Cuando eramos invencibles


Principios de mayo, hace unos años, cuando empezó la crisis-estafa que vivimos todavía. Salgo del trabajo con la idea de pasar por la vieja floristería de siempre para encargar un ramo de rosas para mi madre (se acerca el primer domingo del mes). Hace un poco de calor, voy con la chupilla de cuero molona pero nada motera, contento, ágil, pasando por las calles y las avenidas de siempre, dirección sur. La Fazer tracciona impecable, con su Viper de carbono disparando andanadas sónicas de placer para rematar la unidad espiritual que siento realmente con ella. Llego a Plaza Elíptica (realmente tiene otro nombre pero todo el mundo la conoce por este) y giro a la derecha para meterme por la Avenida de Oporto. Justo donde el bingo apretó un pelín casi al tiempo que descubro por el rabillo del ojo que está cruzando una china por mitad de la calle, de izquierda a derecha, a su puta bola. Paso a unos centímetros de su hombro. Supongo que le cambia el color de piel. Gruño dentro del casco y freno un poco sin mirar por el retrovisor. Un minuto largo después veo la luz roja de uno de los semáforos que hay cerca de la boca de metro. Rebaso fácil varios coches y cuando estoy ya frenando con ganas se me va la rueda delantera, chocándome con la puerta derecha de un Citroen Xsara ya parado, y rebotando al suelo como en un pinball. No rebaso el semáforo, curioso. Me levanto y miro la moto. Espejo izquierdo arrancado, intermitente, estribera rozada, lo típico…, benditos tacos anticaída comprados en Pau. Miro el coche y veo un rayajo en su lateral, mi chupa arañada, el público flipando, nadie se acerca. Parece otro típico lance urbano de cuando tenia quince años y no paraba de usar la moto por Madrid. Mientras sale la conductora de sus paredes me pregunto qué leches ha pasado. Levanto la moto y descubro que en el suelo, cerca de la rueda delantera hay un cartón de propaganda (de esos pequeños que a veces intenta colarte en el buzón), de superficie resbaladiza. ¡Ya es mala suerte, apena medirá unos 30 cms de largo! Después de dar los datos y ver que la moto no gotea sigo mi camino y entro en la floristería con el espejo dentro del casco, hago el encargo y me voy a casa pisando huevos.  Doce días después, día arriba día abajo, estamos en La Torrecica, vamos a rodar en unas tandas, todo gracias al empujón que mi vecino Santi me ha dado semanas atrás para volver a rodar en circuito (la última vez tenia pelo y no me arrastraba). Los arañazos de la Fazer están recién reparados, no quiero más imprevistos, claro, así que tendré que estar "al loro".


He llegado en marcha por la mañana al circuito, hacía un frío del carajo, pero ya sale el sol, es el día de San Isidro y frío no pasaremos precisamente. Descubro por primera vez la pista desde dentro. Su famoso “garrote”, el viraje de “la cafetería”, su chicane, etc, estoy feliz. En una tanda, antes de comer, cometo un error entrando largo en la curva de derechas anterior a la chicane y salgo a la grava rápido, freno de atrás pero la moto se hinca de morros con poderío y salgo volando unos metros. Nada, solo el disgusto de volver a arañar mi querida Fazer. Seguimos todo el día dando vueltas, intentando descolgarme como casi diez años antes con la Kawa, luchando por seguir la rueda de Santi y su hermano Paco a lomos de sus preciosas Fireblade 929. Volvemos contentos por la tarde a casa. Casi a la hora de cenar me quito el mono repasando esas dos últimas semanas tan bayetas. Balance: primera quincena de mayo algo “accidentada” pero solo en lo material, mejor. Agradable regalo con olor al pasado…. ya no somos chavales, en mi caso 35, pero durante ese mes parece que tenemos la “suerte del campeón”, la magia de cuando teníamos veinte, quince o diez años, es decir, cuando, pasase lo que pasase, pocas veces te hacías daño. O dicho de modo épico: de cuando mis amigos y yo éramos prácticamente invencibles (y, por ende, inmortales)…


