Y cuanto hemos cambiado...

Parece que cada año nuestras queridas autoridades nos lo ponen más difícil a todos los usuarios de vehículos y, en especial, cómo no, al colectivo de los motoristas. Como gran padre protector (y recaudador) no hay estación del año en que no anuncien alguna nueva medida restrictiva para, supuestamente, bajar la siniestralidad y cuidar de nuestra necesaria salud (los muertos no puede pagar impuestos o multas, por el momento). 

La última “gran ocurrencia” es, como sabéis, los llamados radares por tramos. Con esta medida, de progresar y generalizarse, si seguimos con nuestros hábitos actuales, no hay Dios que se salve de ser sancionado antes o después. Los que no fumamos no nos pararemos a mitad de recorrido para bajar la media mientras echamos un piti por lo que tendremos que buscar otra excusa. Además, tendremos que saber dónde están colocados o bien rodar en segunda todo el rato o, ya puestos, hacer muchas paradas, absurdas casi todas, para bajar las medias, por lo que seremos perfectas paradojas del tiempo que nos está tocando vivir: los viajes volverán a durar muchas horas a pesar de la seguridad que ofrecen nuestras modernas monturas y de las, en general, magníficas infraestructuras viales que pagaron los fondos europeos de hace algunos años. Al mismo tiempo los viajes se volverán, además, algo más peligrosos: estaremos más pendientes del velocímetro que de la carretera y el tráfico (algo que ya pasa ahora pero todavía peor). Perdonadme si digo cosas obvias pero parece que no lo son tanto para los que mandan. Si el futuro para viajar en moto pasa también por esta medida de "velocidad controlada" tú me dirás qué hacemos. Manchar las matriculas con barro funciona casi siempre. Quizá sea la solución... salvo que te paren, por supuesto. Sí, otra opción, la opción "DGT" es ir de legal en todo momento. Pero rodar tan despacio, en la mayoría de los casos, nos puede despistar y será, como he dicho antes, bastante peligroso (por desgracia, también lo sé por experiencia). Así que... en todo caso, entre mirar posibles radares ocultos o móviles, controlar el velocímetro si nos proponemos "controlarnos", el tráfico rodado y, de paso, ir calculando donde están estos tramos de “velocidad” viajar será una tarea asfixiante y peligrosa. 
 
Basicamente, seguimos con límites de velocidad establecidos en los años 70 pero ni las vías actuales ni los vehículos son los mismos... ¿nunca valorarán esa realidad? Se apoyan en su cacareado éxito: las estadísticas demuestran que las medidas funcionan y hay menos muertos... pero, claro, pocas veces se alude a la manera que tiene la DGT de maquillar sus estadísticas, en función de sus intereses. Cada dos por tres cambian la manera de contar los muertos, por ejemplo. Si falleces como consecuencia de un accidente pero han pasado x días tal vez no aparezcas en el balance. ¡Y este es solo un ejemplo! El papel lo soporta todo me dijo un jefe una vez, qué razón tenía. Muchas veces digo, medio en broma/medio en serio, que, a este paso, vamos a llegar a los tiempos de “Mad Max”, entendiendo por ello un hipotético futuro donde rodar será practicamente ilegal, dónde acelerar o disfrutar de la velocidad será considerado delito. Habrá circuitos y negocios para saciar el hambre pero será algo demasiado eventual para muchos amantes de los puertos de montaña. A la mínima, seremos perseguidos por las autoridades y, visto que nos embargaran las cuentas, nos tocará volver a la tienda de campaña y el petate. Además, ya puestos a elucubrar, ante la futura crisis de los combustibles derivados del petróleo, y el auge de las motos eléctricas y la moda “ecológica” que nos invade ya (cómo si la electricidad fuera muy ecológica, ja,ja) parte de nuestro tiempo nos lo pasaremos, los más chapados a la antigua, dando vueltas como buitres, buscando y robando gasolina, antes de dar con nuestros huesos en cualquier cárcel donde los nietos políticos del Pere nos quieran hacer tragar toda su verborrea hipócrita. 


