Cuando eramos invencibles


Principios de mayo, hace unos años, cuando empezó la crisis-estafa que vivimos todavía. Salgo del trabajo con la idea de pasar por la vieja floristería de siempre para encargar un ramo de rosas para mi madre (se acerca el primer domingo del mes). Hace un poco de calor, voy con la chupilla de cuero molona pero nada motera, contento, ágil, pasando por las calles y las avenidas de siempre, dirección sur. La Fazer tracciona impecable, con su Viper de carbono disparando andanadas sónicas de placer para rematar la unidad espiritual que siento realmente con ella. Llego a Plaza Elíptica (realmente tiene otro nombre pero todo el mundo la conoce por este) y giro a la derecha para meterme por la Avenida de Oporto. Justo donde el bingo apretó un pelín casi al tiempo que descubro por el rabillo del ojo que está cruzando una china por mitad de la calle, de izquierda a derecha, a su puta bola. Paso a unos centímetros de su hombro. Supongo que le cambia el color de piel. Gruño dentro del casco y freno un poco sin mirar por el retrovisor. Un minuto largo después veo la luz roja de uno de los semáforos que hay cerca de la boca de metro. Rebaso fácil varios coches y cuando estoy ya frenando con ganas se me va la rueda delantera, chocándome con la puerta derecha de un Citroen Xsara ya parado, y rebotando al suelo como en un pinball. No rebaso el semáforo, curioso. Me levanto y miro la moto. Espejo izquierdo arrancado, intermitente, estribera rozada, lo típico…, benditos tacos anticaída comprados en Pau. Miro el coche y veo un rayajo en su lateral, mi chupa arañada, el público flipando, nadie se acerca. Parece otro típico lance urbano de cuando tenia quince años y no paraba de usar la moto por Madrid. Mientras sale la conductora de sus paredes me pregunto qué leches ha pasado. Levanto la moto y descubro que en el suelo, cerca de la rueda delantera hay un cartón de propaganda (de esos pequeños que a veces intenta colarte en el buzón), de superficie resbaladiza. ¡Ya es mala suerte, apena medirá unos 30 cms de largo! Después de dar los datos y ver que la moto no gotea sigo mi camino y entro en la floristería con el espejo dentro del casco, hago el encargo y me voy a casa pisando huevos.  Doce días después, día arriba día abajo, estamos en La Torrecica, vamos a rodar en unas tandas, todo gracias al empujón que mi vecino Santi me ha dado semanas atrás para volver a rodar en circuito (la última vez tenia pelo y no me arrastraba). Los arañazos de la Fazer están recién reparados, no quiero más imprevistos, claro, así que tendré que estar "al loro".


He llegado en marcha por la mañana al circuito, hacía un frío del carajo, pero ya sale el sol, es el día de San Isidro y frío no pasaremos precisamente. Descubro por primera vez la pista desde dentro. Su famoso “garrote”, el viraje de “la cafetería”, su chicane, etc, estoy feliz. En una tanda, antes de comer, cometo un error entrando largo en la curva de derechas anterior a la chicane y salgo a la grava rápido, freno de atrás pero la moto se hinca de morros con poderío y salgo volando unos metros. Nada, solo el disgusto de volver a arañar mi querida Fazer. Seguimos todo el día dando vueltas, intentando descolgarme como casi diez años antes con la Kawa, luchando por seguir la rueda de Santi y su hermano Paco a lomos de sus preciosas Fireblade 929. Volvemos contentos por la tarde a casa. Casi a la hora de cenar me quito el mono repasando esas dos últimas semanas tan bayetas. Balance: primera quincena de mayo algo “accidentada” pero solo en lo material, mejor. Agradable regalo con olor al pasado…. ya no somos chavales, en mi caso 35, pero durante ese mes parece que tenemos la “suerte del campeón”, la magia de cuando teníamos veinte, quince o diez años, es decir, cuando, pasase lo que pasase, pocas veces te hacías daño. O dicho de modo épico: de cuando mis amigos y yo éramos prácticamente invencibles (y, por ende, inmortales)…