Sí, sin duda. Hubo una época en que, salvo dolorosas excepciones, pocas veces teníamos que lamentar una desgracia o tirarnos mucho tiempo convalencientes. Parecíamos de goma... pero no era solo eso. El angel de la guarda hacia horas extras, sin duda, algo así porque si lo pienses detenidamente es difícil encontrar una explicación racional. Quizá cuando creces te abandona un poco ese protector, visto ya hasta donde has llegado… pero de joven, cuando todas las opciones están abiertas quizá nos sobreproteje para que podamos ir haciendo camino, no lo sé… en todo caso, antes y ahora, como dice el dicho, no corras más que tu angel de la guarda. Sin esa ayuda algunas cosas hubieran sido distintas, estoy convencido. Y no porque fueramos unos auténticos descerebrados sino porque hay tantas variables en el infinito tráfico diario que era increíble que casi nunca nos pasara nada.

No solo era en el día a día, también en los viajes o, sobre todo, cuando salíamos los domingos de curvas. Recuerdo por ejemplo, una mañana por Navacerrada, con los dos Jorge (GSXF750 y FZR600/ThunderAce), iba yo primero en ese momento y adelante a un camión que, justo en ese instante, inició un giro no señalizado hacia su izquierda. Un segundo más tarde y no lo habíamos contado… o aquellas famosas vacas de Morcuera que encontrábamos divertidos después de una curva ciega… a una compañera le aplastó su coche camino a su casa en Segovia, por cierto… nosotros jamás tuvimos un choque con ellas pero sí que pasamos algún apuro serio. Pocas veces mirábamos la presión de las ruedas, y lo de ir vigilando el dibujo de la cubierta era algo de lo que me acordaba de estación en estación, "igualito" que ahora... Todo era más simple y visceral, ventaja de no tener miedos de ningún tipo, el mundo está ahi para conquistarlo... y lo hacemos.

Por cierto, fueron esos años en que los amigos moteros de mi padre y los míos iban normalmente por separado, aunque a veces coincidían. La mezcla era fantástica. Les unía obviamente el amor a la moto pero, logicamente, habia algunas diferencias. Estaba bien viajar así o salir de curvas con tanta diversidad. Siempre nos mirábamos en ellos, respeto jamás faltó. Luego, por lógica, empecé a salir más con gente de mi edad, década arriba o abajo, porque la verdadera edad ya sabemos todos donde está grabada a fuego. Quizá esa “etapa”, quizá esa áura de invecibilidad desapareció a principios del milenio, cuando compramos la Yamaha, en el 2003, más o menos cuando algunos grandes como Barry, el piloto de las siete vidas, Kato y D.J. desparecieron de este mundo de manera prematura. (Aquí una bonita foto cedida por Paco Peña, Eastern Creek - 1991, donde aparece con el mítico siete y con Aspar.)


La edad y las responsabilidades pasan factura a casi todos, son los escalones del camino, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Algo que sí cambia irremediablemente (sobre todo en España) es el parque móvil motero. Salvo grupos de viejos rockeros es imposible no notar, incluso en fotos, como ¿evolucionan? las motos…Hace apenas quince años no era raro volar bajo con una boxer de litro, una Le Mans, una Zephyr, una VFR, una antigua FZR, una sencilla GS500 o con una preciosa XJ600. Máquinas que ahora casi parecen objeto de exhibiciones exclusivamente. Pero no, señores, no habia nada de especial en ello. Y sus propietarios no eran supermanes, ni llevaban bonitos monos de cuero, ni botas galácticas, ni cascos de astronautas, ni gomas casi de circuito (por ejemplo, los "miguelines" Macadam eran perdurables y duros pero nadie se quejaba) eran simplemente fruto natural de esos tiempos, como ahora, muchos moteros son producto de los tiempos que vivimos donde, si no llevas bajo el culo un mínimo de 120 CVs, parece que vas en una "utilitaria" .. y entonces me río de cojones.

