Verano... se ven pollos asados en moto (2 de 2)


Llegué en cabeza a las postrimerías de Jaca, imaginando que encontrar alguna habitación para pasar la noche sería muy complicado, bueno, complicado si NO querías arruinarte en el intento. El destino parecía burlón porque fue entrar por una de sus rectas, despacio, mirar un poco a ambos lados de la carretera y descubrir un restaurante antiguo de carretera que ponía algo de "camas". En cuanto pude di la vuelta y me metí en su parking de tierra. Justo al lado del restaurante estaba la entrada a un camping. En este solo me ofrecían zonas para poner tiendas de campaña, nada. Cuando pregunté en el restaurante me dijeron que sí, sin dudarlo, dos camas en una habitación saldría por 30 euros, razonable. Los baños eran comunitarios, en el mismo pasillo, suficiente. Me dejaron una llave y subí al nivel de las habitaciones por una escalera exterior; vi la room y dije ok mentalmente. Mientras, Julito aguardaba abajo. No era un sitio precisamente lujoso pero estaba apañado y encima podríamos cenar o desayunar allí mismo, perfecto. Dejamos algunos trastos y seguimos la ruta prevista, para que Julio conociera la estación de Canfranc. Atravesé Jaca divertido, mirando a la ciudadela, por donde había estado apenas unas semanas antes con la family, y volvimos a acelerar ya camino a Francia por la avenida del mismo nombre, pasando también a nuestra izquierda el viejo conocido hotel Charle, centro ecuestre además,  muy recomendable, por cierto. Disfruté aquel tramo con la moto, ¡qué diferencia a hacerlo enlatado! El tiempo además era magnífico. El sol empezaba a declinar pero la ausencia de viento y de calor era una bendición en esos momentos del día, distintas sensaciones comparadas con las vividas horas antes por la Foz de Biniés.


Siempre es agradable contemplar la monumental estación de Canfranc. Tanta historia a cuestas..., desde el accidente de 1970 se dejó de usar aunque sigue habiendo colectivos que luchan todavía por devolverla a la vida. Aún así, aparte de las reformas que se le han hecho a sus fachadas, hay que destacar la nueva estación de tren construida detrás de la famosa fachada principal. Enlaza creo que con Zaragoza y Huesca. Por allí caminamos un rato, observando todo.

Luego ya en Jaca fuimos a cenar a la pizzería de siempre; buenas risas y quizá demasiadas calorías... Volvimos a arrancar las motos para llegar hasta el alojamiento. Hablando con la encargada del camping, me dejó meter mi XSR en un rincón del mismo, pues no me sentía del todo tranquilo viéndola en el parking de tierra exterior... Julito pasó de todo, a ver quién es el guapo que se atreve a tocarle la CBR, je,je... A las tantas nos propusimos dormir... Y un nuevo día llegó tranquilo y calmado, regalándonos un solecillo agradecido. Desayunamos sin prisa en el bar y pagamos lo acordado. La idea ahora era coger la vieja carretera y acercarnos al camping de Anzánigo. Yo llevaba la tira de años sin pasar por allí, me hacía ilusión. Julito nunca lo había visto en primera persona, ¡ya tocaba! Por mi parte casi ni recordaba el camino desde Jaca. ¡Cuantas veces habíamos pasado mi padre y yo por allí décadas atrás!, solos o acompañados, y ahora casi me parecía una rutilla nueva, sin apenas tráfico, con muchas curvas y un asfalto comarcal mediocre pero suficiente para avanzar. Más allá del camping sí recordaba mejor la ruta, camino a Ayerbe. Ese tramo lo habíamos rodado aún más veces, muchas, hasta en las rutas "turísticas" que se organizaban en las concentraciones con base en el camping. Recuerdo algunas de aquellas rutillas en grupo. Una, por ejemplo, cuando el conductor borracho o loco de una furgoneta fue pasándonos por el camino y a mi me rozó en el hombro, ¡de traca!, para haberme pasado por encima. Ni recuerdo como terminó aquella locura pero el tipo desapareció. Hubiera terminado en la comisaria, o apaleado, no recuerdo bien por qué se evaporo al final. Aquí una foto un poco anterior, de marzo del 95, justo cuando salí de la mili, todavía con mi SR. Estamos acompañados en ella de dos auténticas instituciones del moto club Olorón, Charles y Theo. Otros tiempos...


