Y llegó una señorita acicalada...


Erase una vez una idea que se repetía de vez en cuando, poco original pero con buena dosis de pasión y nostalgia, sí, la idea de conseguir antes o después una moto de nuestros añorados años 80 o 90, en buen estado o casi... para pasear o lo que fuera menester (ya lo hemos hablado alguna vez, en otros posts). Después de agotar "el tiempo" con nuestra querida Ossa, viendo que que para hacerla competitiva deberíamos invertir mucha pasta, cada año más, todo indicaba que se cerraba un capítulo y se abría otro nuevo. ¿Qué sentido tiene guardar una moto que no usas ya casi nunca y que no vas a potenciar ni usar en el futuro inmediato? Siendo realista, poco sentido. Asi que la pusimos en venta, ¡qué remedio!

Además, había ganas de probar otros platos, de aquellos manjares que nos enamoraron de jóvenes, platos a los que no alcanzaba nuestro bolsillo. Algún amigo del siglo pasado tuvo algún pepino en aquellos días pero nosotros nunca. Ahora la cosa estaba más fácil. Había varias candidatas, siempre clasificadas por las categorías de clásicas que tanto nos gustan. Por un lado, como hablamos aquí el año pasado, teníamos las "vaca burras" de F1, como la GS 1000 que comentamos hace tiempo, las carísimas Katanas u otras por el estilo (no hay mucha variedad realmente, contaríamos también con las emblemáticas CB 900). Luego en F2, tenemos la vieja idea de capturar y cautivar una preciosa XJ 600, sí, y ya puestos, participar en alguna prueba de esa categoría. Y luego estaba la "tercera" categoría, las Supersport de los maravillosos años 90. Por mirar... por mirar, llevábamos meses y meses mirando. Una de las candidatas era una vieja "novia" que nunca pudimos tener pero sí "tocar" en su día, la brillante FZR 600 de la hornada del 94/95. En Asturias vendían barata una unidad preciosa con los colores Gauloises. Durante algunas semanas estuvimos hablando y casi organizando la manera de ir a por ella, hasta fue a verla un amigo norteño para darme su opinión. Pero... he aqui que el Destino quiso que un buen amigo, Edu, experto en clásicas, me hablara de otra localizada por su zona. Parecía bastante entera y el precio era casi de risa (tres digitos). Después de evaluar el asunto nos tiramos a la piscina. Ya la había probado dos veces para mi y hasta me había enviado algún vídeo. Sonaba bien y parecía bastante entera salvo por el embrague, gomas y tornilleria. Y nos decidimos. ¡¡Y volvimos a nuestro querido Cintruénigo...!!, pero esta vez sin la Ossa, con un furgón, a por la nueva niña, la FZR. Gracias por tantos paseos, Edu, ¡y sin comisión! Allá que fuimos tres madrileños, Chema, mi padre y yo. Comida simpática y regreso con moto nueva. ¡Cómo para quejarme!


¿Y qué pretendiamos con ella? Pues la máxima era... ponerla a punto y, con el tiempo, quizá participar en alguna carrerita, en tandas clásicas o en alguna exhibición. Pero, claro, para todo ello volveríamos a tener el mismo problema que vivimos durante los últimos años con la HermOssa: un sitio para trastear, para guardarla y luego la logística suficiente para transportarla a los circuitos. Todo muy complicado en nuestras actuales circunstancias. De momento, tendriamos que conocernos, casi en el sentido bíblico y ponernos a punto, ese era el primer objetivo. Sin prisas pero sin pausas... Con amor y buena letra, con matrícula y luces, "operativa" para usarse, no para posar.