Por ejemplo, hace apenas unos meses, en Semana Santa, con la excusa de que bajaba a la zona centro el gran Peter Blue del MCZE, nos reunimos una buena banda de “enfermos", buena gente, para hacernos una ruta muy interesante. Visitamos el camping de El Escocés en Hoyocaseros para rematar una jornada entrañable, llena de niebla y de sol. Uno de los que vino, gran tipo, Juan Carlos, apareció con su CBR600F del 93.. y con medio carenado desmontada, ¡vaya "look", diría algún moterillo modellno! No había que ser muy listo para saber que, precisamente, con esos "antecedentes" el amigo era un verdadero quemado... y ya creo que lo era. Y eso que era un día en plan excursión, tendremos que repetir ruta pero con menos feeling turístico... Como decía mi padre y, creo, que también Pérez-Rubio, "yo me preocuparia más de los de barbour roído que de los de vestimenta impoluta"..

No nos quejamos, aunque algunas cosas cambian. Otro año lleno de descubrimientos, hermosa primavera road race nos hemos metido entre pecho y espalda, agradable, muy agradable haber descubierto durante estos meses a dos motoristas geniales, Marco (¡y Meli!) y a Luismi, ¡como van y cuanto saben!, sin olvidar a nuestra vieja amiga, Sara, que cada año va más fuerte y segura, ¡a cuantos tios deja atrás! y a nuestro Chema, el inmortal, genuino veterano que ha visto y vivido de todo en nuestro mundillo. El, tan modesto, no lo reconocería, pero si un día escribe su biografía o un libro sobre el noble arte del motociclismo seré de los primeros en leerlo. Aquí una bonita foto con todos ellos un día de mayo, en pleno descanso de un curioso y divertido TT por tierras toledanas (más Miguel "el abuelo" al fondo, otro caso de psicólogo cum laude, pero en el fondo le queremos, y lo sabe, ja,ja)...

 
Como decíamos en el anterior post, con los años uno se hace selectivo, te juntas con los que te gustan, punto. Y aunque se va rápido, se va relativamente seguro, dentro de lo que nuestra actividad permite… y es la combinación adecuada, la que buscamos, la ideal, rodar rápidos pero con seguridad, no jugándotela en cada milla. Pero no siempre los grupos son tan homogéneos… y a veces es inevitable recordar, sin mencionar nombres ni dar detalles, claro. Hace apenas unos años, recuerdo un grupo de amigos y conocidos que quedamos en una gasolinera para preparar un "Gredos Trophy". Entre los que no conocía, había dos chavales jóvenes con dos deportivas de 600. Jóvenes pero maduros, y con buenas manos. Arrancamos con ganas y enseguida salieron zumbando el trío racing que iba en cabeza (un amigo muy rápido y los dos jóvenes que menciono). Seguir a esos tres era complicado, apenas lo conseguimos en algunos tramos. Sin intención de querer analizar o juzgar a nadie, “algo” me dijo a lo largo de la jornada que el día que esos chavales tuvieran un percance se harian daño. Por fortuna pasamos una jornada increíble, rápida, satisfactoria; el único susto fue el camión de la paja que venia por la carretera mientras estábamos posando en ella para una foto memorable en Venta del Obispo, ya en Gredos. A la vuelta, estorbé en la zona revirada de Navaluenga (conocéis muchos el lugar, la "ruta del huevo frito") con mi Fireblade a uno de los chicos que pilotaba su 600. Recuerdo que el tío, educado y prudente, cuando paramos en un cruce poco después, hasta se disculpo por adelantarme. ¡Nada que disculpar, te estaba molestando, tenia que haber arrancado detrás de ti! Por desgracia, este piloto tuvo un grave accidente meses después por aquella zona. No sé el motivo, seguramente fue un pequeño despiste o una interferencia ajena, casi da igual, pero cuando se va al límite o muy cerca apenas queda margen de maniobra ante los imprevistos. Fue lo que pensé el día que rodamos por Gredos, apenas dejaban margen, o esa era la menos la impresión que me daban en cada curva... Ese margen, ese matiz es justo la diferencia que apreciamos ahora, la clave que abre la puerta casi siempre. 

Y termino con un ejemplo memorable de los figuras que todavía te puedes encontrar por el mundo. Hace un par de veranos, en Asturias, con Toroloko y Bettor, cerca del famoso desfiladero de la Hermida alcanzamos a un tipo con una veterano honda CB750 de principio de los años ochenta (¡aqui la foto!)... ¡¡cómo iba el pájaro, chapeau!! Complicado pasarle, mucho, con seguirle era suficiente, al tiempo que crecía nuestra admiración hacia su jinete. Después de ver esas cosas te dan ganas de bajarte de tu moto moderna y darle tus llaves, o dicho de otra manera, gritando, ¡olé!, ¡todavía cuentan más las manos que la máquina!, todavía cuenta más el indio que la flecha, ¡amén!