Sí, sin duda. Hubo una época en que, salvo dolorosas excepciones, pocas veces teníamos que lamentar una desgracia o tirarnos mucho tiempo convalencientes. Parecíamos de goma... pero no era solo eso. El angel de la guarda hacia horas extras, sin duda, algo así porque si lo pienses detenidamente es difícil encontrar una explicación racional. Quizá cuando creces te abandona un poco ese protector, visto ya hasta donde has llegado… pero de joven, cuando todas las opciones están abiertas quizá nos sobreproteje para que podamos ir haciendo camino, no lo sé… en todo caso, antes y ahora, como dice el dicho, no corras más que tu angel de la guarda. Sin esa ayuda algunas cosas hubieran sido distintas, estoy convencido. Y no porque fueramos unos auténticos descerebrados sino porque hay tantas variables en el infinito tráfico diario que era increíble que casi nunca nos pasara nada.

No solo era en el día a día, también en los viajes o, sobre todo, cuando salíamos los domingos de curvas. Recuerdo por ejemplo, una mañana por Navacerrada, con los dos Jorge (GSXF750 y FZR600/ThunderAce), iba yo primero en ese momento y adelante a un camión que, justo en ese instante, inició un giro no señalizado hacia su izquierda. Un segundo más tarde y no lo habíamos contado… o aquellas famosas vacas de Morcuera que encontrábamos divertidos después de una curva ciega… a una compañera le aplastó su coche camino a su casa en Segovia, por cierto… nosotros jamás tuvimos un choque con ellas pero sí que pasamos algún apuro serio. Pocas veces mirábamos la presión de las ruedas, y lo de ir vigilando el dibujo de la cubierta era algo de lo que me acordaba de estación en estación, "igualito" que ahora... Todo era más simple y visceral, ventaja de no tener miedos de ningún tipo, el mundo está ahi para conquistarlo... y lo hacemos.

Por cierto, fueron esos años en que los amigos moteros de mi padre y los míos iban normalmente por separado, aunque a veces coincidían. La mezcla era fantástica. Les unía obviamente el amor a la moto pero, logicamente, habia algunas diferencias. Estaba bien viajar así o salir de curvas con tanta diversidad. Siempre nos mirábamos en ellos, respeto jamás faltó. Luego, por lógica, empecé a salir más con gente de mi edad, década arriba o abajo, porque la verdadera edad ya sabemos todos donde está grabada a fuego. Quizá esa “etapa”, quizá esa áura de invecibilidad desapareció a principios del milenio, cuando compramos la Yamaha, en el 2003, más o menos cuando algunos grandes como Barry, el piloto de las siete vidas, Kato y D.J. desparecieron de este mundo de manera prematura. (Aquí una bonita foto cedida por Paco Peña, Eastern Creek - 1991, donde aparece con el mítico siete y con Aspar.)


La edad y las responsabilidades pasan factura a casi todos, son los escalones del camino, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Algo que sí cambia irremediablemente (sobre todo en España) es el parque móvil motero. Salvo grupos de viejos rockeros es imposible no notar, incluso en fotos, como ¿evolucionan? las motos…Hace apenas quince años no era raro volar bajo con una boxer de litro, una Le Mans, una Zephyr, una VFR, una antigua FZR, una sencilla GS500 o con una preciosa XJ600. Máquinas que ahora casi parecen objeto de exhibiciones exclusivamente. Pero no, señores, no habia nada de especial en ello. Y sus propietarios no eran supermanes, ni llevaban bonitos monos de cuero, ni botas galácticas, ni cascos de astronautas, ni gomas casi de circuito (por ejemplo, los "miguelines" Macadam eran perdurables y duros pero nadie se quejaba) eran simplemente fruto natural de esos tiempos, como ahora, muchos moteros son producto de los tiempos que vivimos donde, si no llevas bajo el culo un mínimo de 120 CVs, parece que vas en una "utilitaria" .. y entonces me río de cojones.

