Descubriendo Cazorla (¡pequeño paraiso!)


Amaneció pronto y suave, presentándose un día casi primaveral, sin viento y con el sol necesario para sentirse bien. Qué paz inunda los sentidos cuando se pasea por zonas así, lejos de la ciudad y en un entorno tan bucólico y abierto. Desayunamos como campeones y pronto llegamos al "balcón" donde nos aguardaban, fieles, nuestras monturas. Las vistas desde allí eran profundas y extensas. Nuestras chicas arrancaron sin problema y comenzamos con la parte más bonita de la escapada, descubrir el objetivo de nuestra "excursión", conocer parte del Parque Natural, las tierras que avanzaban hacia el suroeste, hacia el pueblo de Cazorla. Me enteré que este Parque es el mayor espacio protegido de España y uno de los primeros de Europa.

Después de dejar atrás paisajes de olivos y demás arbolada penetramos en la carretera A-317, dirección suroeste todavía, bordeando el enorme pantano del Tranco, lugares que no conociamos ni Iñigo ni yo. Carretera juguetona aunque con algún coche que otro (era sábado a fin de cuentas), clima perfecto y vistas interesantes. No tardamos mucho en parar cerca de una especie de merendero que se conectaba con uno de los embarcaderos del pantano. Alli no pudimos tomar nada al final pero pasamos un buen rato contemplando la naturaleza que nos rodeaba:


Rodando tranquilos para intentar descubrir más lugares dignos de visitar, reanudamos la marcha, no era ni mediodía. Un poco después descubrimos un cartel que indicaba un mirador. Y allí paramos de nuevo. Esa parada fue más larga. Caminamos unos diez minutos hasta tropezar con unas vistas fantásticas del pantano, casi solos, mientras el sol apretaba un poco más sobre nuestras cabezas.


Yo estaba alucinado del tiempazo que estabamos disfrutando. Parecía primavera y no otoño. Qué lejos podía imaginar en esas horas la que nos aguardaba aquella noche (ja,ja). 


Prometi volver a estas tierras con la familia, aunque fuera enlatado. Cuando los señores dejaron de fumar, reanudamos la marchas sin saber qué nos encontrariamos más adelante. Una vez en marcha, el tráfico se intesificó y como veinte minutos más tarde, después de gestionar bonitas curvas, paramos en una especie de centro turístico donde habia bar, tienda y se podía coger un trenecito que te hacia una visita por la montaña (¡toma ya!). Era el centro de fauna silvestre Collado del Almendral, ya no muy lejos del pueblo de Cazorla. Por toda esta zona que habiamos cruzado con las motos, en teoría, se podía ver gamos, corzos, jabalíes, cabras, ciervos, aves rapaces, etc. Ciertamente, antes o después de parar en este centro (ya no me acuerdo), vimos, al otro lado de una valla cercana a la carretera, dos "bambys" que corrian en nuestra dirección y luego se alejaban. Fue un puntazo. Se nota que somos de ciudad y alucinamos cuando la naturaleza se muestra tal como es. ¡Cuantas cosas podriamos descubrir de alargar la visita! Hay para ver suficiente como para consumir varios días, pero no tanto por las carreteras asfaltadas (que también) sino caminando por senderos o atravesando pistas forestales. Miradores, aldeas, senderos, lagunas, nacimientos de ríos (como el Segura) piscisfactorias, cuevas... Im-presionante, en suma.



Después de aquella paradita avanzamos hacia un puerto, era el puertecillo de Las Palomas, una ligera ascensión agradable y ratonera. En los garrotes ciegos había que andar con ojo no viniera un coche invadiendo nuestro carril. Nos detuvimos en la cumbre, un lugar acojedor que regalaba buenas vistas, gracias al mirador que alberga.


Después de aquella nueva parada avanzamos hacia Cazorla pensando ya dónde parariamos para comer. Atravesamos el famoso pueblo y en una calle en bajada resbalamos con la pintura de un Stop y casi nos chocamos las dos motos de 600, faltó poco. Impresionante el rendimiento de mi vieja "abuelita", mi FZR, la verdad que me lo pasé de coña aquella jornada. Gracias a su agilidad y a sus neumáticos con pocos kilómetros era una delicia tomar las curvas. Del motor qué decir, ahora sí que acelera lo esperado. ¡Contento me tiene!

Seguimos nuestro camino y, al final, en el pueblo natal de Sabina, Ubeda, decidimos parar a comer, aunque la verdad apenas habia oferta y costó un poco encontrar un restaurante pequeño junto a una gasolinera, el típico lugar de platos combinados y poco más. La idea era tirar desde alli luego dirección Valdepeñas y ya hacia casa. Al final no pasariamos el domingo ruteando. Comimos en plan de raciones y, a falta de otra cosa, tuve que pedir y beberme ¡¡una Cruzcampo 0,0!!, ¡¡pardiez!!, después de eso creo que estoy vacunado para cualquier virus.


El tiempo se estaba poniendo algo feo y yo notaba, desde antes de comer, un poco de mal cuerpo, no sé por qué... con la Cruzcampo creo que me rematé... Terminamos de comer tarde y nos pusimos rumbo a la autovía de Andalucía por carreteras solitarias, y más o menos divertidas, que apenas presentaban tráfico, tramos que al menos yo desconocía por completo. Serian las seis y media de la tarde más o menos cuando el cielo empezó a oscurecerse, parecía que iba a llover con ganas. No quedaba mucho para alcanzar Despeñaperros y la autovía que nos llevaria a casa. Quizá hubiera sido una gran idea parar en algún sitio a dormir y ya llegar a casa el domingo, y pasar otra noche divertida de charlas pero no cambiamos el plan.

Un rato después comenzó a llover ligeramente, mientras pensábamos si merecería la pena ponernos el mono de agua. Como suele pasar a veces, aunque no bajabamos de 140/150, la lluvia nos alcanzo de lleno y, finalmente, tuvimos que entrar en un gasolinera para cambiarnos, ya algo empapados. El viento también se levantó y bromeamos diciendo que habiamos pasado por tres estaciones desde el dia anterior. En aquella gasolinera (cerca de Manzanares, si no recuerdo mal) no había posibilidad ni de tomar café de máquina y, algo resignados, nos vestimos de "romanos". Iñigo llevaba un traje para el agua estupendo de dos piezas que me encantó. Pronto me compraría uno muy parecido en el outlet. Yo me puse el mio de siempre, algo roto y gastado. Por fin, reanudamos la marcha, mientras jarreaba a cubos. Pude comprobar durante esos ratos lo bien que pisaba la FZR en mojado. Con poco tráfico, no bajabamos mucho el ritmo y el comportamiento de la Yamaha era intachable. Como iba delante Julito yo no tenia problemas de visión, ni cuando la noche se hizo ya cerrada prematuramente. Por Tembleque más o menos dejo de llover con ganas y pudimos afrontar los últimos minutos algo más secos. Se terminaba otra escapada estupenda con inmejorable compañía. Quizá nos faltó un día, sí, volver el domingo pero... así fueron las cosas. En resumen, una zona de nuestro país digna de ver, a pie, en moto o en bicicleta, como quién dice. Mínimo dos días por alli seria lo recomendable. En todo caso merecío la pena esta primera "toma de contacto". ¡¡Volveremos!!

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...