La otra pasión de los motards...


Mi exjefe me dijo una vez que siempre son ellas las que nos eligen, que pocas veces sucede lo contrario. Por lo que he visto y vivido así es casi siempre. El otro día un amiguete me dijo algo parecido pero yo le contesté que "tendrán el poder de elegir pero eso no significa que, por ello, automaticamente, siempre eligan bien". Nos reimos porque conocemos cada caso de traca... Qué dificil parecer "carburar" a veces esa paridad tan bonita... pero seguiremos intentándolo, "todo corazón, solo corazón".

Me dijo que contara esta historia como pequeña "venganza". Para una vez que no fue una de ellas la que eligio... ¡habia que contarlo! No es una historia para imitar pero sí que es auténtica. Todo sucedió tal como os voy a relatar, la historia es totalmente verídica. Ocurrió hace muuuchos años en un taller de motos de un buen amigo. Yo fui testigo directo y lo recuerdo todo bastante bien. Por motivos obvios no puedo dar detalles ni indicar localizaciones (aunque ya no existe el taller). Tampoco aplica dar nombres o fechas pero, todo, sin excepción, sucedió tal como lo cuento, ni más ni menos.
Erase una vez un viejo piloto de motos que montó un taller en un pueblo de la periferia de Madrid. Hasta ahi algo de lo más clásico en la viña del Señor. Con esfuerzo, sacrificio y paciencia, algunos años después, pudo dar el salto e instalarse en una centrica calle de Madrid.
Nuestro protagonista había sido de joven, aparte de mecánico y piloto de motos, un poco playboy (sobre todo en verano) por lo que, como os podéis imaginar, no estaba casado y había tenia docenas de churris y novias. Pues bien, por cosas de la vida, quizá la edad, la relativa estabilidad laboral o la alineación de los planetas durante aquel mes, un día manifestó su inquietud por cambiar las cosas. Sus ganas de, digamos, estabilizar su futura vida parental (bueno, ganas ganas.. quizá habría que aplicar otro verbo). Ignoro todavía si se refería a centrarse en una única mujer o, además, en fundar una futura familia. Candidatas había unas cuantas, todas con sus pros y sus contras, claro. Como hablaba en serio y no encontraba una solución fácil al dilema de cual elegir, un día, mi padre le sugirio un método para resolver el problema. Le propuso, allí en su taller, hacer varios papelitos con el nombre de las candidatas, meterlos en una bolsa y luego coger uno sin mirar. De testigos estábamos otro amiguete y un chaval de nueve años, aquí el menda. A nuestro protagonista le gustó la idea y, después de un rato, nos metimos en su despacho. Cuando me llamaron, yo estaba mirando sus botellas de anis "El Mono" repletas de "rubias" (monedas de una peseta) con la que pagaba las multas. Se hicieron los papelitos con los nombres y se metieron en un cenicero. Alguna risa pero pocas dudas... Aunque suene a adorno literario recuerdo que se hizo, durante unos segundos, un silencio sepulcral. Una curva importante en el camino, sin duda. Duro poco aquel momento de reflexión. El afortunado adelanto su mano y saco uno de los papelitos. Lo abrió con curiosidad y sonrió un poco. Mi padre pregunto: "¿Qué tal, es buena chica, guapa?" El agraciado que era la pera contestó algo así como "No, ¡es fea de cojones pero tiene dinero para aburrir!" Y asi era. Y así fue. La conocimos enseguida y pronto celebraron su boda. Ella, por supuesto, jamás conoció la génesis de su boda. Era una mujer simpática, agradable, inteligente y rica, muy rica, porque su familia tenia negocios muy rentables. Guapa... lo que se dice guapa, pues no, no era muy hermosa. Como casi siempre, nuestro amigo el del taller estuvo acertado al milímetro en sus declaraciones. Lo que no sabiamos es que ella tenia un carácter fuerte por lo que su marido tuvo que cambiar de hábitos y no darla disgustos.


Poco tiempo después, quizá dos años más tarde, un día en el mismo taller, esperando a su dueño apareció de repente su mujer. Estuvimos hablando pero enseguida detectamos la mirada asustada del mecánico que estaba trabajando. Nos contó que nuestro amigo iba a aparecer en breve por la calle, con la moto, y que no iba a venir solo... Mejor adelantarnos y avisarle, evitar una bronca seria o algo más... ¡nadie esperaba que apareciera su mujer por el taller aquella tarde! Pues nada, alli estabamos los tres, mecánico, padre e hijo, acera arriba, acera abajo mirando a lo lejos, intentando descubrir entre los coches alguna moto azul... Los minutos pasaron y la situación se hacia delicada, el desenlace del "thriller" (mira, ¡ese año salio ese disco!) seguía en suspense. Llego un momento en que mi padre aviso al mecánico que nos teniamos que ir sin más retraso, era ya algo tarde y yo tenia colegio al día siguiente. Nos despedimos también de ella que yo creo que sospechaba algo (no era normal lo que llevábamos haciendo casi media hora pero es que en esos años ¡no existían los teléfonos móviles!). El caso que, sin esperanzas, subimos a nuestra Vespa amarilla. Arrancamos y, justo dos calles más allá, ¡¡vimos la moto de nuestro amigo en dirección contraria!!! "¡Perico!" (por llamarlo con algún nombre) gritó mi padre mientras apretaba los frenos como años después haria "pajarito" Schwantz (bueno, más o menos). Nuestro amigo furtivo hizo lo mismo y empezó a preguntar con su tono habitual...

- Holaaaa, ¿qué pasa, Luis?
- "Perico", nada, que te están... esperando en el taller.
- ¿Quién?, ¿qué pasa?
- Que te están esperando en el taller, te están esperando...
- ¿Quién?, ¿quién coño me está esperando?
- Que te está esperando tu mujer, cojones, te está esperando en el taller...

La cara de "Perico" cambio un poco pero no se alteró demasiado. Una rápida despedida y dos motos que siguen direcciones contrarias pero no al mismo tiempo. De la Honda se baja una chavala elegante algo aturdida.


En la siguiente visita "Perico" le echo un poco la bronca a mi padre. Vale que le habia salvado de un divorcio seguro y, peor, de la ruina pero... el precio que pago fue quedarse sin la amiguita que llevaba aquella noche en la Honda. Por lo visto, ella no sabia que estaba casado.

Aunque quizá parezca mentira, al final, el balance fue positivo. Quizá mi padre influyó en la elección y en el "mantenimiento" de la pareja de nuestra historia pero, con el tiempo, las aguas volvieron a su cauce y no hubo más "escaramuzas". De hecho, espero que sigan juntos y viviendo felizmente en algún lugar del sur de España. Creo que todo ello volvió a demostrar que, aunque algunas chavalas son muy amigas de los tópicos y no se lo creen, hasta los moteros más salvajes tienen su corazoncito. Fuera de broma, que sepáis que os admiramos y os queremos mucho a casi todas. Quizá sea la otra pasión de la mayoría de los moteros, sí...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues está muy bien la historia, puedo dar fe que a otro mecánico veterano lo pillo su mujer motera paseando a una rubia y la cosa acabó mal.
A ver si dejaís más comentarios, que es gratis y no muerden.
José Codina


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...