Verano... se ven pollos asados en moto (2 de 2)


Llegué en cabeza a las postrimerías de Jaca, imaginando que encontrar alguna habitación para pasar la noche sería muy complicado, bueno, complicado si NO querías arruinarte en el intento. El destino parecía burlón porque fue entrar por una de sus rectas, despacio, mirar un poco a ambos lados de la carretera y descubrir un restaurante antiguo de carretera que ponía algo de "camas". En cuanto pude di la vuelta y me metí en su parking de tierra. Justo al lado del restaurante estaba la entrada a un camping. En este solo me ofrecían zonas para poner tiendas de campaña, nada. Cuando pregunté en el restaurante me dijeron que sí, sin dudarlo, dos camas en una habitación saldría por 30 euros, razonable. Los baños eran comunitarios, en el mismo pasillo, suficiente. Me dejaron una llave y subí al nivel de las habitaciones por una escalera exterior; vi la room y dije ok mentalmente. Mientras, Julito aguardaba abajo. No era un sitio precisamente lujoso pero estaba apañado y encima podríamos cenar o desayunar allí mismo, perfecto. Dejamos algunos trastos y seguimos la ruta prevista, para que Julio conociera la estación de Canfranc. Atravesé Jaca divertido, mirando a la ciudadela, por donde había estado apenas unas semanas antes con la family, y volvimos a acelerar ya camino a Francia por la avenida del mismo nombre, pasando también a nuestra izquierda el viejo conocido hotel Charle, centro ecuestre además,  muy recomendable, por cierto. Disfruté aquel tramo con la moto, ¡qué diferencia a hacerlo enlatado! El tiempo además era magnífico. El sol empezaba a declinar pero la ausencia de viento y de calor era una bendición en esos momentos del día, distintas sensaciones comparadas con las vividas horas antes por la Foz de Biniés.


Siempre es agradable contemplar la monumental estación de Canfranc. Tanta historia a cuestas..., desde el accidente de 1970 se dejó de usar aunque sigue habiendo colectivos que luchan todavía por devolverla a la vida. Aún así, aparte de las reformas que se le han hecho a sus fachadas, hay que destacar la nueva estación de tren construida detrás de la famosa fachada principal. Enlaza creo que con Zaragoza y Huesca. Por allí caminamos un rato, observando todo.

Luego ya en Jaca fuimos a cenar a la pizzería de siempre; buenas risas y quizá demasiadas calorías... Volvimos a arrancar las motos para llegar hasta el alojamiento. Hablando con la encargada del camping, me dejó meter mi XSR en un rincón del mismo, pues no me sentía del todo tranquilo viéndola en el parking de tierra exterior... Julito pasó de todo, a ver quién es el guapo que se atreve a tocarle la CBR, je,je... A las tantas nos propusimos dormir... Y un nuevo día llegó tranquilo y calmado, regalándonos un solecillo agradecido. Desayunamos sin prisa en el bar y pagamos lo acordado. La idea ahora era coger la vieja carretera y acercarnos al camping de Anzánigo. Yo llevaba la tira de años sin pasar por allí, me hacía ilusión. Julito nunca lo había visto en primera persona, ¡ya tocaba! Por mi parte casi ni recordaba el camino desde Jaca. ¡Cuantas veces habíamos pasado mi padre y yo por allí décadas atrás!, solos o acompañados, y ahora casi me parecía una rutilla nueva, sin apenas tráfico, con muchas curvas y un asfalto comarcal mediocre pero suficiente para avanzar. Más allá del camping sí recordaba mejor la ruta, camino a Ayerbe. Ese tramo lo habíamos rodado aún más veces, muchas, hasta en las rutas "turísticas" que se organizaban en las concentraciones con base en el camping. Recuerdo algunas de aquellas rutillas en grupo. Una, por ejemplo, cuando el conductor borracho o loco de una furgoneta fue pasándonos por el camino y a mi me rozó en el hombro, ¡de traca!, para haberme pasado por encima. Ni recuerdo como terminó aquella locura pero el tipo desapareció. Hubiera terminado en la comisaria, o apaleado, no recuerdo bien por qué se evaporo al final. Aquí una foto un poco anterior, de marzo del 95, justo cuando salí de la mili, todavía con mi SR. Estamos acompañados en ella de dos auténticas instituciones del moto club Olorón, Charles y Theo. Otros tiempos...


 
En otra ocasión recuerdo lo bien que iba rodando con mi Zephyr por allí, junto a mi padre y algún otro amigo rutero. Recuerdo en una rutilla como otros chavales me dijeron que le apretaba mucho y que esa moto iba bien sin ser una "R". Pues sí que iba bien la Kawa. Eran grandes días aquellos de finales de los años 90, el cuerpo y la mente estaban a punto, bien carburados, como los cuatro carburadores de mi amiga japonesa. Además, cuanto más joven, más inmortal te crees, lo típico. Por aquellos tramos recuerdo rodar, más de una vez, por puro instinto, alegre, sin pensar en absoluto, solo con ese instinto sabio, que no loco, sacándole los "higadillos" a la japo que, gracias a su noble chasis y a su motor rabioso, me lo ponía muy fácil en esos años. En el 97 fue el año cuando mi padre y yo rodábamos al mismo trapo, ¡fue un año mágico!, sin exagerar.... A veces cierro los ojos, me concentro, y estoy de nuevo allí, en ese tramo de Ayerbe a Anzánigo, subido a mi Zephyr, tomando las curvas sin descanso, apurando sus Pirelli, estirando sus marchas, aprovechando sus frenos decentes... siendo feliz. Una sensación de poderío inmensa te embargaba porque cuando un espíritu es feliz se siente además tranquilamente casi invencible... sobre todo rondando los treinta años de edad. Pero volvamos al presente...


Llegamos al camping motero más famoso, al menos para muchos de nosotros. El histórico Emilio Moliné, dueño del camping, nos dejó el año pasado, ahora es su hijo quién lleva las riendas del negocio. Había motos aquel día pero no demasiadas, buen ambiente, clima apacible y algunos ruteros que entraban y salían, casi todos con trail, claro, que es lo que se estila para ser aventurero. Pedimos algo de beber y luego le enseñé a Julito parte del camping. Peregrinamos hasta "San Glas", por supuesto. La verdad que el camping lleva unos años muy bonito, aunque hacia muchos que yo no lo visitaba había visto muchas fotos actuales. Me fijé en las puertas de entrada que un día pinto mi padre, ahora ya no están de verde, sino coloradas. También comprobamos fácilmente la escasa cobertura que tienen allí los móviles: algunas cosas no cambian o cambian muy poco, sin problema.

Luego arrancamos, sin prisas, imaginando que el buen tiempo se acabaría llegando a Zaragoza o incluso antes... Pero todavía podíamos disfrutar del trazado de la zona y de sus preciosos paisajes. Cruzamos el embalse de la Peña por el alucinante y tradicional puente de hierro. Es una pasada  toda aquella zona. De noche, más, como recordé meses más tarde al cruzarlo sin sol y con creciente frío nocturno.

Disfrutamos de las curvas del tramo de la A-132. Luego, no mucho más tarde, paré en el mirador del río Gállego, frente a los famosos Mallos de Riglos. ¡Qué típico es parar allí! Para quién no lo sepa, los Mallos son formaciones geológicas muy particulares, peñas de paredes verticales de gran altura; a nadie dejan indiferente. 


