Estados de alarma... y nuestra desescalada (parte 1)


Volvimos de Gredos, de aquella escapada relatada en el anterior post y el "runrún" que había circulado durante las últimas semanas por todas partes se fue consolidando, aterrizando en nuestro país, en nuestras ciudades... El viejo mundo quedaría perturbado para siempre con la pandemia global pero su impacto pocos se lo imaginaban por aquí en pleno mes de febrero. Los que seguimos a Iker Jimenez sí podíamos estar un poquito más preparados o llevarnos una sorpresa más moderada cuando estalló la curva de contagios pero, total, que llegase una pandemia vírica era cuestión de tiempo. Y no solo porque ya lo dijera mi viejo y admirado Chomsky o el filántropo Gates, entre otros, sino porque las peores armas del futuro y del presente no son las bombas o los carros de combate. Hablar y acertar a toro pasado es muy fácil pero ya pensábamos así: era cuestión de tiempo que alguna arma biológica, perdón, alguna pandemia provocada por el "azar" (risas por favor) golpeara este delicado y convulso planeta. Antes hubo otras pandemias, ¿recordáis?, pero, claro, o bien su ámbito no afectaba a los cómodos estándares de vida europeos y americanos (del Norte) o bien su virulencia o tasa de contagio era muy inferior. Recuerdo a finales de febrero, en mi oficina, junto a varios compañeros, observando en un monitor el mapamundi web con los colores en rojo de las zonas afectadas. Descubriendo como estaba ya el norte de Italia... a la vuelta de la esquina, como quién dice. No, no eran noticias o gráficos de otro planeta o de una de esas películas donde el virus de turno se contagia masivamente y te conviertes en "Leyenda" gracias a tu biología especial, con un perro como único compañero de viaje, paseando por la vieja sociedad en ruinas sin respetar ningún código de circulación.

Arrancó marzo y el primer weekend polémico debido a las manifestaciones, a los conciertos y a algún mitin político, eventos que congregaron a miles de personas, sobre todo en Madrid, mi ciudad. Luego, algunos periodistas mediocres solo recordaban algunas de esas fiestas sociales, pero el error fue mayúsculo aunque... ¿tu crees que si llegan a confinarnos en febrero por motivos preventivos alguien hubiera dado su visto bueno?, ¡se hubiera montado la de San Quintin! porque aquí solo funcionamos a base de palos y no somos muy amigos de la proactividad. No somos ciudadanos chinos, obedientes y gregarios, no, aquí somos más listos que Dios. De hecho jamás hubiera imaginado que, en tan pocas semanas, tanta gente fuera "experta en pandemias". Fue alucinante, más allá de la "sabiduría típica de los cuñaos", las redes sociales echaban humo y se podía leer de todo. ¡Es tan fácil arreglar el mundo desde un teclado! En todo caso, algunos comenzaron a prepararse mental y materialmente, y no solo me refiero a los más extremistas, a los expertos en acumular víveres, como cerdos egoístas, con carros llenos de comida y papel de culo, quitándoselo prácticamente de las manos a los ancianos que acudían con su bolsa al super. 

El miércoles 11 de marzo me pude dar una pequeña vuelta con la Honda. Había decidido dejarla dormida a partir de esa tarde. Se intuía fácilmente que los hospitales y centros de salud iban a empezar a tener motivos para no aburrirse y no quería contribuir con una eventual lesión. Quizá suene "mono" y "cool" pero así lo pensamos unos cuantos, por lo que vi en las redes. Así que puse rumbo a mi Sierra Oeste y aplicando un poco de menos presión sobre el acelerador estuve un par de horas circulando casi solo, pensando y disfrutando, dos verbos que pocas veces son compatibles encima de la moto. A la vuelta, pasado Navagalamella, en "la curva del arenal", paré como otras veces para hacer la foto que corona este post. Sabía que durante un mes o dos no debía mover más las motos. Un mes o dos, ¡qué iluso era!

Pocos días después leí el informe del Imperal College de Londres (ICL) donde, en resumidas cuentas, nos decían que esta pandemia seria de larga duración, no sería solucionada en pocos meses, y que según las previsiones y las estadísticas, quizá habría periodos de confinamientos combinados con otros meses de libre circulación. Todo en función de las curvas de contagios e ingresados. Pensé que tendría que tener más paciencia y que, sobre todo, en mi caso, no me podría quejar, ya que soy un privilegiado que puede teletrabajar. Pero si pensabas en amigos y familiares la cosa cambiaba bastante. Muchos no podrían trabajar ergo la situación económica empezaba a ser terrible.