Mientras tanto, a los borrachos reincidentes que conducen o a los que atropellan a un peatón, sin carnet, sin seguro, y se da a la fuga, a esos apenas les castigarán y se irán pronto a bailar a otra plaza. Quizá hablar del escenario apocalíptico de "Mad Max" sea una fantasía pero, tal vez, de llegar a algo parecido, ese extremismo demuestre nuestra verdadera naturaleza, la suya y la nuestra. Por fin serán o seremos una inadaptados formalmente establecidos. Viene todo esto a colación porque, en ocasiones, uno no puede evitar pensar cómo viajamos actualmente y cómo lo hacíamos hace, por ejemplo, 20 años. Si vamos a tener que seguir a 120 km/h como velocidad máxima resulta que estaremos haciendo viajes a unas medias cercanas a las de entonces, qué paradoja más cínica. Y ya puestos a comparar... si antes Carla te recordaba que el casco era la única prenda obligatoria en moto (la frase del anuncio de cascos Bieffe era algo así) ahora vamos, casi todos, con unas pintas dignas de los más grandes campeones. Que no digo que esté mal, ojo, pero cuando voy a salir con la moto, a veces, parezco una mujer antes de una cena chula: ¿qué me pongo hoy, cariño?, ¿cordura, o tal vez cuero? ¿o tal vez la chupa de cordura de verano, que el cielo está muy azul? uy, pues no sé, ¿y qué botas me pongo a juego? (risas por favor). Cómo cambia el cuento, qué curioso es tener tantas opciones... antes eso no pasaba. ¡No digo que sea malo, pero sí curioso cuando recuerdas tiempos pasados!


Y si seguimos comparando... Si antes rodábamos con motos que a veces te dejaban tirado o te retrasaban un poco debido a alguna anécdota mecánica ahora eso es practicamente imposible... si antes se paraba cualquier desconocido para preguntarte si estabas bien... ahora, los cachondos, tocamos el claxon pero rara vez paramos, ¡mal hecho, pero seguro que está mirando un mapa, perdón, un puto GPS, para qué voy a parar! Las máquinas de la era de Terminator nos gobiernan, camaradas... si antes mirabas y veias una moto sencilla donde la electrónica apenas se presentía y el número de CVs estaba formado por dos cifras, ahora miro mi moto y veo que es un pepino increíble, más potente que las motos que llevaban Lawson o Rainey, ¡¡toma ya!!, con tantos CVs que sobran la mitad (como poco) al 90% de sus propietarios, yo el primero... y con tanta tecnología que más que una moto se asemeja a un pequeño cohete de la NASA en formato "dos ruedas". Claro que a nadie le amarga un dulce y estas motos modernas son una auténtica maravilla que nos hacen disfrutar... de otra manera.
 
¿Afortunadamente?, casi todas estas maravillas benefician nuestra seguridad y comodidad, esos dos grandes conceptos que merecen varios post dedicados. Intentamos no perder la esencia pero a veces la vida fácil nos lo pone dificil. Es curioso comparar nuestros trapitos, nuestras motos actuales, nuestras carreteras (salvo por los guardaraíles, suficientemente buenas) y nuestras pequeñas costumbres con las que teníamos antes, fruto, sin duda, de las circunstancias y del nivel de vida que llevábamos. Seguro que valorábamos más cualquier detalle porque nos costaba algo más conseguir las cosas. ¿Cuestión de actitud también? sin duda, o, al menos, así lo veo yo. 