Más abajo, vimos gente en canoa por el famoso río. Llegó un chaval joven con una MT-07. Venía de Pirineos, días atrás le había caído una buena chupa de agua, contó. Por aquí, sin embargo, el tiempo era estupendo. No hacia ni frío ni calor. Nada que ver con lo que debía pegar en la meseta y más al sur de Aragón...


Disfrutamos de un buen rato pero, sin demasiado entusiasmo, volvimos a ponernos el casco rumbo a la zona de Huesca, incluyendo un buen tramo de aburrida autovía. Al llegar a Zaragoza el calor ya era notable y no paramos de beber todo lo que se nos ponía por medio. Comimos luego en Medinaceli casi de casualidad en el último local con alguna mesa libre... y nos echamos una especie de siesta en una especie de jardín que tenía por detrás... 


El sol era asfixiante a las cuatro de la tarde, fácil de imaginar. Como pollos asados, de nuevo... Las sombras se pagaban caras... Las motos y nosotros permanecimos ocultos del sol un par de horas antes de arrancar y concluir aquella nueva escapada estival sin más novedad que desear llegar a casa en busca de una bien merecida ducha. En todo caso, un placer salir de la rutina, que duren muchos años más estas pequeñas escapadas aunque todos deseamos algún verano volver a la Stella o perdernos por Alemania, por ideas... ¡Salud!

Verano... se ven pollos asados en moto (1 de 2)

 

Padecer las altas temperaturas que regala cada nuevo verano que llega vuelve a ser una pequeña pesadilla. En cuanto bajas el ritmo o tienes que parar en algún semáforo unos cuantos "vikingos" sufrimos de lo lindo. Sí, como cuento cada año, salimos pronto cada mañana, madrugando con gusto, para iniciar la vueltecita de turno pero, cuando llega el mediodía, el calor puede casi asfixiar. Lo mejor es subir puertos de montaña donde se enfría un poco el ambiente. Más abajo, por colinas y pueblos de la Sierra Oeste, una mañana hice la foto que aparece arriba. Estaba en Navalagamella, en mi bar favorito de esa plaza llamada Dos de Mayo. El rótulo que veis lo resume muy bien, en pocas horas sería un pollo asado... "MADNESS"...si, locura de la buena. Pobres mecánicas, pobres jinetes (algunos, que otros lo pasan de miedo con el calor)... Era pronto, claro, en plena franja de desayunos, me quedaban dos horas máximo para volver a casa y sobrevivir, mi horario habitual en verano. Nací el 1 de agosto, debería aguantar bien el calor pero no es así. Lo único bueno de esa fecha para mí es que seguimos cumpliendo años (no hacerlo sería mala cosa) y que sirve de excusa para ver a muchos amigos y a la familia. Este año fue estupendo también. Contar con mi familia y figuras del calibre de JoselitoMudo, Juanki, JulitoChemaRosa, Alvarito, Tyto, MónikaKurtis... no tiene precio. Lo mejor de cada casa. Hasta hubo alguna agradable sorpresa con la presencia de Mayka y Miguelón, ¡chapeau! Solo faltaron Rosi y Luis pero andaban lejos, lástima. Nos salió una foto de recuerdo genial antes de despedirnos ese domingo por la noche...

Dejé mi querida Fireblade aparcada durante esas semanas, después de completar de sobra su rodaje tiempo atrás (le hicimos el motor en febrero, ahora es un cohete). En verano el calor en una deportiva carenada de cuatro cilindros es intenso, ¡algunos no entendemos cómo no nos hemos quedado estériles después de montar tantos veranos sobre la parrilla que antes era asiento!

Por otra parte, como "contraprestación" a la radicalización del clima (que lo está siendo, nos guste o no, con el nombre que queramos darle) resulta que en verano, principalmente por las vacaciones, logicamente algunos disponemos de más tiempo para rodar y viajar. Verano, enemigo y amigo de algunos motoristas, tal cual. Como siempre, las escasas mañana que salía madrugaba de lo lindo. En una de aquellas ocasiones regresé a mi querida zona de Peguerinos con la intención de llegar hasta el alto de Abantos. No lo conseguí por culpa de varios toros en la carretera... pero el paseo estuvo muy bien. A la vuelta paré unos minutos para observar el embalse de Aceña, junto al pueblo. Eran apenas las diez de la mañana y ya empezaba a apretar el calor. Pronto llegaría a casa...

Otra mañana, pocos días después, quedé con Alvarito y también aprovechamos las primeras horas de la mañana para rutear. Paramos en el archiconocido Magalia y luego me fui a ver la zona de monte quemada por Cebreros y El Tiemblo, terrible. Por cierto, que estrenaba casco (comprado en Andorra semana antes), el Shark de carbono que tan buena fama tiene. Le caí en gracia al señor de Motocard y me lo rebajó sustancialmente (en Madrid rondaba los 299 euros, allí era más barato). También estrenaba el baúl Givi que pusimos pocos días antes, con ayuda de Chemita. No me gustan los Top Case pero, finalmente, me he rendido y para viajecitos así voy a probar a llevar el puñetero baúl detrás guardando mi mítica mochila racing. Práctico será... ya veremos en zona de curvas, yendo alegre, porque precisamente mi querida XSR pisa poco de delante y lo que menos necesita son unos kilos extras detrás...

Poco más había a la vista en agosto salvo el típico viajecito con mi compadre, Julito, a mediados o finales de mes, aprovechando que uno está "de Rodríguez" y puede permitirse el lujo de estar hasta tres o cuatro días por ahí, rodando, vagabundeando, subiendo y bajando desniveles naturales, gastando parné en gasolina y en alojamientos distantes. Siguiendo con mi intención de reencontrarme con amigos foráneos pensé en la oportunidad de ir al circuito de Navarra, o por lo menos a Logroño, donde estarían los Tortugas, pasar unas horas con ellos y seguir rumbo hacia Euskadi (en teoría), como quería Julito, ver el mar y luego rematar por Pirineos al menos otro día y medio... Al final hicimos un mix interesante. Primero pondríamos destino a Logroño donde pasaríamos otra velada divertida con todos estos delincuentes tortugueros

Salimos el viernes 20 de agosto por la conocida carretera de Zaragoza, rumbo a alguna zona de La Alcarria para comer hora y pico después, evitando toda la autovía posible. Con un calor del carajo nos atamos los cascos y arrancamos. Llegando a la zona de Jadraque paramos para tomar algo en un pueblecito pequeño cuyo nombre ahora no recuerdo (Editado: el pueblo era Hita). Luego enlazamos con la zona de Soria por Almazán y, por fin, pusimos rumbo a la Sierra de la Cebollera, que regala unos tramos muy, muy chulos, con curvas que enamoran.

Enseguida llegamos a la ciudad de las rimas, Logroño. Gregg y su panda llevaban horas por allí. Como su alojamiento estaba justo en el centro de la ciudad, una zona marchosa pero peatonal, aparcar las dos motos para descargar los bultos fue un suplicio, tanto, que casi me multan y eso que vi al guardia pero seguí en dirección contraria por la puñetera calle, harto de dar vueltas... Esas mismas calles se llenaron de ambiente y risas horas después, cuando el sol ya se había ocultado. Estuvimos en la famosa calle Laurel, qué buenos ratos pasamos. Vaya banda... Gregg, Tomás, CarlosJoan, Pablo... vaya piezas, si es que nos juntamos con lo mejores, los Tortugas son irrepetibles. Por cierto, nunca había visitado esta ciudad, fue todo un descubrimiento agradable, buen marco para un gran reencuentro, lo más importante de la noche. 

