JUNIO 2008 - Crónica del II Rally Desafío en Moto (Asturias)


Motos y Asturias. Motos y rutas de ensueño. Motos, gente maja y mucha sidra. Las delicias de siempre, una vez más, ¡perfecto! Tesoros que me “abducen” desde pequeñín, una y otra vez, aunque nací y vivo en Madrid.

Pues nada, en el 2007 me quedé con ganas de participar en el Desafío, menos mal que recordé que los años pasan volando… Y así es, entre viaje y viaje, entre tal y Pascual llegó el día “D”. Las dos semanas previas fueron casi, casi emocionantes.

Para mí, este viaje era bastante especial. Primero, el aliciente del rally, la ruta. Sobre el papel, ya prometía bastante. Además, iba a conocer a la Peña LukasTeam, estoy apuntado pero ¡no conocía a nadie en persona! Luego, el hecho de que era el primer viaje de uno de mis mejores amigos, Julio, que por fin tiene moto propia, una preciosa Ninja 900 que mi padre le ha apañado estos meses.

También era un viaje especial porque iba a conocer, ¡por fin!, a una amiga de Barcelona, Piper, que es la caña, la tía más motera y simpática que conozco, de esas personas difíciles de localizar. Por último, y no menos importante, era una nueva ocasión perfecta para sacar de casa al abuelo con la excusa de que no era una excursión de moteros “domingueros” sino que íbamos a hacer unos cuantos kilómetros fuera de autovías y mariconadas similares, aparte de los que llevábamos ya bajo el culo desde Madrid. Ok, la cosa era tentadora por varios motivos, como véis.

Por todo ello, salimos muy alegres el viernes después de terminar la jornadita laboral (15h00) camino del norte por la entretenida carretera de Burgos. Sol y gasolina. Ningún problema a pesar de las profecías mediáticas. Llegamos a Ribadesella sin mayor contratiempo que la magnífica y acojonantes tormenta que nos cayó durante media hora antes de llegar a Reinosa. La cosa prometía, ja, ja; como de costumbre, cuando nos pusimos los trajes ya era algo tarde, pero estábamos disfrutando tanto de aquella situación que para qué parar si, total, seguro que eran solo cuatro gotas (joder, ¡como son las gotas en el norte!)

Al llegar al hotelito ya vimos una preciosa CBR600RR roja con un top case puesto, toma ya… Olga, tenía que ser ella, ¡sin duda!, además había otra moto, una “vaca”, una GS 1200, la de su amigo Eduard, prestada, llena de pegatinas de mil concentraciones y viajes. Un par de mensajes mientras nos quitamos la ropa de “romano” y nos ubicamos un poco. La zona es preciosa, la playa muy cercana pero no podemos ir a verla. Luego nos encontramos con los amigos de Barcelona, buen rollo, gente maja, maja. Lamentablemente, Piper tuvo un desafortunado choquecillo con un tonto del culo que se salto su stop, increíble, menos mal que solo hay daños materiales (y de bajo impacto, además). En fin, borrón y cuenta nueva. Al rato, ya casi de noche, nos vamos al pueblo, a las sidrerías, como un imán, directos al ambiente. Joer, que contentos íbamos. La cabra tira al monte, ¡no falla el refrán!, ese es nuestro hábitat, no el hábitat de esta oficina dónde ahora estoy sentado haciendo que trabajo. El caso que iba ya algo chungo con un poco de catarro y la garganta irritada pero, por supuesto, nada vinculante para rodar y beber. Algo de marisco, charla, mucha botellita de sidra con botón para que orine el invento (muy gracioso) y con ganas de que llegue el sábado. No nos acostamos muy tardes para reservar “cartuchos”. De hecho, madrugamos un poco para no perdernos detalle. El cielo impresionante, ¡qué os voy a contar! El rutómetro encima de los depósitos, como manda la tradición, todos con ganas de salir pitando en plan tranqui.

El hermano de Julio, Manuel, tenia que llegar de un momento a otro. Resulta que el día anterior no le dio tiempo a unirse a nuestro comitiva y se había pasado toda la noche subido en su Yamaha Omega (había salido de Madrid a las 22h00). Un desastre porque iba con problemas mecánicos, con sueño acumulado y con ganas de descansar un rato. Por Burgos le había parado la Guardia Civil a no se qué horas, lógico. Cuando dijo que esa noche quería llegar a Asturias debieron de mirarle con cara incrédula. Para nosotros era como una “quimera”, decíamos: “¿Qué va a venir tu hermano? No me lo creo, venga ya, si ya son las tantas“. Pero allí se presentó el tío, con un par y con una alforja calcinada sobre el escape, entre otras “lindeces”. Y todo justo antes de la salida. Después de una pequeña reparación de emergencia, muy express, salimos los cuatro juntos (los amigos catalanes luego nos alcanzarían, acordamos).

