Verano pasado... ¡hace tiempo!


Es notorio que llevo muchos meses sin hacerle caso al blog. Demasiadas actividades en el mundo real me dejan en ocasiones sin fuerzas o tiempo para contar aventuras o anécdotas en este espacio con la periodicidad habitual de otros tiempos. Mis disculpas a los lectores más acérrimos, si es que los tengo (risas por favor). Lo dicho, he estado perezoso y ocupado con el mundo racional e incluso con el mundo romántico, todo ello te quita tiempo y apenas he escrito en ningún lugar (¡malo!). 

Y ahora me pregunto lo de siempre: ¿merece la pena contar mis historias? Todos tenemos cosas que contar, cierto, cómo no, pero mi vocación a veces se ve mermada ante pequeños "fantasmas" como "¿tendrá sentido contar lo que hice en enero?

Solo cuando el evento o la experiencia suena más o menos interesante, insólita o especial se me quitan las dudas. Uno de los motivos es muy egoísta: lo hago sobre todo por mi, para que cuando pasen los años pueda consultar en algún sitio los detalles o impresiones de tal o cual viaje o encuentro. Si os hago feliz por el camino con mis textos, de verdad, ¡cojonudo cinco estrellas!

Y después de esta breve (o no) "introducción" debería contaros, a modo de pinceladas, algunas experiencias que vivimos a finales de año pasado, quizá desde el pasado verano con la cita ineludible de volver a La Bañeza para ver las mejores carreras que se celebran en nuestro país (¡y que duren!).

Subir al pueblo leonés es toda una tradición anual que pocas veces interrumpimos, ¡cuantas entradas en este blog habré dedicado a esa fiesta! Esta vez, aprovechando el típico "parón" estival de agosto mi compadre Julito y yo decidimos la escapada en otro orden, primero haríamos algo de "turismo" por Cantabria o Asturias y luego bajaríamos a ver las carreras antes de retornar a casa. 

Y como somos recurrentes muchas veces con pasar por lugares especiales que nos gustan, decidimos volver a subir hasta Potes o su zona para hacer la primera noche. Para ello, tocaba ir hasta Aguilar de Campoo para conquistar la preciosa zona que arranca allí hacia Potes, cruzando bonitos parajes de la CL-627, especialmente desde Cervera de Pisuerga, con escaso tráfico y actividad. Aunque nos tocó un camión en un tramo de curvas lentas el resto fue agradable. Al llegar a las postrimerías del famoso puerto que muchos conoceréis una inesperada niebla empapo nuestra visión e, incluso, un poco nuestras ropas. Las vacas a los lados no se sorprendieron tanto. Alcanzamos algún coche y decidimos mantenernos detrás visto que la niebla se espesaba un poco. La temperatura descendió bruscamente cuando llegábamos al Piedrasluengas. No hubiéramos visto nada desde su famoso mirador.

El descenso fue comedido mientras caía la tarde, algo lento. Llegar a Potes fue agradable, sobre todo por la temperatura, ¡no parecía verano! En lugar de detenernos y comenzar a beber sidra (lo más lógico) decidimos ir al alojamiento que había reservado pocos días antes casi de casualidad en la aldea de Espinama, un lugar tranquilo y pintoresco. Nos atendieron de maravilla, asegurándonos que podíamos dejar las motos en la calle/carretera principal sin problema... y nos fuimos pronto a dar una vuelta y buscar donde cenar. No fue dificil tampoco terminar la jornada dentro del bar y sentarnos en una mesa de madera bien original. Con manga larga en pleno verano, ¡maravilloso!

Al día siguiente, después del desayuno, antes de rutear, teníamos una pequeña misión. Como en tantas ocasiones, me coincidía "viaje" con "rueda trasera en las últimas". Por fortuna, días atrás encontré un lugar cercano a Potes donde me podían cambiar la goma esa misma mañana. Llamé y cerramos el asunto. Sí, podía haberla cambiado en Madrid semanas antes pero tampoco era cuestión de regalar caucho. Efectivamente, cuando llegamos al establecimiento (una mezcla entre tienda y tallercito) la goma trasera de mi XSR estaba ya casi en las últimas. Nos fuimos al bar más cercano y esperamos, eso sí, más de lo previsto: casi tres horas. Teníamos ganas de salir y hacer kilómetros. Por fin, cerca de mediodía pusimos rumbo nuestro querido puerto de San Glorio, para respirar, ver buenos paisajes bajo un cielo azul increíble, saludar a bamby (ejem) y recordarnos lo afortunados que somos de rutear en paz por donde nos da la gana. En esta ocasión había muchas motos en el mirador y aluciné con el número de pegatinas que hay pegadas al guardarail, im-presionante.