Como ejemplo, os voy a contar uno de los viajes más pintorescos que he vivido. Fue a las 24 Horas de Montjuic, corria el año 1983. Una historia para recordar porque la actitud motera, en general, era otra (o eso creo). Era mi segundo viaje a las 24H pero esta vez no íbamos en Vespa sino en una flamante Guzzi 850. Yo iba de paquete, claro, tenia casi 11 años. Con nosotros venia un amigo, Rafa, con una de las primeras BMW K100 y otro amigo, José, con su hijo, José Jr, de paquete. Rafa era un motorista, digamos, elegante y tranquilo, una buena persona, todo un gentleman. Los dos Pepes eran apasionados, sinceros, unos quemados de cuidado pero, habitualmente, demasiado temerarios y, para rematar el cocktel, tampoco salian mucho con la moto, lo suyo era las salidas de los domingos, poco más. Tal vez este era, incluso, su primer viaje largo. Eran especialistas en "destripar" motos, hacer motocross y arreglar coches (ese era su oficio, mecánicos). Apreciábamos a todos, por supuesto, pero, aunque a toro pasado es fácil adivinar las cosas, lo raro hubiera sido que no hubiese pasado algo en ese viaje. Salimos prontito después de desayunar fuerte en algún bar cercano a Madrid que ya no recuerdo. Yo iba con mis tejanos (el año anterior vestia mis pantalones de cross y las botas, ahora iba más “turístico” y cómodo) y con una chupilla. Mi padre con su habitual barbour inglés, el auténtico y sus botas de tres hebillas (las que todavía lleva, bueno, son otras, pero del mismo tipo). Ellos iban por el estilo (pocas monos o chupas de cuero veíamos entonces). Por aquellos años la autovía A2 no existía, claro, pero íbamos muy felices. Otra diferencia: demonios, ahora hay autovías hasta para ir a mear a las afueras del pueblo. Los viajes entre Madrid-Barcelona no solían durar 5 o 6 horas como ahora, sino casi el doble o más, y no pasaba nada, era lo normal, ¿qué queríamos? si, total, circulábamos, normalmente, a 130/140… esta vez un poco más porque, diantres, se me ha olvidado comentaros que nuestro amigos Josés, aparte de ser cómo os he descrito, iban con una bomba bajo los culos: una auténtica y explosiva Ossa Yankee 500, ¡¡lo que les faltaba!! 
 
Mi padre ya me avisó que tendríamos que ir con prudencia, que era un viaje largo, que mejor nos lo tomáramos con calma. Sí, menuda calma. Todo iba tranquilo hasta que, justo en las curvas cercanas al pueblo Arcos del Jalón (a mitad de camino entre Madrid y Zaragoza) nuestro compañero José (que iba a cola casi todo el rato) nos hace un exterior de infarto a las dos motos. El suceso no hubiera llegado a más si no hubiera querido adelantar también, en la misma maniobra, un autobús militar que nos precedía. Quizá para dejarnos el “doblado” y ganar unos cientos de metros, no lo sé aunque me lo imagino. La apuesta salió mal… cuando estaba a mitad de la maniobra, delante de nosotros, vimos llegar un camión que se acercaba por el carril contrario. Imagino el shock que debió suponerle al piloto de la Yankee. Lo siguiente que vi fue como un cuerpo rodaba y giraba por el suelo y como una moto rebotaba sin control de un lado a otro. A pesar de la espectacular coreografía tuvimos muchísima suerte. Había aparecido La Virgen y todo el elenco celestial: por fortuna, dio la casualidad que su hijo iba ese tramo de pasajero en la K100 de Rafa. Quizá esa eventualidad le salvó la vida porque, su padre, la salvo milagrosamente, entre las ruedas del camión y del autocar, girando en el suelo, hecho un ovillo... 
 
Obviamente, paramos angustiados (casi se nos cae la Guzzi con las prisas) y recogimos a José que, como podéis imaginar, no le llegaba la camisa al cuello. Había nacido otra vez, sin exagerar. Los conductores no se explicaban cómo podía haber salvado la vida nuestro compañero de viaje. La moto no quedo muy mal por lo que proseguimos al poco rato (¿“igualito” que ahora?). No dio tiempo a que llegará la Guardia Civil ni nada por el estilo. El tráfico estuvo cortado apenas quince minutos, no más. José no estaba lesionado y la moto solo tenia alguna maneta doblada. Proseguimos nuestro camino a un paso de tortuga digno de los dirigentes de la ONCE (con perdón). Pero el show no había terminado. Algo después, pasado Zaragoza, esa misma tarde, íbamos Rafa y nosotros abriendo camino. De repente escuchamos el claxon de un R5, cada vez más insistente. Además, no paraba de aproximarse mucho. Acelerábamos y el R5 también lo hacia. Llego un momento en que, hartos de esta situación, dejamos pasar al coche y le hicimos una seña con la mano para “despacharle”. 
 
