Transpirenaica 2018, ¡pasote! (parte 2)


¡Y amaneció un día precioso! Qué ganas tenia (teníamos, imagino) de conquistar algunos puertos míticos que, increíblemente, jamás había visitado. Después del generoso desayuno arrancamos nuestras fieles máquinas y nos dispusimos a encarar la nueva jornada memorable, aquel sábado 13 de octubre. Por las fotos ya podéis ver qué día hacia, ¡increíble! En perfecto orden de marcha iniciamos la ruta, llegando pronto a las postrimerías del primer puerto de la jornada, el conocido Aubisque. Un "rebaño" de vacas grises nos esperaba en un tramo de la carretera pero casi nos fue indiferente. ¡Menudo gustazo!, la carretera empezó a doblarse en curvas y desniveles de todo tipo. En esos minutos fue cuando la mayoría comenzamos a despertarnos. Yo notaba la desincronía de mis frenos delanteros (un disco doblado) pero tampoco había que dramatizar, ni íbamos rápidos ni teníamos que hacer apuradas a "lo Alzamora", así que tendría que tragar, igual que tragaba Antuan con la goma trasera ya bastante tocada. No íbamos rápidos pero tampoco de paseo dominical, destacando en especial el amigo Juanra y su fiel XS 400, ¡menudo trapo por el puerto!, cuantos riders con grandes trails o maxi trails morderían el polvo en aquel escenario. Tuve el privilegio de ir junto a él varios kilómetros y fue una delicia. No queríamos que acabará aquella magnífica ascensión, apenas salpicada por madrugadores ciclistas y escasos automóviles, pero llegamos a la cumbre donde paramos, lógicamente, para respirar, disfrutar de las vistas y luego hacer algunas fotos, como la que corona este post arriba.


De haberme encontrado en soledad quizá hubiera alargado aquella parada. Me extasiaban las vistas y el relativo silencio, todo ello aderezado con una climatología benigna que ni en mis mejores sueños imaginaba disfrutar en aquel escenario durante ese mes de otoño. Finalmente, reanudamos la marcha rumbo a otro puerto del que tenía fijación por conocer, sí, ¡el mítico Tourmalet, el que todo el mundo conoce menos moi!.. aunque antes teníamos que cruzar el hermoso Col du Soulor.


Maravillosas vistas del Pic de Ger...


Y seguimos ascendiendo, cruzando el umbral de los dos mil metros de altitud. Sí, por fin llegábamos al mítico puerto ciclista que tantas veces vemos en las retrasmisiones del Tour de France, el puerto de Tourmalet


A mi me pareció que esta cumbre se ubicaba en mitad de "la nada" o, mejor dicho, en mitad del mundo. Mirase dónde mirase no encontraba referencias, ni pueblos, ni casi nada. También esperaba que fuera más ancha la carretera o que hubiera más bares o comercios. Por fortuna, me equivoqué y apenas hay margen por allí para el pegajoso turismo que todo lo invade ya, ¡mejor! 

Arrancamos minutos después pero pronto paramos para vaciar vejigas mientras comenzaba el único problema mecánico que tuvimos en esta aventura. La magnífica K 1600 de Alejo "pisaba mal" de delante. Se especula que será un rodamiento de la rueda, ¡manda carallo!, algo tan pequeñito la guerra que puede dar. Por otra parte el avión de Akashi se está quedando sin neumático trasero, y a Andorra no llegaríamos con los talleres abiertos (además, se llamó por teléfono el día anterior y no hubo suerte para reservar rueda alguna para la japo). Visto el percal, paramos de nuevo al rato de iniciar el descenso, para despedirnos. Alejo se quedará a la espera de su grúa y, en breves kilómetros, Tortugas y madrileños separaremos caminos, unos dirección Andorra y Cataluña, nosotros recortando kilómetros para llegar en marcha con la Kawasaki a Madrid, un día antes de lo previsto, ¡cosas del directo, señores!



Ultimas fotos juntos (según pensábamos en aquel momento)...