Por otra parte, en paralelo, como si se repitiera la historia, nos habíamos inscritos, meses atrás, para el Racer Explosion del Jarama... y, claro, lo lógico era rodar con ella. Pero apenas teniamos unas semanas para prepararla. El año pasado teniamos la misma prisa para apañar la más antigua FZR (del 90) de Iñigo, ¡vaya casualidad! Asi que hicimos lo que pudimos... con ayuda de los amigos de EMS se realizó un check básico pero necesario. Aparte de cambiar todos los líquidos, los discos del embrague, un semi manillar que estaba a punto de romperse y repasar cables y carburación tuvimos la desagradable sorpresa de descubrir que los discos de freno delanteros no estaban en perfecto estado precisamente, uno de ellos de hecho estaba fino filipino... y como es un elemento de seguridad tuvimos que jodernos y buscar dos en un desguace. Así llegamos a Junio y una mañana dimos el primer pirulo. Fue hasta El Tiemblo y me acompaño mi padre en su Fazer. ¡Dos 600 de los diapasones, y las dos con carburadores!, motores parientes, claro.


¿Qué notaba en aquellos primeros kilómetros? Pues por supuesto que era una moto más cómoda que mi querida Infinita y que era ¡tremedamente ágil! Era "enorme", nada que ver con una 600 actual, obviamente. El motor tenia todavía por recorrer mucho camino porque aunque era veloz no aceleraba demasiado. Comodidad, sí. Por una parte, gracias a los semi manillares. Estaban un poco elevados para mi gusto pero por ello ofrecian un buen control y una posición lógicamente menos forzada que en deportivas modernas. A ello se le unía el mullido sillín y la altura de la moto más la posición de las estriberas. Todo hacia que fueras cómodo y bien protegido por su cúpula (¡pulida para poder pasar la ITV, no solo para que quedara guapa!). La caja de cambios me soprendió por su precisión y suavidad. Con los discos del embrague ya cambiados, en ese aspecto, iba muy confiado. De frenos ibamos bien, incluyendo sus latiguillos metálicos. Tacto correcto aunque potencia mejorable. Cambiamos muchos tornillos de la moto que estaban oxidados o forzados, sobre todo por las estriberas. También desmontamos el portaequipajes, algo muy útil pero que "rompia" un pelín la bella estampa de la moto. Además entrar al Jarama, días después, con el puesto no tenía mucho sentido...


Debo insistir que lo que más me soprendió de esta moto fue su tremenda agilidad. Sin duda, ese mítico chasis Deltabox "algo" tenía que ver. También que acabara de montarle dos gomas nuevas, dos Dunlop "de los mios" ayudaba mucho. Simplemente una insinuación y la moto cambiaba de trazada, una auténtica maravilla. Luego, a lo largo de los siguientes meses la cosa cambiaría un poco, al ir cuadrándose los neumáticos después de dos viajecitos con mucha autovía... sniff, sniff.


Y llegó el dia del Racer Explosión. Un día muy agridulce, por diversos motivos. Hizo buena temperatura, menos calor que un año antes, eso era un punto positivo para empezar. Yo andaba algo emocionado de poder estar con mi bella moto nueva, ¡qué preciosidad!, a pesar del tapizado cutre del asiento delantero (¡duraría poco, claro!). Lo mejor es que nos reunimos un buen puñado de amigos en el box. Julito, mi padre, ¡Santi!, Rosi y Luis, Iñigo otra vez (que llevo su FZR) y su chica, Andrea, Pedrito, Juan Vegas, Joselito, Mudo, etc, etc, toda una fiesta de gente maja. En negativo... me levanté regular aquella mañana. Realmente llevaba unos días algo bajo de "punch".


Dentro de la pista, rodeado de clásicas y no tan clásicas (demasiadas motos modernas en la opinión de muchos participantes), comprobé un poco más lo ágil, relativamente estable (a pesar del amortiguador trasero algo follao) y veloz que iba la moto. En contra, la aceleración era paupérrima. En mi mente tenia la comparación con las prestaciones de la Fazer, en teoría muy similares. Pero estábamos lejos, muy lejos en aceleración y recuperación. Hasta alguna naked de 500 salia de los ángulos mucho más rápido que nuestra protagonista. Sé que le hacia falta un reglaje de válvulas, aquello no era normal, ni por asomo. ¡Cómo para participar así en alguna carrera!... Cada semana me asaltaba más la idea de dejarla con matrícula y luces permanentemente...


