Ayer, hoy y siempre... Santiago Herrero.

Muy pronto hará cuarenta años que ocurrió, Santi, en aquellos calurosos días de junio que algunos, pocos, recuerdan todavía. Ha sido inevitable escribirlo o comentarlo una y otra vez estos días, mientras vuelven a rugir los motores en la isla, evocando que los cambios de siglo no cambian en absoluto algunos pilares básicos de nuestra existencia.

Sí, la tragedia ocurrió haciendo lo que más amabas en el circuito que más adorabas pero apenas sirve de bálsamo para las heridas. El tiempo se detiene al relentí una y otra vez si lo piensas porque el ayer y el hoy a veces se confunden por culpa de los sentimientos y la tradición. Y más allí, en la isla eterna, dónde las cosas solo cambian un poquito cada mucho tiempo. ¿Quiénes pueden entender, con exactitud, qué os impulsaba a ser los mejores? Queda tan lejos de nuestro pobre entendimiento... solo vosotros podéis hablar con conocimiento de causa.

Es hermoso, estoy seguro que nunca hubieras podido imaginar que, cuatro décadas después, por fortuna, muchos, muchisimos aficionados, te recuerdan y te admiran. Resulta agradable descubrir cómo, incluso, mucha gente joven te empieza a descubrir ahora, deslumbrados. Ojala fuera por cumplir otro aniversario, ¡¡el de tu primer título de 250, por ejemplo!!, pero los héroes que os hacéis leyendas tomáis a veces ese dificil camino que los simples mortales tenemos vedado.

Ibas a rebufo de una gloria más que merecida pero el destino te la apartó dos veces de tus manos de manera injusta. A ti, con lo veloz que eras, todavía cuesta de creer... como si fuera una trágica broma pesada. Primero en 1969, con aquella inoportuna lesión que te privó de un merecido título que ya era casi tuyo y de Ossa. Luego, en la maldita milla 13, bajo ese sol estúpido e inusual que colaboró con la tragedia. No hubo una tercera oportunidad. El TT fue tu tumba, allí, dónde residia tu corazón y cabalgaban tus pensamientos. El mazazo no pudo ser más duro, más cruel. A ti..., todo humanidad, todo campeón, todo piloto, para muchos el ejemplo perfecto de motorista de carreras, el mejor de todos los que tuvimos. ¿Esta vida es justa? ¿Tendrán razón los que dicen, como Julio Verne, que esta vida al final lo es? yo sigo pensando que no. Quizá algún día opine de otra manera pero no puedo comprender tantas cosas todavía que me resulta imposible pensar así.

Es inevitable volver a mirar esas bellas fotografías en blanco y negro, imaginar en nuestra cabeza esos sonidos del ayer, vislumbrando, con más fantasía que realidad, esos viejos y peligrosos trazados que, sin embargo, enamoraban y mataban casi por igual. Recuerdo perfectamente cuando mi padre me contaba tus hazañas o cómo trazabas algunas curvas en El Retiro, como ganaste en el Jarama aquel Gran Premio lluvioso o la de virguerias que tenian que hacer con tus neumáticos para ayudarte en esas tumbadas increíbles que te marcabas... ¿Qué pasión latía bajo ese mono negro para perseguir los sueños a toda costa?, ¿hasta dónde hubieras llegado? ¿con qué marca hubieras fichado para disputar otros mundiales, tal vez en la categoria máxima? ¿cuantas carreras nos perdimos todos, cuantos momentos dejaron de existir en el futuro?, ¿de qué pasta estabas hecho, Santi?

Tal vez solo pueden empezar a comprenderlo los que han decidido vivir al sur de la razón. Porque la pasión nada sabe de ella, se instala en otro sitio. Cuantas veces pregunté de joven qué era necesario para tomar la senda del guerrero, la del piloto de carreras... afición, talento, medios, tesón, capacidad de sufrimiento, coraje, buena suerte, mucha... sí, todo eso era necesario, sobre todo buena suerte, sea lo que sea realmente (y de ahi la foto que he puesto, esa foto tan emblemática, tan bella; esa imagen que simboliza la dos caras de la misma moneda, tú y tu amigo Angel, cara y cruz, dos grandes, dos destinos...).

Todas esas cosas eran necesarias en la formulación del campeón, del piloto de velocidad pero, aunque tardé años en comprenderlo, al final lo más importante me lo enseñaron en casa hablando de ti. Lo más importante era el corazón. Ni siquiera el hecho de que fueras EL MEJOR se explica por si solo, no, el secreto, la causa, residia bajo el pecho. Allí estaba latiendo ese pistón que impulsaba a seguir una y otra vez, a levantarse, a correr lesionado, a sobrevivir a todo tipo de sacrificios sin perder la sonrisa. El secreto era ese, el corazón, tenerlo o no tenerlo... y si lo tienes, ponerlo en todo lo que quieras lograr, en cada día de tu vida, casi en cada curva, en cada sonrisa, en cada gesto. Solo así, tal vez, tengas una oportunidad. Ese fue tu legado para nuestras generaciones: tu ejemplo y tu pasión. O dicho de otro modo: tu corazón, dónde habitan los sueños...

Héroe, leyenda... y también un gran ser humano querido por todos. Es increíble, todavía no tienes una curva con tu nombre en ninguno de nuestros numerosos circuitos de velocidad. La federación y otros organismos no te han dado el homenaje que te mereces... pero muchos admiradores lo hacemos modestamente cuando hablamos de ti. Gracias, Santi, por ser inspiración de padres e hijos, de amigos y rivales, de tantas personas famosas o anónimas, grandes o pequeñas. Imposible olvidarte, campeón. Todos quisimos ser alguna vez como tú.

4 comentarios:

Ruben jimenez dijo...

brutal!! amigo...poesia..has escrito poesia

Eloy dijo...

Un detalle,, Angel Nieto me dijo que si a Santi hubiera tenido una moto Japonesa no hubiese tenido rival,, palabras textuales es "no le habían visto" Grande Santi, hoy los pilotos Españoles tienen motos Japonesas igual tiene a gente a quien agradecérselo,,

Anónimo dijo...

Gracias Santi,
Por todos aquellos momentos que nos hiciste disfrutar.
Nunca te olvidaremos.
SaLUBEs

Unknown dijo...

BESTIAL......IMPRESIONANTE. ...Gracias......


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...