Esas horas dieron mucho de si. Y eso que había límite de cierre para la hostelería. A las 2 los bares y las terrazas se cerrarían... y apuramos al máximo, tanto, que hasta casi nos invitan a otra última ronda final. Comenzamos a vagar casi sin rumbo, en buenas condiciones, no en plan walking dead..., con una temperatura perfecta y con la tranquilidad de saber que podíamos volver andando al apartamento sin controles de alcoholemia. Y qué detalle que pusieran bancos por aquellas calles para descansar...

A la mañana siguiente desayunamos de manera potente en una plaza cercana. Nuestros amigos catalanes pondrían rumbo al circuito de Navarra para ver las SBK. Pregunté a Julio pero, como yo, prefería seguir quemando gasolina, además en el circuito se antojaba que haría mucho calor; pocos árboles hay allí... Nos despedimos esperando una nueva ocasión para vernos y rutear juntos, quizá con motivo de otra Transpirenaica, por qué no. 

Salimos con ganas de aquella bonita ciudad. No teníamos claro el rutómetro aunque sí los destinos que íbamos a recorrer. La noche anterior hablamos de visitar mejor la zona de Canfranc en lugar de poner rumbo a Euskadi, Julito quería conocer la famosa estación y quizá subir al Somport, ¡sin problema! Pasamos por Los Arcos, el circuito de Navarra, bueno, mejor dicho por la gasolinera que tiene muy cerca. Luego miré el Google Maps. Pensé en las hoces de Lumbier, evitando autovías y desde allí tirar hacia nuestro querido valle de El Roncal. Sin llegar a entrar a Pamplona, tomamos la A-21 y salimos en Lumbier. No sabía muy bien qué tramos nos esperaban pero estábamos ansiosos por descubrirlos. Apenas había pasado el mediodía, con el sol en lo más alto.

La cosa se puso interesante rumbo a Burgui, por tramos con escaso tráfico y, por fin, más curvas que durante las horas anteriores. Era la NA-178 hacia Navascués. Con tiempo habríamos parado en varios sitios para echar un vistazo pero tampoco nos sobraba demasiado. Quería llegar a Isaba, o cerca, para repostar y comer algo, íbamos relajados pero quería parar por el viejo valle y disfrutar de la libertad del momento, sí, esa pequeña libertad de no estar atado a nada, solo la que es amiga de disfrutar y decidir sobre la marcha qué hacer o dónde ir. Por cierto, las dos motos seguían comportándose de manera impecable. Suerte de llevar una Yamaha nuevecita con un fiable motor CP3 y una eterna CBR 600 F, de las motos más duras que he conocido, adornada en este viaje, por fin, por mis viejas alforjas sin estrenar. No le quedan nada mal. 

Nos íbamos acercando a nuestro primera meta volante. Por el camino solo paramos en este cruce, junto a la casa de los bomberos. Entrábamos en otro tramo que no conocía, por la NA-214.

Comimos al final en Roncal, en una terraza medio escondida que no conocíamos (bar Errota), al lado del río Esca. Pinchos y buenas cervezas bajo un sol cálido pero no asfixiante. No sabíamos dónde íbamos a dormir aquella noche. Me entretuve llamando a un par de sitios que encontré en internet pero eran caros, desestimados automáticamente: no estábamos tan desesperados. Improvisaríamos horas después, por la zona de Jaca, que era el próximo objetivo.

Subimos unos kilómetros para repostar. Me quedaba con las ganas de subir hacia la frontera e, incluso, volver a ver Olorón. Llevaba tiempo esperando una oportunidad como aquella pero habíamos hablado de visitar Canfranc y el domingo regresar para casa por motivos laborales. Así que, después de terminar de llenar los estómagos de nuestras queridas compañeras, volvimos en dirección contraria, bajando unos kilómetros hasta encontrar un desvío a la izquierda desconocido que nos llevaría por muchas curvas hasta Ansó (NA-176). Zona entretenida la del Alto del puerto de Matamachos. Poco después hay una bifurcación que tampoco conocíamos. De haber seguido por la misma carretera hubiéramos pasado por Hecho (como hicimos en la Transpirenaica del 2018, rumbo a Laruns, Francia) y las medias de velocidad hubieran sido más altas pero, no sé por qué, vi la comarcar que se abría a la derecha y me interné por ella. Sabía que llegaría hasta la general en Berdún, nada más. Desde allí a Jaca estaba chupado. Lo que no sabía era que esta comarcal se internaba por una foz y unos parajes agrestes muy escondidos y retorcidos, sin tráfico, sin gente, sin apenas sonidos... menos mal que llevábamos gasolina, me dije. Julito vio unas pozas de aguas claras. De haberlas visto los dos hubiéramos parado para darnos un chapuzón, eso dijo el compadre. Pues sí, hubiera sido posible, no hacía frío precisamente...

Vaya, vaya con la Foz De Biniés. Confirmado que hubiéramos disfrutado más conduciendo motos trails o de enduro directamente porque tela la de curvas lentas con asfalto mediocre que nos comimos durante esa hora larga en aquel páramo verde y gris. Después de una breve parada en un mirador en curva, donde un cartel anunciaba las diferentes aves que volaban por la zona, arrancamos de nuevo y nos metimos en una zona aún más interesante, llegando incluso a una pequeña presa. Tuvimos que parar, claro está, respirar hondo y maravillarnos del entorno. Contemplé sorprendido las paredes rocosas que nos rodeaban. Tomé esta foto:

Enseguida volvimos a ponernos en marcha. Saliendo de una curva, poco después, yendo yo en cabeza, vi justo delante, directo hacia mí una enorme águila (o buitre) que con las alas extendidas ocupaba, sin exagerar, casi el ancho de toda la calzada. Fue tan impresionante que pensé que me golpearía pues volaba muy bajo y muy rápido... pero en el último momento, mientras me agarraba al manillar e intentaba esquivarle, el enorme animal cambio su rumbo y se elevó con gracia. Mi corazón volvió a latir a ritmo normal, ¡pedazo susto! Enseguida recordé que habíamos parodiado en aquel cartel del mirador a estas magníficas aves. Tontos. Qué vulnerables somos frente al reino animal...

Visitas que ya tocaban...

Si algo hemos lamentado la mayoría durante la pandemia, al margen de sucesos más graves, claro, ha sido la falta de contacto humano, nuestra faceta tete a tete con los demás, ya fuera con amigos, familiares, conocidos o compañeros de trabajo... Dicen que el ser humano es un animal social. No lo sé, cada década me gusta más la soledad en más ocasiones que antaño. O soy un animal raro o un humano ligeramente trascendido o, simplemente, un tipo algo más solitario por elección... En todo caso, está claro que muchos echábamos de menos volver a una situación más normal, poder relacionarnos con familia y amigos de manera más estrecha, más "analógica"..., también me alegraba por los bares humildes donde tantas veces socializamos aunque no tenía ninguna obsesión "líquida", desde luego. 