El coche aceleró pero no nos superó. De pronto, el copiloto del R5 bajó la ventanilla, casi en paralelo a nosotros, y nos dijo, gritando, que nuestro “compañero se habia quedado parado en una curva”… Un escalofrío nos recorrió el espinazo. Dimos la vuelta y, algo después, encontramos la Yankee parada en un saliente de la carretera con su piloto sentado y medio pálido. ¿Qué habia pasado ahora? Pues que en un tramo anterior, al ir a cortar gas antes de una curva la Ossa siguió igual de rápida. Las campanas de los carburadores no habían bajado, se habian enganchado, ¡pedazo susto!, problemilla que pasaba de tarde en tarde en las motos de la época… Al llegar a Lérida (si no recuerdo mal) cansado de tantos contratiempos nos pidió ir por la de peaje. La moto la llevo su hijo con él detrás ya hasta Barcelona. Creo que después del último susto nuestro amigo debió maldecir la hora en qué decidió venirse a ver las carreras. Bueno, verlas verlas… no las vio mucho porque en Barcelona visitaron a un familiar. De paso, aprovecharon para descansar y recuperar masa corporal (imagino). 


Por la noche sí pasaron por el parque para alucinar con los pilotos de la 24 Horas y sus luces amarillas. Habiamos montado las tiendas de campaña dentro del trazado, antes de que lo cerrasen, cerca del viejo estadio, como siempre. Ahora pocas veces llevamos la tienda de campaña en la moto, quizá otra diferencia notoria: ¡pasa el tiempo y nos aburguesamos, camaradas (jajajaja, ¡no me refiero a que comamos muchas hamburguesas, eh!) algo habrá que hacer, quizá un viaje en ciclomotor a la China para volver a los origenes! Termino ya de daros el tostón. Cómo decía esa canción, "como hemos cambiado"… ya ni el París-Dakar es lo que era, se han cargado las motos de carreras tal vez más equilibradas y bellas de la historia (las dos y medio de dos tiempos), el circuito de Assen lo estropearon, los motores de gasolina parecen que están sentenciados... ¿a dónde vamos? 

Tal vez nuestros nietos nos recuerden como una especie de ciudadanos delictivos, de alocados individuos que conducían vehículos de peligrosos motores de explosión, por arriesgadas carreteras y autovías, con malos hábitos (aunque parezca una fantasía... ¡¡disfrutaban acelerando en una recta e inclinando en las curvas sobre vehículos de dos ruedas!!), etc, etc, en suma, como una especie de irresponsables "bárbaros del pasado". Total, vivimos en un país donde el concepto de velocidad está criminalizado, basicamente. Si es así... creo que esa sociedad futura habrá tocado fondo. 
 
Aunque es del todo intrascendente, ahora recuerdo que ese año, en ese viaje a Montjuic, me “enamoré” por primera vez de una motera (una preciosa mala costumbre que a veces sucede). Era la hija de un amigo de Rubí, dueño de una flamante Honda CB750 Bol D’Or. Ella era una chica bellísima, morena y simpática, algo tímida pero muy sagaz. Se llamaba Katya, me sacaba como 4 o 5 años pero me daba igual. Mientras esperaba su visita, sentado en el Angulo (de Miramar), dieron las tantas de la noche y me quedé dormido. Cuando desperté mi padre me contó que ya habia estado ella allí para despedirse y que ya se había ido a su casa. Lógico. Jamás volví a verla... (¡estaría cojonudo que gracias a esta entrada la localizara!). Mientras miraba pasar, por el Estadio, la Ducati de Mín Grau y demás fauna japonesa no pude evitar desear ser más mayor. Para estar con Katya y poder ser corredor de motos. Sí, algunas cosas no han cambiado casi nada, amigos.



GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...