Sanabria y los bocatas de lomo

No descubro nada nuevo si os digo que siempre que salimos con la moto solemos pasarlo de vicio, ¿verdad? En esta ocasión nos superamos: hacia tiempo que no nos reíamos tanto y mucho más que no nos sentiamos como auténticos pingüinos en el polo...

Como no contar esta historia... Pero comenzaré por el principio. Una tarde de junio, en la piscina, hablando Santi con mi padre (¡vaya par!) comentó el vecino lo chula que suele ser la vieja concentración de Sanabria que se celebra en julio, junto al famoso lago. Al abuelo le faltó tiempo para animarse y decidir que podíamos acudir este año. Santi se sorprendió por aquel "arranque" pero enseguida se animo también. Yo me enteré luego y no puse pegas, ja, ja, total, serian mis propias minivacaciones. Así que allá fuimos… en principio el grupo iba a estar formado por Paco (el hermano de Santi), él, mi padre y yo. También nos veríamos en Sanabria con Antonio de Pinto, viejo amigo del abuelo y motero experto. Del foro de motos.ws también podía darse el caso de ver a alguno allí. Como de costumbre, la cosa prometía.

En las semanas previas hablamos del equipaje a llevar. No íbamos de hotel, queríamos ir de acampada para vivir de manera más "auténtica" la noche motera, plantando las tiendas en el lugar que tuviera reservado la organización para tal fin. Aparte de la tienda decidí por mi cuenta no llevarme el saco de dormir. Estaba harto de ir con tanto bulto y, total, estábamos hablando de mitad de julio. Por mucho frío que hiciera (era Sanabria) no podía ser demasiado: estábamos en verano y, además, uno solo pasa frío en Arguis, allá en diciembre.

Santi, sabio y previsor, no era tan confiado y me animo a que llevara el saco. Creo que mi contestación por sms fue, literalmente, algo así como "No quiero llevar más bultos, me jode la relación peso/potencia, ja,ja. Si hace frío nos calentaremos… como podamos". Diciendo gilipolleces hay pocos que me ganen pero, joder, es que no quería llevar muchos bultos, ni el baúl, ni nada, estábamos en verano, me decía y, además, odio llevar muchos trastos. En resumen, para dormir unas pocas horas tanta "gaita" no merecía la pena…

Pues nada, llega el sábado y espero a Paco en el garaje. Santi vendría desde su casa en el pueblo, habíamos quedado en los 'Cuatro Postes' de Ávila a eso de las 10h30. Justo al salir de casa suena mi móvil y mi padre me comenta que no le arranca la GPZ. Primer contratiempo. Le digo que cuando venga Paco iremos hacia su garaje a ver si hay manera de revivir la Kawa. Paco llega y le comento la noticia. Llegamos a Carabanchel y vemos "media" GPZ desarmada. Mal rollo. Paco confesó luego que pensaba que la moto no arrancaría fácilmente y que saldríamos a las tantas de Madrid. Pero nada, se cambio el filtro de aire y la vieja 500 arrancó. Salimos por fin, no con mucho retraso y, hora y pico después, al llegar a la glorieta de Ávila veo, por el rabillo del ojo, una preciosa CBR roja que se acerca. ¡Carajo!, si es Santi, ¡que sincronización! Nos quedamos todos mirándonos como bobos diciendo "joerrrrrr". Aparcamos y desayunamos enseguida unos churritos. Cuando ya nos vamos a poner en marcha, llega un paleto (literal) con su Renault Laguna y casi nos atropella, mientras nos pide, de mala manera, quitarnos de su camino. Nos quedamos mirándole como dudando qué hacer, tiene sitio más que suficiente para entrar en la gasolinera. El caso que yo me quito despacito porque no tengo ganas de movidas con tontos pero, desgraciadamente, pocos momentos después la misma situación le pasa a Paco que está moviendo en parado su CBR para salir. Esta vez la cosa ya se calienta más y el paleto este sube el tono mientras avanza hacia el surtidor gritándonos a distancia todo tipo de "piropos". Mientras, los turistas asiáticos que se habían hecho fotos con nuestras monturas no salen de su asombro. Pensarían que España es, realmente, different! Como aquel imbécil seguía berreando, exclamanado cosas del estilo "¡A ver si os matáis!" con un acento agro y palurdo a más no poder, le respondimos dando acelerones, ahogando su payasada (todo fuera por no bajarnos de la moto y darle alguna colleja).

Pues nada, salimos finalmente ante la expectación de los turistas, camareros y clientes de la gasolinera y enseguida enfilamos dirección Salamanca, adelantando numerosos camiones y vehículos. La GPZ adolecía de aceleración pero, claro, las otras motos eran demasiado potentes en comparación, no había color, aún así, íbamos agrupados y divirtiéndonos ya de lo lindo.