En todo caso, como siempre, intentamos disfrutar de lo que teniamos. Yo también tenia que pasar "por el taller" pronto, volver a perder peso, revisar las tiróides y mejorar mi salud, estaba tocando fondo desde la primavera.

Por desgracia, aquella jornada en nuestro querido circuito termino de la peor manera. Un gran motorista cántabro, Nichi, con el que habia coincidido varias veces en diversas tandas y eventos de los amigos de ClassisRacing, perdia la vida pocos días después. La razón fue un terrible accidente que se produce casi a la hora de comer en plena recta de meta. Yo llegué escasos segundos después, no lo vi en directo por poco. Lo que contemplé me heló la sangre. El asunto era grave. Alguien se había golpeado brutalmente contra el inicio del murete del pit lane. Todas las ruedas que suele haber alli estaban desperdigadas, un cuerpo tendido inmóvil en la pista, una moto destrozada no muy lejos... y una ambulancia viniendo en dirección contraria por la recta, a toda velocidad. Yo había decidido que era mi última tanda, al final lo fue para todos. DEP Nichi #30. ¡Qué injusta es la vida muchas veces!


Y no fue culpa suya. Una moto algo más moderna, por lo que contaron diversas fuentes, se cruzó en el último momento con la intención de entrar a boxes. Pero en su camino estaba el piloto de la Honda número 30. Una insesatez que fuimos incapaces de entender durante muchos minutos. Luego nos volvimos a quejar de tanta moto moderna (se suponía que solo aceptaban hasta del año 2000 o 2001). Era un poco absurdo aquel panorama mecánico y comprendo que tendrian que amortizar la pista pero meternos entre una ¡¡Desmosedici!! y una jauría de Yamahas nakeds de última hornada, alguna Z 900, etc, etc, lo veíamos un tanto peligroso. No por las motos, claro, sino por lo que arrastra aquello (frenan mas tarde, aceleraban mucho más, claro) y por la edad de algunos participantes subidos a ellas, como los que tenia yo en el box de al lado. Todo aquel "puré" no era precisamente ideal para rodar en la categoria de los "sports". Pero, claro, diran que hablar a toro pasado es fácil. Lo es, pero también lo pensábamos a media mañana.

Casi terminaba Junio y nos aguardaba otra cita. No daria tiempo a pasar por el taller para el reglaje de válvulas y el posible (ya veriamos) esmerilado de válvulas, teniamos a la vista una cita que yo mismo habia convocado en el grupo de "Grillaos del TT". Y sería en Cullera, ese pueblo y esa zona con tanta tradición motociclista. Hariamos otro gran encuentro con gente de todas partes, y en un local emblemático, el Moto-Tapas, dónde se exhiben cascos, monos de carreras y motos de competición, ¡un paraiso que encima está en plena playa! El invitado estrella seria el amigo Victor Ortega que, en breve, iba a participar en el Manx TT en la isla de Man con una preciosa Kawa 600, ¡casi nada!

Lo malo es que vendría una ola de calor terrible... pero todo esto os lo contaré en el próximo post. Me despido con una foto de las máquinas de los "clásicos" de mi pueblo, Pedrito y el moi. Su preciosa y rabiosa Aprilia 125 y mi bella abuelita marchosa. "Siempre" a la moda, ja,ja... Old school en vena!

"Al sur, al sur"



Así lo cantaba mi admirado Miguel Ríos hace un porrón de años (aunque, por una vez, no se refería a su querida Andalucía). Pero fue casi nuestro lema durante el mes de mayo. Es raro que nos de por viajar hacia el sur de la península pero esta vez teniamos un gran "excusa". Habiamos prometido muchas veces a los amigos de aquellas latitudes volver por sus tierras y se presentó una ocasión propicia: se celebraba, una edición más, la "Batalla de las Clásicas", en el circuito de Guadix (Granada). Creo recordar que desde nuestra visita express al circuito de Jerez en junio del 2015, con motivo del evento de Legends (dónde vimos por última vez a nuestro admirado Garriga), nuestras motos no habían apuntado hacia aquella dirección.