Por ejemplo, hace apenas unos meses, en Semana Santa, con la excusa de que bajaba a la zona centro el gran Peter Blue del MCZE, nos reunimos una buena banda de “enfermos", buena gente, para hacernos una ruta muy interesante. Visitamos el camping de El Escocés en Hoyocaseros para rematar una jornada entrañable, llena de niebla y de sol. Uno de los que vino, gran tipo, Juan Carlos, apareció con su CBR600F del 93.. y con medio carenado desmontada, ¡vaya "look", diría algún moterillo modellno! No había que ser muy listo para saber que, precisamente, con esos "antecedentes" el amigo era un verdadero quemado... y ya creo que lo era. Y eso que era un día en plan excursión, tendremos que repetir ruta pero con menos feeling turístico... Como decía mi padre y, creo, que también Pérez-Rubio, "yo me preocuparia más de los de barbour roído que de los de vestimenta impoluta"..

No nos quejamos, aunque algunas cosas cambian. Otro año lleno de descubrimientos, hermosa primavera road race nos hemos metido entre pecho y espalda, agradable, muy agradable haber descubierto durante estos meses a dos motoristas geniales, Marco (¡y Meli!) y a Luismi, ¡como van y cuanto saben!, sin olvidar a nuestra vieja amiga, Sara, que cada año va más fuerte y segura, ¡a cuantos tios deja atrás! y a nuestro Chema, el inmortal, genuino veterano que ha visto y vivido de todo en nuestro mundillo. El, tan modesto, no lo reconocería, pero si un día escribe su biografía o un libro sobre el noble arte del motociclismo seré de los primeros en leerlo. Aquí una bonita foto con todos ellos un día de mayo, en pleno descanso de un curioso y divertido TT por tierras toledanas (más Miguel "el abuelo" al fondo, otro caso de psicólogo cum laude, pero en el fondo le queremos, y lo sabe, ja,ja)...

 
Como decíamos en el anterior post, con los años uno se hace selectivo, te juntas con los que te gustan, punto. Y aunque se va rápido, se va relativamente seguro, dentro de lo que nuestra actividad permite… y es la combinación adecuada, la que buscamos, la ideal, rodar rápidos pero con seguridad, no jugándotela en cada milla. Pero no siempre los grupos son tan homogéneos… y a veces es inevitable recordar, sin mencionar nombres ni dar detalles, claro. Hace apenas unos años, recuerdo un grupo de amigos y conocidos que quedamos en una gasolinera para preparar un "Gredos Trophy". Entre los que no conocía, había dos chavales jóvenes con dos deportivas de 600. Jóvenes pero maduros, y con buenas manos. Arrancamos con ganas y enseguida salieron zumbando el trío racing que iba en cabeza (un amigo muy rápido y los dos jóvenes que menciono). Seguir a esos tres era complicado, apenas lo conseguimos en algunos tramos. Sin intención de querer analizar o juzgar a nadie, “algo” me dijo a lo largo de la jornada que el día que esos chavales tuvieran un percance se harian daño. Por fortuna pasamos una jornada increíble, rápida, satisfactoria; el único susto fue el camión de la paja que venia por la carretera mientras estábamos posando en ella para una foto memorable en Venta del Obispo, ya en Gredos. A la vuelta, estorbé en la zona revirada de Navaluenga (conocéis muchos el lugar, la "ruta del huevo frito") con mi Fireblade a uno de los chicos que pilotaba su 600. Recuerdo que el tío, educado y prudente, cuando paramos en un cruce poco después, hasta se disculpo por adelantarme. ¡Nada que disculpar, te estaba molestando, tenia que haber arrancado detrás de ti! Por desgracia, este piloto tuvo un grave accidente meses después por aquella zona. No sé el motivo, seguramente fue un pequeño despiste o una interferencia ajena, casi da igual, pero cuando se va al límite o muy cerca apenas queda margen de maniobra ante los imprevistos. Fue lo que pensé el día que rodamos por Gredos, apenas dejaban margen, o esa era la menos la impresión que me daban en cada curva... Ese margen, ese matiz es justo la diferencia que apreciamos ahora, la clave que abre la puerta casi siempre. 

