De nuevo por Asturias (parte 2)


Después de la agradable sobremesa descansando en el cesped del parquecillo de Belmonte arrancamos, por fin, rumbo al desconocido, para nosotros, pueblo de Tineo, y hacia un tramo que tampoco conociamos. La idea era seguir haciendo millas y saludar al amigo Valentín, que además este año no había podido bajar a La Bañeza. De repente, giramos a la izquierda en la carretera saliendo de Belmonte y comenzamos una ascensión muy solitaria e intrigante... creo recordar que no vimos ni un solo coche mientras subiamos. Los minutos pasaron sin prisa y sin pausa bajo un cielo calmado y una felicidad rutera considerable. Llegamos a una cima amplia, solitaria y serena, parecía estar en medio de la nada. Paramos, logicamente, para admirar el paisaje, el bendito silencio y, de remate, los caballos que encontramos en un prado. La maravilla del momento fue alucinante, esos momentos de conexión con la naturaleza. Pudimos hacer alguna foto interesante...


Estuvimos un buen rato alli, disfrutando y soltando líquidos. Creo recordar que serian las seis de la tarde o poco menos. Habiamos subido por la carretera AS-310, de notable pendiente. Ese puerto, por lo visto, era el de Las Estacas (no confundir con el puerto de Cantabria/Merindades de nombre parecido). Por lo que me ha contado mi amigo Carlos66, piloto de clásicas, por la zona había y hay minas de oro romanas que siguen explotándose actualmente.

Algo más tarde reanudamos la marcha manteniendo un ritmo muy tranquilo ya que la mitad del tiempo lo pasamos observando el paisaje que nos rodeaba. Estabamos a cierta considerable altura y comenzabamos el descenso, un largo descenso, que debía llevarnos a Tineo... en teoría, porque no lo teniamos muy claro. El número de carteles por las carreteras en Asturias es mejorable (pero ayuda a fomentar el "sentimiento de aventura", ja, ja). De repente descubrí un embalse a lo lejos. Paré para llenarme de sensaciones, intentar orientarme y capturar alguna imagen:


No había nadie, ni coches, ni aldeanos, ni turistas, ni animales. Durante algunos minutos pareciamos los únicos habitantes del "planeta Asturias", una maravilla. Reanudamos la marcha y terminamos en una aldea que resultó ser Tuña. El embalse se llamaba La Barca, también conocido como Calabazos. No recordaba haber pasado por aqui en mi vida.

En Tuña paramos pero estaba todo cerrado, ¡ni un bar abierto! Bueno, suponiendo que hubiera más de uno. Solo descubri un establecimiento que no adiviné si era el club social, un hostal o sencillamente un bar grande. Resulta que esta aldea es famosa. Alli nacieron el general Riego (el del himno) y el escritor Antón García. Luego vimos las numerosas casonas palaciegas que alberga en su interior. Una joya antigua enclavado en un escondite bucólico digno de visitar, ¡volveremos! Eso sí, seguiamos sin ver gente (apenas algún "despistao") y el ambiente de "fiesta" era similar al de un cementerio entre semana.

Después de alguna vuelta absurda buscando un bar o una gasolinera reanudamos la ruta, esperando que, antes o después, saldriamos a una carretera principal y veriamos, tal vez, algún cartel que hablara de Tineo. Asi fue. Conquistamos una carretera con más vida y enseguida nos orientamos. Llegamos a nuestro destino de etapa en pocos minutos y tomamos un simpático café con el gran Valentín, que estaba allí pasando unos días de vacaciones. Enorme pueblo por lo que vimos, nada que ver con la aldea que habiamos peinado con las motos una media hora antes.


Para esa noche de lunes no teniamos nada reservado, tampoco teniamos claro hacia dónde tirariamos o en qué zona del Principado dormiriamos (la única idea era acercarnos a la costa, y hacia el Este, ya que queriamos volver a Madrid bajando desde Cabezón de la Sal y cierto puerto chulísimo). Asi que, sobre las siete y media aproximádamente, nos despedimos de nuestro amigo y aligeramos hacia Oviedo por la N-634. El tiempo estaba cambiando. Se levantó un viento feo y bajó la temperatura (eché de menos llevar más ropa, Julito me dejó una sudadera de sobra, ¡gracias compadre!). Pasamos por sitios curiosos y aunque habia pocos kilómetros entre Tineo y Oviedo (unos 60 y pocos) no tardamos precisamente poco. Fue una pena no contar con un par de horas extras más ese día y haber podido tomar algo con el amigo Dani de Farturacing pero, al final, fue imposible, de verdad que lo sentí. Paramos a tomar un pincho en una gasolinera cerca del pueblo de Villaviciosa y, por mi, hubieramos entrado al mismo para buscar alojamiento y haber cerrado la jornada motera junto a su ría. Me gusta esa localidad pues me acuerdo siempre de unas vacaciones de verano que pasamos por alli... fue cuando visitamos (con guía) la bodega de El Gaitero, algo importante para un loco de la sidra como yo, ¡volveré! 