Tenía muchas ganas de volver a rodar con mi padre. Sigue de médicos pero hace vida casi normal y, si la rodilla mala se lo permite y se levanta bien, vuelve a montar siempre que surge la oportunidad. A principios de julio nos fuimos a comer juntos por ahí, rumbo a Gredos. A la vuelta paramos en Robledo a tomar los preceptivos cafetitos. Me encanta verle en acción. Siempre, siempre tiene más ganas que yo de montar en moto, ¡admirable a su edad! Lástima que su mala salud de hierro no sea la de siempre... pero...seguiremos rodando mientras el cuerpo aguante.

Días después madrugamos de lo lindo, Pedro y yo, para acercarnos a la comarca de Las Vegas, en el Este de nuestra comunidad, cerca de nuestra zona. Quería enseñarme el monumento a las Brigadas Internacionales, cerca de Morata de Tajuña, donde también hay varias trincheras que están, actualmente, bajo estudio arqueológico, ¡muy bien! Fue un rato estupendo, algo de off-road, pero lleno de calma. Luego visitamos varios lugares misteriosos de la comarca, incluido un supuesto pueblo "radiactivo" (que daba mucho yúyu, la verdad) y, para rematar, la entrada a la base militar de La Marañosa (ITM), dónde se producían armas químicas..., Un asunto muy silenciado oficialmente. ¡Gracias por tu propuesta de aquella mañana, tío!

En fin, en estas estábamos, saliendo un poco del túnel sanitario, cuando pensé en hacer alguna escapada y ver a viejos amigos por el camino. Solo teníamos a la vista, para el domingo 18 de julio, otra edición del "Cordero Racing" en Hiendelaencina. Lo propuso Javi y allí acudimos unos cuantos, bajo un sol de justicia, alineándonos en Patones de Abajo. También se apuntó Dani con su Z1000SX aunque al final tuvo que dar la vuelta por una emergencia familiar un poco antes de llegar a meta, lástima. Al final, un día estupendo pero donde sobró calor e ingestión de calorías (eso era fácil de adivinar).

Volviendo al asunto principal, para julio y agosto, tenía en mente varias opciones ruteras de buen ver y mejor sabor. Como tantas veces, regresar a la Stella Alpina era la prioridad número uno, casi imperativo vital, sí, por demasiados motivos... Este año, encima, había uno más: resulta que podría ver por el camino a Angel y Teresa, los editores de Interfolio, y de "propina" a Alvarito y Racing Rose, que estarían por allí de merecidas vacaciones. El plan era estupendo, apenas me tenía que desviar de la ruta para Bardonecchia y encima pasaría un día o dos con todos ellos en un entorno magnífico. Como podéis imaginar, el plan era... como esos famosos espárragos de Navarra (ojo, que de China y Perú venían unos con el mismo nombre para timarnos). Por desgracia para mí, cada año es un poco más dificil que pueda volver a la Stella junto con mi padre, que sería, realmente, la opción que más me apetecería...

Como siempre, el hombre propone y San Brembo dispone, o algo similar. De repente un día, en casa, nos dimos cuenta que el segundo domingo de julio (eterna efeméride de la Stella Alpina), fecha sobre la  que pivotaba todo el plan de "ataque" coincidía día arriba, día abajo, con el segundo pinchazo de la vacuna... o lo que sea que nos hayan inyectado. Si por mi fuera, sé con certeza que nada hubiera cambiado, o quizá me la hubiera puesto dos o tres días más tarde... pero el viaje hubiera sido consumido totalmente... pero al estar incluida parte de la family mi faceta más "responsable" exclamó en mi mente... "¡Pero, batracio, cómo te vas a ir a los Alpes!, y si hay alguna reacción fuerte y tú estás a dos mil kilómetros de casa...¿qué?". La respuesta fue obvia. Cancelaba ese plan. También pensé en un plan B que ya había medio diseñado... Bueno, para ocupar menos días fuera de casa me acercaría a la zona de Montpellier (bueno, más al norte, en zonas rurales de pinta estupenda) donde viven los amigos antes citado para la visita ya planificada... Pero a la hora de la verdad, por culpa de la maldita fecha de vacunación estaba en las mismas..., demasiado lejos de casa. Subir a Barna me atraía mucho, lo echo de menos, pero tener al final solo dos días disponibles no me permitía esa posibilidad, sería llegar y venirme, absurdo, así que la opción de volver a ver a los colegas Tortugas tendría que retrasarse un poco...

Me centré en otras visitas/escapadas que tenia también medio diseñadas tiempo atrás. Una de las más prioritarias se encaminaría hacia la Serranía de Cuenca, esa zona mágica, para ver a viejos amigos a los que tenía un poco-bastante "desatendidos" demasiado tiempo: al amigo Alberto de Utiel, al gran motoviajero Vitín y a su inseparable amigo Ricardo... ¡buenos argumentos para una escapada corta pero intensa de dos días! Grandes ruteros y grandes personas, qué decir de todos ellos. Con Alberto era ya costumbre nuestro encuentro en Javalambre todos los meses de enero y en algunas prueba de clásicas, sobre todo en La Bañeza, en nuestros buenos años. A Vitín llevaba sin verle mucho tiempo. Entre unas cosas y otra no habíamos podido reanudar el contacto de antaño, por desgracia. Sus viajes son siempre una inspiración para nosotros. Su último libro me lo había devorado tiempo atrás pero se me olvidó llevármelo para que me lo firmara, fallo mío. A Ricardo no le veía desde una edición de Morillo de Tou, si no recuerdo mal, también demasiado tiempo atrás. Así que, a finales de julio, con una rueda trasera algo delicada ya, una mañana de viernes puse rumbo a la zona que abordamos tantas veces camino de la Estrella de Javalambre: Cuenca y su serranía, como si fuéramos hacia Cañete... 

Habíamos quedado en la gasolinera de Carboneras de Guardazaón, lugar emblemático para los "LF", pues he perdido la cuenta de las veces que hemos parado ahí a lo largo de la vida para echar sopa, fumar o desayunar en el restaurante de enfrente. Vitín ya me había ofrecido su actual hogar para pasar esa noche, en el tranquilo pueblo de Aliaguilla (Cuenca). Mientras los esperaba, Alberto me facilitó el número de móvil de un taller de Utiel, para ver si podían montarme aquella tarde o al día siguiente alguna goma nueva. Tuve suerte porque tenían una magnífica Conti SportAttack esperándome (mis anteriores llamadas a talleres de Cuenca habían sido estériles).

Pensé que vendría Vitín por la carretera de Carboneras y decidí adentrarme en el pueblo por la calle principal para ahorrarle unos pocos kilómetros. Enseguida me llamó, ya estaba en la gasolinera, había llegado por otra ruta, ¡vaya! En escasos minutos vi llegar dos BMW, una GS 1200 y una GS 800. Eran él y Ricardo, ¡yeah! Tomamos algo y enseguida fuimos por bonitos parajes hacia la "Cuenca profunda" como la llamo yo a veces a toda esa extensión agreste y llena de curvas. En esta ocasión no conocía los tramos por los que nos llevó Vitín con su admirable ritmo encima de su famosa moto viajera Camel. Llegando a Aliaguilla entramos por una zona revirada muy interesante que me gustó mucho, mientras seguía la rueda de nuestro líder, admirando como movía su gran moto por esas curvas tan cerradas. 

Enseguida fuimos a comer al restaurante-piscina del municipio. Se nos unió también allí Alberto Verduras, que no venía con su Impala esta vez. Sí, me habían avisado que me llevara el bañador, y me lo llevé pero al final no me apetecía bañarme, preferí charlar con todos ellos mientras degustábamos unas sabrosas raciones. Ese día invité yo por mi cercano cumpleaños, y usé el famoso Bizum para hacerlo, por primera vez en mi vida (no tenían datáfono). 