Nuestro siguiente objetivo fue poner rumbo a Riaño y comer por allí. Decidimos comprar la bebida en el pueblo y aprovechar los embutidos sabrosos (sobre todo jamón rico, rico) que llevaba Julito en sus alforjas. Dimos la vuelta un poco y llegamos al viejo embalse para buscar dónde comer cómodamente. Paramos en uno de sus salientes, bajo unos árboles, junto a una mesa... Aquel par de horas largas fueron un lujazo. Con siesta incluida, ¡fenomenal!

¿Qué precio tiene la libertad sencilla y la paz de vivir el presente? Además el calor no apretaba demasiado. Bien hidratados y contentos de cómo iba el día, "solo" nos quedaba seguir haciendo kilómetros aquella tarde para llegar hasta nuestra vieja conocida en La Bañeza, la pradera, frente al polideportivo... y montar la tienda de campaña, detalle que no me hacía demasiada ilusión sabiendo como se las gastan por allí durante la noche del sábado... pero tampoco teníamos otra opción realista (imposible encontrar una cama libre por toda la comarca esos días, obviamente). 


Sin demasiadas ganas decidimos arrancar las motos y ponernos por fin en marcha. Qué rato más bueno pasamos a la sombra allí... Tirábamos hacia La Bañeza, claro, con un poco más de calor y por paisajes ya más planos y menos verdes... En una de aquellas rectas paramos a tomar algo en un bar, quizá a sesenta o setenta kilómetros de nuestra meta. Se nos agregó a la mesa el dueño de una Tracer pequeña que, en menos de quince minutos, nos contó su vida como camionero en el extranjero y mil detalles más que no me aportaron gran cosa... Tomamos los café correspondientes y arrancamos, en teoría los tres juntos, aunque enseguida nos pasó en otra recta, casi al corte, porque recuerdo que yo iba alegre y me dejó totalmente clavado, ¡pobre Tracer 700! ja, ja, ja...


Por fin llegamos al prado frente al polideportivo, todo repleto de motos y tiendas de campaña. Aun así no fue dificil encontrar un claro y montar la nuestra, ideal para dos personas. Nos pusimos ropa fresca y comenzamos el ritual de cruzar el pueblo a la espera de ver a varios amigos, en principio a Pedrito, María y Dani, todos por allí. Los encontramos por la noche y tomamos algunas birras, no demasiadas. Había concierto en el pueblo, claro, en fiestas como siempre, con mogollón de gente, quizá demasiada para mi gusto. Disfrutamos del ambiente y, también, de algunas motos que vimos. Allí, cada año, no es dificil encontrar monturas algo insólitas, raras de ver en otros saraos.


Ya el domingo madrugamos como siempre y subimos a la zonas que más nos gustan para ver las carreras. Por supuesto, buscamos a Paco Motos que estaba en "su curva", bien sentado, justo donde termina la bajada apocalíptica de después de recta de meta y chicane. Allí estuvimos un buen rato con él, ¡hacía tiempo que no nos veíamos!

Me gustó mucho la carrera de las Twins, categoría llena de monturas italianas, claro, categoría en la que me gustaría participar algún año... Nos fuimos a verla al famoso "Sacacorchos" y pude hacer alguna instantánea meritoria, admirando como entraban los punteros a la curva de izquierdas.


Luego buscaría a Edu, Juan Vegas y demás colegas en boxes... aunque personalmente tenia otro gran aliciente, ¡iba a ver correr mi antigua Ossa, con su nuevo dueño, Daniel! Y así fue... ¡¡qué delicia verla en marcha, viva, rugiente y preciosa! Encima seguía luciendo un emblemático dorsal 7. Ya os podéis imaginar la envidia y al mismo tiempo satisfacción de ver aquello. Además su dueño hizo una buena carrera, a pesar de salir mermado. Por desgracia, de manera insólita, no pudimos verle luego en la calle de boxes, ¡y mira qué buscamos!

También me quedé con las ganas de ver a Juan y al gran Sergio Romero que participaba en la prueba aunque, por otra parte, sí pudimos charlar y felicitar al otro Sergio, el vencedor en 250, Sergio Fuertes (una vez más), cuando finalizo esa carrera. 

El calor apretaba pero terminamos la jornada volviendo a otra parte del circuito (la anterior a recta de meta) para ver la última carrera (la de Moto3/125) echando de menos no ver a Manu Varea por allí con su Honda..., esperemos que para este año en curso podamos disfrutar de su compañía.

Y así terminó otra aventurilla guapa y sana para mi viejo compadre y para el que esto escribe, terminando la escapada de esos días en el templo del motor nacional, donde siempre disfrutamos a pesar del calor y de la masificación inevitable de esta cita histórica.

¡Volveremos! (¡vaya novedad!)...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un placer leerte amigo, y sobre todo aparte de leerte escuchar tus historias con una cerveza muchos amigos (los Chimpun) y que no falten los calamares

Luigi (LF) dijo...

Jajajajaja, con la última frase te he reconocido. Grazieeee


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...