A pesar de estas reflexiones nada hay seguro, por supuesto, apenas tenemos casi nada controlado en nuestra vida, tampoco encima de la moto, sobre todo en carretera abierta, donde nos criamos. De ser valencianos imagino que habriamos quemado adrenalina en sus multiples carreras urbanas pero aqui, en el centro, solo teniamos el Jarama, y no teniamos un duro. Nos salvó nuestra querida y hermosa sierra, incluyendo la famosa "Vuelta a los Puertos" que se inventó mi padre en los años 70 y que algún día detallaré, merece la pena conocerla. Luego se popularizó de mala manera la conocida y emblemática "Cruz Verde" y muchos apostaban por coger en marcha monedas tiradas al suelo. Empezó el demasdre y las desgracias, justos pagaron por pecadores. Los locos años ochenta y noventa...

Hace un par de veranos, viniendo de saludar a los amigos que estaban en el camping de Hoyo de Espinos, volviendo alegre, en una de las rectas infinitas que te acercan al Barraco una sombra desde lo alto me distrajo un segundo completo. Cuando baje la mirada tenia una curva cerca, demasiado. Gracias a la ayuda extra del freno trasero pude entrar en ella. (Cosas de las motos de mil, en cuanto te despistas estás en el hiperespacio). Quedo en una anécdota, como tantas, para el libro de la vida, pero sé que de no haber entrado al final en esa curva me hubiera hecho mucho daño. Otro aviso, otra anécdota.

Termino antes de que es os canséis... No, ya no somos invencibles, mucho menos inmortales, ya no nos salimos siempre con la nuestra… pero puedo jurar por San Brembo y por mis hijos que durante muchos años estuvimos tocados por una varita y, sin exagerar, puedo asegurar que, de alguna manera, sí lo eramos.  


Un pequeño consejo para los más jovenes: disfrutad las ventajas de la juventud, de la energía vital que reina durante esos años, de la varita mágica que muchas veces acompaña nuestras correrías. Aunque la verdadera edad se lleva dentro, marcada por el espíritu, y aunque hay cosas que mejoran con los años, como el buen vino, hay otras que se pierden para siempre.
Salud y gasolina para todos.


"HACIA LA INMORTALIDAD Y LA ETERNA JUVENTUD" (epitafio de Julio Verne)

La hora del recreo...


¡Qué poquito queda para que arranque una nueva edición del TT!, nooooooo, mejor dicho, ¡ya ha comenzado la semana de entrenos!..no, también la primera carrera con la victoria insultante del "loco" de Michael Dunlop con una... ¡¡BMW!! Cuantos años deseando vivir en directo las carreras más grandes del mundo.... hasta en una ocasión saque los tickets del famoso y puñetero ferry, sí, el de allí, y luego incluso me devolvieron la mitad del importe cuando argumenté por qué, finalmente, no podía viajar a la isla de los gatos sin cola.

Antes de nada dar las gracias a nuestro estimado amigo Abelardo y al gran Juan Pedro de la Torre por el libro que han parido recientemente sobre los pilotos españoles que han participado en el TT. Todo con la excusa del centenario que este año se cumple de la participación del primer piloto español en acudir a la isla. Lo pasamos en grande hace unos días en el bar motero de moda de Madrid, Motor B, dónde presentaron la obra y dónde nos juntamos un buen puñado de frikis de las road races, escuchando testimonios y mucha información racing, destacando las palabras de Arturo Herrero (que nos honrró con su visita) y las del gran TT Rider Sergio Romero cuyas sabias palabras nos dejaron claro varias cosas. Sin duda, unas horas estupendas que, como no podía ser de otra manera, alargamos con varios amigos, hablando de motos y de la vida... aunque creo que casi es lo mismo para algunos, ja,ja.. en fin, un martes redondo que vivimos a tope. ¡Suerte con el libro!, realmente es una pasada. Es el típico texto escrito por auténticos apasionados, no un libro de consulta al uso. Por fin alguien le dedica bastante tiempo a grandes héroes casi anónimos como Toni "Bayeta" y Carlos Kotnik, dos ilustres valientes que participaron hace unos años y que no son conocidos por la mayoria de los aficionados. De nuestra Federación y su "apoyo" al TT mejor no hablar. Lo dicho, a todos los "enfermos" que podáis leer esto una recomendación: no dejéis pasar la oportunidad de conseguir un ejemplar de "El reto de Ellan Vannin"... ¡imprescicible!