Los cuatro madrileños arrancamos y nos despedimos de nuestros hermanos, reanudando el descenso... En mi caso tenia ganas de apretar un rato pero no podía apurar nada, y menos en bajada, y, muy a mi pesar, volví a un ritmo de paseo, echándome a un lado para no molestar. Disfruté lo que pude de la compañía, como siempre, del paisaje y de la sensación de libertad que siempre nos inunda cuando viajamos por zonas agrestes. Pensé, ¡vaya compis de ruta, vaya grupito variopinto somos! Me alegré esos días mucho de contar con Iñigo y Kurtis, con los que apenas he tenido el honor de hacer viajes largos aunque espero, y creo que así será, que repetiremos aventuras en el futuro.

Apenas veinte minutos después de reanudar la ruta, con Iñigo al mando, asesorado por su GPS, ese "artefacto maligno" nos indicaba desvíos de mala manera y propició, enseguida, que su dueño parase para verificar qué atajo tomar. Ante la duda de meternos por raros caminos de cabras decidimos reubicarnos al modo tradicional: mapa de papel, preguntas a autóctonas e intuición de viajero. Estábamos iniciando esas pesquisas cuando escuchamos, detrás nuestro, el inconfundible sonido de las germanas...


Al final reanudamos ruta con nuestros hermanos unas docenas de kilómetros más, con la intención de comer juntos luego, desviándonos los mesetarios un poco de la senda lógica que queríamos tomar para ahorrar kilómetros al neumático de la Kawasaki, básicamente bajar por Bielsa y Morillo de Tou. Conquistamos más puertos (de los previstos inicialmente, claro) y más fantásticas curvas, incluyendo el emblemático Col d'Aspin, donde paramos para la foto de rigor, claro:


Minutos más tarde, con hambre, paramos toda la comitiva (a excepción, claro, del pobre Alejo) en Bossost (Lérida), ya en la zona occidental del Valle de Arán, apenas cruzada la frontera.


Comida opípara con un clima fabuloso. Echamos caldo a las máquinas y allí sí fue la despedida definitiva de ambos grupos. Algunos nos quedamos con las ganas de volver a Andorra en moto, incluyendo cruzar su emblemático puerto de Envalira, el más alto de Pirineos, creo recordar, con 2408 metros de altitud, pero no podía ser, ¡en otra ocasión lo haríamos, sin duda!

Volvimos a coger ritmo, dirección sur, de vuelta a la meseta y a Madrid. Antonio, con serios problemas ya de goma trasero, paso medio viaje casi subido al depósito para descargar peso del tren trasero. Nos despistamos llegando al enlace con la A2 y al final Kurtis y yo reanudamos camino juntos, mientras Antonio iba a su paso sin tantas paradas e Iñigo había optado por otro desvío sin que nos diéramos cuenta. Nos reencontramos casi todos cuando cayó la noche, cerca de Calatayud, en una gasolinera. El tiempo seguía siendo magnífico. Hicimos la última foto del día y comentamos lo bien que lo habíamos pasado aquellos tres días incesantes. En parte se habían hecho cortos. Obviamente, la aventura había merecido la pena. Horas después, ya en casita, después de la ducha, nos informamos por móvil y todos confirmamos nuestro aterrizaje en casa sin incidentes. Por su parte, nuestros hermanos "polacos" seguían rumbo a su destino, escapándose por los pelos de la peligrosa gota fría que arrasó su tierra durante algunos días.


En resumen, ¡otro gran viaje con inmejorable compañía! Qué importante es saber con quién viajar, gran dicho. Nosotros, después de tantos años, con aciertos y errores, lo tenemos claro. ¡Hasta pronto, Tortugas, hasta pronto compis!


4 comentarios:

FERRETERIA RAMIREZ (PINTO MADRID) dijo...

Excelente Luis.. Crónica con premio pulitzer... Bravo.
Esperando y deseando segunda parte con nuestros inigualables y queridos tortugas...

kurtlad dijo...

Gracias por la crónica Luis! Fue un placer compartir kilómetros y experiencias on todos vosotros!

Luigi (LF) dijo...

Gracias a vosotros por estar ahí. Como siempre digo, hay que repetir! Se os quiere! Vs

Unknown dijo...

De solo leer viajé un rato con ustedes . Gracias por compartir tan grata experiencia


GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...