Después de comer fui hacia Utiel para cambiar la goma trasera, siguiendo el coche de Alberto, que me presentó a su amigo Jorge del taller de neumáticos Campillo. Mientras esperábamos en un restaurante de la carretera (viejo conocido de una famosa comida de Los Cariñosos), en la terraza, dio la casualidad que nos vio ¡Paco Motos!, ¡vaya buena vista!... así que paró y por fin disfrutamos de su compañía, había pasado demasiado tiempo por culpa de la maldita pandemia. Al día siguiente tenía sarao de clásicas en el Jarama, por cierto. Luego fuimos al taller y recogí la XSR. Nos despedimos todos con la intención de volver a vernos otro día sin tantas prisas. Arranqué con mi goma nueva (una estupenda ContiAttack 4) y volví en solitario al pueblo "base" donde Ricardo y Vitín me esperaban.


Una duchita agradable y de terraceo mientras la luz del sol empezaba a esconderse, preparando una velada estupenda, incluyendo cenita sana y racing en el garaje de la casa de Vitín. ¡Como presta comer o cenar en un garaje apañado, rodeado de máquinas y amigos! También contamos esas horas con la presencia de otro buen amigo de Vitín, Jose de Oasisand, y de la simpática chica de Ricardo, Loli, ¡buen elenco!

Al día siguiente, por mi parte, tenía que volver a casa pero primero tendríamos que degustar una buena ruta de curvas by Vitín & Ricardo por tramos muy interesantes de la Serranía de Cuenca. Después del desayuno llegaron dos amigos más, de la zona de Valencia, Toni con una agresiva KTM negra y otro colega, Kata, con una lujuriosa Ténéré 700 blanca y roja, de V-Ferrer Valencia. La ruta pasaría por Landete, Moya y luego hasta Cañete y más allá incluso, aunque yo me despediría de todos ellos en el conocido pueblo de la muralla, donde tantas veces hemos parado para comer camino a Manzanera.

Vitín se puso delante con su fiel Camel y enseguida comenzamos a disfrutar de lo lindo. Yo iba de maravilla con mi mochilita a la espalda y mi goma trasera nuevecita traccionando de lujo. Nos internamos por zonas agrestes con escaso tráfico y me quedé felizmente alucinado cuando llegamos a las inmediaciones de la localidad de Moya (Cuenca), una zona con encanto, de postal, donde, de haber rodado solo, hubiera parado para hacer varias fotografías, sobre todo viendo su vieja fortaleza a lo lejos, sobre el horizonte, en lo alto...pero no me quejo, llevábamos un ritmo muy interesante y Vitín hacia de anfitrión perfecto. Un gustazo ir a su rueda. Nos adentramos por unos desfiladeros que yo desconocía y terminamos por la zona de Salvacañete.

Pasado el mediodía paramos en el conocido bar "La Muralla" de Cañete para tomar el "aperitivo" y yo, luego, despedirme de todos ellos. Con un clima tan estupendo y tan buena compañía no me daban ganas de poner rumbo a Madrid pero no me quedaba otra. La escapada era "exprés" y eso ya lo sabia un día antes. Así que después de unos tragos y unas raciones ligeritas me despedí esperando, de corazón, volver a ver a esta banda en alguna otra ocasión cercana. 

Por último, agradecer a Ricardo, Loli y Vitín su inmensa hospitalidad y cercanía, me sentí como en mi casa las horas que estuve en las suyas, allá en Aliaguilla, ¡un millón de gracias, amigos! Hasta pronto... Salud y Gasolina.

Escapada a Hervás... y a dónde nos llevaba el viento.

Con poco más de 7000 kilómetros en el marcador digital de mi querida XSR llegamos a finales del mes de junio y apareció la oportunidad de estar día y medio rodando por puertos y tramos guapos bajo un clima bastante benigno, ¿quién no se iba a dejar seducir por tal propuesta? Además la orografía escogida era de las mejores que tenemos los madrileños a mano: hacia el Oeste, hacia Gredos y el Valle del Jerte, ¡sobran comentarios!

Salí después de desayunar, rumbo a Venta del Obispo, uno de nuestros tramos favoritos (desde El Barraco). La de veces que lo habré disfrutado. Muchos años, muchas ocasiones pero desde hace más de diez años siempre con mi fiel Infinita, que todavía estaba en rodaje en esos días. Se nota enseguida la diferencia entre ambas magníficas monturas. La Fireblade, logicamente, tiene un chasis más de carreras, un tremendo apoyo delantero... y un motor casi infinito. Esa combinación junto a la experiencia sobre ella provoca que cualquier mortal como yo parezca "rapidillo" encima de ella y el tramo de marras pase volando, lleno de emociones, frenadas interesantes y aceleraciones fulgurantes... Pero con la XSR la cosa cambia un poco... aunque la esencia es muy parecida. Llevas una posición mucho más cómoda que te permite trazar y rectificar mucho más fácil. Su chasis es noble y suficiente para rodar alegre, por supuesto. Su motor también es suficientemente potente como para no notar que vas de "paseo" y sus frenos ahora mismo van de lujo por lo que, aunque no tengamos mucha experiencia con ella, y no la estemos sacando mucho partido, al final no tardamos mucho más en llegar a la "meta volante" de la Venta en comparación con la del ala dorada. Cosas de la vida, etapas que uno va quemando... 

Ahora me cuesta un pelo subirme en la Fireblade. Mi espalda no me duele pero ya no tengo veinte años, ni treinta, sé que me entendéis. Con estas pequeñas reflexiones de recta y con mi pequeña mochila detrás como único equipaje (más que suficiente) paré allí a tomarme el segundo desayuno de la mañana, ligero pero super agradable: Coca normal y pincho de tortilla. Como era viernes no había tráfico ni gente, estaba casi solo. Bendiciones que suceden pocas veces...

Seguí rumbo a Barco de Ávila por ese fantástico tramo que surge desde el cruce famoso hacia el Parador de Gredos y demás localidades (AV-941), lindando casi en todo momento con el río Tormes. Tuve la fortuna de no encontrarme con apenas tráfico y las condiciones eran perfectas para rodar. En un momento anterior había repostado (fruto de la maldición de esta Yamaha: su ridículo depósito de solo 14 litros te obliga a pensar dónde hay gasolineras mucho más que con otras motos). Enfilé pronto hacia Extremadura y el apreciado puerto de Tornavacas (sobre todo subiendo) que tenía que gestionar esta vez cuesta abajo mientras ya pensaba dónde repostar (¿podría en el pueblo de Jerte?). Bajando casi piso con la rueda algo en el suelo.. ¿una piedrecita?, no, ¡una cereza!, claro, menuda zona de cerezas ricas aquella, por no hablar de sus preciosos cerezos en flor allá por abril más o menos.

La idea era desviarme hacía el viejo conocido puerto de Honduras (carretera CC-102). Antes tuve que adelantarme varios kilómetros hasta una gasolinera porque estaba claro que no llegaría al pueblo de Hervás, una vez atravesado el mencionado puerto, con caldo, y no me atraía la idea de bajarlo en putno muerto y luego buscar otra gasolinera. 

