Sin que sirva de precedente, voy a contaros una divertida y vieja aventurilla que sucedió hace unos cuantos años. No me gusta demasiado contar cosas del pasado (salvo si sale el tema) porque parece que uno ya es muy viejo o quiere reclamar supuestas "medallas"; además, creo que, sobre todo, hay que mirar al futuro.
A riesgo de que alguna motera de Barna me llame "abuelo cebolleta" (cualquier día te voy a canear pero bien) por contar viejos cuentos esta vez haré una excepción. Destaco esta historia entre otras más heavies porque esta aventurilla tuvo un puntito "exótico" muy divertido y, sobre todo, porque este viaje coleó después de regresar a casa, como comprobaréis más adelante.
Veréis, era la primavera de 1988, yo tenia dieciséis años y todavía tenia que ir de paquete, qué remedio. Mi moto de entonces era una pequeña Ducati Senda trucada, sin matricula. Era mi primera moto de carretera pero no podía ir muy lejos con ella, claro, solo a estudiar y a alguna concentración cercana a Madrid. Ni siquiera me valia para pasear chavalas y, encima, entendi porque las mecánicas italianas tenian fama de ser poco fiables (demonios, la de veces que me toco empujarla a la muy jodía). Aparte, era una "época" en que mi padre y su panda viajaban mucho por Francia u otras zonas como Aragón, Cataluña, etc, por lo que no tenía otra opción que seguir yendo de copiloto si quería ver mundo.
En esta ocasión volviamos a subir a compartir fuego y charlas con los amigos franceses del moto-club Olorón, unos tipos geniales (estos sí que tienen historias que contar) con motivo de la celebración, en mayo, del encuentro de Lourdios-Valle Issaux. Pues nada, allá fuimos a lomos de nuestra poderosa y roja Guzzi 850 T3, con sus escapes atronadores y carenado Puig. En Zaragoza recogimos a otros veteranos de la ruta, Rafa, con su inédita y hermosa Kawa tricilindrica de ¡¡2 tiempos!! y otro amigo suyo, con una Honda XL 600. Pues nada, camino Huesca, luego Somport, frontera y en un ratín en la concentracion donde empezamos a disfrutar de la calurosa acogida habitual de los "gabachos". Si os digo la verdad, no recuerdo muy bien como pasamos la noche (aunque me lo imagino). El caso que a la mañana siguiente, sin apenas resaca y algo de sueño dimos el tipico paseo por los pueblos y montañas galos, luego vimos la entrega de trofeos correspondiente (esta vez no me toco ninguno, menos mal, porque años antes pasaba un corte tremendo cuando me los llevaba por ser el piloto más joven y cosas así) y a eso de la hora de comer, Rafa, buen conocedor de las carreteras de montaña de esa zona de los Pirineos, lanzó la idea de regresar a casa por otra carretera. Prometia curvas y bellos paisajes. Obviamente, todos dijeron que adelante.
Pues nada, arrancamos y, junto a otro conocido con una R90 boxer, salimos dirección a la frontera, adentrándonos en el paradisiaco valle del Roncal. Efectivamente, la ruta era muy hermosa. Poco tráfico y muchas curvas con asfalto malo o bueno, de todo un poco. El ritmo alegre. Bien, deciros que (aunque alguno piense que voy a exagerar) era la época en que mi padre, con sus cuarenta y pocos años, todavía iba deprisa y llegaba a rozar con los escapes de la Guzzi en algunas curvas (conmigo de paquete). Estos amigos de Zaragoza no iban precisamente despacio tampoco. Rafa, especialmente, con su Kawa era un cohete (solo si habéis probado una vieja RD 350 o una Ossa Yankee 500, por ejemplo, podéis entender qué se siente con una moto de 2 T, tan ligera y tan salvaje). Para mi era una delicia contemplarle. Iba abriendo la ruta y nosotros a rueda, disfrutando. Más atrás iba la Honda y, cerrando el cuarteto, la BMW. Pues nada, a eso de las cinco y pico de la tarde llegamos a la zona donde Rafa sabía que estaba la vieja frontera. Se supone que no había nada, como mucho solo una cadenita de esas que ruedan por el suelo, algún mojón indicando algo pero ni caseta, ni guardias, ni nada importante. De