Esta vez no contaba yo con la mejor de las versiones de mi querida Fireblade. Desde el último día del Gredos Trophy la moto no iba del todo redonda y le costaba arrancar. Miedo me daba pensar que fuera algo grave pero estaba seguro que era la inyección. Entretenido con otras historias moteras y personales, no me dio tiempo para llevarla al taller antes de la siguiente salida, la que relato en este post, hacia el sur. Estaba seguro que tendríamos este verano el mismo problema de siempre si no hacíamos algo. Es decir, con calor y atascos, se para en marcha, como sucedió otra vez el verano pasado. Estábamos a las puertas de la cita y me di cuenta que la carrera se celebraba un sábado. En principio me pareció ideal para asi tener el domingo libre, con la familia. Pero, claro, si el sábado era la carrera teniamos que salir el viernes por la tarde y un viernes por la tarde la carretera de Andalucía se pondria "guapa" de tráfico.


Y así fue. Serian las cinco y media cuando arrancamos. Un caos total de coches y camiones a la vista. Enseguida decidimo dar un pequeño rodeo para salir casi por Aranjuez y Ocaña pero... pero no sé qué pasaba que a los pocos kilómetros nos encontramos con nuevos aluviones de atascos, brutal, de esos que parecen que circulan con soltura aunque sea solo a 90 o 100. El calor era moderado pero yo no podía evitar pensar en el motor de mi Honda, o en sus inyectores concretamente, o en su electrónica... si volviamos a encontrar un atasco cruzaría los dedos... Al final ibamos los cuatro mosqueteros de tantas veces: mi padre (como siempre, con más ganas que cualquiera), Julito, Antonio que se apuntó en el último momento (con su preciosa Kawa H2) y el que esto escribe. Llegando a Valdepeñas, como doce kms antes otro mega atasco... esta vez bajamos a 30 o 40 por hora, al final por el arcén a ese ritmo... no se veía el final del atasco... yo iba acojonado, la temperatura de la Infinita empezaba a pasar de 104 grados en el marcador... cruzaba los dedos mentalmente. En un momento determinado, salimo de la autovía para subir por una salida con puente y bajar en la siguiente incorporación, así nos ahorrariamos casi un km de atasco. Subi el último de los cuatro y al cortar un poco el gas justo en el medio del puente, tumbando un poco, la moto titubeó y se paró. Me quedé solo en el puente, viendo el atasco desde arriba y a los tres jinetes alejarse poco a poco, por la incorporación a la autovía, aunque Julito luego me contaría que me vió parado por su retrovisor, algo preocupado. Dejé enfriarla un minuto, di al botón y la Fire arrancó sin problema pero "tosiendo", ¡como otras veces cuando se para en un atasco! No lo dudé, meti primera y aceleré a saco hasta tercera para que le entrara un poco de airecito al radiador con la esperanza de bajar la temperatura. Lo conseguí a medias, con la suerte que enseguida vimos el final del atasco. Un accidente multiple y mis "amigos" de verde gestionando el marrón. Paramos y enseguida nos dejaron seguir, ya con la carretera bastante más despejada. Subimos de velocidad  y bajó la temperatura. Entramos además en unos minutos a repostar y dejarnos enfriar.

Ya no hubo más contratiempos mecánicos y, pasado Despeñaperros, después del desvio hacia Granada, disfrutamos de aquellos curvones tan bonitos que nos acercarian hasta el desvío a Guadix, meta del día. Solo había pasado una vez por aquel tramo, en coche, y esta vez lo disfruté de verdad. Como ya casi era de noche la temperatura dejó de preocuparme. Luego paramos, repostamos y enseguida estábamos cenando en un pueblecito lindando casi con Guadix donde una salerosa y simpática camarera nos hizo aquel rato muy agradable. Buenas fotos nos hicimos con ella, y ella con nosotros y las monturas. ¡Así da gusto parar a cenar!