Hacía muchos años que no pasaba por allí. Me habían comentado, tiempo atrás, que lo habían reasfaltado. La verdad que me lo encontré en buenas condiciones y muy solitario pero no me pareció tan magnífico como la primera vez que lo descubrí. Paré arriba del todo para ver las fantásticas vistas y, a lo lejos, el pueblo mencionado antes, el mismo que acoge el famoso museo de motos y coches antiguos. Esa sería mi parada "larga" programada. Llevó años recomendando su visita a mucha gente pero por H o por B yo era el que no iba nunca. Mi padre también tenía ganas de conocerlo. A ver si lo logramos juntos algún día...

No era ni mediodía cuando llegue a Hervás. Enseguida localicé el museo después de escalar por una rampa que no me esperaba. No había gente, estaba todo rodeado de una calma tan densa que me hizo pensar que estaría cerrado... pero no. Me atendieron muy bien y estuve un par de horas disfrutando de los tesoros que allí guardan. También me subí al mirador que tienen... espectacular. 

Entre los modelos que descubrí en el museo me llamaron la atención la BMW R-27 de 1962, una Royal Enfield militar, los sidecares, una preciosa Velocette negra, alguna antigua Derbi y, por supuesto, una Ducati Elite, muy parecida a la que reconstruyó mi padre en el año 2002, con la que llegó en marcha hasta el evento de clásicas de Colombres. También me encantó ver una YZF 750, eso sí, pintada de amarillo (podía ser otro color...), la hermana mayor de mi FZR del 94. Los coches americanos que luego descubrí también me parecieron interesantes, curiosos. Parece mentira que se movieran con vehículos tan largos y anchos, ¡vaya barcos!

Iba a comer por allí pero al final decidí arrancar y seguir camino, esta vez dirección puerto de Béjar. Iba tan a gusto que los minutos pasaron con tranquilidad y sin hambre. Luego llegué de nuevo a Barco de Avila, por la misma glorieta que había abandonado aquella misma mañana. Me detuve como quince minutos para ver el río y hacer un par de llamadas. Pensé en buscar dónde comer allí mismo... pero otra vez continué, rumbo hacia Gredos donde, por fin, algo después paré en un bar de pueblo. Una rica hamburguesa aldeana y una Estrella Galicia fresquita, acompañado de más gente y de demasiadas moscas, formaron mi comida aquel soleado día, a unas horas ya algo tardías. No tenía prisa. Pedí el obligado café con hielo y surgió la oportunidad (¡vaya racha!) de ver a mis padres aquella tarde. Como faltaban casi dos horas para vernos en Venta del Obispo (¡otra vez!) me pase la mitad de ese espacio de tiempo recorriendo el tramo desde Hoyos del Espino hasta el cruce con la N-502 un par de veces. Algo ilógico pero muy divertido. Sobra decir que no había casi nadie por aquellas carreteras. Parecía un regalo... Y llegaron las 17h30 (si no recuerdo mal). Llegué a Venta y solo tuve que esperar como quince minutos. Vi un Opel gris acercarse. Eran ellos. Otro cafetito pero en mejor compañía. Yo tenía la opción de volver a casa pero, al final, decidimos ir juntos hasta Hoyos del Espino y dormir en el hostal Galayos, un viejo conocido. Un poco de aire puro nos vendría bien y hacía eones que no compartíamos una escapada juntos. Justo recordamos el Gredos Trophy de finales de abril del 2019 con los amigos Tortugas y nuestra estancia allí. Menuda excursión fantástica aquella de dos días. No había vuelto a parar en aquel establecimiento. 

La tarde pasó tranquila y agradable. Hicimos algún recado como ir a la farmacia mientras disfrutábamos de la terraza del mesón-hostal. No había mucha gente pero de vez en cuanto pasaba alguna moto. Cenamos muy bien en uno de los sitios que conocemos de toda la vida y la noche trascurrió sin frío ni calor. Amaneció temprano y me di una vuelta a pie por las inmediaciones del lugar, viendo caballos, alguna vaca antipática y algún lugareño atareado con su huerto. Luego descubrí varios conejos, algunas gallinas y algún gato, todos conviviendo en aparente armonía detrás de una valla. Me quedé como hipnotizado un buen rato viendo lo sabio que son los animales, siempre viviendo en la naturaleza, sin ciudades, sin dinero, sin diferenciar un día de otro, sin humos y sin prisas... ¡Cuánto deberíamos aprender de ellos! También pensé en mi futuro, bueno, en uno de ellos, de esos que vas pensando sin prisa y sin demasiadas ilusiones por si acaso se tuerce: el de vivir en unos años en un lugar tranquilo, lejos de las ciudades. Mientras volvía hacia el hostal descubrí pájaros que parecían estar empadronados en el pueblo... y cigüeñas (o algo parecido, seguro que no acierto), y algunos nidos ubicados en alguna atalaya o tejado, esas cosas habituales y tradicionales que no vemos mucho los de ciudad...

Desayunamos de lujo, como no podía ser de otra manera. Otro paseo pero esta vez no visitamos la plataforma de Gredos. Siendo sábado empezaba a masificarse, por supuesto. Decidimos a mediodía poner rumbo a casa tranquilamente, parando luego a comer en el pueblo de Navas del Rey, en uno de nuestros restaurante favoritos. Antes, por el camino, paré en algunos lugares par hacer fotos, también en Navalosa (el pueblo de mi abuelo paterno) dónde hay alguna figura curiosa del folclore local, a pie de carretera, como el de la imagen que os pongo aquí... ¡el Cucurrumacho!

Y así concluyó aquella escapada bastante improvisada pero muy satisfactoria. Pasar por Gredos y todos aquellos lugares revitaliza mente y cuerpo, estoy seguro. Que a cambio echemos algo de humo es casi imperdonable pero como la XSR cumple la normativa Euro4 no me siento muy mal por ello... 

Bautizo serrano para Pablete...


Todo o casi todo llega en esta vida. Cuando es algo agradable se disfruta mucho, claro. Si seguís este blog habréis leído en ocasiones algo sobre Pablo, el hijo de mi amigo David Motos. Pablete comenzó a correr en moto muy pronto, poco después de caminar. Se le daba bien. Con las mini motos se hizo un figura y llegó a ser campeón de la Comunidad de Madrid. Salió en algunas revistas, en algunos reportajes, y con la ayuda de amigos la familia fue avanzando lo que podía. Una familia muy unida y unos auténticos apasionados de la gasolina y de las carreras. Pero el motociclismo no es barato, ni siquiera en la base. Eso ya lo sabíamos...

Hace años conté en este blog aquel finde mágico cuando fuimos a Motorland varios amigos para rodar juntos en el karting de aquel magnífico lugar. Unos con su Vespa de carreras, yo con mi Ossa y la familia Motos con la "Moto4" que llevaba Pablete (una IMR MiniGP tuneada). Yo pude llevar mi Ossa gracias a nuestra querida Rosa que una vez mas se apunto a la aventurilla y puso a nuestra disposición su furgoneta. En aquella divertida pista lo pasamos en grande aunque yo tuve una caida definitiva en las ultimas vueltas de la segunda tanda. La panza de mi tubarro rozó el asfalto en una curva a derechas e hice "el trípode" al quedar una rueda en el aire. Bandera roja y mi depósito destrozado. Pero hasta entonces las tres motos y sus correspondientes jinetes dábamos vueltas contentos al trazado, casi solos, solo una CBR 600 F circuló más tarde por allí (que no pasaba de segunda marcha). Yo doblaba a la Vespa facilmente y a mi Pablete también me doblaba en pocas vueltas. Vamos, que cada uno llevaba un ritmo distinto. En mi caso, ya no pude volver a salir al romper un tubo del chasis en la caída pero, aunque lo lamenté profundamente, todavía pienso que toda la logística y la escapada mereció la pena. Daba gusto ver rodar a Pablete, sobre todo por sus trayectorias precisas y su bonito estilo tumbando. Apenas era un niño de 9 años entonces (allá en el verano del 2013) pero todos sabíamos qué tenia futuro si pudiera seguir su carrera deportiva. Buenos recuerdos...