repente Rafa clava los frenos y se para. Nos detenemos y veo que nos indica que bajemos. Lo hacemos y miramos lo que tenemos justo en frente. Bien, la supuesta cadenita no está, correcto, pero en su lugar hay un pedazo tocho de viga soldada a ambos postes (o mas bien a uno) cerrándonos el camino. A un lado, la empinada loma, al otro, casi un precipicio. ¿Y qué hacemos? Volver no, a eso nos negamos enseguida, no podia ser, encima iba a anochecer en cuestión de horas y queriamos volver a casa porque era domingo y el lunes nos aguardaba a todos. Habia que saltar por alli como fuera. La Kawa no era problema pero las otras tres burras eran como tres gordas vacas. Joer, si lo hacemos aposta, ¡¡no atinamos tanto en seleccionar motos pesadas!! Pensad que la Guzzi, en orden de marcha, podía superar, facilmente, los 330 kilos. La Honda no tanto pero también, la BMW, pues eso, con decir BMW se entiende... Eramos cuatro adultos y un adolescente medio hombre con pocas chichas. Primero probamos con la Guzzi (la idea era comenzar con la más problematica, claro) y no hubo manera. No habia... de sujertarla con seguridad. Casi nos quemamos con los escapes, otro problema. Con lo bien que lo hacen algunos ladrones y nosotros torpes y blanditos. El problema no era solo el peso. Es que la puta viga estaba altita, a un metro largo del suelo, ¡casi nada! Parece una tontería pero os aseguro que ni cuatro tios podian levantar facilmente un mostruo como la grandiosa T3 con megadepósito lleno y demás gaitas a cuestas.
El caso que el destino (Dios debe ser motero, sin duda) quiso que, sin saberlo, un par de montañeros franceses se acercaran a interesarse por aquella extrañas maniobras que estábamos practicando entre sudores y risas flojas. Estos chavales, además, estaban cachas y enseguida se ofrecieron a echar una mano. Vimos la luz. Hasta pude dejar de hacer que hacía fuerza y coger la cámara de fotos. Pasaron las cuatro motos, (una a una, ¡claro!) y dijimos algo así como "misión cumplida". Ilusos. Después de descansar unos minutos y echar unos cigarros arrancamos las motos y nos despedimos de los montañeros. Pensábamos que ya habíamos vivido la anecdota del día pero no era así. A poco más de doscientos metros, justo detrás de una loma, nos enfrentamos con una curva a derechas amplia cuando de repente volvemos a parar con prisas. Me asomo desde mi puesto de copiloto y no me lo puedo creer. La curva y la recta siguiente están enterradas, literalmente, bajo una capa de nieve de alucine. ¿Resultado de un pequeño alud? posiblemente, el resto de la calzada está limpia. ¿Y que hacemos ahora? Con la tranquilidad que da la veterania, Rafa y mi padre sonrien y me dicen que saque la cámara de fotos. Está claro que volver a pasar las motos por la jodida barrera era lo último que ibamos a hacer asi que "er pápa" propone la única solución que ve viable: pasar andando varias veces por la nieve y hacer un caminito.
Como serán las cosas que los montañeros de antes ¡se vuelven a presentar! Pues nada, ahi véis a unos cuantos tios andando durante una media hora larga haciendo un puto caminito por una capa de nieve que, sin exagerar, podia tener más de 10 centímetros de profundidad. Yo terminé con los pies medio congelados y no tenía mas calcetines. (Ni os cuento qué botas gastaba en esos años).
Mi padre paso de pisar la nieve, Rafa por el estilo, ellos solo daban "coordenadas". El de la Honda, los montañeros, el de la BMW y aqui un joven fueron los que se curraron el "caminito del Roncal". Una vez convencidos de que ya estaba accesible (más que nada, ya estabamos cansados de hacer el bobo) arrancamos la primera candidata, nuestra Guzzi. El bramido de su motor bicilindrico retumbaba en aquella zona. Era, os lo aseguro, una sensación fascinante, algo insólita, sí, esa "mancha" roja entre la nieve, realmente apasionante. Creo que dije en broma que ibamos a provocar otro alud. Je,je, que gracioso el niñato.