 
A la concentración llegamos sobre la hora de comer y, justo antes de entrar al pueblo, paramos en una pequeña gasolinera que tenia un bar con pinta de dar comidas. Allí entramos y no había casi nadie. Nos atendió una chica muy simpática y muy curiosa. Comimos platos combinados, lomo básicamente, con patatas y huevos, lo típico. Nos extraño que no hubiera un "menú motero" visto la de años que llevan celebrando esta concentración y lo bien ubicado que se encontraba este pequeño restaurante. El caso que, aparte de las vueltas que dimos en el campamento base y por el pueblo, volvimos varias veces a este establecimiento. Ya para merendar nos tomamos unos bocatas de lomo. La pregunta fue "¿Qué tienes para merendar?" y nos dijo después de darle vueltas al asunto... "Pues no sé, me queda lomo" ¿no tienes nada más? "no, pero tengo lomo adobado, cinta de lomo..." la cosa era de coña porque la pobre decía la verdad, no tenían mucho "repertorio". A la hora de la cena ¿qué os voy a contar? Pregutaréis porque volviamos a este bar... Era el único con poca clientela, los del pueblo estaban a reventar. Asi que, por tercera vez, a eso de las nueve y pico terminamos alli otra vez con la intención de cenar antes de irnos de copas. Nada, el "menú" era el mismo, tuvimos que acercarnos a Puebla de Sanabria dónde sí había variedad (y camareras más despiertas, la verdad).

A la vuelta de la cena ya la temperatura bajo considerablemente pero íbamos bien calentitos y disfrutamos cómo enanos viendo a A.C. Farias y al otro especialista hacer todo tipo de acrobacias, qué pasada. Eso sí, antes de ese momento disfrutamos de otro gran punto cuando nos sentamos en una de las terrazas (estábamos en verano… eso indicaba el calendario) y, esperando a que venga el camarero, se acerca un tío de unos treinta y tantos mal llevados años, con cierta pinta de yonkie, con un vaso de tubo en la mano y nos dice, literalmente, con un tono entre macarrilla y desganao pero reivindicativo: "Bueno, ¿y qué vamos a tomar?". Mi padre no pudo contenerse y contesta: "Tú no sé pero nosotros queremos algo". El descojone fue general. ¿Quién era aquel tipo? Coño, al final se presentó: era un camarero o el encargado. ¡Quién lo hubiera adivinado! El caso que pedimos exactamente un vaso de leche y tres rones Barceló. El tío dice "bien, cuatro rones" ¡¡!! Y otra contestación apoteósica (escrito no suena igual): "Que no, cojones, que tres rones y un vaso de leche caliente". No le cuadraba al amigo, Santi y yo nos rompimos las costillas riéndonos. Fue un momento genial.

El caso que estábamos todos muy alegres y el frío cada vez era mas notorio. Mi padre se puso ya hasta el sotocasco y, viendo la actuación de Farias, pego unos sustos increíbles a los pobres que miraban a aquel tío tan alto que tenían al lado. Uno llego a gritar "¡Coño!" Imaginaos: un tío de casi dos metros, con el barbour negro y con el sotocasco negro puesto, ¡joder, si parecía un ninja! Pero aquel frío no era nada comparado con el que pasamos los machotes que fuimos sin saco. Nos acostaríamos a eso de las tres y pico, tristes porque no veíamos hogueras a la vista… mal presagio. Yo me meti en la tienda vestido y al principio aguante bien pero luego... joder, qué frió hacia las 4 AM, eso era simplemente indescriptible, no me lo podía creer, ni en Arguis habíamos pasado tanto frío, ¡y eso es decir mucho! Los dientes me castañeaban, como en los dibujos animados. Me puse los guantes, todo lo que pille (mi padre igual). Al final, me coloqué hasta el casco, total, dicen que por la cabeza se pierde mucho calor corporal, ¿no? Nada, mucho amor fraterno pero ni por esas, ja, ja. En la tienda de al lado, Santi y Paco, como señores, con sus buenos sacos y colchonetas, disfrutaban de mejores condiciones aunque al día siguiente reconocieron que habían pasado algo de rasca. ¡Pues imagínate nosotros, colega!

A eso de las 5 AM pasadas salí a orinar y pensé en bajar al pueblo para calentarme, aunque había una buena tirada y lo mismo estaban cerrando los bares… no me decidí y tampoco quería volver a meterme en aquella tienda iglú (joder, que nombre tan apropiado). El caso que no tuve más remedio e intenté dormirme de una vez para pasar aquellas horas de alguna manera. Cuando amaneció tuvimos valor de abrir los ojos y salir de aquella trampa mortal, eso sí, como pingüinos. Yo tenía de nuevo ganas de mear pero debía estar congelada en mi vegija porque fue imposible sacar nada. De hecho, no era lo único imposible de sacar...

A la mañana siguiente comprobé el lamentable estado de mi neumático trasero, imaginé que la vuelta iba a ser más delicada y lenta, una pena, porque nos habíamos encontrado allí con Antonio de Pinto y un amigo suyo. El caso que, mientras entrábamos en calor, arrancamos las motos y bajamos hacia el famoso bar protagonista de esta historieta, a repostar todo, motos y estómagos. Llegamos y, como siempre, estaba casi vacío y la misma chiquita sacada de un cuento de los hermanos Grimm. Creo que fue Paco quién pregunto sin ironía y con lógicas esperanzas: "¿Qué tienes para desayunar?, ¿magdalenas..?" y alguno contestamos, "No, lomo, ¡tenemos bocatas de lomo!", yo ya ni escuché lo que la pobre dijo después... tan feliz. Vaya tela...



GRACIAS A TODOS LOS QUE ME AYUDARON POR EL CAMINO...