Al final no entramos en Villaviciosa. Julito tenia ganas de llegar más al Este para, al día siguiente, disfrutar de otras zonas sin tantas prisas (de vuelta a casa, al final solo estariamos tres días de "gira"). Serian las ocho y media pasadas cuando arrancamos dirección Ribadesella donde buscamos alojamiento un rato, sin éxito, preguntando, entre los dos, en media docena de sitios. Creo que no hay pueblo más turistico en Asturias, solo había que ver el tráfico que circulaba por todas partes, fue un intento estéril y un poco absurdo. Perdimos cerca de una hora. Recordé el rally "Desafío en Moto" que habiamos disfrutado con salida alli mismo años atrás, organizado por la buena gente de Lukas Team.

Reanudamos la marcha mientras la luz del sol se iba apagando lentamente detrás del horizonte. Parábamos en diferentes lugares para preguntar si tenian alguna habitación libre, sin éxito. Salimos y entramos de la autopista A-8 varias veces, ya de noche. Recuerdo la pausa más larga. Preguntamos en una especie de hostal con aspecto acojedor. También estaba completo pero nos mandaron a unos pisos que habia como a 400 metros, en una de las calles de aquel pequeño pueblo que ni recuerdo cómo se llamaba. Al lado de un bullicioso bar, llamé al timbre de un portal pero tampoco tuvimos suerte. Alguien desde un pequeño balcón se asomó, me puso cara de pena y me aviso que no habia donde dormir en muchos kilómetros a la redonda. Me volvi a poner el casco, algo cansado de aquella búsqueda y salimos zumbando mientras comenzaba a chispear. Veía que dormiríamos bajo el techo de alguna gasolinera, como alguna vez en el pasado.

Volvimos a entrar en la autopista, dirección Llanes, mientras la lluvia empezaba a apretar. De noche y lloviendo, teníamos motivos suficientes para girar más la muñeca derecha, además apenas había tráfico y los motores carburaban de maravilla. Por mi parte, mal una cosa: no, no llevaba mono de agua tampoco esta vez, pero era otro motivo para llegar pronto a algún sitio.

Serian las diez y media pasadas cuando vimos el cartel de Llanes. Nos metimos sin dudarlo. Si hay un pueblo "emblemático" para mi en todo el Principado es este, por sus famosos cubos, por su muralla, por sus agradables bares, calas y playas. Así que entramos a saco por sus primeras glorietas y, como recordaréis muchos, al poco de entrar se ve claramente un hotel con buena pinta y enorme aparcamiento escoltado por hermosas palmeras. De ahí su nombre. Jamás en mi vida había parado en ese hotel, la verdad. Decidimos probar suerte. Me quité el casco, mientras aflojaba la lluvia un poco. Entré con menos esperanzas que los rivales de Márquez en la parrilla y descubrí un empleado joven que me atendió con educación y cierto interés. 

No supliqué pero dejé claro que nos apañariamos con cualquier cosa. Incluso con una sola cama (¡apurado te veas!). Enseguida le vino una idea a la cabeza. Casi disculpándose, me informó que tenian algunas habitaciones cerradas temporalmente porque no llegaban a la "calidad" habitual del hotel. Me pareció que habia una esperanza real. Creo que no entendia nuestra situación pero le segui tranquilo por el pasillo de esa misma planta baja, deseando ver aquella "habitación mediocre". Entramos y vi una habitación decente, bien decorada, con una cama enorme y una tele plana, más el baño y todo lo demás, eso sí, sin ventanas... me preguntó qué me parecía y acepté, claro, aunque el precio de la noche seria doloroso, ¡90 pavos!, claro, el hotel era de cuatro estrellas, tendríamos que pasar por el aro. Eran las once más o menos cuando descargamos las motos. Al rato nos cambiamos de ropa y hasta pudimos cenar de lujo en la terraza del comedor, mientras volvia a llover con ganas. Sí, ya era martes, pero estábamos disfrutando de otra botella de sidra y unos bocadillos ricos, ricos. No había dónde meter las motos bajo techo pero tuvimos que aguantarnos.


Continuará...

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