Avanza mi padre con la moto pero el equilibrio es muy precario, no basta con remar con los pies, ¡aunque midas 1'94! Afortunadamente, en esos años, la Guzzi llevaba instalada unas defensas para salvar los culatines, de esas grandes donde podias hasta instalar un puto faro antiniebla que te deje sin bateria en mitad de la noche medio perdido por ahi (esa historieta para otro día). Agarramos de las defensas y vamos tirando. Suelto un momento para hacer otra foto en primer plano. Estoy haciendo un "book" cojonudo para pedir curro como "quitanieves-boy", hahaha. Bueno, pues después de muchos esfuerzos, conseguimos pasar las motos. Habiamos perdido otra hora larga pero estábamos contentos. El resto del viaje, no merece la pena reseñarlo. LLegamos tarde a Madrid pero con una sonrisa en la cara todavía (la mía, comedida, con unos cuantos dedos de los pies medio congelados).
Algunos años después, almorzando con los compañeros del curro en el comedor, una compañera de otro grupo me pregunta por temas de motos y por aquel viaje que me había oído mencionar con pasión unos días antes. Le cuento cosas, incluyendo aquel glorioso domingo de nieve. Qué sopresa me llevo cuando me contesta que soy un vacilón y que eso era, literalmente, "imposible". Lo dijo varias veces y con ese tono agresivo que empieza a calentarte. Pues nada, como la camarada siguio dándome caña (aunque ya le había dicho que no era para tanto, que no habiamos escalado el Everest en moto ni nada por el estilo) la propuse una pequeña apuesta. Le dije que tenia fotos. Se rió un poco pero le cambio algo la cara. Nos apostamos una comida (alli, de comedor, nada del otro mundo, no creáis) y dijo que cuando quisiera trajera "esas magníficas fotos". Qué cara al día siguiente, amigos. Los demás sonreian un poco. Fui tan bobo que la perdone la comida pero os aseguro que no volvio a juntarse con nosotros. Supongo que ya le caería mal pero ¿a quién se le ocurre apostar con un zumbao de las motos? Años más tarde inventaron un programa que recordaréis llamado "¿Qué apostamos?". A veces, cuando lo veía, me acordaba de aquel domingo y de la compi de Alcatel. Luego me enteré que su chico no era precisamente un aventurero de la vida, normal entonces.
En fin, espero que os haya entretenido esta aventurilla de aquel lejano 1988 (fue el año en qué media España era de Sito y la otra media de Garriga). Me ha costado decidir qué foto poner pero espero que, aunque tiene mala calidad, sea suficiente para ilustrar este relato. ¡Que no quiero volver a apostar! ;-)
A riesgo de que alguna motera de Barna me llame "abuelo cebolleta" (cualquier día te voy a canear pero bien) por contar viejos cuentos esta vez haré una excepción. Destaco esta historia entre otras más heavies porque esta aventurilla tuvo un puntito "exótico" muy divertido y, sobre todo, porque este viaje coleó después de regresar a casa, como comprobaréis más adelante.
Veréis, era la primavera de 1988, yo tenia dieciséis años y todavía tenia que ir de paquete, qué remedio. Mi moto de entonces era una pequeña Ducati Senda trucada, sin matricula. Era mi primera moto de carretera pero no podía ir muy lejos con ella, claro, solo a estudiar y a alguna concentración cercana a Madrid. Ni siquiera me valia para pasear chavalas y, encima, entendi porque las mecánicas italianas tenian fama de ser poco fiables (demonios, la de veces que me toco empujarla a la muy jodía). Aparte, era una "época" en que mi padre y su panda viajaban mucho por Francia u otras zonas como Aragón, Cataluña, etc, por lo que no tenía otra opción que seguir yendo de copiloto si quería ver mundo.
En esta ocasión volviamos a subir a compartir fuego y charlas con los amigos franceses del moto-club Olorón, unos tipos geniales (estos sí que tienen historias que contar) con motivo de la celebración, en mayo, del encuentro de Lourdios-Valle Issaux. Pues nada, allá fuimos a lomos de nuestra poderosa y roja Guzzi 850 T3, con sus escapes atronadores y carenado Puig. En Zaragoza recogimos a otros veteranos de la ruta, Rafa, con su inédita y hermosa Kawa tricilindrica de ¡¡2 tiempos!! y otro amigo suyo, con una Honda XL 600. Pues nada, camino Huesca, luego Somport, frontera y en un ratín en la concentracion donde empezamos a disfrutar de la calurosa acogida habitual de los "gabachos". Si os digo la verdad, no recuerdo muy bien como pasamos la noche (aunque me lo imagino). El caso que a la mañana siguiente, sin apenas resaca y algo de sueño dimos el tipico paseo por los pueblos y montañas galos, luego vimos la entrega de trofeos correspondiente (esta vez no me toco ninguno, menos mal, porque años antes pasaba un corte tremendo cuando me los llevaba por ser el piloto más joven y cosas así) y a eso de la hora de comer, Rafa, buen conocedor de las carreteras de montaña de esa zona de los Pirineos, lanzó la idea de regresar a casa por otra carretera. Prometia curvas y bellos paisajes. Obviamente, todos dijeron que adelante.