http://centenariopilotosespanoleseneltt.wordpress.com/2014/04/23/presentacion-libro-el-reto-de-ellan-vannin/


En estas fechas siempre nos ponemos nostálgicos con el TT. Media vida añorando el viaje, disfrutar del ambiente mítico que allí se respira, notar en el cuerpo el feeling de lo diferente pero antiguo, del lugar dónde apenas cambian las cosas aunque las décadas sigan trotando, donde la flema anglosajona en versión racing reina sin apenas inmutarse... y todo se basa en nuestro viejo amor a las competiciones que llamamos road races, ese amor que muchos descubrimos cuando aprendimos a montar en moto por calles y carreteras después de, muchas veces, haber empezado en el campo. Esa preferencia, ese hábito, sigue ahi en muchos de nosotros, a diferencia de varias generaciones de pilotos profesionales que solo conocen rodar en circuito. De hecho, la mayoría de ellos no tienen carnet de conducir, ni lo echan de menos. En el caso de los que terminan participando en las road races, ¡qué oportunidad disponer de una buena carretera sin coches ni stops por delante!, ¡a cuantos pilotos en proyecto les llamo la atención esa visión cuando arrancaron su vida deportiva! En nuestro caso, es agradable comprobar que ese mismo amor adolescente (pero algo más cimentado y vertebrado) es el que nos hace conquistar una y otra vez esas rutas adrenalínicas que tenemos a nuestro alcance, escapando del mundanal ruido, de lo mediocre, del planeta latas y del flujo atascado de la rutina de los primeros cinco días de la semana... Y así, se crean al paso de los años algunos de nuestros particulares "TT tracks", casi todos en tramos de montaña, donde en ocasiones, también, celebramos con mayor o menor tino nuestras propias "TT races", salvando las distancias, claro, por supuesto... (por si acaso, este párrafo se autodestruirá rapidamente).
Y a veces te preguntan o te preguntas (bueno, estas menos veces) como es posible que pasen tantos años y sigas igual, o casi igual, basicamente esperando ansioso la hora del recreo para salir a jugar con tus amigos, demostrando las mismas ganas de hacer el gamberro y destripar que tenias ya cuando el pelo se interponía entre tu casco y tu piel. Curioso, quizá admirable. Y alguno suelta en la gasolinera de turno: "¿Has visto que bonita era esa garganta, fulano?" y contesta fulano: "pues no, canalla, ¡a este ritmo no veo nada más que el asfalto!" El juego ha cambiado poco, los juguetes sí, ahora son mil veces más caros. También los golpes afectan más, aunque son menos numerosos. PEro hay un detalle cojonudo: la experiencia acumulada ayuda a pasartelo mejor. Los años ayudan a minimizar riesgos, a ser más selectivo, a conocer más el entorno, las compañías, las opciones disponibles... es lo bueno de cumplir años aunque también restan segundos "por vuelta". Ley de vida, aunque siempre hay excepciones... como la de muchos pilotazos del TT, claro, pero esos jinetes son de otro planeta. Sin ir más lejos, destacar que hace dos días el gran Bruce Anstey batió el record de vuelta rápida en la ultima vuelta de la carrera de SBK, ¡casi ná! Mejor no digo que edad tiene el tipo, el kiwi volador, un pilotazo del que otros pilotos siempre comentan que si se levanta con ganas ese día es practicamente imbatible. Fenómenos de la naturaleza, ¡grandiosos guerreros del asfalto!