Los años pasaron, los triunfos y las penalidades se iban intercalando... Al final, la falta de apoyo económico obligó, muy a pesar de los protagonistas, a dejar las carreras de mini motos. Algo después volvieron al motocross para divertirse, una disciplina algo menos cara cuando solo vas a entrenos y "tandas". Todavía siguen con la arena y el barro con dos Honda que yo veo enormes con las que disfrutan a tope, padre e hijo.

Y, como el tiempo vuela, Pablete llegó a la edad de sacarse su primer carnet y poder salir a rodar por el mundo real. Sí, todo un cambio para los pilotos que nacen entre kartings y pistas de barro. Una cosa es pilotar una moto, otra conducirla en esta jungla de asfalto. Meterte en el tráfico abierto que nos rodea no siempre es fácil. Llegas con vicios, costumbres de pista cerrada y una falta de experiencia (lógica) que puede suponer, en ocasiones, un problema. Pero todo es cuestión de práctica y tiempo...

Por fortuna, Pablo tiene a su padre siempre muy cerca y empezaron a rodar juntos por carretera. Uno con su Fazer 600 y el más joven con su flamante NSR 125.


Hace meses hablamos de salir de ruta juntos fuera de las zonas agrestes más populares y pusimos rumbo a Gredos para hacer "una primera toma de contacto serrana"... No es que no sea popular Gredos pero no íbamos a encontrarnos la misma densidad de motos, coches y gente de verde... Era mediados del mes de junio, hacia calor pero se podía soportar. Avisamos y algunos amigos más se apuntaron a la "excursión"; Kike, Joselito y Mónika con Tyto y sus cuñados, Lorena y Javi. ¡Un buen grupo! Encantado de conocer a Lorena y a Javi, espero que nos volvamos a ver en el futuro.


Juntos llegamos hasta El Barraco y paramos en nuestro bar de siempre, el de los torreznos y las patatas revolconas... todo un clásico. Luego dos motos y las dos parejas tuvieron que volverse a celebrar el cumpleaños, como tenían planificado días atrás, y los Motos, José, Kike y yo seguimos hacia Burgohondo y luego al puerto de Serranillos


Por el camino pudimos apreciar la pericia del joven del grupo. Iba a tope, a todo lo que daba su pequeña moto, claro, y en curvas precisamente no había que esperarle, ja, ja... Como pasa a menudo con los pilotos que empiezan a salir por carretera abierta, algunas curvas las hacia demasiado racing, invadiendo un poco el carril contrario en tumbadas a izquierdas. Por cierto, ibamos subiendo hacia Serranillos observándole cuando noté un quemazón en mi brazo izquierdo. La chupa de verano tenía muchas perforaciones. O me había saltado una china grande u otra cosa... Luego se me pondría como un jamón, en tamaño y muy colorado... y me duraría así casi una semana, curioso. A llegar a la cima comentamos la jugada y lo que habíamos visto. Hicimos alguna foto y decidimos que quizá era momento de bajar a Navaluenga y comer algo. Arrancamos en unos minutos y dejamos a Pablete delante en aquellas bajadas. Increíble cómo tomaba la curvas el chaval. ¡Un disfrute verlo! Me alegré también por Kike que hacía años que no nos veíamos. Ahora va ligero con una custom muy especial, tan ligero que me sorprendió bajando el puerto, apenas se quedaba rezagado. Joselito volvió a disfrutar con nuestras rutas, como siempre, tan feliz como una perdiz...

En Navaluenga ya atizaba más en sol aunque, a lo lejos, se veían unos nubarrones negros. Preguntamos en "La Bellota" y entramos para degustar una paella y unas ensaladas. Buenas risas y buen menú, yo usando los hielos de mis refrescos para enfriar mi brazo izquierdo que ya parecía un pequeño Navidul, ja,ja... Comentamos la jornada y hablamos de bañarnos o no en el río. El césped y las aguas invitaban a ello y, aunque era domingo, no había mucha gente. La mayoría llevábamos el bañador y las toallas. Al final nos tumbamos por allí, a la sombra, empezamos a hablar y al final no nos bañamos. Fueron buenos ratos de calma y buen humor... qué bien se está cuando se está bien.


Arrancamos y vi esas nubes de horas antes un poco más cerca. Salimos con el estómago bien lleno (sobró paella, que conste, ¡y Kike se la llevo en un tuper!) y, llegando a El Tiemblo, cayó la mundial. Tormentón de verano, ya sabéis. A mi me vino bien porque andaba con calores internos y la moto no la llevaba ese día especialmente limpia pero lo sentí por Pablo que iba en vaqueros y con una chupa de cuero que, pensé, lo mismo se le iba a encoger en ese rato... y a unos 110/115 como mucho de punta, por lo que la "navegación" duraba más de lo habitual. Llegó un momento en que caía tan fuerte que se empezaba a ver un poco mal. Pensé en parar bajo un puente o algo así pero, de repente tal como vinieron, las nubes se fueron, nos alejamos, las ganamos y enseguida el sol nos secó a todos. Bonito broche final para un día motero estupendo. Madre mía cuando este chico pueda llevar motos más grandes, se va a cansar de esperarnos en las rutas... En todo caso, ¡bienvenido a las road races, Pablo

Mayo, el mes de las flores...y algunas rutas.


Mi mes favorito suele traer buen clima en general aunque siempre regala algún día de calor o arrebatos inesperados como alguna tormenta no invitada a la fiesta. Con tanto hambre de kilómetros había docenas de ideas en la cabeza pero, como casi siempre desde hace unos años, el filtro a aplicar reduce mucho las opciones realmente viables. Esta vez contábamos con un fin de semana y el inicial viaje de retorno a la zona de Cazorla se transformó, días antes, en otro distinto, no muy lejos de la zona mencionada, más al norte, para disfrutar de otro reducto rural y serrano espectacular: la Sierra de Segura.

Quería comenzar por Riópar, cerca del pintoresco pueblo de mi madre, Bienservida, una vez atravesada la llanura de La Mancha, claro, porque había que llegar primero a la zona elegida. Habíamos visitado alguna vez el nacimiento del río Mundo y sabia que toda esa comarca en moto tenía que ser divertida, por curvas y paisajes. De los previstos al final, como casi siempre, nos quedamos solo Julito y yo para hacer este pequeño "tour".

Salimos el viernes después de comer, parando en Manzanares para saludar a unos amigos del Facebook que todavía no conocíamos en persona, Mariàn y Oscar, que, con su VStrom, nos esperaban en la entrada del pueblo. Gente maja que encima nos llevó al viejo castillo de Pilas Bonas, una fortaleza del siglo XIII rehabilitado ahora en un magnífico hotel, enclavado dentro del pueblo. En total, casi un par de horas de disfrute, ¡habrá que volver con menos prisas! 