Pues nada, arrancamos y, junto a otro conocido con una R90 boxer, salimos dirección a la frontera, adentrándonos en el paradisiaco valle del Roncal. Efectivamente, la ruta era muy hermosa. Poco tráfico y muchas curvas con asfalto malo o bueno, de todo un poco. El ritmo alegre. Bien, deciros que (aunque alguno piense que voy a exagerar) era la época en que mi padre, con sus cuarenta y pocos años, todavía iba deprisa y llegaba a rozar con los escapes de la Guzzi en algunas curvas (conmigo de paquete). Estos amigos de Zaragoza no iban precisamente despacio tampoco. Rafa, especialmente, con su Kawa era un cohete (solo si habéis probado una vieja RD 350 o una Ossa Yankee 500, por ejemplo, podéis entender qué se siente con una moto de 2 T, tan ligera y tan salvaje). Para mi era una delicia contemplarle. Iba abriendo la ruta y nosotros a rueda, disfrutando. Más atrás iba la Honda y, cerrando el cuarteto, la BMW. Pues nada, a eso de las cinco y pico de la tarde llegamos a la zona donde Rafa sabía que estaba la vieja frontera. Se supone que no había nada, como mucho solo una cadenita de esas que ruedan por el suelo, algún mojón indicando algo pero ni caseta, ni guardias, ni nada importante. De repente Rafa clava los frenos y se para. Nos detenemos y veo que nos indica que bajemos. Lo hacemos y miramos lo que tenemos justo en frente. Bien, la supuesta cadenita no está, correcto, pero en su lugar hay un pedazo tocho de viga soldada a ambos postes (o mas bien a uno) cerrándonos el camino. A un lado, la empinada loma, al otro, casi un precipicio. ¿Y qué hacemos? Volver no, a eso nos negamos enseguida, no podia ser, encima iba a anochecer en cuestión de horas y queriamos volver a casa porque era domingo y el lunes nos aguardaba a todos. Habia que saltar por alli como fuera. La Kawa no era problema pero las otras tres burras eran como tres gordas vacas. Joer, si lo hacemos aposta, ¡¡no atinamos tanto en seleccionar motos pesadas!! Pensad que la Guzzi, en orden de marcha, podía superar, facilmente, los 330 kilos. La Honda no tanto pero también, la BMW, pues eso, con decir BMW se entiende... Eramos cuatro adultos y un adolescente medio hombre con pocas chichas. Primero probamos con la Guzzi (la idea era comenzar con la más problematica, claro) y no hubo manera. No habia... de sujertarla con seguridad. Casi nos quemamos con los escapes, otro problema. Con lo bien que lo hacen algunos ladrones y nosotros torpes y blanditos. El problema no era solo el peso. Es que la puta viga estaba altita, a un metro largo del suelo, ¡casi nada! Parece una tontería pero os aseguro que ni cuatro tios podian levantar facilmente un mostruo como la grandiosa T3 con megadepósito lleno y demás gaitas a cuestas.
El caso que el destino (Dios debe ser motero, sin duda) quiso que, sin saberlo, un par de montañeros franceses se acercaran a interesarse por aquella extrañas maniobras que estábamos practicando entre sudores y risas flojas. Estos chavales, además, estaban cachas y enseguida se ofrecieron a echar una mano. Vimos la luz. Hasta pude dejar de hacer que hacía fuerza y coger la cámara de fotos. Pasaron las cuatro motos, (una a una, ¡claro!) y dijimos algo así como "misión cumplida". Ilusos. Después de descansar unos minutos y echar unos cigarros arrancamos las motos y nos despedimos de los montañeros. Pensábamos que ya habíamos vivido la anecdota del día pero no era así. A poco más de doscientos metros, justo detrás de una loma, nos enfrentamos con una curva a derechas amplia cuando de repente volvemos a parar con prisas. Me asomo desde mi puesto de copiloto y no me lo puedo creer. La curva y la recta siguiente están enterradas, literalmente, bajo una capa de nieve de alucine. ¿Resultado de un pequeño alud? posiblemente, el resto de la calzada está limpia. ¿Y que hacemos ahora? Con la tranquilidad que da la veterania, Rafa y mi padre sonrien y me dicen que saque la cámara de fotos. Está claro que volver a pasar las motos por la jodida barrera era lo último que ibamos a hacer asi que "er pápa" propone la única solución que ve viable: pasar andando varias veces por la nieve y hacer un caminito.
