Octubre, ¡será por clásicas y oldies!


No es obsesión pero, al final, muchas veces terminamos rodeados de motos antiguas, de caballeros de las dos ruedas y de reuniones que defienden y reivindican nuestro legado y nuestra historia. Algo que me encanta y que veo necesario. Total, no hace mal a nadie, hay sitio para todos en nuestra afición y estos saraos ayudan a que los más jóvenes descubran y entiendan cómo eran las motocicletas hace décadas. Aunque para gustos los colores, por supuesto.. pero ahora que vivimos inmensos en la época de motos atascadas de electrónica (que no aprovechamos ni una tercera parte), del marketing eléctrico (no pretendas viajar lejos con un vehículo así que no llegas), de las normativas y restricciones que vuelven a poner a la moto en la diana en lugar de hacerla parte de la solución (y no del problema), da gusto, como digo, oler efluvios de Castrol o Motul, de escuchar el clásico sonido de motores de 2t, de contemplar estampas de motos con alma, de hasta ver monos de cuero antiguos o mis queridos barbours como vieja armadura de antiguos cruzados del asfalto...

Llegó octubre y tuvimos nueva excusa para "dar una vuelta" y reunirnos un rato con amigos y desconocidos, al tiempo que contemplábamos más clásicas en movimiento. Se celebraba la reunión de Brea de Tajo y allá que fuimos, a apenas hora y pico de casa, por las curvillas solitarias de Las Vegas y el río Tajo, todavía en la provincia de Madrid pero muy cerca del límite con la provincia de Guadalajara y Castilla La Mancha. 


Salí temprano, medio dormido. Ahora La Infinita corre una barbaridad, como siempre cuento, desde que le limpiaron los inyectores y la bomba de la gasolina, por lo que siempre tengo ganas de bailar con ella aunque la dulce FZR me tiene hechizado. En todo caso, fue un placer volver a pasar por Las Vegas, aunque siempre pienso que sobran pueblos y badenes. Finalizando el paseo, en un conocido cruce, me topé con la comitiva clásica que daría una vuelta por las localidades cercanas antes de volver a Brea. En unos minutos llegué al pueblo y al epicentro de la movida, en su centro "neurálgico". Lo importante es que había un buen bar donde desayuné, mientras esperaba. Algunas damas con solera comenzaron a llegar... Para empezar esta preciosa GPX que me tenía loco de chaval...


Y esta preciosa "Pepsi" no se quedaba atrás:


Antonio, de Pinto, llegó al rato con su Kawa "Turbo". Creo que su moto tenía mas potencia que todas las demás juntas, ja,ja... Luego más amigos como Iñigo, Andrea, Mudo, Tyto y Mónika, y el grupo de Luis y Rosi (con Miguelón, Mayka, Antonio..). El sol brillaba con fuerza en el cielo y pasamos un ratillo agradable. Yo ese día no podía quedarme a comer con ellos pero disfruté de su compañía esas horas.

Días después arranqué una idea que comenté, semanas antes, con el amigo Jordi de la revista Solo Moto. Viendo la popularidad y la moda que vivimos, actualmente, en nuestro mundillo por las oldies de los años 80 y 90, sobre todo gracias a los aficionados que en las redes sociales recuperan historias y recuerdos, ¿por qué no aprovechar ese filón y publicar contenidos interesantes y diversos reportajes en la revista? Como hacen algunas revistas de otros países... Al final la idea gustó, y hablamos de mi posible colaboración, haciendo pruebas y mandando la correspondiente crónica, potenciando alguna sección de la revista. Yo lo decía sin grandes pretensiones, sin buscar nada, solo divertirme encima de esas motos y poder escribir sobre ellas, dos cosas que me encantan. Confirmé que podía probar diversas motos interesantes del siglo pasado. La primera sería la bella Suzuki TL 1000 S de un conocido, "Piwi", que gracias a la intermediación de Pedro tendría la generosidad de dejármela una mañana para probarla y hacer un primer artículo "oldie". Y así fue, en ese mismo mes de octubre. Tenía en mente muchas cosas sobre la preciosa TL pero ningún recuerdo o conocimiento previo podría igualar a probarla durante unas horas. Con la ayuda imprescindible de mi amigo Iñigo, gran fotógrafo y motero, tenia asegurado la otra parte del asunto: poder hacer fotos dinámicas, obligatorias para cualquier artículo. Y así fue, ¡buenas fotos me hizo el citado, aunque yo salga encima! Qué talento y paciencia tiene el colega, ¡gracias team-mate! Durante unos días estuve pensando qué curvas elegir, dentro de la Sierra Oeste, para esas fotos en marcha. Al final elegimos dos que se prestaban a una buena colocación por parte del fotero y cierta visibilidad para el jinete.