Hotelazo inesperado por cuatro duros (lo había pillado de oferta) al borde de la carretera, a dormir en habitación cuadrúpe al final (a 20 euros cada uno) con risas y cachondeos incluídos, y como siempre pintando bastos en nuestras excursiones, ja,ja... y llegó la mañana del sábado. Increíblemente no hacia mucho calor, ni siquiera un poco, quizá estuvimos ese día como mucho a 20 grados, inesperada pero muy agradable sorpresa. Además había una ligera brisa que no cesaba, perfecto. Después de un power-desayuno nos fuimos a las motos... y la mía no arrancaba. Empezamos a empujar y nada. Está claro que tiene que pasar por el taller. Me juego un dedo que los inyetores están sucios o peor... De todas formas, advertí un detalle. Al aparcarla por la noche, en el parking de superficie del hotel, apreté el corta-corriente de la piña derecha. Por la mañana me acordaba y lo desconecté antes de intentar arrancarla, pero no lo lograba.... Igualito que en Javalambre... ¿Seria que hace mal contacto? Eso estábamos hablando, pulsando Antonio varias veces seguidas el botón rojo, cuando por fin arrancó al siguiente empujón. Me recordó el uso de los productos para limpiar contactos. Tomé nota para la revisión a la vista.

Llegamos al circuito, que no conociamos, enseguida y comenzó lo bueno, la fiesta, mucho más animada de lo que en un principio imaginaba. ¡Larga era la deuda pendiente por visitar a  esta panda de amigos y "delincuentes" simpáticos! A la mitad no los habiamos visto tete a tete. Por fin iba a conocer en persona  al gran Pepe Andujar, ¡¡tio grande, grande!!, a los hermano Cano (Fran y Mario) que corrian con su preciosa GPX, al simpático Willy y seguramente a alguno más, como el amigo Tomás de Almería, al que volviamos a ver. ¡Buena banda! Solo faltaba Iván pero, por lo visto, no podía acudir este año a la fiesta de las clásicas. Tambien estaban Alberto y una amiga, Karol, una chica encantadora, con un curriculum motero, que meses después, al conocerlo, me dejó con la boca abierta, ¡olé!

Buenas monturas por los boxes, no en cantidad pero sí en calidad, incluyendo una preciosa YZF 750, varias CBRs 600 como la del amigo Mamel, y varias japos más de buen ver. Cuando llegó Pepe, después de tantos meses de hablarlo por teléfono, nos emocionamos un poco, ¡ya era hora! Venia muy dopado, en coche con Willy, porque llevaba un gripazo a cuestas que ni una vieja 2T sin aceite... Disfrutamos como locos riéndonos de mil cosas y comentando otras mil. Me hizo mucha ilusión el regalo que nos tenía preparado Pepe para mi padre y para mi, ¡impresionante!, otro día os cuento qué fue. Corazón grande y generoso el de este gran motorista y aventurero. Aparte de eso, también traian una nevera portátil y un buen lote de alimentos ricos, ricos, vaya tela...
También acudió el amigo Jose Carlos, al que no veíamos desde Motorland y hasta el amigo Aurelio (nos habíamos visto una vez, hace dos veranos, en Lisboa, ¡de casualidad!). Aqui una de las primeras fotos divertidas del día...


Las cervezas empezaron a circular con alegría por todo el box, salvo entre los pilotos de la Kawa, que demasiado tenian con soportar los caprichos de la horquilla y el reenvío del cambio de su GPX, una moto pintada y decorada con los míticos colores, y el dorsal, de la JJ Cobas de Aspar, como podéis ver aquí...


La carrera nos pareció muy interesante, aunque no había excesiva inscripción pero sí buenas monturas, montañas de ilusión y un circuito estupendo que nos sorprendió gratamente. De buena gana nos habríamos dado unas cuantas vueltas, sin dudarlo. Además, de manera increíble, hacia una temperatura ideal, de primavera, ¡menudo regalo!