Después de echar gasolina en Villanueva de los Infantes (¡mi depósito es ridículo!), por fin dejamos los llanos y empezamos a ver ondulaciones en el terreno, mientras comenzaba a declinar el astro rey. Llegamos al límite de Andalucía, cruzando un pequeño río (Guadalmena, creo) por una zona ya interesante de curvas y escaso tráfico. Llegamos a la general, la N-322, la que incluye los desvíos hacia Bienservida, dirección Villapalacios y Reolid. Pronto anochecería y se notaba que había bajado la temperatura. Con mi chupa de verano se percibe fácilmente. Y llegó una agradable sorpresa. Saliendo de Reolid encaramos unos últimos kilómetros de ruta fabulosa. Resulta que nos internamos en una zona boscosa llena de curvas y agrestes paisajes, era un puerto, el de Las Crucetas, en la CM-412, ¡menudo descubrimiento! Solo algún inoportuno coche nos arruinó un tramo perfecto. Curiosidad: posiblemente estábamos en al Sierra de Alcaraz... pero el letrero que vi ponía Sierra de Segura. Para gustos...

Nos alojamos y cenamos en el hostal rural que había reservado días antes. Nos trataron de maravilla, hasta modificando a nuestro favor, la reserva que teníamos (en teoría era para tres personas) para luego dar un rulo por el pueblo y tomarla en un bar con marcha que encontramos. Yo tenía ganas de que amaneciera para seguir ruteando por esa zona hermosa y sinuosa que se antojaba.

El sábado llegó soleado y pacífico. Después del obligado desayuno racing, dimos un breve paseo por las afueras del pueblo y luego ya nos despedimos de él haciendo una breve parada en Riópar Viejo, una especie de pedanía antigua llena de casas de piedra, atalaya que había vislumbrado la noche anterior cuando llegamos a la zona. Subimos por una carretera estrecha en buen estado y disfrutamos de muchas vistas estupendas. 


Luego volvimos a bajar y nos dirigimos al nacimiento del río Mundo y... ¡¡menuda ambientazo de motos había por la zona!! Increíble, me parecía estar casi en la Cruz Verde un domingo. Deportivas, nakeds, trails... pilotos con monos de cuero de colores, algún acelerón sonoro y algún jaco, vamos, muy entretenida toda esa área para público y participantes... Echamos caldo en una gasolinera y a ocho kilómetros paramos cerca del parking del nacimiento, donde comienzan algunas sendas para visitar tan magnífico lugar. Como íbamos vestidos "de romanos" no nos golpeó en el pecho las ganas de ponernos a andar. Además, por lo visto, eran casi ocho kilómetros en total. Estuvimos un ratillo sentados en una mesa de madera respirando un poco de aire puro mientras familias y parejas, con sus mochilas, cruzaban por allí dispuestos a caminar y hacer ese tipo de cosas sanas que tanto recomiendo yo mismo al personal...


Cuando arrancamos coincidimos con dos GS en ruta. Una de las modernas y otra más talludita que lideraba el improvisado grupito. La abuela y su piloto iban de lujo, el de la GS moderna iba algo colado y me retiré unos metros para no atosigarle. En dos curvas limó arcenes de mala manera y casi freno para evitar posibles consecuencias. Luego paramos nosotros para hacer fotos (y alguno para fumar) en un tramo solitario en mitad de la nada donde solo se veía naturaleza bajo un sol comedido. Queríamos visitar el pueblo de Ayna, en la zona llamada "la suiza manchega", dentro de la provincia de Albacete. La excusa era ver la famosa Vespa en el mirador, homenaje a la antigua peli "Amanece que no es poco". Aquella Vespa salió varias veces en la película surrealista de José Luis Cuerda. Antes de llegar al mirador pudimos disfrutar de unos tramos estupendos y una orografía alucinante, pequeñas montañas altas y parajes solitarios, pequeños desfiladeros incluso con apenas tráfico y agrestes curvas que no invitaban a salirse del trazado...


El calor ya apretaba. Había motos y gente en el mirador pero tampoco demasiados. Hablamos con una pareja madurita que acababan de parar con su flamante R 1200 RS. Los confinamientos habían provocado que no se hubieran visto durante meses pues vivían en Murcia y Alicante, respectivamente...y nada mejor que coger la moto y disfrutar de la libertad de viajar a dúo con ella, claro.  

Mirando hacia arriba se veía que la carretera se elevaba unos metros hacia algún destino desconocido para mi. Nunca habíamos pasado por toda esa zona. Decidimos subir por allí y seguir hacia algún lugar que no fuera plano, quizá hacia Alcaraz donde, seguramente, pararíamos a comer... y a repostar la burra (la mía sobre todo, claro). Y todo eso fue, exactamente, lo que hicimos. Yo pensando que tendría que haber alguna gasolinera en ese famoso pueblo, claro. Y sí, había, después de un tramito interesante que disfrutamos sin coches. Estaba siendo un sábado racing y ameno, ¡menos mal!


Después de comer decidimos que pasaríamos la noche en algún sitio chulo. Nos acordamos de las lagunas de Ruidera y busqué con el móvil algún hostal. Había pasado dos veces por ese pueblo en mi vida pero jamás había visto las famosas lagunas. Salimos sin prisas por otro tramo tranquilo desviándonos cerca de un pueblo solitario para meternos en una especie de bosque sin humanos donde volvimos a parar para fumar, mirar y esas cosas... 

Luego arrancamos y llegamos enseguida al turístico pueblo. Nos cambiamos de ropa para dar un buen paseo (yo tuve que comprar unas chanclas porque no llevaba otro calzado en mi macuto). La verdad que no sabia que estuvieran localizadas las lagunas tan cerca del pueblo. Muy bonitas y grandes. Por desgracia, me dio una pequeño ataque de alergia o algo así porque me tire más de media hora estornudando mientras miraba el paisaje bucólico y el agua tranquila que los rayos del sol alumbraban con gracia...mientras yo buscaba más clínex o pañuelos. Luego para ahogar las "penas" nos tomamos unos buenos helados. Por lo visto, hay muchas heladerías en estos pueblos.. 


La velada fue interesante, charlando y tomando algunas raciones en la terraza de una plaza cercana. Acordamos madrugar un poco para llegar a casa el domingo a media mañana (temas personales) y, de paso, poder ver ya puestos un par de carreras del GP de Italia, en Mugello. Yo había prometido llegar a casa sobre las 11 y al final lo cumplí de sobra. 


Saliendo de Ruidera hacia Tomelloso hay un tramo muy divertido que no conocía tampoco. Desayunamos en otro pueblo cercano, donde estaban todavía cerrados la mayoría de bares. Allí un par de fotos divertidas con los iconos de La Mancha, sí, efectivamente, los personajes del "Gordo" y del "Flaco", tal cual.


El resto de viaje no tuvo misterio alguno salvo que mi retrovisor izquierdo volvió a aflojarse en marcha varias veces. ¿Le echaremos al final Loctite? Ultimo café cerca de Seseña y para casita... Ya lavaríamos la moto cuando se enfriara... En suma, un placer de viaje, de paisajes, de tramos y todo lo demás disfrutados con alegría con mi compadre, ou Yeah! ...y primer viajecito con mi robusta y ágil XSR. A pesar de su escasa autonomía, ¡¡un placer montarla!! 


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...