¿Qué decir de aquella moto, de aquel enorme bicilindrico que quiso comerse un trozo del pastel de Ducati? Pues que es una moto todavía impresionante, con mucha personalidad, con suficiente potencia y montañas de par motor, con un sonido brutal y un tacto casi italiano que obliga a conducirla de manera distinta a nuestros habituales cuatro en linea, claro. No fue la única bicilindrica en V de los japones, pero la TL tiene más punch que las VTR de Honda. Por cosas de la vida, tampoco se vendió mucho. Me sentí cómoda encima de ella (¡se nota que antes las sports eran casi cómodas!) aunque en zona de muchas curvas sus inercias y su carácter obligan a una conducción un poco física, con todo lo bueno y menos bueno que eso implica. De frenos íbamos cubiertos, la moto llevaba Brembo, y por fortuna, no llevaba detrás el invento de amortiguación que sacó Suzuki para este nuevo modelo, el Rotary Damper, una idea procedente de la Formula 1, donde por un lado iba el muelle y por otro el hidráulico. Esto permitía hacer menos larga entre ejes la moto pero, como se descubrió enseguida, la disposición de esa configuración, tan cerca del motor y de los colectores, provocó una falta de rendimiento alarmante por calentamiento. Muchos usuarios cambiaron el amortiguador rotativo por un Ohlins o similar anclado directamente al modo convencional. En el caso de la moto de "Piwi" así era y además estaba ajustado con una precarga más o menos acorde a mi peso y al ritmillo alegre, pero nada racing, que me marqué por la sierra (tenía que devolverla intacta, claro). El sonido... como decía, qué maravilla. Las colas Yoshimura de esta unidad también ayudaban a la sinfonía que se construía curva a curva, al compás de la oscilación del gas. De chasis (multitubular casi por completo) y suspensiones nada que objetar. De motor, imaginaos, dos grandes pucheros de medio libro cada uno. Sus 125 CVs ahora no son nada para una moto de mil pero para la época, y para el usuario medio, son más que suficientes. Otra de la novedades de esta moto fue que presentaba inyección electrónica. En su presentación, en 1996, no era tan habitual como podamos imaginar en estos días. La inyección no funcionaba nada mal pero en baja coceaba un poco, era lógico, no estaban tan bien ajustadas como ahora pero nada que objetar en cuanto abrías el gas un poco. 


Devolví la TL con un poco de pena, estábamos comenzando a ser amigos. Me encantaron muchos detalles de esta moto como su posición, racing pero nada radical para el piloto. Aquella mañana, antes de subir había comprobado la tensión de la cadena (recordaba bien los problemas reportados en aquellos años por muchos propietarios) aparte de recordar la fama de que era una moto que flexaba demasiado, glups...

Cerca de la hora de comer, tomamos una cerveza en el bar Daytona, en mi pueblo, me despedí de la Suzzi y arranqué el coche camino a casa. Ya en mi cabeza estaba danzando qué opciones de moto podría elegir para el próximo artículillo... y eso que todavía no había escrito la prueba de la TL. El que se aburre es porque quiere...

En octubre también sucedió otro hecho muy relevante, y doloroso, para mi. Vendimos, finalmente, mi querida Herm-OSSA. No tenia sentido seguir acumulando polvo sobre ella. Pero este asunto es tan personal que le dedicaré otro post...

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...