Las horas pasaron rápidas y divertidas, entre risas, motos, grasa y mucha bebida. Pero casi a las dos tuvimos que empezar a despedirnos de tan fabuloso grupo humano. Tomás se hizo una foto encima de La Infinita, a petición propia, ¡le quedaba bien! Mi moto arrancó bien pero no la sentía redonda. Salimos con la idea de volver algún año, ¡mínimo como espectadores!...  La vuelta fue sin incidentes dignos de mención, con menos tráfico y sustos mecánicos. Me iba acordando del espectacular grupo de gente que habíamos descubiertos durante aquellas horas del sábado. En serio, qué panda más cojonuda. Los hermanos Cano, además, tuvieron el detallazo de regalarme una de sus camisetas del equipo que vestí orgulloso durante el camino de vuelta, ¡gracias chicos! Lo mismo somos parientes lejanos, por apellido y ubicación, ja,ja, ¡no lo descarto en absoluto!


Estas carreras y el esfuerzo que hacen los equipos demuestra hasta donde llega la pasión de muchos corredores y motociclistas por rodar  y disfrutar de los circuitos. ¡Qué dure muchos años! Ellos son la esencia y la base de esta bendita enfermedad que tantas alegrías, y algunas tristezas, nos ofrece a lo largo de las décadas. ¡Qué dure y que nos veamos en muchas más! Salud y gasolina.


Otro Gredos Trophy.. ¡pero especial! (parte 2)


Amaneció con una tranquilidad y una paz envidiables. Cómo valoramos estos regalos con los años, la calma de la naturaleza, ¡casi daba pena arrancar las motos luego y romper aquel ambiente!

Desayunamos de manera razonable en el hostal descubriendo que tendriamos otro maravilloso día soleado para rodar. Nos tomamos las cosas con calma, como se puede apreciar en algunas fotos pero, por fin, después de esperar (y fotografiar) a que un "rebaño" de vacas cruzara la carretera nos pusimos en marcha dirección a los dos puertos míticos que nos faltaban por conquistar, Serranillos y Mijares. Dejamos atrás Hoyos del Espino y la zona de la Plataforma buscando el cruce y el puerto del Pico. Allí paramos motores un minuto (al menos yo, con miedo a sobrecalentamientos) y cuando nos reagrupamos por fin bajamos este último puerto, con cierta alegría, con poco tráfico y con una temperatura estupenda. Luego paramos antes del desvío que siempre conduce a la carretera estrecha y sinuosa que, poco a poco, conduce al puerto de Serranillos. Carlos tenia preparada su cámara onboard y, además, tuvieron la buena idea de parar en un mirador (donde jamás habia parado yo) camino al puerto, el mirador de La Llana. Reagrupamiento, fotos y pitillos.


Seguimos la ruta sin tráfico y con diversión. Llegamos  a la cima y volvimos a parar, como no, y hacer más fotos. Las vistas eran admirables y el ambiente cojonudo. Estuvimos un buen rato, mientras pensábamos ya donde parariamos luego para comer aquel día. Cuando reanudamos la marcha noté como, a mi moto, le costaba un pelín arrancar, no por el motor de arranque sino con la sensación de que estaba "medio ahogada". No pude reprimir pensar en el asunto pendiente que tengo con ella en el taller, revisar y limpiar la inyección con ultrasonidos. 