Como serán las cosas que los montañeros de antes ¡se vuelven a presentar! Pues nada, ahi véis a unos cuantos tios andando durante una media hora larga haciendo un puto caminito por una capa de nieve que, sin exagerar, podia tener más de 10 centímetros de profundidad. Yo terminé con los pies medio congelados y no tenía mas calcetines. (Ni os cuento qué botas gastaba en esos años).
Mi padre paso de pisar la nieve, Rafa por el estilo, ellos solo daban "coordenadas". El de la Honda, los montañeros, el de la BMW y aqui un joven fueron los que se curraron el "caminito del Roncal". Una vez convencidos de que ya estaba accesible (más que nada, ya estabamos cansados de hacer el bobo) arrancamos la primera candidata, nuestra Guzzi. El bramido de su motor bicilindrico retumbaba en aquella zona. Era, os lo aseguro, una sensación fascinante, algo insólita, sí, esa "mancha" roja entre la nieve, realmente apasionante. Creo que dije en broma que ibamos a provocar otro alud. Je,je, que gracioso el niñato.
Avanza mi padre con la moto pero el equilibrio es muy precario, no basta con remar con los pies, ¡aunque midas 1'94! Afortunadamente, en esos años, la Guzzi llevaba instalada unas defensas para salvar los culatines, de esas grandes donde podias hasta instalar un puto faro antiniebla que te deje sin bateria en mitad de la noche medio perdido por ahi (esa historieta para otro día). Agarramos de las defensas y vamos tirando. Suelto un momento para hacer otra foto en primer plano. Estoy haciendo un "book" cojonudo para pedir curro como "quitanieves-boy", hahaha. Bueno, pues después de muchos esfuerzos, conseguimos pasar las motos. Habiamos perdido otra hora larga pero estábamos contentos. El resto del viaje, no merece la pena reseñarlo. LLegamos tarde a Madrid pero con una sonrisa en la cara todavía (la mía, comedida, con unos cuantos dedos de los pies medio congelados).
Algunos años después, almorzando con los compañeros del curro en el comedor, una compañera de otro grupo me pregunta por temas de motos y por aquel viaje que me había oído mencionar con pasión unos días antes. Le cuento cosas, incluyendo aquel glorioso domingo de nieve. Qué sopresa me llevo cuando me contesta que soy un vacilón y que eso era, literalmente, "imposible". Lo dijo varias veces y con ese tono agresivo que empieza a calentarte. Pues nada, como la camarada siguio dándome caña (aunque ya le había dicho que no era para tanto, que no habiamos escalado el Everest en moto ni nada por el estilo) la propuse una pequeña apuesta. Le dije que tenia fotos. Se rió un poco pero le cambio algo la cara. Nos apostamos una comida (alli, de comedor, nada del otro mundo, no creáis) y dijo que cuando quisiera trajera "esas magníficas fotos". Qué cara al día siguiente, amigos. Los demás sonreian un poco. Fui tan bobo que la perdone la comida pero os aseguro que no volvio a juntarse con nosotros. Supongo que ya le caería mal pero ¿a quién se le ocurre apostar con un zumbao de las motos? Años más tarde inventaron un programa que recordaréis llamado "¿Qué apostamos?". A veces, cuando lo veía, me acordaba de aquel domingo y de la compi de Alcatel. Luego me enteré que su chico no era precisamente un aventurero de la vida, normal entonces.
En fin, espero que os haya entretenido esta aventurilla de aquel lejano 1988 (fue el año en qué media España era de Sito y la otra media de Garriga). Me ha costado decidir qué foto poner pero espero que, aunque tiene mala calidad, sea suficiente para ilustrar este relato. ¡Que no quiero volver a apostar! ;-)
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