Y mientras llegaba uno de mis meses favoritos, el que le robaron a Joaquín Sabina, volví a sacar mi vieja bicicleta cada tres o cuatro días, para montar en algo con ruedas y perder mi casa de vista unas horas. Y llegó mayo con más paseos a pie o en bici pero también llego una noticia terrible. No, no era el bicho. Otro cáncer llegaba a mi familia, esta vez a mi padre de nuevo, a sus castigados pulmones de viejo fumador. Y nos pusimos en marcha y empezaron un rosario de pruebas fallidas, previas al tratamiento, mientras los dos, él y yo, solo pensábamos como combinar ese torrente de malos rollos con salir a dar vueltas con las motos en plena desescalada y durante el verano que ya llegaba. Porque, como nos dijo nuestra doctora (¡qué suerte hemos tenido en dar con ella!), las enfermedades no solo se curan con medicamentos. Tener una actitud positiva y buenos pensamientos es fundamental. Para ello nada como hacer lo que más te gusta, estar arropado por la familia y disfrutar de buenos momentos con ellos. Y eso pensábamos hacer. Mi padre, con su habitual fortaleza jamás se quejó de lo que le tocaba pasar pero tampoco esperaba grandes soluciones. Eso sí, seguir disfrutando de lo que le motiva era su idea habitual aunque es consciente que el "chasis" estaba bajo revisión. Su lucha interna ha debido ser dura pero nada dramática porque él es así, un viejo luchador acostumbrado a pelear contra las adversidades. Por eso mismo es mi héroe favorito. De hecho, a pesar de su edad, tiene más ganas de viajar y de montar en moto que muchos de nosotros, increíble. Al menos dejó de fumar... Y enseguida, ya en mayo, gracias a la desescalada, volvimos a rodar juntos. Aquí en una de nuestras paradas en Quijorna


En junio teníamos tanto mono de rodar y socializar, que no paramos de salir aunque no fuéramos muy lejos. Siempre con cierta cautela y precaución, eso también. Las mascarillas pasaron a ser otra prenda más, como guantes y casco. Concretamente, un par de encuentros en el merendero a pie de Abantos, con un montón de amigos, fueron estupendos, ¡qué ganas había de salir y charlar! En el primero recuperamos a Oscar, ¡casi tres años sin verle! Su GSXR arrancó aquella mañana y se vino...


Y en el segundo encuentro se apuntó Julito, Andrea, Indira y la pareja de moda, Tyto y Mónika, todo un placer, terminando casi todos comiendo en Torrelaguna:



Durante esas semanas me alegré mucho de volver a rodar junto a mi amigo David, que vuelve a tener moto de calle, otra Fazer 600 de las buenas, de las de carburadores, de nuestra añada. Qué alegría recuperarle. La verdad, parecía que con la desescalada se precipitan muchos buenos ratos... Volvió a rodar mi padre con nosotros, y cuando venia David, ¡por fin tenía a la vista dos Fazer juntas, como antaño! Ese día concreto, se vino Julito y unas amigas. Arrancamos con un buen desayuno en Quijorna. Hicimos un recorrido agradable pero con mucho calor, parando en las antenas de Robledo y luego en el impresionante bunker de Colmenar del Arroyo, antes de detenernos un par de horas en Navalagamella para comer, refrescarnos y hasta bailar (¡alguno y alguna!).


A mi padre le rondaba meses atrás la idea de hacer, por fin, un primer viaje medio serio, pasado el confinamiento. El destino sería el viejo pueblo aragonés de Rodén, el hermano olvidado de Belchite, localidad y ruinas que había descubierto en un reportaje de Cuarto Milenio. Otro pueblo maldito de nuestra triste guerra civil, del que solo quedan ruinas tenebrosas, piedras y hasta pesadillas, pesadillas nocturnas que hicieron huir, incluso, a un comando del programa de Iker cuando se propusieron pasar una noche entre sus muros. Pues lo dicho, ese seria nuestro próximo objetivo rutero. Y al final llego la jornada prevista pero me tuve que ir solo al final. Esos días no se levantó muy católico el master y, como había quedado con Quim y Edu, grandes pilotos de clásicas, uno de Cataluña, otro de Navarra, me vi casi en la obligación moral de acudir a la cita y vernos en Rodén ese último sábado de junio. 


Decidí irme en mi querida Infinita Fireblade. El modesto viaje fue un suspiro y lo alargué saliendo de la A2 justo antes de Calatayud para devorar más curvas rumbo a Daroca y luego tirar hacia Cariñena, tramo que no conocía. Así lo hice, disfrutando de la moto y de un día espléndido. Descubrí hasta algún pequeño puerto antes de llegar a la famosa localidad de los apreciados caldos. Desde allí solo me faltaba un suspiro para llegar a Belchite y a Rodén. Qué iluso, creía que seria solo otro trámite. Entré por esa carretera que ni recordaba y me gustó… pero aquella carretera nacional, de repente, se estrechó y se convirtió en una terrible comarcal llena de desniveles y baches. Y aunque aflojé notablemente el ritmo no recordé que sigo llevando las suspensiones algo durillas para ese tipo de asfaltos y caminos de cabras... Paré justo en el pueblo natal de Goya (Fuendetodos) para dejar líquidos en una cuneta. Y cuando estaba dando una vuelta con el móvil para inmortalizar a mi amada descubrí enfadado que algo faltaba en su "culo". Sí, había vuelto a perder la matrícula. Di media vuelta pero la búsqueda fue estéril. Más cabreado que un mono decidí no llamar a la grúa y mucho menos perderme el encuentro con mis amigos. Así que reanudé el camino, ensayando qué diría si me paraban mis amigos de verde. Y llegué 12 minutos tarde a mi cita de las 14 horas. Allí, a la sombra, estaba Quim con su K1300 y Edu con su RF600 de charla amena. Conté el percance y se rieron, pensamos en alguna "solución" heterodoxa pero lo olvidamos enseguida, nos pusimos rumbo a las ruinas, subiendo por una senda de tierra, fácil y estrecha. 


