Eterno espíritu de velocidad

Inevitable viajar al pasado cuando llega el mes de agosto. Sí, volvimos a La Bañeza, esa localidad ya mítica, famosa por albergar nuestra más popular “road race”, esa prueba añeja que nos tiene enamorados hace tantos años y que debería defenderse como “patrimonio de la Humanidad” o algo por el estilo. De nuevo vibramos al ruido de las 4T (¡esos Ducatones casi acaban con los cristales de las ventanas!), de los tubarros de las viejas máquinas nacionales (a fin y al cabo, nuestro pasado más intimo), del arrojo de los pilotos (jóvenes y veteranos, los que no conocen el miedo y los que saben guardar un poco de margen), de la compañía de nuestros amigos y conocidos (¡por supuesto!) y, cómo no, de los invitados especiales y sorpresas que prepara la organización cada año.

Mi primer pensamiento de este apoteósico weekend retrocede a cuando, junto a otros dos Cariñosos que conocéis mucho de oídas, Julito y Santi, comenzamos a subir el precioso puerto del Alto del León, sin apenas tráfico, camino de la maldita y aburrida A6. Esta vieja cima fue el primer puerto que conocí en mi vida y es siempre una auténtica delicia conquistarlo con la moto aunque, en cada ocasión, se antoja corto. La bajada fue también fantástica aunque ligeramente enturbiada por algo de tráfico. Afortunadamente, encontramos muchas curvas limpias y en otras no hubo más remedio que hacer algún “por fuera” comedido para seguir a nuestro aire. También recuerdo con menos emoción el calor aterrador que hemos pasado durante los dos días… el precio que habitualmente pagamos por acudir a La Bañeza, ¡qué le vamos a hacer!

Ya en La Bañeza, llegó lo mejor. Primero haciendo la compra y requisando un carrito del Eroski para llevar las provisiones al campamento, esa pradera tan bien cuidada que hay junto al Polideportivo. Luego saludando a los colegas y encontrándonos con Gelen y Jeni, dos simpáticas, ruteras y cañeras moteras de Barna que llegaron en dos preciosas motos, una R6 negra del 2005 (¿cuántas chicas hay en España con esta moto?) y, tachán tachán, ¡¡una RC51 SP2 americana!! Destacar a la estrella de la escapada, Julito, nuestro pelirrojo más racing, un tío muy grande. Vaya shows que montó con todo lo que se movía a su alrededor, cómo nos miran cuando vamos con él, un crack de la carretera y de las reuniones dónde no para de sorprendernos con sus interesantes monólogos, sus chillidos a lo Bon Scott (sí, cantamos varias veces “Highway to Hell”) y sus variopintas explicaciones (por ejemplo, la que nos deleito sobre los melones y el método de selección que debemos aplicar). A Santi, a las niñas y a mi nos dolían las costillas de tanto reír. Afortunadamente tenemos cuatro vídeos grabados con el iPhone… alguno es digno de subirse a YouTube porque es sencillamente apoteósico. ¡Eres grande Julito, si no existieras tendríamos que inventarte! También se nos apuntó Miki que “colaboró” a preparar la cena con un tarro de anchoas (¡de Santoña, menos mal!). Nos quedaron visitas que hacer pero el "tío" Barceló nos atrapó muy pronto y entre eso, Julito, las chicas y las ganas de seguir tumbados en el césped nos movimos menos que una seta. Menos mal que, a falta de saludar a más conocidos, al menos encontramos a varios miembros del MCZE (Peter, Mike, Palote…) con los que estuvimos charlando media horita. En resumen, ¡vaya noche toledana, cómo pasaron las horas de rápido! Solo sobraron algunos gallegos que no dejaron de cascar durante toda la velada…

¿Y de las carreras, diréis? Pues otra vez repartiendo balas de paja, tapando agujeros, pegando cartelitos de “zona peligrosa”, carpas y furgonetas en la calle de los boxes, veteranos y niños mezclados sin edad pero con el mismo sentimiento, ríos de aficionados y curiosos caminando y parándose casi al mismo tiempo... El domingo comenzamos el periplo de curvas con la cámara en una mano y una botella en la otra, paseando por medio circuito, después de salir del "campamento base" y saludar a la otra panda que no logramos localizar en mitad de la noche (¿la noche nos confunde?), la panda de Toroloko, Ra, Troi y demás "delincuentes". Comenzamos por la bajada del famoso "sacacorchos bañezano" dónde, por fin, nos encontramos con Mar (la rapidisima piloto del Manchego y de las Pirelli Stock Series) que, por lo que me contó luego, quedó cautivada por el ambiente y las carreras. ¡Volverás, seguro!El Peugeot de la organización, mientras tanto, iba muy ligero, tanto que amenazaba salida de pista... Aparte del resto de Cariñosos, nos acordamos de tres grandes amigos, Cris, Isma y Gregg, que, por diversos motivos, no pudieron acudir a la cita y mira que tenian ganas, ¡¡a ver en el 2011!! Al menos nos encontramos con Luis Dios justo al terminar las carreras, parecía imposible pero "en la última vuelta" ¡lo conseguimos!