Avanzamos bajando el puerto, un tramo que me gusta mucho (siempre que lleves buenos frenos, ja, ja...). Cuantos recuerdos me vienen a la memoria siempre que cruzo esos parajes, esa carretera bordeada por aquellos viejos "quitamiedos" de piedra donde una vez me dijeron (el father) que si alguna vez me cayera precipio abajo entre ellos por no saber frenar es que me lo merecia por patán (ja,ja,ja..).. El caso que tuvimos que esperar un ratin en otro cruce, lo último que queríamos los anfitriones eran perdidas por el camino. Al reagruparnos y arrancar mi moto noté que, efectivamente, le estaba costando conseguirlo y "carburar". Tuve que dar dos acelerones para aclararla la "garganta" y reanudamos camino dirección Burgohondo y luego Mijares mientras una ligera preocupación se instalaba ya en mi cabeza, ¿qué estaria pasando? ¿Seria la inyección u otra cosa? El motor no se calentaba, al menos eso lo tenía controlado. Al final paramos en Burgohondo para tomar el "aperitivo". No sé cómo no nos perdimos en aquel pueblo que tiene dos carreteras diferentes nada más llegar a él. Tardamos en encontrar un bar abierto (¡increíble!) pero lo conseguimos.. y mientras lo haciamos la "avanzadilla" el resto de expedicionarios nos vieron y se unieron a la comitiva (buscar bares une mucho a la gente, lo tengo comprobado).


Minutos después conquistamos Mijares pero decidi esta vez no parar. Avisé a Kurtis que me iba escoltando (me podía haber pasado en cualquier momento pero es muy respetuoso ja,ja) y segui rumbo al pueblo de Casavieja (Avila) donde comeriamos a todo tren. Me quedé con las ganas de hacerme otra vez la foto en el puerto con el grupo y luego me quedé con las ganas también de detenerme en más lugares maravillosos pero no quería volver a parar la moto hasta la hora de la comida.

Tomás, Gregg, Iñigo, mi padre y los demás iban disfrutando. Andaba yo pendiente en ocasiones de conocer qué opinaban de la ruta pero lo raro hubiera sido (ya nos conocemos) que no hubiera sido de su agrado. En Casavieja me costó encontrar el restaurante elegido. ¡Tuve que callejear un buen rato! Por fin el autóctono que siempre ayuda en estas circunstancias me señaló donde estaba en lugar. Paré y como era pronto tomé un refresco (estaba asado de calor). Luego subí hasta la carretera y algunos de los integrantes de la expedición pudieron verme. Por fin, nos volvimos a juntar.. y disfrutamos de una grata comida dentro del salón. Luego salimos a la terraza y empezaron las despedidas. Iñigo y Kurtis habian apostado si tenian huevos para algo... ese algo era pirarse para ¡Lisboa! y visitar a un amigo. Asi lo hicieron. Yo me mordía las uñas, ¡qué envidia! Alejo tiraba para otra localidad también y se despidió. El resto, después de la comida, tiramos hacia Fuenlabrada, donde dormiriamos todos al final. Antes pasariamos por más curvas y más paisajes rurarles pero con cotas más bajas y más tráfico, no quedaban muchas más opciones para regresar. Comandados por los dos madrileños que quedaban en el grupo (mi padre y yo) nos poniamos rumbo a Piedralaves y la carretera CL -501 y luego la más atascada (da igual el día) M-549, rumbo Este.


Algo de tráfico y parada para repostar fue lo que nos trajo aquella tarde. Teniamos claro que la aventurilla por Gredos tocaba a su fin. Pronto alcanzamos la carretera de los pantanos y la pista de la 501 donde mi padre y yo, tan acostumbrados a ir a nuestro ritmo ilegal habitual (está limitada a unos absurdos 100 que nadie respeta), tiramos un poco y casi perdemos a los invitados. Al fnal todos llegamos juntos a meta. 

¿Qué decir? que fue un placer rodar una vez más con tantos buenos amigos, grandes motoristas y mejores personas. Con ganas de volver a vernos nos despedimos aquella tarde, cerca del bar Daytona, en mi pueblo de adopción. Solo nos quedó el epílogo de tener a Gregg por la zona un dia más ya que esperaba a su chica, Elena, para hacer algo de turismo por la capital antes de seguir, ya juntos en su BMW, hacia tierras norteñas (¡dónde "alguno" se llevo un trofeo!). Pero esa ya es otra historia... ¡¡Hasta pronto "polacos", hasta pronto papi, Iñigo & Kurtis!!


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...