Aparcamos la moto en lo alto y descubrí, por fin, las ruinas del viejo Rodén. Cuantas vidas segadas en terribles días de combate, en jornadas de dolor y sufrimiento que pocos recuerdan ya. Como en tantos sitios, sí. Y no fue hace mil años, fue hace poco, relativamente hablando. Resulta curioso y triste comprobar con frecuencia qué poca historia conocen algunos de su propio país, sobre todo entre los jóvenes. Un error increíble, porque ya sabéis el famoso dicho, el que dice que estamos condenados a repetir errores si no conocemos nuestra historia... Qué poco interés demuestran algunos en saber qué y cómo vivieron sus abuelos, sus padres, sus ancestros.. A todos ellos, a esas generaciones, les debemos gran parte de lo que ahora tenemos. Sobre todo les debemos muchos de nuestros derechos y la mayoría de los avances de nuestro acomodada y autocomplaciente sociedad actual. Esos logros no cayeron del cielo, ni fueron un regalo que los poderosos donaron a la plebe, no, fueron fruto de muchas luchas y sacrificios. Pero, claro, visto lo mal que lo están pasando muchas familias ahora mismo por la pandemia tampoco podemos decir que estemos viviendo en el país de jauja precisamente... y no puedo evitar pensar que, quizá, esté mal hablar de agradables rutas en moto mientras, como digo, ahora mismo hay muchas familias pasándolo muy mal. ¡Cómo para quejarnos nosotros! No, no podemos. Pero seguimos...

Y como parece que solo existe el presente, volví a la realidad y descubrí, junto a las ruinas, el puente largo y famoso del AVE, ese que sale en anuncios y muchos catálogos, por encima de la carretera. 
 


Luego fuimos a comer al pueblo de Azaila, ya en la provincia de Teruel, a unos treinta y tantos kilómetros, ¡casi llegamos a Motorland!, donde nos aguardaba otro amigo y piloto de clásicas, ferviente montesista, Fer47. Edu iba delante, yo en medio para disimular, y Quim detrás. Después de la amena comida, más charlas y luego cada mochuelo a su olivo. Decidí regresar por el camino más rápido, por la A2 en lugar de bajar hacia el pueblo de Andorra y volver por la divertida Ruta del Tambor, las circunstancias (sin matrícula) me aconsejaban pasar el menor número de horas circulando...

Durante este año no solo hemos "recuperado" a David y su Fazer, también volvimos a ver a Oscar, como he relatado antes, y sobre todo hemos disfrutado de Jose y su Himalayan con el que hemos salido varias veces. ¡Joselito se está metiendo en este mundillo a todo tren!, este año ha hecho más kilómetros en moto que muchos "consagrados", lo ha cogido con ganas y ya está pensando en conseguir el carnet de moto grande... Le vemos en una Guzzi TT en unos meses, al tiempo... Le encanta esa italiana y la india vale para lo que vale pero no ofrece seguridad ni para adelantar a un camión... Al final es lo que valoras y de lo que te das cuenta antes o después, sobre todo si circulas por carreteras e incluso autovías...


Ya en el mes de julio tuvimos la feliz idea de volver a Navaluenga y a su río, donde tanta gente se baña cada año. Tumbarse en el césped, bajo los árboles, es una delicia. Julito y yo iríamos en las motos, mis padres en el coche. Avisé al colega Lupo días antes y me recomendó donde comer. Se apuntó al evento y después del baño nos metimos una estupenda paella que fue sirviendo mi madre, al aire libre, cerca de enormes árboles y con un ambiente agradable sin apenas calor. También se vino mi amiga Auxi en su precioso Mercedes azul y lo pasamos, entre todos, de fábula. Aquí la foto de los aberronchos, a falta de las tres damas que nos acompañaron...


Y después de aquel día, ya en agosto, disfrutamos de más planes de ruta y gasolina. Llevábamos un ritmo de salidas guapo, guapo... Como tampoco se celebraron las carreras de La Bañeza, ese fin de semana intentamos salir de ruta Julito y yo, poniendo rumbo a Asturias. No llegamos, solo hasta León capital, dónde pasamos una velada entretenida y divertida, sin saber la pequeña odisea que me esperaba a la vuelta, al día siguiente...

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GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...