Y vuelvo a los simples mortales, nosotros. Cuando te acusan de no haber crecido...mmmm... te puedes reír, puedes pensarlo un poco y te puedes hasta rayar incluso si le das demasiadas vueltas (no es mi caso). Cierto, saber por qué seria descubrir la clave de nuestros actos. La verdad que hay preguntas que tienen dificil respuesta, quizá porque algunos somos muy simples, tan simples que cualquier "investigación" sobra. El caso es sentir lo que haces, hacer lo que sientes, disfrutar y sentirte integro y coherente con lo que eres y con lo que sientes. Durante años no pudimos jugar tanto como quisimos. Fue esa época en que estábamos más ocupados trabajando o buscándolo, aprendiendo, estudiando..., formando, en el mejor de los casos, cierta estabilidad laboral y familiar. Una vez superado ese importante mojón del camino, los privilegiados podemos seguir rodando, incluso con más frecuencia que en aquellos años vitales. Antes corriamos más y teniamos más fondo físico pero supongo que era lo que tocaba.
Y no descubro nada nuevo si digo que una de las cosas más bonitas de este mundillo es la de gente diez que puedes llegar a conocer. Creo que seguimos formando una buena hermandad. Siempre hay gambas, algún payaso o quemaruedas pero, en general, no es raro que cada año descubramos gente nueva cojonuda. Y entre ellos, a nivel deportivo, te preguntas a veces: "¡otro fiera!, a lo largo de mi vida, ¿cuantos auténticos pilotazos casi anónimos he conocido?" ¿Cuantas veces paseamos al filo de la navaja en compañía de alguno de ellos, cerca o lejos de su neumático trasero? mejor no contarlas, no pensar mucho en ello, tampoco hay que dramatizar. Se eligen ciertos hábitos y hay que ser consecuentes, fácil en concepto.
Saliendo del pueblo de El Barraco (Ávila) hay un cruce que te lleva hasta las cuatro casas que forman  Venta del Obispo (ya en Gredos, los  que conocéis la zona sabréis perfectamente a qué tramo me refiero). Para algunos amigos y para mi, ese tramo es un circuito road race puro y duro. Atractivo, sin apenas tráfico, con pocos guardarrailes, con pocos virajes ciegos... pero con muchas curvas de todo tipo, y algunos desniveles muy agradables, todo escoltado por un asfalto, en muchas zonas, mejorable, ¿qué más se puede pedir?, ¿algun perro cruzando?, ¿un garrote a derechas jodido entrando a Navalosa..? también, también lo incluye (cuantos se han hecho un recto justo alli). Si paras en algún rincón del camino percibirás como reina esa paz silenciosa que inunda tu espíritu, y casi te convencerás de que estás en un lugar especial, casi aislado, un escenario puesto para ti por una mano generosa que diseño el mundo... o tu mundo. (Por fortuna tenemos más tramos así los que vivimos por el centro de la península pero este post no es una guía road race... aunque estaría muy bien hacer una otro día).

Tú y la carretera por delante, poco más... esa es la esencia, la visión de nuestra vida, me temo... No trato de hacer ninguna apología de la velocidad, no es eso. Que cada uno disfrute la moto como su corazón le pida y sus reflejos le dejen, ok, ningún problema. La brisa azotando fuerte tu rostro o no, el caso es cabalgar a ras del suelo, unos volando bajo, otros navegando con ritmo moderado pero constante. Desde luego, la vida no es siempre una carrera pero cuando tiendes al veneno de la velocidad, ay amigo, cuantas cosas pasan rápido... si te acostumbras a esa dimensión ¡que lentas te parecen tantas cosas de la vida doméstica! Sigue dentro de nosotros la adición a ese poder de la mano derecha sobre una moto de mil, por ejemplo, motos llenas de potencia y de par, o sobre una seiscientos moderna, molinillos diabólicos que tumban y se encolerizan lo que no está escrito. Ese poder de la satisfacción en marcha, la salvaje sensación de bailar con la gravedad, de notar esas sacudidas de dirección impertinentes pero viscerales, de ese agarre casi infinito e impensable hace años, de acariciar con mayor o menor pericia esos frenos poderosos y fundirnos con esos chasis de carreras (bueno, no tanto).... ese poder sigue vivo cada vez que cabalgamos, al menos mientras la mala suerte o la falta de medios no se crucen en nuestro camino. Mientras tanto, ¿como no va a subir la temperatura, como no seguir siendo un adicto? Salvando las distancias (otra vez) es parecido a lo que algunos admirados TT Riders nos han contando varias veces... después de correr en la isla, no hay nada comparable, y hasta se apaga un poco la llama de la velocidad extrema, se reducen las ganas de hacerlo en otros escenarios como un circuito permanente al uso. Habrá que tener en cuenta todo eso para nuestro puzzle mental.