Pues nada, os contaré nuestra crónica del rally, comenzando por lo que nos paso esa primera hora y pico de puto infarto.

Salimos Julio, Manuel, mi padre y yo a nuestra “bola” pero tuvimos que parar a repostar allí mismo, en Ribadesella, a la GPZ no le quedaba ni una gota. Total, que cuando arrancamos no quedaba ni una sola moto a la vista, tampoco por detrás y nos dirigimos hacia Llanes, según ponía el rutómetro, cogiendo la cercana autovía o autopista. Yo iba en cabeza y por tanto la responsabilidad era mía. Nada más salir a la pista me convencí que no era por allí, ¿Cómo íbamos a ir por la autovía? No reconocí su número o nombre en el rutómetro y me convencí de mi error. Paramos y no nos cuadraba a ninguno. Dimos la vuelta y nos fuimos por la nacional dirección, más o menos, Cangas. Los minutos pasaron y apenas vimos motos… aceleramos el paso y, al rato, ya vimos gente que iba en dirección contraria. Obviamente, me di cuenta que había metido la pata hasta el fondo. Yo quería sellar a toda costa el primer control y me dije, “voy a intentarlo”, a ver si me dejan sellar aunque sea así. Me marché solo, aceleré el paso mientras más y más motos se cruzaban en dirección contraria, que desastre, ¡ya iba pensando en el segundo control, ¿llegaría a tiempo?! El caso que como soy algo cabezón, seguí y seguí, cagándome en mi despiste matutino. Llegué como un poseso a la glorieta del primer control, allá, “en el fin del mundo”, digo esto, porque allí no había ni Dios bendito. Era exactamente las 11:05, lo juro por mi fazer, cinco minutos antes de la hora límite, pero no vi a nadie, di una vuelta y nada. Así que, maldiciendo mi equivocación, di media vuelta y apreté algo más. A la altura de Cangas recogí a mi padre y a los dos hermanos, todos fumando como cabrones. Uff, resumen y cabreo contenido. Arrancamos y deje de saltarme todos los límites de velocidad conocidos para volver a conducir como persona ‘responsable’.


Afortunadamente, quedaba lo mejor. Nos encantó la ruta matinal, que carreteras más ratoneras. El puerto del Pontón, por fin, lo íbamos a hacer de una pieza, sin nieve, sin niebla, qué maravilla. Disfrutamos de lo lindo. Esos túneles que cuando sales te llueve un poco, je,je, sé que los recordáis. Personalmente, me pareció de los mejores tramos del rally. Paramos cerca de un río, bajando el puerto, antes de Riaño y de la desviación a Señales. Allí, los amables señores del bar nos aprovisionaron de cecina, jamón y bebidas. Ya habíamos alcanzando y rebasado a varios participantes pero nos volvimos a quedar solos para poder tomar el almuerzo a gusto. Gracias desde aquí al amigo de la Peña que, junto con su chica, nos quiso invitar a las consumiciones. La noche anterior había tenido boda, así que... el pobre tenía unos ojillos… Un abrazo para los dos, de verdad, así da gusto viajar. Salimos detrás del coche “escoba” y seguimos disfrutando de lo lindo todo el día hasta llegar a Ujo. El puerto de San Isidro no lo conocía y también nos maravillo. Qué paisajes y qué carreteras tenéis por allí, amigos, alucino. Eso sí, empezaba a atizar el Lorenzo (el sol, no el Jorge) y llegamos a la comida medio asfixiados.

Os juro que no me gustan las judias, mi madre os lo puede confirmar, que en mi casa tampoco me las ponen ni con amenazas pero... puñetas, ¡como me las comí ese día! Joder, me dieron ganas hasta de repetir, qué buenas estaban. Felicidades para las cocineras, de corazón. El pan preñao también se dejó comer, sí.

