De nuevo por Asturias (parte 3 y última)


No madrugamos mucho aquel martes de agosto. Con esa siempre agradable sensación de libertad, de no tener prisas ni obligaciones en el horizonte, de poder desayunar sin mirar el reloj, de saber que a lo largo del día un montón de buenas sensaciones, paisajes y curvas te esperan tranquilamente... Pues así fue, después de un desayuno interesante y de hacer un poco el "vago" en el hall del hotel, antes de pagar, volvimos a vestirnos de "romanos" repasando la ruta del día, trayecto que nos tenia que llevar de vuelta a Madrid aquella noche. Aparte de la tarde del domingo, al final solo dos días por Asturias, pero bien aprovechados en mi opinión.


Lo primero de todo era visitar el centro de Llanes, como tantas veces, y luego volver a ver las impresionantes vistas de los acantilados de Andrín. Cafetito en la calle Muelle, cerca del puertecito del pueblo, visita a las dos tiendas de siempre, la de los regalitos y la de al lado, la tienda rockera de camisetas. Dijimos adiós al querido pueblo a media mañana dirección a los acantilados. ¡Qué espectáculo es siempre contemplar el mar desde alli!


Estuvimos cerca de media hora mirando y haciendo fotos. Turístas en coche, pero solo dos motos alli paradas, las nuestras (me extrañó un poco). No había vuelto desde aquel otro impresionante viaje con Tyto y Carmelo. ¡Cómo pasan los años! No, error, eso fue en el 2014 pero dos años más tarde, en agosto también me dio la venada y me subi a comer un dia a Llanes (estaba solo en casa, "de Rodríguez"), volviendo a casa por la noche. Da igual. Al menos, que hubiera más gente por allí nos permitio salir juntos en la misma foto:


Arrancamos tranquilamente, disfrutando del paisaje, ¡cómo me presta siempre pasar por esas carreteritas y prados!, nunca puedo evitar pensar lo agradable que sería tener una casita por esa zona. Me pasaria medio año viviendo allí, sobre todo en verano. Al menos podemos viajar, que no es poco... Tomamos rumbo a Colombres, ese pueblo tan motero (lo digo por su clásica subida en cuesta desde Bustio), por la carretera antigua, la N-634, nada de autopista, así podíamos pasar por La Franca y todas esas localidades que tan buenos recuerdos nos traen...  Antes de proseguir paramos a repostar en la gasolinera El Peral. Esta vez no daba tiempo a comer (era pronto para eso) algo de marisco en el famoso restaurante con olor a Castrol de La Parra, posiblemente mi establecimiento favorito de todo el norte.


Seguimos acercándonos a Cantabria, llegando primero a San Vicente de la Barquera sin más novedad. No paramos alli, nuestra siguiente "meta volante" era Cabezón de la Sal. Antes, pasariamos por las estupendas curvas que presenta el paisaje saliendo de San Vicente hacia Treceño (otro reducto bucólico que conocemos de algunas vacaciones familiares). El tramo fue estupendo, lleno de alegría y con poco tráfico. Al llegar a Cabezón una breve pausa para asegurar rumbo. Con más tiempo hubieramos parado varias horas o incluso dormido alli para poder ver sin prisas a dos amigos, Nazaret y el caballero de las clásicas, José Antonio Casanueva, pero una vez más no teniamos esa posibilidad, debiamos llegar a casa esa misma noche. A ve si tenemos más suerte la próxima vez...

Desde alli la idea era conquistar el estupendo puerto de Palombera, un puerto de primera categoria (en varios sentidos) cuya carretera CA-280 corona a 1260 metros, ¡toda una delicia! Eso sí, recordaba por experiencia y por referencias lo fácil que es ver animales por aquellas laderas, de todos los tipos y tamaños... Comenzamos la ascensión rodeados de una frondosidad y una luminosidad penetrante. Aunque nos cortó un poco el ritmo, no pude evitar parar una vez para lanzar dos instantaneas decentes. Aqui una de ellas:


Seguimos subiendo con alegría pero de repente descubri un "mirador" que ni recordaba. Por lo visto en el, se llama "Balcón de la Cardosa". Paramos a echar un vistazo bajo esos estupendos cielos azules que nos cubrian desde primera hora. La extensión del paisaje que se puede vislumbrar desde alli es inmensa, realmente dificil de cuantificar. Y alli mismo, en el mirador, descubrimos ¡otro "bamby" de escultura! Parecido al del puerto de San Glorio. Aquel con el que siempre nos hacemos fotos, la mayoria muy divertidas....


Julito y yo mismo no pudimos resistirnos y caimos en la tonteria de volver a hacer alguna foto "sexual" con la pobre criatura petrificada... Por fortuna apenas había gente por alli... El caso es que un rato después reanudamos la marcha, agradeciendo la parada. En menos de dos minutos vimos caballos y, justo después, un nutrido grupo de vacas que se acercaban de derecha a izquierda, o sea, hacia la carretera. Julito, que iba delante, siguió su camino sin problemas pero yo me encontré tres ejemplares marrones que decidieron parar sobre el asfalto, la mayoria mirándome. Después de tantos años sin incidentes con mis buenas amigas las vacas no quería cambiar, para nada, aquella relación de amistad y mutuo respeto. Me detuve prudentemente sin parar el motor. Algunas se movian, otras seguian cruzando pero estas amigas desconocidas no tenian demasiadas ganas de moverse, por lo visto. Paso un minuto algo tenso y por fin una de ellas se giró lo suficiente para que me atreviera a meter primera y, a puntita de gas, intentando no alarmarlas, pasar a escasos cuatro o cinco metros de ellas sonriendo dentro del casco, por si aquella actitud pudiera ayudar... Pasé sin problemas aunque una de ellas seguia apuntando al frontal de la Honda. Respiré más tranquilo y meti segunda, viendo a lo lejos al compadre, recordando aquello que me dijo un amigo norteño en cierta ocasión: "no paseis nunca por la noche con las motos por este puerto, el ganado a veces se tumba en el asfalto para calentarse y te lo puedes encontrar"... 


El resto del camino, hacia Reinosa, no tuvo mayor interés. Allí comida interesante al segundo intento, de cuchara el primer plato, que apetecía y tenemos que cuidarnos... Las motos magníficas, ni una queja. Temperatura ideal para ellas y para los riders. Luego pequeña siesta (sobre todo del compadre) en un pequeño terrenito verde mientras seguian descansando las niñas... Y precisamente el agradable verde de los paisajes se iba diluyendo, poco a poco, mientras nos acercábamos a Aguilar de Campo, tramo que paso en un suspiro. Y lo mismo luego, en el viejo tramo conocido que conduce a Burgos desde el pueblo "de las galletas". En menos de lo que imaginas ya ves carteles informando de la distancia a Burgos. Esta vez no paramos en Sotopalacios a por morcillas. Desde Burgos el cambio de paisaje es tan acusado que ya en tu cabeza piensas "estoy casi en casa, joder"... Sin mayor novedad llegamos antes del anochecer a meta pensando la suerte que habiamos tenido desde el sábado: cuatro días entre amigos, carreras, curvas, paisajes y buena gastronomía. ¡Hasta pronto, fondo Norte!


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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...