julito tenia ganas de llegar más al Este para, al día siguiente, disfrutar de otras zonas sin tantas prisas (de vuelta a casa, al final solo estariamos tres días de "gira"). Serian las ocho y media pasadas cuando arrancamos dirección Ribadesella donde buscamos alojamiento un rato, sin éxito, preguntando, entre los dos, en media docena de sitios. Creo que no hay pueblo más turistico en Asturias, solo había que ver el tráfico que circulaba por todas partes, fue un intento estéril y un poco absurdo. Perdimos cerca de una hora. Recordé el rally "Desafío en Moto" que habiamos disfrutado con salida alli mismo años atrás, organizado por la buena gente de Lukas Team.

Reanudamos la marcha mientras la luz del sol se iba apagando lentamente detrás del horizonte. Parábamos en diferentes lugares para preguntar si tenian alguna habitación libre, sin éxito. Salimos y entramos de la autopista A-8 varias veces, ya de noche. Recuerdo la pausa más larga. Preguntamos en una especie de hostal con aspecto acojedor. También estaba completo pero nos mandaron a unos pisos que habia como a 400 metros, en una de las calles de aquel pequeño pueblo que ni recuerdo cómo se llamaba. Al lado de un bullicioso bar, llamé al timbre de un portal pero tampoco tuvimos suerte. Alguien desde un pequeño balcón se asomó, me puso cara de pena y me aviso que no habia donde dormir en muchos kilómetros a la redonda. Me volvi a poner el casco, algo cansado de aquella búsqueda y salimos zumbando mientras comenzaba a chispear. Veía que dormiríamos bajo el techo de alguna gasolinera, como alguna vez en el pasado.

Volvimos a entrar en la autopista, dirección Llanes, mientras la lluvia empezaba a apretar. De noche y lloviendo, teníamos motivos suficientes para girar más la muñeca derecha, además apenas había tráfico y los motores carburaban de maravilla. Por mi parte, mal una cosa: no, no llevaba mono de agua tampoco esta vez, pero era otro motivo para llegar pronto a algún sitio.

Serian las diez y media pasadas cuando vimos el cartel de Llanes. Nos metimos sin dudarlo. Si hay un pueblo "emblemático" para mi en todo el Principado es este, por sus famosos cubos, por su muralla, por sus agradables bares, calas y playas. Así que entramos a saco por sus primeras glorietas y, como recordaréis muchos, al poco de entrar se ve claramente un hotel con buena pinta y enorme aparcamiento escoltado por hermosas palmeras. De ahí su nombre. Jamás en mi vida había parado en ese hotel, la verdad. Decidimos probar suerte. Me quité el casco, mientras aflojaba la lluvia un poco. Entré con menos esperanzas que los rivales de Márquez en la parrilla y descubrí un empleado joven que me atendió con educación y cierto interés. 

No supliqué pero dejé claro que nos apañariamos con cualquier cosa. Incluso con una sola cama (¡apurado te veas!). Enseguida le vino una idea a la cabeza. Casi disculpándose, me informó que tenian algunas habitaciones cerradas temporalmente porque no llegaban a la "calidad" habitual del hotel. Me pareció que habia una esperanza real. Creo que no entendia nuestra situación pero le segui tranquilo por el pasillo de esa misma planta baja, deseando ver aquella "habitación mediocre". Entramos y vi una habitación decente, bien decorada, con una cama enorme y una tele plana, más el baño y todo lo demás, eso sí, sin ventanas... me preguntó qué me parecía y acepté, claro, aunque el precio de la noche seria doloroso, ¡90 pavos!, claro, el hotel era de cuatro estrellas, tendríamos que pasar por el aro. Eran las once más o menos cuando descargamos las motos. Al rato nos cambiamos de ropa y hasta pudimos cenar de lujo en la terraza del comedor, mientras volvia a llover con ganas. Sí, ya era martes, pero estábamos disfrutando de otra botella de sidra y unos bocadillos ricos, ricos. No había dónde meter las motos bajo techo pero tuvimos que aguantarnos.


Continuará...

GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...