Manuel y su maltrecha Yamaha habían sufrido lo incontable para llegar hasta allí. Tenía algún problema de embrague y otro nuevo: el freno delantero, tenía que bombear para poder frenar (al día siguiente fue mucho peor). Mi padre y los dos hermanos decidieron ir directos a Luarca, en busca de un taller; era sábado y podía existir la posibilidad de arreglar algo. Así no se podía continuar con un mínimo de garantías. Yo acepté la idea de Eduard y me fui con Piper y él para seguir con la ruta marcada por la organización. La tarde fue preciosa en todos los sentidos. Más parajes de ensueño, carreteras actas para la diversión, vacas y caballos por doquier (vaya, por mirar el paisaje y a un grupo de “aficionadas” con cuernos casi me salgo en una curva a derechas, lo juro). El ritmo también era bueno, me lo estaba pasando de vicio, olvidando el ritmo padecido al principio de la mañana. Eduard iba delante, muy bien, Piper detrás, y yo cerrando la formación. No te quejarás Olga, ibas escoltada, aunque tú no necesitas escolta. Luego paramos para hacer algunas fotos, claro. Que bonito es detenerse en sitios como aquel puerto (no recuerdo el nombre) y ver por dónde has subido, contemplar durante unos minutos qué montañas o valles te rodean, ese silencio algo enturbiado por el sonido de los motores a bajas revoluciones… Nos hablaron del tío de la Vespa, que tío más grande. Por la tarde hablé con él un buen rato en Luarca. No la pasa casi nunca de 90, me dijo, pero aquel día sí. Un saludo si me lees.

El trozo de obras por Belmonte un autentico peñazo, pero bueno, así es la vida. Hace dos años había pasado y creo recordar no estaba en obras. Lo sentí por Piper y su RR. Yo con esa moto por ahí me hubiera hostiado, seguro.

Por la zona de Tineo me despiste un poco y casi pierdo la “formación”. Resulta que había otra concentración ¿fue así? Yo veía cartelitos de ‘motos’ por todas partes, no sé, casi me pierdo, menos mal que ví, a lo lejos, la CBR de Piper y volví a orientarme. En este sentido, felicidades a Eduard por controlar la ruta. Sin ti nos habría tocado mirar más el rutómetro, sin duda. La verdad que rodamos a un ritmo alegre, adelantando de vez en cuando al personal que iba más tranquilo, intentando, eso sí, no molestar. Aún así, pido públicamente perdón a un amigo con una BMW que adelanté en una curva a izquierdas. Aunque él no me crea ya había visto la salida de la curva y decidí adelantarle por el otro carril para no molestar pero imagino pensaría que iba de carreras. Mis disculpas. (También por el de la Thundecat o Thunderace, no lo sé). 



En Luarca lo pasamos bien charlando con más participantes en el polideportivo. ¿Visteis al de la GS, el que la tiro al suelo para demostrar lo bien protegida que la tiene con sus defensas y baúles? Impresionante. Solo se le rompió el plástico del intermitente. Aún así, ninguno de los presentes le animó a seguir demostrando lo bien preparada que la tenía para cualquier aventura, ¡no, gracias! Muy chulas las fotos que nos hizo el fotógrafo de la organización (con mi cámara, por eso lo sé) en una punta de Luarca, en el puerto. Fue un momento de tranquilidad y repaso mental del día. Yo esperaba una noche más movida pero estuvimos, al final, tranquilitos, dando un paseo, no había mucho follón. Cenamos lo que pudimos y dimos una vuelta aunque yo andaba medio dopado con el Clamoxyl. Al final, aquella visita no fue demasiado agradable para mí. Dos años antes había estado allí, también con la moto, con otra persona que ya no está y los recuerdos afloraron un poco… Encima, me quedé sin batería en el móvil y no pudimos despedirnos de los amigos de Barcelona, qué faena.

A la mañana siguiente no podíamos continuar el rally: la Yamaha de Manuel ya no frenaba casi nada de delante y, lo peor, su hermano se tenía que ir con el camión para Melilla esa noche, tal como suena, así que tuvimos que “plegar velas” y regresar hacia Madrid a nuestro pasito. Cerca de Cudillero coincidimos con la “procesión” de motos pero ya íbamos con otro target en el ‘visor’, una pena.

Podría contaros más anécdotas pero me parece que ya me he pasado de extenso y pelma, así que, de verdad, un abrazo a toda la peña, nos habéis dejado con una sonrisa en la cara para una buena temporada. Felicidades por la ruta, por la propia organización, y por darnos motivos para subir, una vez más, a la tierra más hermosa de España. También darles las gracias por haber otorgado un premio a mi amiga Olga. Creo que era de justicia mencionarla y obsequiarla con algún recuerdo. Ellos se chuparon 800 y picos kms desde Barcelona, y otros tanto para regresar. Al margen, demostró una marcha, afición y cualidades impresionantes. Un saludo también a los moteros que nos hicieron fotos, gracias a mis amigos por estar ahí y a mi padre por seguir demostrándonos por enésima vez como son y eran los auténticos moteros de barbour de los años 70. Hell bent for leather
Ráfagas, nos vemos el año que viene!!

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