Y sigo con la reflexión que cruza mi cabeza desde hace algunas semanas cuando salgo con los amigos de curvas. Veo que no se cansan de quedar, de salir, de correr, de reír... casi que cada año van a "peor", pocas veces de paseo, casi siempre afilando las uñas, redescubriéndonos en parte, aprendiendo o recordando gestos, parando solo unas cuantas veces a lo largo del día, priorizando los kilómetros a los bares, buena señal. Y me alegro por todo ello, la verdad. O ese amigo veterano que no corre vuela, con la espalda ya muy tocada, tanto que vendió su RR de litro por otra bike más cómoda, por culpa de los achaques, y que te dice tranquilo y discreto que seguirá en sus treces hasta el final, sea cual sea, ¡olé!  El elixir de la eterna juventud todavía funciona, aunque a veces presenta factura... Y por todo esto, me pregunto en silencio, ¿cuantos años nos quedan por delante jugando así, cuantos años de recreo tenemos todavía a la vista...? Recuerdo algunas respuestas recientes, nada nuevas, pero que da gusto oír otra vez: "Mientras el cuerpo aguante", "hasta el final, mientras pueda tenerme en pie", "hasta que rompa"... Pues sí, con las botas puestas, como hemos comentado otras veces en este blog.


Cuando miro a amigos veteranos como nuestro querido Emilio Eruzo (y su "Berta" boxer de litro) y veo "on line" al ritmo que todavía rueda (complicado seguirle en zonas sinuosas con nuestras Rs, ¡con eso digo todo!) tengo esperanza de seguir "vivo" muchos años más, y no me refiero a respirar, comer y dormir. Quizá sea verdad, quizá sea dificil dejar de ser quién eres, personalmente espero que no me suceda nunca. Y no porque me considere alguien especial pero sí porque tengo cierta cuota de libertad. Y que no queden dudas, algunos de los peores accidentes los he visto a baja velocidad, por ciudad, en tu calle, ¡hasta parado en un semáforo!,en cualquier momento teoricamente "seguro". Nunca se sabe, el peligro está dónde está el cuerpo, gran lema. La tragedia puede llegar pero mientras tanto viviremos pequeños momentos de satisfacción y gloria personal o colectiva. No buscamos ser temerarios pero tampoco queremos ser pasto de un raciocinio excesivo. La justa medida, esa tan dificil de conseguir, el exquisito equilibrio entre la locura y la mediocridad espiritual.
También llevo semanas pensando otra cosa... Mucha gente va y viene en nuestras vidas, en este mundo de la moto logicamente también. Estrellas que brillan unos pocos años y luego desaparecen del panorama. Algunos casos son memorables, pero no quiero hacer sangre. Amigos, enemigos, y medio autistas que nunca dejaron claro que eran... por su propio interés, claro. Al final, como es lógico, terminas con los que funcionas, con los que hablan y actúan claro. El poderoso don de la elección, por supuesto. Y eso es un plus cojonudo, porque, como decía antes, terminas conociendo gente alucinante. No resultaría complicado escribir un librito sobre moteras de raza que hemos descubierto, por ejemplo, u otro sobre auténticos héroes anónimos (o casi anónimos) que hemos conocido desde niño. Auténticos jinetes de cuero y gasolina, libros vivientes de esta afición casi irracional y paradójica. De varios de ellos ya he hablado en otros posts. Siempre recuerdas con admiración y cariño esas figuras de comic que tienes alrededor, al alcance de la mano, sí, personajes de carne y hueso del Joe Bar... porque, como las meigas, haberlos haylos!!!

Todo esto me hacer recordar otra etapa de nuestra vida motera, de cuando eramos invencibles o inmortales, o casi. El próximo post creo que irá sobre ello... hasta entonces, ¡feliz ruta!

GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...