Y termino con un ejemplo memorable de los figuras que todavía te puedes encontrar por el mundo. Hace un par de veranos, en Asturias, con Toroloko y Bettor, cerca del famoso desfiladero de la Hermida alcanzamos a un tipo con una veterano honda CB750 de principio de los años ochenta (¡aqui la foto!)... ¡¡cómo iba el pájaro, chapeau!! Complicado pasarle, mucho, con seguirle era suficiente, al tiempo que crecía nuestra admiración hacia su jinete. Después de ver esas cosas te dan ganas de bajarte de tu moto moderna y darle tus llaves, o dicho de otra manera, gritando, ¡olé!, ¡todavía cuentan más las manos que la máquina!, todavía cuenta más el indio que la flecha, ¡amén!


A pesar de estas reflexiones nada hay seguro, por supuesto, apenas tenemos casi nada controlado en nuestra vida, tampoco encima de la moto, sobre todo en carretera abierta, donde nos criamos. De ser valencianos imagino que habriamos quemado adrenalina en sus multiples carreras urbanas pero aqui, en el centro, solo teniamos el Jarama, y no teniamos un duro. Nos salvó nuestra querida y hermosa sierra, incluyendo la famosa "Vuelta a los Puertos" que se inventó mi padre en los años 70 y que algún día detallaré, merece la pena conocerla. Luego se popularizó de mala manera la conocida y emblemática "Cruz Verde" y muchos apostaban por coger en marcha monedas tiradas al suelo. Empezó el demasdre y las desgracias, justos pagaron por pecadores. Los locos años ochenta y noventa...

Hace un par de veranos, viniendo de saludar a los amigos que estaban en el camping de Hoyo de Espinos, volviendo alegre, en una de las rectas infinitas que te acercan al Barraco una sombra desde lo alto me distrajo un segundo completo. Cuando baje la mirada tenia una curva cerca, demasiado. Gracias a la ayuda extra del freno trasero pude entrar en ella. (Cosas de las motos de mil, en cuanto te despistas estás en el hiperespacio). Quedo en una anécdota, como tantas, para el libro de la vida, pero sé que de no haber entrado al final en esa curva me hubiera hecho mucho daño. Otro aviso, otra anécdota.

Termino antes de que es os canséis... No, ya no somos invencibles, mucho menos inmortales, ya no nos salimos siempre con la nuestra… pero puedo jurar por San Brembo y por mis hijos que durante muchos años estuvimos tocados por una varita y, sin exagerar, puedo asegurar que, de alguna manera, sí lo eramos.  


Un pequeño consejo para los más jovenes: disfrutad las ventajas de la juventud, de la energía vital que reina durante esos años, de la varita mágica que muchas veces acompaña nuestras correrías. Aunque la verdadera edad se lleva dentro, marcada por el espíritu, y aunque hay cosas que mejoran con los años, como el buen vino, hay otras que se pierden para siempre.
Salud y gasolina para todos.


"HACIA LA INMORTALIDAD Y LA ETERNA JUVENTUD" (epitafio de Julio Verne)

1 comentario:

Unknown dijo...

El ángel de la guarda existe. Yo tengo uno humano al que a veces, en broma, le pido que se toque las alas. Jajaja. La moto es peligrosa. Claro que lo es. Pero la prudencia crece con el paso de los años. Que podamos disfrutar por siempre de ella.
Mientras..... Me auto nombro fan número uno de tus escritos


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...