 
En otra ocasión recuerdo lo bien que iba rodando con mi Zephyr por allí, junto a mi padre y algún otro amigo rutero. Recuerdo en una rutilla como otros chavales me dijeron que le apretaba mucho y que esa moto iba bien sin ser una "R". Pues sí que iba bien la Kawa. Eran grandes días aquellos de finales de los años 90, el cuerpo y la mente estaban a punto, bien carburados, como los cuatro carburadores de mi amiga japonesa. Además, cuanto más joven, más inmortal te crees, lo típico. Por aquellos tramos recuerdo rodar, más de una vez, por puro instinto, alegre, sin pensar en absoluto, solo con ese instinto sabio, que no loco, sacándole los "higadillos" a la japo que, gracias a su noble chasis y a su motor rabioso, me lo ponía muy fácil en esos años. En el 97 fue el año cuando mi padre y yo rodábamos al mismo trapo, ¡fue un año mágico!, sin exagerar.... A veces cierro los ojos, me concentro, y estoy de nuevo allí, en ese tramo de Ayerbe a Anzánigo, subido a mi Zephyr, tomando las curvas sin descanso, apurando sus Pirelli, estirando sus marchas, aprovechando sus frenos decentes... siendo feliz. Una sensación de poderío inmensa te embargaba porque cuando un espíritu es feliz se siente además tranquilamente casi invencible... sobre todo rondando los treinta años de edad. Pero volvamos al presente...


Llegamos al camping motero más famoso, al menos para muchos de nosotros. El histórico Emilio Moliné, dueño del camping, nos dejó el año pasado, ahora es su hijo quién lleva las riendas del negocio. Había motos aquel día pero no demasiadas, buen ambiente, clima apacible y algunos ruteros que entraban y salían, casi todos con trail, claro, que es lo que se estila para ser aventurero. Pedimos algo de beber y luego le enseñé a Julito parte del camping. Peregrinamos hasta "San Glas", por supuesto. La verdad que el camping lleva unos años muy bonito, aunque hacia muchos que yo no lo visitaba había visto muchas fotos actuales. Me fijé en las puertas de entrada que un día pinto mi padre, ahora ya no están de verde, sino coloradas. También comprobamos fácilmente la escasa cobertura que tienen allí los móviles: algunas cosas no cambian o cambian muy poco, sin problema.

Luego arrancamos, sin prisas, imaginando que el buen tiempo se acabaría llegando a Zaragoza o incluso antes... Pero todavía podíamos disfrutar del trazado de la zona y de sus preciosos paisajes. Cruzamos el embalse de la Peña por el alucinante y tradicional puente de hierro. Es una pasada  toda aquella zona. De noche, más, como recordé meses más tarde al cruzarlo sin sol y con creciente frío nocturno.

Disfrutamos de las curvas del tramo de la A-132. Luego, no mucho más tarde, paré en el mirador del río Gállego, frente a los famosos Mallos de Riglos. ¡Qué típico es parar allí! Para quién no lo sepa, los Mallos son formaciones geológicas muy particulares, peñas de paredes verticales de gran altura; a nadie dejan indiferente. 


Más abajo, vimos gente en canoa por el famoso río. Llegó un chaval joven con una MT-07. Venía de Pirineos, días atrás le había caído una buena chupa de agua, contó. Por aquí, sin embargo, el tiempo era estupendo. No hacia ni frío ni calor. Nada que ver con lo que debía pegar en la meseta y más al sur de Aragón...


Disfrutamos de un buen rato pero, sin demasiado entusiasmo, volvimos a ponernos el casco rumbo a la zona de Huesca, incluyendo un buen tramo de aburrida autovía. Al llegar a Zaragoza el calor ya era notable y no paramos de beber todo lo que se nos ponía por medio. Comimos luego en Medinaceli casi de casualidad en el último local con alguna mesa libre... y nos echamos una especie de siesta en una especie de jardín que tenía por detrás... 


El sol era asfixiante a las cuatro de la tarde, fácil de imaginar. Como pollos asados, de nuevo... Las sombras se pagaban caras... Las motos y nosotros permanecimos ocultos del sol un par de horas antes de arrancar y concluir aquella nueva escapada estival sin más novedad que desear llegar a casa en busca de una bien merecida ducha. En todo caso, un placer salir de la rutina, que duren muchos años más estas pequeñas escapadas aunque todos deseamos algún verano volver a la Stella o perdernos por Alemania, por ideas... ¡Salud!

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...