Este año pensábamos que no correría ningún amigo pero nos equivocamos. Al final, Paco Motos del Team Moclava volvió a salir con su Ossa número 60. ¿Dónde se habia metido estas semanas? Pues nada mas y nada menos que se habia ido de viaje con su Impala y otro amigo hasta el pueblo de Rossi en Italia. ¡Cuatro mil kilómetros en dos semanas, y con esas máquinas, pedazo de motero! Visitaron varios circuitos, Mónaco y algún museo pero la lluvia no dejó redondear el viaje. En todo caso, que les quiten lo bailao. Fue volver a casa y liarse la manta a la cabeza… venga, ¡a La Bañeza en dos días! Y allí estuvo y corrió, quedando séptimo (creo recordar) en la categoría de bicilindricas de 250, la carrera que ganó J.M. Calvo con una JJCobas exAlberto Puig por delante de cierto antiguo subcampeón del mundo… La afición y dedicación de Paco y otros veteranos de las dos ruedas es digna de elogio. Lamentablemente, junto a esa faceta positiva, deportiva y humana tenemos que quejarnos, una vez más, de la cara oscura, la del pastón que hace falta si quieres preparar tu clásica un poco si deseas optar a subir en las clasificaciones. Nostalgia y dinero van de la mano, una vez más y esa es la parte que menos nos gusta cuando vamos a carreras como la de La Bañeza... pero de este tema poco más se puede hablar hoy... es mucho más reseñable destacar, una vez más, el arrojo de los veteranos tirándose por la bajada hasta el ángulo de derechas dónde solemos apostarnos muchos minutos cada año. También encomiable el valor de los pilotos jovenes que no corren, vuelan, con sus 125 de GP, eso ya son palabras mayores, espectacular, parece mentira que se pueda rodar tan rápido entre casas y balas de paja, parece que estamos en 1980 más o menos cuando siento esas sensaciones.

Pues sí, la prueba de este año ha sido también muy especial. Si en la edición pasada celebraba su medio siglo de vida y tuvimos la suerte de ver a grandes pilotos de ayer y de hoy, en esta ocasión hemos vuelto a tener la suerte de disfrutar, en directo, de un auténtico héroe para muchísimos aficionados. Sin olvidarnos de otros pilotos, permitidme que hable de uno que me emocionó de joven y que vi de cerca el domingo. Llevaba un comecocos pintado en su casco y pilotaba una Yamaha blanca y azul de dos y medio. Sí, ¡¡Joan "Boeing 747" Garriga!!
Valiente, rápido, peleón, carismático, genial en el cuerpo a cuerpo… ese protagonista que, junto a su “amigo” Sito Pons, dividió a la afición en los años 88 y 89. Otras veces le vimos con las primeras GSX-R en polígonos o en viejos circuitos como el Jarama o con diversas Ducatis en la montaña de Montjuic corriendo las 24H, siempre con la misma bravura y con esas piernas largas, como ancas de rana, rozando por todas partes.

Pero no estamos aquí para hablar del pasado. Vivimos el domingo con especial emoción (aunque suene a topicazo) porque le volvimos a ver a lomos de una moto de carreras. Allí estaba el piloto, el viejo héroe con sus viejos cueros rojos de Ducados. Pude verle varias veces, a pie y sobre la moto y en cada ocasión vimos su nervio y sus gestos, pura energía, pura velocidad. Poco cuerpo ya pero mismo espíritu, mismo hombre-moto. A pesar de los palos que le ha dado la vida, este gran luchador sigue disfrutando (y nosotros con él) cuando se monta en una moto. Estoy convencido que nació para eso. Un hombre sembrado por un bello y eterno espíritu de velocidad. Eso fue lo que la Bañeza y su padrino nos regalaron el pasado fin de semana. Fue raro verle sobre una Honda en la carrera de bicilindricas (donde termino segundo) pero el plato fuerte (me atreveria a decir) fue su cabalgada sobre una vieja moto de carreras muy especial, poderosa, elitista, casi insólita, casi ya de leyenda… ¡su antigua Yamaha YZR 500 de 2T roja!, aquella con la que corrió su última temporada en el Mundial, 1992, la máquina con la que, por ejemplo, quedó tercero en Donington por detrás de “un tal” Gardner (última victoria del australiano) y de un dolorido Rainey (que no pudo subir al podio ese día).
Emocionante, espectacular fue también ver en acción una auténtica Suzuki RG500 de principios de los años 80 (con los colores del mítico Team Gallina). Ambos, Garriga y el piloto de la RG, Bruno, dieron tres o cuatro vueltas, rueda delantera en el aire por recta de meta, ¡apasionante! ¿Qué más se puede decir? No podremos volver a ver rodar a Barry Sheene ni a Ricardet ni a Abe ni (posiblemente) a Doohan, Schwantz, Bayliss, Cardús, Crivillé o a Gardner (ojala me equivoque) pero el pasado domingo pudimos ver a uno de nuestros héroes, un tío auténtico, con dos cojones, con la moto embebida en su alma: Joan Garriga. ¡Que no sea la última ocasión de verte en acción!

En resumen, La Bañeza fue mágica otra vez y nos hizo el mismo regalo de siempre. Nos lo entregaron envuelto en goma quemada los jóvenes que van a cuchillo, los veteranos que se juegan la salud en cada vuelta y las estrellas del ayer que volvieron a emocionarnos. Todos ellos, de diferente manera, nos lo entregaron con ganas porque comparten el mismo veneno: el eterno espíritu de velocidad y de juventud.

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